La herencia y el ambiente son los dos extremos entre los que se sitúan la mayoría de las explicaciones sobre el comportamiento humano. En este contexto es en el que se intentan dilucidar las diferencias entre el carácter y la personalidad y en el que se construyen las distintas teorías sobre el aprendizaje; sobre lo que cada persona puede llegar a desarrollar de sí misma gracias a su experiencia.

Quod natura non dat, Salmantica non præstat (Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta) es el lema de la Universidad de Salamanca y viene a resumir una de las posturas ante el hecho educativo: la enseñanza no puede proporcionar la inteligencia, la memoria y demás capacidades que se precisan para aprender, solo puede cultivarlas. Aquello que la genética ha negado no puede adquirirse con la mejor educación.

Es un mensaje con el que se puede estar o no de acuerdo; pero que todos hemos recibido a lo largo de nuestra vivencia, no solo escolar sino también social. De alguna manera se nos ha intentado convencer de que cada ser humano es como está.

Y es cierto que la genética con la que se nace condiciona el desarrollo futuro; pero no lo determina. Al menos no sabemos lo suficiente sobre ella que nos permita afirmarlo. Mientras desconozcamos la función del ADN no codificante, eso que erróneamente se llamó basura genética, que es el 98% de todo el ADN que forma los cromosomas, no podemos asegurar qué es lo que cada ser humano puede llegar a alcanzar.

Hay múltiples definiciones de aprendizaje, pero todas ellas lo relacionan con cambios en la conducta debidos a la experiencia; es decir, con cambios adquiridos. Al interaccionar con el medio que le rodea el organismo aprende; asimila y almacena el resultado de esta interacción y lo utiliza, voluntaria o involuntariamente, en las interacciones futuras. Vamos modificando nuestra conducta a medida que aprendemos.

La genética condiciona lo que somos capaces de aprender y el modo en que podemos aprenderlo. Pero ahora sabemos que también ocurre el proceso inverso: lo que aprendemos puede llegar a modificar nuestro genoma o, al menos, la manera en que este genoma actúa. Un mismo mensaje puede interpretarse de distintas maneras y en esta interpretación es clave la experiencia, aquello que se ha aprendido.

La ciencia, la epigenética, ya sabe que nuestras vivencias pueden marcar nuestro material genético y que estas marcas pueden transmitirse a las generaciones futuras. Es decir, se pueden heredar predisposiciones o tendencias a que nuestros genes se expresen de una determinada manera. Dicho de otra forma,  sin cambiar nada de lo que está escrito, se puede leer todo el relato o tan solo algunas partes, en un orden u otro. Y eso depende de la forma en que hayamos aprendido a leer y de las condiciones en las que estemos leyendo.

En sí mismo el mensaje de los genes carece de sentido, debe interpretarse en un contexto. Si el contexto cambia también lo hace su interpretación. El aparente determinismo de la herencia genética puede que no lo sea tanto si aumentamos la diversidad de los ambientes y la variedad de las demandas; pero si nos empeñamos en mantener una estabilidad imposible las respuestas siempre serán las mismas.

Centrándonos en la inteligencia, por ejemplo, que es algo con lo que se nace pero que se puede desarrollar, podríamos definirla como el uso que se hace del pensamiento, como la capacidad de comprender, resolver situaciones y llegar a conclusiones pensando. Según esto, el más inteligente sería el que mejor piensa. Pero, como la resolución de problemas implica distintas habilidades y los problemas son muy diferentes,  resulta que se puede ser inteligente para algunas cosas mientras que para otras no serlo tanto. Sin embargo, si la educación se centra en unas situaciones concretas y descarta otras, solo se considerará que son inteligentes unos pocos, aquellos que tienen facilidad para una forma concreta de pensar y obrar, mientras que el resto quedará excluido, a la vez que se está desaprovechando su potencial, aquellas capacidades que tienen pero que no se solicitan.

No sabemos con certeza qué es la inteligencia ni dónde reside, pero sí podemos hablar de comportamientos poco inteligentes o muy inteligentes; de comportamientos que agravan los problemas o los solucionan.

Si nos remitimos a los problemas de la educación, es poco inteligente obstinarse en mantener un modelo educativo que claramente empobrece el ambiente, en lugar de enriquecerlo; como es poco inteligente resolver problemas que no existen y dejar sin solución los que realmente tenemos delante. Es poco inteligente emplear siempre la misma herramienta, la razón, cuando también se tienen otras, como la intuición, la emoción, el movimiento o el propio cuerpo en su conjunto que no se están utilizando.  Es poco inteligente limitar nuestra forma de aprender, empecinándonos en conseguir que todos los problemas se parezcan y en intentar resolverlos haciendo siempre lo mismo.

5 comentarios

5 Respuestas a “Aprendizaje y herencia”

  1. Loli dice:

    La tendencia….convertida en norma, de mirar hacia nuestras vidas desde el «relato», de abordar la «reflexión»…desde la cronología que marca la necesidad de relatar, seguramente es una de las consecuencias de no asumir lo que la ciencia y la epigenética, como apunta Enrique en su artículo, ya publica a voces: que desconocemos la mayor parte del mensaje genético, y que éste mantiene una relación mucho más importante del que hasta ahora se creía con el medio ambiente.

    Entiendo que al hablar de esa importante interrelación, no hay más remedio que tener en cuenta la pluridiversidad que abarca ese concepto…y que requiere tener en cuenta la capacidad sensorial y emotiva que esa interrelación conlleva.

    Deduzco, de lo explicado por Enrique, que, de lo poco que conocemos de cómo nos llegan los mensajes desde el punto de vista genético, intentamos hacer una composición relatada, donde siempre podamos encontrar una causa-efecto…donde el hilo que nos ata a la norma generalizada del pensamiento, no se rompa……donde sea posible mantener esa norma en la educación….

    Quizás forme también parte de esta «crisis» que cada vez parece extenderse a más aspectos de nuestro funcionamiento social..no solo el económico.. el hecho de que nuevos «desvelamientos» «descubrimientos»…desde la ciencia (también en otras materias), estén empezando a pesar de manera importante sobre la red consensuada de «cómo funciona la realidad», en la que está basado nuestro modelo de organización social…y por tanto de educación.

    ¿Llegará un momento en que, cuando la razón no sea esa herramienta única de aprendizaje, como apunta Enrique, sino que encima, desde ese conjunto nuevo, prometedor, y tan poco explorado, en el que el autor del artículo incluye la intuición, emoción, movimiento y el propio cuerpo, se pueda romper la necesidad artificiosa del relato, y la educación no se «cronifique»?.

    Una ventana, a mi modo de ver, fascinante la que abre Enrique en su artículo.

  2. Aldo dice:

    La ciencia, la epigenética, […ya sabe que nuestras vivencias pueden marcar nuestro material genético y que estas marcas pueden transmitirse a las generaciones futuras…] Es decir, se pueden heredar predisposiciones o tendencias a que nuestros genes se expresen de una determinada manera. Dicho de otra forma, sin cambiar nada de lo que está escrito, se puede leer todo el relato o tan solo algunas partes, en un orden u otro. Y eso depende de la forma en que hayamos aprendido a leer y de las condiciones en las que estemos leyendo.

    Este párrafo llamo mucho mi atención.. podría hablarme sobre las lineas dentro del corchete me parece un tema muy fascinante.

    1. pasmao dice:

      Hola Aldo

      Hay un tema asociado, una herejía según algunos, un bálsamo de fierabras que lo explica todo según otros (desde el ecologismo radical al diseño inteligente). Yo creo que ni tanto y ni tan calvo.

      Se llaman «campos morfogéneticos».

      El temor y el desprecio que deuestran algunos al respecto me alertan de que igual si hay algo de verdad en ellos.

      Viene a decir, así a lo bestia, que cuando un conocimiento pasa a ser patrimonio de un determinado número de individuos y se pasa un masa crítica; pasa de alguna u otra manera a ser patrionio de todos de manera inmanente, pero sobre todo de los nacidos después.

      Un cordial saludo

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