El transhumanismo sostiene que la humanidad tiene la posibilidad y la obligación moral de mejorar las capacidades de la especie humana mediante el uso de la ciencia y las nuevas tecnologías
Humanos, transhumanos y posthumanos

Se contaba de los alquimistas que andaban a la búsqueda de la panacea universal, un remedio o elixir capaz de curar todas las enfermedades y prolongar eternamente la vida. Y se nos cuenta hoy que esta aspiración está cerca de conseguirse, gracias a la tecnología.

Son recurrentes las noticias en las que se habla de los genes del envejecimiento, responsables de regular la oxidación y el deterioro del organismo. Activando y desactivando estos genes se desencadenan o se inhiben los procesos degenerativos. La vejez está programada, pero se puede reprogramar.

Por otro lado, la tecnología CRISPR permite editar el ADN, cortando y pegando fragmentos del genoma con fiabilidad. Esto abre la puerta a todo tipo de terapias génicas. Gracias a ella se podrán reparar genes defectuosos; pero también será posible introducir material genético nuevo.

Y hay desarrollos de la bioingeniería que posiblemente revolucionen la medicina; se anuncia que los nanorobots recorrerán el cuerpo de los pacientes, llevando los medicamentos allá donde se necesiten, realizando microcirugía o detectando y atacando directamente a las células cancerosas.

En un futuro no muy lejano, las enfermedades y el envejecimiento no serán las principales causas de muerte y será posible mantenerse vivo durante mucho más tiempo del que disponemos ahora. Entre tanto, en espera de que estos avances se produzcan, algunos congelan sus cuerpos, una vez muertos, con la esperanza de que puedan ser revitalizados.

En un futuro no muy lejano, las enfermedades y el envejecimiento no serán las principales causas de muerte y será posible mantenerse vivo durante mucho más tiempo del que disponemos ahora.

Paralelamente, a medida que se descubre y se comprende el funcionamiento del cerebro, gracias a las neurociencias, estamos más cerca de emularlo o incluso de fabricar dispositivos que lo complementen y aumenten sus capacidades, como parecen apuntar los logros en inteligencia artificial. Los más visionarios ya hablan de escanear nuestras redes neuronales, para hacer una copia de seguridad de nuestra mente y volver a cargarla en otro soporte, biológico o biónico, en el caso de que el que tenemos ahora se destruya, por accidente o muerte violenta, o deje de funcionar por vejez extrema.

Ya paliamos algunas de nuestras lesiones y discapacidades con artefactos, como las gafas, los marcapasos, las piernas ortopédicas o los audífonos; pero también se podrían implantar otros suplementos, para añadirnos funcionalidades que ahora no tenemos. Si el ser humano se concibe como una máquina, no hay ninguna razón para impedir que se fabriquen sus repuestos, mejorados por la técnica.

Y así podríamos seguir enumerando los avances, perfeccionamientos y beneficios que nos reserva el futuro. Algunas de estas predicciones pueden parecer extremas y tienen más de deseo que de realidad plausible; pero detrás de ellas hay una corriente de pensamiento, el transhumanismo, apoyada por numerosos intelectuales, científicos y técnicos.

Este movimiento sostiene que la humanidad tiene la posibilidad y la obligación moral de mejorar las capacidades de la especie humana mediante el uso de la ciencia y las nuevas tecnologías; con la intención de llegar a una especie transhumana, con mayores capacidades físicas e intelectuales de las que tenemos ahora, y, posteriormente, a un posthumano, un ser que ya no sería humano sino superior a él.

Conocidos los mecanismos de la evolución se trata de utilizarlos en nuestro provecho, eliminando el azar. Según el darwinismo, la evolución es ciega; pero la biotecnología ofrece un remedio para evitarlo. Podemos mejorar la especie humana controlando los procesos de mutación y selección y eliminando, en los embriones, variables indeseables del acervo genético; esto es, mediante la ingeniería genética y la eugenesia.

Según el darwinismo, la evolución es ciega; pero la biotecnología ofrece un remedio para evitarlo.

Así mismo, una vez entendidas las bases físicas, químicas y biológicas del cerebro y la consciencia, y por tanto de la cognición y de la conducta, será posible intervenir en ellas; por ejemplo, mediante fármacos específicos o intervenciones quirúrgicas que potencien o bloqueen selectivamente ciertos recuerdos y experiencias, o mediante implantes de microprocesadores que suplan nuestros fallos de memoria o la lentitud de nuestros pensamientos; o nos conecten, mediante ondas, a una gran memoria colectiva. Se trata de desarrollar una interfaz fiable y segura entre el cerebro y la máquina, que sea capaz de traducir el lenguaje computacional al neuronal y viceversa.

Al tiempo que la enfermedad, la muerte, el control de nuestras emociones y la falta de potencia de cálculo dejan de ser un problema, la posthumanidad se extenderá por toda la galaxia; poblándola de humanos genéticamente mejorados y con capacidades amplificadas; seres mitad orgánicos, mitad robóticos; con órganos artificiales y mentes implantadas en cerebros biónicos.

Y estas ideas, que pueden parecer absurdas o estrafalarias, están mucho más extendidas de lo que somos conscientes. Las difunden los medios de comunicación, a través de artículos, documentales y vídeos tan impactantes como poco rigurosos. No es casual la abundancia actual de películas y series sobre superhéroes, sobre humanos con atributos casi divinos, como Perseo, Hércules o Aquiles. La meta del posthumanismo no es nueva, solo incorpora el ingrediente tecnológico a una aspiración muy antigua.

Estas ideas, además, ya se están aplicando. Por ejemplo, el aborto terapéutico, por riesgo de enfermedad congénita o genética y la reducción de embriones o fetos en embarazos múltiples es una forma permitida de eugenesia. Los implantes cocleares, que transforman los sonidos en señales eléctricas que estimulan el nervio auditivo, ya permiten que muchas personas oigan; ya hay dosificadores automáticos de insulina, para combatir la diabetes de tipo 1 sin que el paciente tenga que estar controlándose el mismo sus niveles de azúcar en sangre. Y falta poco para que encontremos la forma de integrar en nuestro cuerpo cualquiera de los dispositivos electrónicos, como los relojes o las gafas inteligentes, que llevamos permanentemente encima.

Pese a todas las objeciones éticas que podamos encontrarles y las limitaciones legales que intenten regular su uso, estas intervenciones acabarán produciéndose. Nuestro miedo a la muerte y la posibilidad de mantenerse vivo indefinidamente, sin necesidad de trasladarse a un más allá hipotético, hace que esas transformaciones, si son factibles, sean inevitables. El debate no está en si estas mejoras deben o no llevarse a cabo, sino en manos de quien van a estar, quién las va a controlar y con qué intenciones.

En un futuro muy próximo, los más privilegiados del planeta van a someterse a todo tipo de manipulaciones genéticas y de implantes cibernéticos, para multiplicar sus capacidades y prolongar su vida hasta los límites que permita alcanzar la tecnología.

La riqueza y el poder se están concentrando en un número cada vez más reducido de personas. Y todas las ventajas que proporcionan estos avances, presumiblemente muy caras, solo serán asequibles para ellas. Se está gestando una casta de humanos más longeva, más sana y con más capacidades naturales o implantadas que las del resto de la humanidad.

En una sociedad en la que existan estas enormes diferencias, la desaparición de la democracia es inevitable. El transhumanismo puede encaminarnos hacia un nuevo orden mundial gobernado por élites que se han elegido y diseñado a sí mismas, auxiliadas por los ordenadores más sofisticados que pudieran concebirse; o, incluso, por una inteligencia artificial casi todopoderosa. Un orden mundial regido por algoritmos.

El transhumanismo puede encaminarnos hacia un nuevo orden mundial gobernado por élites que se han elegido y diseñado a sí mismas

En línea con los planteamientos transhumanistas y su concepción estrictamente materialista de la vida y de lo humano, se podría pensar que nuestra especie ha alcanzado la cúspide de su evolución, pero eso mismo se podría haber dicho del homo erectus o de los neandertales que también eran humanos. Sería más correcto admitir que la evolución todavía se está produciendo y no sabemos si nuestro potencial genético se ha manifestado por completo.

Muchas de las capacidades a las que aspira el transhumanismo, como retrasar el deterioro del cuerpo, aumentar la percepción o sentir con más intensidad, ya se tienen sin necesidad de intervenciones externas, pero apenas se han desarrollado. Queremos suplir con fármacos, artefactos y manipulaciones nuestra falta de trabajo personal.

Ante la visión sin alma que nos presenta el transhumanismo podemos anteponer otra. Podemos creer que el ser humano todavía está en desarrollo, que contiene capacidades que superan a las imaginadas por los transhumanistas y están latentes en todos los genomas, esperando ser descubiertas. Y que para hacerlo es necesaria la vida. Y que el hecho humano, la humanidad y cada uno de sus seres, no solo es materia orgánica, con prótesis o sin ellas, consciente de sí misma. También es cultura, arte, espiritualidad, amor, filosofía y dudas sobre la trascendencia.

7 comentarios

7 Respuestas a “Humanos, transhumanos y posthumanos”

  1. Loli dice:

    Hubo una herejía que influyó de forma determinante en la formación de las estructuras que conforman ahora Europa, y dentro de lo que he podido leer de fuentes divulgativas y no tanto, es posible que el nacimiento del unicista Islam, no estuviera muy lejos de sus orígenes tampoco.

    Me refiero al “arrianismo”, finalmente derrotado frente a la doctrina oficial de la Iglesia Católica, pero que configuró estructuras de pensamiento y de vivencias que de algún modo se plasmaron en actitudes, formas y costumbres que se mantienen.

    Escuché a alguien decir que esa influencia no era baladí…, al menos así lo interpreté yo, y dio un explicación en la que nunca había caído, y que sin embargo parece muy natural.

    Desde aquella herejía “unicista”, se le daba al hombre la posibilidad de trabajar, potenciar y “alumbrar” su posibilidad transcendente, sutil y espiritual…. El sentido de su vida…lo que denominamos evolución no sería más que el desarrollo del incompleto estado de nuestra biología hacia la verdad de nuestra espiritualidad.

    Jesús dejó la impronta de ese camino….con el suyo propio…y desde un misterio, en ese aprendizaje, que ya entraría en otros campos más amplios de debate y de conocimiento.

    El caso es que la diferencia fundamental en los dos planteamientos sería que en uno, el “Unicista”, se estaría dando la posibilidad de que el hombre, desde el estado en que esté, puede y debe buscar y trabajar los cauces de su trascendencia, porque están en él.

    Desde el otro planteamiento, el que venció, eso no sería posible, pues El que llegó a nosotros para salvarnos, ya era divino, y parece que la salvación la brindaba a través de su muerte en la cruz, y no a través del rastro del camino del aprendizaje, dándole, a otros, al parecer, la potestad de ser puente entre lo divino y lo humano, dejando lo espiritual totalmente en un campo fuera del hombre.

    Estos matices son importantes, me parece, porque bloquear de este modo la búsqueda interna, el trabajo hacia la trascendencia que se guarda bajo la biología más densa, de dejarlo todo a “algo externo” a nosotros, parece que posibilita el tema del que trata Enrique: la transhumanidad.

    Si realmente no somos portadores de algo más que una estructura biomecánica…incluyendo lo que denominamos “mente”, y sus posibilidades aún no deplegadas, están sujetas a ese mecanicismo….¿qué impide experimentar con ello?.

    Claro, la moral, la religión…se rebela, el hombre es más, mucho más que un mecano…

    Sí, pero se ha alimentado la idea de que el hombre es mucho más que eso dependiendo, solamente, de la fe que ponga, de su adhesión y la fuerza de ésta, o no, con los que se han autoproclamado puente e intérpretes de lo “divino”, externo y fuera del hombre.

    De esa forma, la mayoría de las formas doctrinarias religiosas, dejan el campo abierto, me parece, a la barbaridad que supone la aparición de corrientes como la que da pie al artículo de Enrique.

    ¿Quién alentó en Hitler la idea de una “raza superior”….a través, también de experimentos y de granjas dedicadas a ello?. No parece que entonces sea éste un tema nuevo, quizás lo único que aporta al respecto es el asunto de las «tecnologías»…Pero es que además, en ese delirio se incluía la desaparición de los que no respondían a sus «cánones», o suponían una amenaza trascendente para ellos.

    ¿Siguen los mitos de los Olímpicos, que quizás empujaron a Zeus a castigar a Prometeo su concesión a los hombres del “fuego divino”…o el camino para llegar a él….., sin perdonárselo?.

  2. O'farrill dice:

    Creo que queda claro el planteamiento de Enrique con su frase sobre el nuevo orden mundial de diseño. Cada vez el ser humano, la persona, estará más indefenso ante ese «transhumanismo» que nos hará ¿más felices? Una cosa es que pueda utilizarse la tecnología al servicio de las personas y otra muy distinta que te pidan que vendas el alma al diablo a cambio de ello. Muchos, demasiados, ya lo están haciendo y volviéndose «dependientes» o «adictos» al NOM. Sólo queda la esperanza de quienes nos resistimos todavía y no nos resignamos a ser un simple código de barras. Un saludo.

  3. pasmao dice:

    Los Dr Frankenstein de turno han salido siempre trasquilados..

    Supongo que en la época de la torre de Babel los mandantes se sentían tan listos como los mandantes actuales con sus juguetitos cibernéticos.

    Lo malo son los daños colaterales, o sea nosotros, con un poco de suerte esta vez cuando se tomen el elixir de la eterna juventud igual les sale caducado y los deja uera de juego una temporada. Y a nosotros de rebote, en paz.

    Y si por el camino nos cae una tormenta solar de esas que escacharren todo lo eléctrico se pueden hacer una idea del reseteo que nos espera.

    https://es.wikipedia.org/wiki/Tormenta_solar_de_1859

    Mientras las cosas no vayan acerca de procuranos una verdadera evolución espiritual, sin ombligusimos, los transhumanistas sólo consiguirán que nos hagamos mas daño entre nosotros mientras ellos prueban sus juguetitos.

    un cordial saludo

  4. Luis Urquiza dice:

    Que el desarrollo del hombre ha venido acompañado por un mayor conocimiento de sí mismo y de la realidad que le circunda es una obviedad que nadie discute. Pero otro cantar es creerse que las puertas de acceso a ese conocimiento las puede abrir según sus meros ideales y que en el futuro llegara a ser amo y señor de lo que existe, incluida la propia vida.

    Que en el futuro el hombre encontrara en sí mismo capacidades que hoy no somos ni siquiera capaces de imaginar no parece una idea loca; ni que el desarrollo tecnológico alcance cotas extremadamente altas.

    Si, pero…, de entrada, donde situamos el futuro del que hablamos, a 200 años, 1000, o quizá… 3.000.000 de años.

    En segundo lugar, pensar que el conocimiento no tiene límites, tiene muy poco de científico y mucho de tecnólogo y… de prepotente o interesado.

    Sin límites también parece mermarse nuestra capacidad de percepción del mundo en que vivimos y estamos más expuestos a los efectos de las mentiras y el poder de los embusteros.

  5. Estimado Enrique,

    Realmente resulta difícil añadir algo más, a un artículo tan completo.

    Sin embargo, creo que un punto clave a considerar es que para que muchas de estas tecnologías e investigaciones puedan irse aplicando, necesitamos un mundo sin catástrofes o guerras mundiales que nos hagan retroceder tecnológica, cultural y organizativamente a niveles muy diferentes al actual. Y tal como está el patio, la incertidumbre en este sentido es muy grande.

    Dejando fuera los avances médicos útiles y otros cuantos más, me resulta curioso la manera en que buscamos que la tecnología venga a rescatarnos, a ayudarnos. Pero, a ayudarnos ¿a qué?, ¿porqué necesitaré un chip en mi cerebro entonces?
    ¿Lo necesitaré para que me ayude a sobrevivir del mundo que la misma humanidad ha construido? ¿A sobrevivir a nuestra propia inercia civilizatoria?
    Tal vez el mejor invento sea ayudar diluir esa inercia mecanicista, colectiva y personalmente hablando.

    Y como bien menciona, «Queremos suplir con fármacos, artefactos y manipulaciones nuestra falta de trabajo personal»

    Un saludo,

  6. Ian Serr dice:

    Que bueno poder leer reflexiones tan lúcidas, coincidiendo o no he disfrutado mucho con la lectura. También es de agradecer a los que han comentado y compartido sus opiniones e inquietudes. (estar en la frontera del asperger tiene su peaje y la curiosidad enfermiza por algunos temas me desborda). Llevo un tiempo prestando mucha atención sobre el asunto de la IA y la revolución que se avecina, el posthumanismo y sus variedades, leo todo lo que cae en mis manos. Quizás el mundo de replicantes de Blade Runner no sea como Philip K. Dick y Ridley Scott lo concibieron y sean los sustitutos de los humanos… ¡no se que pensar aún!. Todo apunta a avances vertiginosos para una parte de la humanidad y me provoca algunos miedos, también tengo ilusión por ver lo que vendrá y una especie de cosquilla en mi estómago. Puede que la suerte esté ya echada. También se que habrá gentes reacias como los defensores del vinilo o las cámaras de carretes y otros que se entregarán con entusiasmo sin pensar mucho sobre ello. En cualquier caso no saben ustedes… ¡Como me gustaría vivir lo suficiente para apreciar los efectos de la mayor revolución que jamás ha habido!

    1. walter dice:

      La única revolucion sin presedentes es el Amor …pero aquí ni cuenta y si seguimos así tampoco contará lo unico que nos diferencia de los animales…..ellos gritarán por la Paz,

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