Hay una clara relación entre educación y pobreza. Los grupos sociales más pobres son los que menos educación han recibido y los que tienen más dificultades para acceder a ella y a sus beneficios. Pero no son los únicos, porque sucede lo mismo con cualquier otra diferencia que genera marginación, como la debida a la raza, el género, la cultura, la religión o las aptitudes físicas o intelectuales.

Por unos motivos o por otros, aunque el derecho a recibir educación es universal hay múltiples diferencias y desigualdades que lo dificultan o que impiden ejercerlo. Cuando se habla de igualdad de oportunidades educativas, se está hablando de disponer las cosas o tomar medidas para que esto no suceda.

Se puede considerar que hay igualdad de oportunidades cuando todas las personas tienen las mismas posibilidades educativas. En este sentido, se puede hablar de cuatro tipos de igualdades: de acceso, de supervivencia, de resultados y de consecuencias educativas. La primera mide la probabilidad de que una persona ingrese en el sistema educativo, por lo general en una escuela. La segunda mide la probabilidad de encontrar a esa persona en un determinado nivel del sistema escolar, por ejemplo en la educación secundaria o en la educación superior. La igualdad de resultados se refiere a la probabilidad que tienen los individuos de distintos grupos sociales o con distintas características de tener el mismo rendimiento, por ejemplo, de obtener los mismos resultados en el examen de acceso a la Universidad o en las pruebas PISA.  Finalmente, la igualdad de consecuencias indica la probabilidad de que aquellos que obtienen resultados escolares similares accedan a trabajos de estatus parecidos y con salarios análogos.

Dicho de otra forma, hay igualdad de oportunidades cuando todos tienen las mismas probabilidades de ingresar en el sistema educativo, mantenerse en él, aprender lo mismo y obtener los mismos beneficios de lo aprendido. Por ejemplo, si los alumnos de los programas de formación profesional básica proceden mayoritariamente de las clases menos favorecidas o los resultados que se obtienen en las pruebas de evaluación externa son claramente diferentes en los colegios privados y en los públicos, parece claro que las oportunidades no han sido las mismas; o que, siéndolo, no se han podido aprovechar de la misma manera.

Paradójicamente, para aproximarse a la igualdad de oportunidades deben introducirse desigualdades en el sistema educativo; esto es, hay personas y colectivos que deben recibir un trato distinto: recibir más atención, disponer de profesores especializados, tener acceso a ciertas tecnologías, desarrollar currículos adaptados, estar exentos de algunas exigencias horarias o de contenidos… Son lo que se conoce como medidas compensatorias, encaminadas a equilibrar la balanza o reducir las desventajas en la consecución de un objetivo común; por ejemplo, la obtención del título de secundaria. Se piensa que, así, los alumnos reciben un trato equitativo; pero no es cierto, porque muchas de estas medidas no son equitativas sino igualatorias.

Según los diccionarios, la equidad consiste en la aplicación del derecho natural por encima del derecho positivo, de la ley escrita. También se refiere al trato diferenciado que, para suprimir la injusticia, se aplica a los individuos, de acuerdo con sus circunstancias y características.  En educación, según la UNESCO, la equidad implica educar de acuerdo a las diferencias y necesidades individuales, sin que las condiciones económicas, demográficas, geográficas, éticas o de género supongan un impedimento al aprendizaje.

Esto parece claro, pero la equidad, en la práctica, tiene muchas interpretaciones. Por ejemplo, se considera que un sistema educativo es equitativo cuando dedica más recursos y atención a los alumnos más necesitados, que son aquellos que tienen más probabilidades de fracasar en la escuela; sin embargo, dentro de esta categoría de alumnos con riesgo de fracaso escolar, también podríamos incluir a los alumnos de altas capacidades, los llamados superdotados, porque tienen más dificultades para adaptarse que otros cuando se les somete a la enseñanza reglada. Sin embargo, no es habitual que estos alumnos reciban un trato diferente.

Se considera equitativo que los alumnos con más dificultades reciban más atención para no fracasar en la escuela, pero no suele plantearse que lo realmente equitativo para algunos alumnos sería educarse fuera de la escuela, en otro sistema, de otra manera. Si cambiase nuestro concepto de fracaso escolar también cambiaría nuestra percepción de lo que es o no es obrar con equidad.

Porque, en este momento, aunque las escuelas sean inclusivas, en todas ellas se imparten las mismas asignaturas y se desarrollan los mismos currículos oficiales, desatendiendo enseñanzas que podrían ser enormemente valiosas para muchos alumnos. Y esto de igualar las escuelas, para que en todas ellas se enseñe lo mismo y se puedan obtener los mismos resultados, puede que nos acerque a cierto tipo de igualdad de oportunidades pero, desde luego, no educa de acuerdo a las diferencias y necesidades individuales.

Hay igualdad de oportunidades cuando se juega a la lotería y todos tienen un boleto, pero no la hay en una carrera de resistencia o de velocidad, por mucho que todos puedan participar en ella. Y el sistema educativo actual  es claramente competitivo, aunque se disfrace de maratón popular o de carrera solidaria.

11 comentarios

11 Respuestas a “Igualdad y equidad en la educación”

  1. EB dice:

    Enrique,

    Su post tiene diez párrafos y cada uno de ellos me merece por lo menos un comentario crítico. Su primer párrafo me sorprendió porque reconoce que hay muchas características personales que podrían asociarse con algo llamado educación, pero usted elige una —la pobreza, cuando aparentemente quiso decir diferencias en ingresos— porque cree que sus lectores estarán de acuerdo que es importante, quizás la más importante, sin dejar claro para qué la eligió ya que no la usa en el resto del post. Como el post es sobre educación, sí era necesario aclarar bien qué entiende por educación, mucho más si luego se refiere únicamente a educación escolar. En comentario al último post de Raúl Perez Ponce preguntaba sobre los criterios para juzgar que un adolescente se ha graduado de adulto porque considero educación a todo el proceso de desarrollo personal hasta graduarse de adulto, lo que entre otras cosas apunta a la complementariedad de la educación escolar con la crianza y otras experiencias de la infancia y la adolescencia para definir ese proceso. Todos tenemos claro que la educación escolar como se practica generalmente tiene límites fuertes en cuanto a lo que puede aportar a la formación de adultos y si no tenemos claros los criterios para graduarse de adulto se hace casi imposible evaluar la contribución de la educación escolar (el hecho de que todavía se sigue aceptando a la edad como criterio único de graduación nos indica lo poco que hemos avanzado en definir esos criterios).

  2. EB dice:

    Su segundo párrafo tiene dos oraciones, pero la segunda es introductoria del tercer párrafo. Hoy, aprovechando la larga experiencia mundial sobre “el derecho a recibir educación” es bueno expandirse en explicar por qué ya es hora de hablar en serio sobre este supuesto derecho. Primero, lo que se quiere decir es educación escolar y por eso era oportuno lo dicho en el comentario al primer párrafo. Segundo, como todo derecho que se quiere hacer pasar no como reconocimiento de un campo de libertad individual frente al resto de la sociedad sino como reconocimiento de una obligación del resto de la sociedad organizada en Estado para con cada recién nacido, su contenido no puede quedar librado a las circunstancias —en particular a las malas intenciones y los “caprichos” de políticos que denunciamos como falsos— y por lo tanto deberían darse criterios claros para esa obligación y su cumplimiento. Tercero, en el caso de la educación escolar ese derecho es complementado por la obligación de la asistencia escolar, hoy extendida en muchos países hasta por un período de 12 años, siendo los padres responsables de su no cumplimiento, pero precisamente por las graves falencias de la educación escolar en todos los países (sí, también en los escandinavos) se debería cuestionar la imposición de esta obligación, o por lo menos ampliar las alternativas para darla por cumplida. Cuarto, como es bien sabido muchos políticos y gobernantes abusan de su poder y usan este derecho como excusa para limitar fuertemente la libertad de enseñanza, es decir, el derecho de los padres a elegir una educación escolar acorde con su proyecto de vida familiar, y hoy incluso en países donde esa libertad está expresamente reconocida como derecho fundamental, vemos que es continuamente violado. Quinto, la obligación del Estado se puede cumplir de maneras distintas pero esos mismos políticos y gobernantes abusivos prefieren cumplirla con un control “totalitario” de la escolaridad, digamos que para compensar el tiempo que los estudiantes “pierden” fuera de la escuela bajo ningún control o peor el control de sus padres. Sexto, la hipocresía de políticos y gobernantes es máxima en relación a la educación y no sorprende que sus intervenciones de todo tipo tengan consecuencias negativas, en muchos casos peores que las que esos hipócritas denuncian cuando sus responsables directos son personas que han caído en desgracia con ellos (el caso más claro es la denuncia de los sacerdotes pedófilos y la vista gorda a los burócratas pedófilos). Estos puntos no pueden ignorarse cuando se habla del derecho a recibir educación.

    La primera oración se completa diciendo que hay múltiples diferencias y desigualdades que dificultan o impiden ejercer el derecho a recibir educación por las características mencionadas en el primer párrafo. En realidad, las dificultades se originan en que no hay dos humanos iguales, ni al momento de nacer ni en ningún momento de sus vidas. En la educación en sentido bien amplio esas diferencias se manifiestan en el desafío que cada hijo recién nacido representa para sus padres, aunque se trate de mellizos. Hoy el mayor error de la educación escolar es seguir insistiendo en que unos maestros bien o mal entrenados pueden asumir responsabilidades sobre la educación de infantes ajenos como si los infantes asignados a ellos fueran iguales (es decir, negando sus diferencias). Los intentos del Estado para “homogeneizar” tanto a los infantes como a las relaciones entre infantes (más sus respectivos padres) con los maestros siguen fallando y si alguien quiere preguntarse por el problema principal de la educación escolar yo diría que es precisamente la imposibilidad de “homogeneizar”, o si se prefiere, de reconocer las diferencias entre infantes (más sus respectivos padres) que serían críticas para la relación de cada maestro con cada infante (y luego con cada adolescente, agravada por el hecho de que la relación entre cada adolescente y sus padres cambia en el tiempo). Si no se reconoce este problema estructural de la educación escolar todo lo que se diga sobre sus otras deficiencias será de poca utilidad para su mejoramiento.

  3. Loli dice:

    «Educarse en otro sistema», a lo mejor no tiene tampoco que ser sinónimo de que todas las materias, y objetos a impartir, deban de hacerse, necesariamente, aparte.

    Quiero decir, cuando se habla de un sistema, creo que nos referimos a una forma organizativa donde varios «organismos» , «conjuntos», con finalidades o trabajos determinados, ponen en sinergia su funcionamiento en pos de un objetivo determinado, donde cada uno de los órganos componentes realiza una tarea que sus características le permite realizar a él y solo a él.

    De este modo, podría entender, que, en ese contexto, una educación que quiera realmente ser dinámica y responder a la vocación de desarrollo de potencialidades singulares, si bien no podría ajustarse a los criterios de «equidad» homogeneizadores actuales, donde parece que, finalmente, las desigualdades (de partida y de evolución) no se subsidian, a lo mejor tampoco encontrarían solución en formas educativas que tuvieran como perfil una segregación, una particularización total o excesiva a determinados matices de los alumnos, dificultando la relación con el resto, y por lo tanto, con lo que supone la multidiversidad del entorno real, también.

    Y, a lo mejor, un sistema entendido como tal, con un «ente interactivo», sí que podría propiciar un ambiente educativo más verdadero y dinámico, si se configurara en todas sus posibilidades de interacción y comunicativas.

    ¿No sería posible que se pudieran adecuar los instrumentos necesarios para que, aquellos alumnos con determinadas carencias, y aquellos otros con aptitudes de partida y entorno más favorables o ya desarrolladas, se desenvolvieran en ese sistema educativo en esferas donde, en momentos determinados, unos y otros tuvieran caminos de encuentro, aulas comunes donde se propiciara un trasvase de experiencias y aprendizajes?.

    Aunque el tratamiento y el desarrollo educativo circularan por caminos diferentes antes y después de esas «puestas en común», se podrían articular puntos de convergencia, algo que un sistema, organizado como tal podría perfectamente albergar (creo que lo hace desde su propia definición).

    Quizás sería un forma, o una posibilidad, de ir rompiendo la desigualdad a la que actualmente parece estar instalada la educación debido a la «equidad» impuesta y que funciona de la manera descrita en el artículo de Enrique, y se podría ir abriendo paso a una forma educativa más verdadera, por lo tanto, seguramente más impulsiva.

  4. EB dice:

    En los dos párrafos siguientes usted habla de igualdad de oportunidades pero a partir de una definición que no recuerdo haber leído en mucho tiempo, por lo menos 40 años. En el tercer párrafo explica esa definición y en el cuarto la repite agregando un ejemplo obvio. Si alguien hoy propone la definición a que usted hace referencia como el objetivo de la intervención estatal en la educación escolar, nos reiríamos porque es absurda. Jamás habrá igualdad de oportunidades en cuanto a las consecuencias de la educación escolar porque dependen de la educación en sentido amplio y de muchas otras cosas, y tampoco jamás la habrá en cuanto a resultados (cualesquiera sean los resultados que se propongan) porque también dependen de la educación y otras cosas, y ni siquiera la habrá en cuanto a la supervivencia (=garantía de graduación porque también depende de la educación y otras cosas. Esa definición distrae del punto válido que muchos hacen en cuanto al acceso. Sí, no nos burlemos de los soñadores y centremos la definición en la garantía de acceso a un sistema escolar “satisfactorio”. Insisto en el calificativo “satisfactorio” porque en principio hoy el acceso a un sistema escolar está garantizado en casi todo el mundo a cualquier infante a más tardar en el año de su quinto cumpleaños, pero ese sistema no es satisfactorio en calidad, precisamente por lo que dije en el segundo párrafo de mi segundo comentario. No es satisfactorio porque los infantes de 5 años (más sus padres) son muy distintos y ejércitos de burócratas intentan ignorar sus diferencias y molerlos para que salgan todos de la escuela como si fueran salchichas una idéntica a la otra (la única diferenciación importante se daría en la universidad). Sí, muchos se escapan de la escuela y hablar de ellos como que no pudieron sobrevivir causa risa porque las alternativas elegidas difícilmente sean peores. Evaluar el progreso hasta la graduación como adulto sigue siendo una tarea difícil y mucho más si lo que se pretende es evaluar la contribución específica de la educación escolar. Sabemos poco sobre cuánto la escuela ha contribuido —intencionalmente o no— a “homogeneizar” el producto final porque hoy la educación escolar está limitada por la intervención estatal y lo relevante sería la evaluación comparativa con un sistema libre de esa intervención. En la práctica, la imposibilidad de imponer a todos los infantes y adolescentes el mismo tipo de educación escolar nos da oportunidad para saber algo, pero entonces nos topamos con lo poco que ha avanzado la psicología para ayudarnos a entender las diferencias en personalidad (suponiendo que la graduación implica tener una personalidad propia, eso que diferencia a los adultos entre sí).

    En los cinco párrafos siguientes usted introduce la equidad para argumentar que la igualdad de acuerdo a la definición recogida antes por usted no es suficiente y debe ser modificada en alguna medida (no me queda claro en qué medida porque lo que dice en el párrafo octavo parece indicar mucho más que lo dicho en los otros párrafos). En inglés, el significado de “equity” enfatiza el tratamiento justo de las personas y por lo tanto en función de sus diferencias personales (algo que podría considerarse reflejado en la definición de equidad según RAE #2 ), y se usa en cuestiones judiciales porque para argumentar tratamientos diferenciados o excepciones en la aplicación del derecho. En español, es raro usar la palabra con esa intención, pero en todo caso parece razonable hacerlo cuando se intenta destacar que las diferencias en tratamiento se justifican por diferencias personales. En esos párrafos usted hace referencia a situaciones concretas en que algunas diferencias han sido reconocidas pero sin tratar de deducir criterios para los tratamientos diferenciados y excepcionales, al extremo que parecen decisiones arbitrarias. Al final del quinto párrafo, repite una proposición de la UNESCO, para concluir que los sistemas escolares no educan de acuerdo a las diferencias y necesidades individuales, pero no queda claro si usted considera que esa proposición ha servido o no de base siquiera a algunos de los sistemas escolares vigentes en el mundo. Mis comentarios anteriores apuntan a que esa proposición jamás ha sido la base de los sistemas escolares vigentes, pero usted parece creer que sí lo ha sido y no se la habría aplicado correctamente.

    En todo caso, y aceptando que su posición es que la proposición de la UNESCO debería ser la base de los sistemas escolares, uno debe reconocer que las diferencias y necesidades individuales de los infantes son tales que no hay dos infantes iguales en ningún sentido relevante para su desarrollo personal. No se trata de “características” de grupos (sexo, religión, cultura), se trata de las características esenciales a la humanidad de cada infante. Si uno se limita a las “características” de grupos estaríamos hablando de introducir excepciones a los sistemas escolares que pretenden “homogeneizar” a los infantes para producir adultos “homogeneizados”. Si uno apunta a diferencias en características personales, el desafío de toda la educación —incluyendo la educación escolar— es potenciar a cada infante en su individualidad (para evitar malentendidos, la individualidad es compatible con ser sociable).

    Su párrafo final primero me recuerda por qué su definición de igualdad de oportunidades no es apropiada: sí, en una competencia de velocidad en que todos los participantes prometen cumplir voluntariamente con las reglas, hay igualdad de oportunidades. Y segundo destaca equivocadamente que el sistema educativo escolar es competitivo, cuando no lo es porque ofrece un menú muy limitado de alternativas a los padres de los infantes —cada uno con su propia individualidad— que buscan en la escuela un complemento “esencial” y “especializado” al desafío de educarlos. Y recordemos que es muy limitado porque está dominado por la intervención estatal con el propósito de “homogeneizar” el producto final de la formación de adultos. La duda que tengo es la importancia relativa de la motivación política y de la motivación económica en la búsqueda de esa “homogeneización”.

  5. Paz dice:

    Lo que se está llamando «igualdad de oportunidades» es en realidad segar por lo más bajo, es decir, poner de referente el del peor alumno de la clase e intentar que el resto sea igual a él.
    Hoy en día todos los niños tienen acceso al sistema escolar (igualdad de oportunidades) pero el quid de la cuestión es que el esfuerzo de cada niño no es igual y jamás lo va a ser, por inquietud personal, por inquietud inculcada por el entorno (ahí la sociedad debería presionar más) o por otro tipo de circunstancia.
    La única manera de que todos tengan el mismo resultado (la más vil de las injusticias) es proponiendo como modelo no un estándar elevado sino el menor posible. Este es el único problema de la educación en España: la falta de reconocimiento de quienes hacen bien su trabajo, sean padres, alumnos o profesores.
    Si mi hijo es torpe y hace en hora y media deberes que un niño normal haría en diez minutos, en lugar de animarle a que se esfuerce, pediré que le simplifiquen los deberes…a todos!
    La sociedad ve normal que los deportistas o artistas dediquen horas y horas a mejorar su técnica y habilidad, pero curiosamente esto no debe de ser adecuado al campo intelectual y en vez de pedir a los estudiantes que se dediquen a practicar lengua, matemáticas y cualquier disciplina en la que se tenga que hacer un esfuerzo mental, mejor pedir que todos IGUAL…igual de borricos…Por qué?

    1. Manu Oquendo dice:

      Estimada Paz.

      Me he permitido copiar su comentario para reproducirlo la próxima vez que alguien toque este asunto desde el ángulo de lo bueno que es tener masas iletradas haciéndose cargo del futuro por diseño y conveniencia del Poder.

      Su post anuncia el comienzo del fin de la retórica de la igualdad de resultados independientemente del trabajo, del esfuerzo y de la calidad del entorno familiar.

      Un buen amigo dice que en vez de «Igualdad de Oportunidades» habría que exigir «Libertad de Oportunidades».

      Es decir, la libertad de que un niño sin medios, pero capaz y deseoso de ello pueda elegir asistir a la mejor universidad. Privada o pública.

      Nuestra sociedad está en las garras de ideologías nefastas. Y lo estamos viendo, a ambos lados del Atlántico, en el deleznable nivel de los liderazgos políticos emergentes.

      Se nota que el sistema educativo que han impuesto ha terminado por alcanzar a la cúpula.

      Buenos días

      1. EB dice:

        Hola Manu,

        Comparto lo que dice Paz y lo que dice usted. Pero recién leo la última columna de José Antonio Marina

        http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2016-10-11/devolver-juventud-futuro_1273220/

        y pensé que los políticos españoles deben estar contentos porque están logrando la igualdad de resultados: pronto todos los adultos menores de 30 años estarán sin empleo.

        Luego trataré de comentar sobre la columna de Marina porque su ignorancia de la economía merece una respuesta, en particular una que sea clara sobre la relación entre educación y perspectivas económicas de los recién graduados de adultos.

        1. EB dice:

          Guste o no a José Antonio Marina, un gran número —quizás una mayoría absoluta— de los adultos jóvenes (25-35 años) de toda España ya han perdido su futuro —es decir, su situación económica no será mejor que la situación de sus padres a partir de los 35 años. Pero el problema más grave es que los futuros adultos (los menores de 25 años) también van rumbo a perder su futuro. La causa inmediata de ese problema es que no encontrarán trabajo lícito que genere un ingreso similar al que ganaban sus padres (sí, no incluyo a sus madres que en muchos casos fueron fuente de ingreso importante para las familias porque las nuevas relaciones de pareja hacen presumir poca ayuda mutua en relación a la familia tradicional—ver http://elpais.com/elpais/2016/10/07/opinion/1475862011_460460.html aunque advierto que no comparto algunos argumentos y que un análisis más profundo debería tomar en cuenta el mayor costo por persona de vivir solos). En cuanto al resto de los adultos jóvenes de hoy y mañana sus perspectivas son mejores pero inciertas y nada ni nadie puede garantizarles que lograrán buenos trabajos lícitos.

          Uno puede especular que si la educación escolar hubiera sido otra, los adultos jóvenes hoy tendrían las aptitudes y actitudes necesarias para desempeñar satisfactoriamente los trabajos disponibles y ganando más que sus padres. Nunca lo sabremos y nada de lo que se escribe sobre educación escolar permite suponer que sabemos lo suficiente para afirmar que algunas reformas lo podrían haber conseguido. Aunque aceptemos que algún mejoramiento de la educación escolar podría haber sido positivo en cuanto a las aptitudes y actitudes de los adultos jóvenes, se requeriría mucha investigación seria para darle un contenido preciso y útil a esa afirmación. Si la aceptamos y pensamos que hoy España podría disponer de unos cuantos miles más de buenos “profesionales” en las carreras de fuerte demanda en la economía global, ¿cree alguien que esos trabajos se habrían creado en España o en el resto del mundo? Yo apostaría a que pocos se habrían creado en España y que entonces esos buenos “profesionales” tendrían que decidir si se van a otras partes para intentar conseguirlo o se quedan en España trabajando en lo que encuentren. ¿Por qué pocos se habrían creado en España? Porque se ha vuelto muy costoso (1) abrir empresas nuevas, y (2) contratar más “profesionales” en las empresas viejas. Sí, España hoy es más costoso que España ayer. Pero España hoy no es más costoso que Francia hoy, lo que todavía le da alguna ventaja sobre Francia —pero parece que sólo sobre unos otros pocos países. España llegó tarde al paraíso del Estado de Bienestar y aunque no pudo crear uno “tan bueno” como el francés, hoy es un lastre para su economía. Nota: por profesionales me refiero a personas especializadas en algunos tipos de trabajo, sean “profesiones” con o sin licencia, técnicas o administrativas, independientes o dependientes.

  6. Luis dice:

    Cuando en educación se habla de igualdad de oportunidades, en realidad, nos estamos refiriendo a una redistribución de oportunidades que posibilite una participación efectiva en todos los rincones del mercado de trabajo. La inversión en educación, como sabemos, supone la dedicación de muchos recursos en expectativa de una productividad futura. Y, también sabemos, que anticipar como será la configuración del futuro mercado de trabajo y su posible demanda es algo extraordinariamente difícil.

    Como se indica en el artículo no parece que se “dispongan las cosas” o “tomen medidas” para que esa igualdad de oportunidades se produzca de forma efectiva, más bien al contrario. Y es al contrario porque, en primer lugar, ya sabemos bastante de qué condiciones permiten generar igualdad en una sociedad como la nuestra. Hemos aprehendido que una excesiva regulación no iguala oportunidades, sino que lo dificulta.

    Los problemas de nuestro sistema educativo, como en otros tantos casos, no es solo el de acordar una regulación conforme a múltiples intereses o un problema de recursos sino de diseño. La calidad educativa no se mide solo en términos económicos y hay que buscarla liberándose de todos esos «intereses» interesados.

    Si cuando hablamos de igualdad de oportunidades estamos apelando a una deseada justicia social, ¿no debemos esforzarnos en “suprimir la injusticia” de no poder dar a cada individuo un trato diferenciado de acuerdo con sus circunstancias y características?

    Es evidente que para atender la diversidad del individuo un buen sistema educativo debe contemplar muchos aspectos de flexibilidad: currículos, contenidos, horarios, … , y, … estar en una disposición de mejora permanente.

    Posiblemente no se debería estar hablando de un sistema educativo, sino de varios.

  7. Paz dice:

    Sr. Oquendo, es un honor para mí. Le tengo mucha admiración.

    El único objetivo de la educación debería ser descubrir los dones de cada alumno y desarrollarlos en consecuencia, valorar a la persona (sin sesgo de género ni número ni otros atributos) y valorar la aportación de cada trabajo y cada oficio.

    No son los recursos, es la voluntad, concepto tal vez anticuado, pero que nos determina como humanos.

  8. Hoy más que nunca, el sector educativo de Colombia reclama una inversión importante y continuada, como la aprobada para 2021. ¿Servirá de algo?
    https://www.compartirpalabramaestra.org/actualidad/columnas/educacion-en-tiempos-de-pandemia-y-equidad-de-los-aprendizajes

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