Hay numerosos estudios y sobradas evidencias de la poca eficacia que tienen las repeticiones de curso en la mejora del rendimiento escolar de los afectados. El temido y respetado informe PISA lo deja de manifiesto. Además de establecer un ranking entre países, este informe proporciona valiosas informaciones sobre los distintos sistemas educativos. Una de ellas es los cursos de retraso que acumulan los jóvenes de 15 años a lo largo de su escolaridad. En nuestro caso, en España, un 36% de los alumnos ha repetido al menos una vez; incluso hay estudios y personas vinculadas a lo educativo que suben este porcentaje al 40 o el 42%; es decir,  a los 15 años dos de cada cinco alumnos llevan un curso de retraso, como poco.

No somos los únicos; también es frecuente repetir curso en Francia, Bélgica, Portugal, Argentina, Colombia, Brasil y una larga lista de países. En el otro extremo, hay lugares como Finlandia, Japón, Corea, Reino Unido o Noruega donde la repetición no existe o no llega al 5%.  Si se comparan los resultados obtenidos en las pruebas PISA y los porcentajes de repetidores de los distintos países, encontramos que, sin ser la norma, muchos de los que obtienen las mejores puntuaciones, como Finlandia, Noruega o Corea, tienen un porcentaje de repetidores muy bajo.  No parece por tanto que la repetición contribuya a mejorar los resultados educativos, o que lo haga significativamente.

La misma OCDE desaconseja su uso, por considerarla una estrategia cara e ineficaz. Son tiempos en los que las estadísticas, los balances y demás herramientas y criterios de los economistas están impregnando el discurso educativo. Y en este asunto de las repeticiones no son nada partidarios: el coste adicional de un año más de escolarización no viene acompañado de una mejora sustancial de los resultados, la inversión no compensa.

Según declaraciones del ministro Wert, cada alumno repetidor de primaria o secundaria supone un coste añadido de 7000 euros anuales, lo que conlleva un gasto acumulado de 24000 millones de euros por cada promoción de alumnos que completa y termina la educación obligatoria. Y este dinero, aceptando que se va a seguir gastando en educación, posiblemente hubiera sido más eficaz si se hubiera empleado de otra manera; por ejemplo, aumentando la dotación de personal y recursos en las edades más tempranas, que es cuando empiezan a aparecer los problemas, impidiendo que se produzcan los retrasos y buscando las soluciones tan pronto como se manifiestan las dificultades, no años después, cuando la situación se vuelve insostenible.

La organización escolar actual parte de dos premisas: la distribución de los alumnos en cursos según su edad y la parcelación de los saberes en asignaturas, cuyos contenidos se establecen de antemano y se secuencian según su dificultad, de manera que a cada curso, a cada edad, le corresponden unos contenidos determinados.

Se concibe el aprendizaje como una acumulación  de conocimientos, como una sucesión de informaciones y destrezas que hay que adquirir en un orden preciso, siendo necesarios los anteriores para adquirir los siguientes. Y se da por sentado que personas de la misma edad tienen capacidades similares y una maduración parecida.

En este contexto, se decide que un alumno repita cuando se considera que no está lo suficientemente preparado para pasar al siguiente curso con unas mínimas garantías de éxito, bien por madurez, bien por falta de conocimientos. La repetición sería un mecanismo de ajuste que otorga el tiempo necesario para adquirir lo que no se incorporó en su momento.

Pero no solo es cuestión de tiempo, sino de despejar o resolver las dificultades que condujeron a la repetición. La falta de rendimiento escolar no depende exclusivamente de la madurez y el esfuerzo del alumno, sino también de todo aquello que facilita o dificulta que una y otro se produzcan. Además de las peculiaridades genéticas, biológicas y psicológicas de cada cual, hay muchos otros factores que condicionan el éxito académico. Las situaciones familiares, el lugar donde se vive, el colegio al que se asiste, los profesores y compañeros que a uno le han tocado son tan determinantes, o más, que las supuestas capacidades con las que nacemos.

Y ahí reside la clave de la ineficacia de la mayoría de las repeticiones: que las circunstancias y los comportamientos que las provocaron se mantienen en su mayoría, salvo el paso del tiempo, que es inevitable. Repetir suele consistir en volver a hacer lo mismo que se ha hecho. Y cuando algo se vuelve a hacer de la misma manera lo esperable es que el resultado conseguido sea el mismo.

El criterio de los conocimientos demostrados, de haber aprobado o no un cierto número de asignaturas en un plazo determinado, es un criterio envenenado cuando la escolarización es obligatoria. Si todos están en la escuela, algunos o muchos en contra de su voluntad, siempre va a haber un significativo grupo de alumnos que nunca las va a aprobar, pero va a seguir cumpliendo años y, tarde o temprano, va a seguir pasando de curso.

El resultado es el que ahora tenemos. Una creciente acumulación de repetidores a medida que avanzan los cursos, muchos de ellos esperando el momento de poder abandonar la escuela y entre tanto sintiéndose excluidos de ella o viviéndola como un fracaso.

Si los fines de la escuela son los que declara, es decir, facilitar el aprendizaje de cada cual de modo que alcance el máximo desarrollo posible, resulta evidente que hay que buscar otro modelo, al menos en las etapas obligatorias de escolarización. Un modelo que ofrezca más de una fórmula y que abra nuevas puertas por cada una que cierra.

Y entre las posibles alternativas, además de flexibilizar las agrupaciones por cursos y por edades, abandonar la compartimentación de los contenidos en asignaturas y dejar de someterse en todo momento a la rigidez de un horario, debería incluirse la educación personalizada en sus múltiples variantes, desde la acción de un preceptor hasta la posibilidad de educarse en casa o aprovechar el potencial de lo que ahora se llama aprendizaje no formal o educación no reglada. También deberían ser más flexibles la obligatoriedad y los tiempos de permanencia en la escuela, que no necesariamente tienen que ser los mismos para todos. Y lo mismo podría decirse de lo que entendemos por escuela, así como de las formas de valorar lo que allí se aprende.

21 comentarios

21 Respuestas a “REPETIDORES”

  1. Pyrrho dice:

    Si bien coincido con muchos de tus argumentos, me cuesta aceptar que sólo por motivos económicos un alumno que no pasa exámenes deba pasar de curso. Eso es negar la responsabilidad de quienes tienen que lograr que el niño adquiera dichos conocimientos, a la vez que supone un sacrificio.

    El «criterio envenenado» no es que repitan porque la enseñanza es obligatoria. El «criterio envenenado» es que alguien que no logra que a los alumnos les guste lo que les enseña o tengan un interés suficiente como para aprobar siga haciendo lo mismo que llevó a ese alto porcentaje de niños a repetir, a la vez que logra que aquellos a quienes desatendió desaparezcan.

    No sé en qué grado la responsabilidad es de la familia, de los profesores o política, pero es evidente que cuando las cifras son tan escandalosas existe un problema que no se debe eludir sacrificando a aquellos niños que no interesan a las estadísticas.

    1. Enrique Sánchez Ludeña dice:

      No los pasan de curso por ahorrar, sino para evitar situaciones absurdas: que un chaval de 12 o 13 años pase casi todo su tiempo con los niños de 8, por ejemplo.

      El coste económico es un argumento más en contra de la repetición. Pero no estoy diciendo que haya que evitarla para que la educación sea menos cara, sino que ese dinero que ahora se emplea en la repetición se podría utilizar de otra forma más efectiva.

      No es «alguien» el que fuerza a los alumnos a repetir (aunque es alguien el que toma la decisión), es el sistema mismo el que lleva la repetición incluida. Y el sistema somos todos, cada cual en su parcela.

      Gracias por comentar

  2. La repetición es consecuencia de un sistema en que se prima la homogeneización y la segregación por encima de la comprensión y la construcción de sentido. Repetir significa no actuar de acuerdo a un sistema previamente establecido en el que se establecen qué niveles son los que corresponden a qué edad, independientemente de cual sea el sentido de lo que aprende, las historias personales, o los contextos familiares y sociales. Repetir significa ignorar que los niños y niñas se socializan en escenarios diversos en todos los sentidos, también en edad. Repetir es hacer el trabajo sucio a un sistema pensado para seleccionar y segregar frente a una educación que busque la integración y la inclusión. No es un problema de los niños o las niñas, es un problema de un sistema pensado desde la exclusión y la selección.

  3. es necesario cambiar el sentido de la práctica educativa desplazando el eje desde el currículum al alumnado. Es importante fijar que la importancia de la escuela radica en la posibilidad de construir sentido crítico en los estudiantes; posibilitarles la comprensión del mundo social y natural en el que viven; darles capacidad de expresarse y de compartir sus emociones, sentimientos y creencias; permitir que sean felices, poniendo en su mano las herramientas para hacerse dueños de sus vidas en un proceso de emancipación y de apropiamiento de las dinámicas públicas..
    http://wp.me/p18IaD-a3

    1. Enrique Sánchez Ludeña dice:

      Hola Nacho,
      Todo esto de lo que hablas lo comparten, lo compartimos, muchos de los que estamos vinculados a la enseñanza. El problema es la contradicción continua a la que se ven sometidos todos los que tienen alumnos a su cargo. De un lado están la teoría y las emociones, lo que sienten y cómo se sienten, y de otro las situaciones en el aula, el centro donde se trabaja, las demandas de los padres, las administraciones educativas, las leyes y todo lo que el modelo nos ha dejado impreso.

      Y podemos intuir por donde deberían ir las cosas para que el modelo cambie; puede incluso que tengamos una posibilidad, pequeña o grande, de cambiar algo, pero al final tenemos que actuar, desarrollar los temarios oficiales y poner una nota. Calificar y clasificar como corresponde. Y, si hay que hacerlo, al menos que no nos deje indiferentes.

      Gracias por comentar

      1. Es la misma situación que yo vivo en la universidad, donde también me veo en la obligación de evaluar, calificar y todo lo que ello supone. Es una contradicción que vivimos todos, y que forma parte de la configuración del sistema como una tecnología homogeneizante y replicable. Esto es, valida para todos y en todo lugar. Por eso es una de las primeras batallas que tenemos que librar en todos los niveles del sistema educativo. Las facultades de educación, sin duda, deberíamos ser las primeras. Os dejo un post que escribí a final de curso sobre este tema. Espero que al menos sirva para el debate.
        http://wp.me/p18IaD-8S

  4. Inés dice:

    El informe PISA, las evaluaciones sobre el grado de conocimiento de la población y los organismos promotores e impulsores de dirigir la educación de estudiantes y la formación de sus profesores, no tienen como objetivo que seamos más inteligentes, ni más sabios ni estemos mejor informados, tal vez sí, mejor «formados».
    Su origen es exclusivamente económico, por tanto son ellos los que deciden las habilidades en las que tenemos que obtener la puntuación. Ellos los que diseñan las preguntas y los que deciden sobre lo verdadero, o falso, adecuado e inadecuado de las respuestas. Nunca he visto a un controlador de esos en mi clase, conmigo y con mis alumnos y ellos tienen a sus voluntarios, otros profesores encargados si o sí a pasarles el examen y corregir las preguntas de esos exámenes
    LLevan haciéndolo ya tantos años, que si nos dejaran que los evaluáramos nosotros a ellos, que fuéramos nosotros, maestros, alumnos y padres los que les pusiéramos notas a los millones de Euros que se gastan en compararnos los unos a los otros- con los otros.. y en intentar bajarnos la moral y decirnos una y otra vez, que somos los peores, pues evidentemente suspenderían, y ya les hemos evaluado y han suspendido pero las reglas y las leyes están ahí y bueno, lo que se oye por todos los lados ¿no?, ¿que vamos a hacer? no nos queda otro remedio, tenemos que rellenar, tenemos que CUMPLIR.
    Y los Españoles, Italianos Portugueses, Irlandeses, Americanos del medio y Sur, somos los peores,¿ los peores comparados con quién? ¿cómo viven y en que sueñan y a qué juegan y de qué herramientas disponen los niños y los jóvenes de los países que sacan mejores notas en esos informes? ¿duermen bien? ¿comen bien? están sus Países contaminados? Cómo se están desarrollando psicológicamente y afectivamente los niños que sacan las mejores notas?.
    Porque parece que el calor, el sol, la belleza natural de nuestros entornos y la alegría de nuestros niños, son inversamente proporcionales a sus resultados académicos y eso digan lo que digan los datos estadísticos, no cuadra en la bioquímica ni en la fisiología y no es ni siquiera razonable.
    Yo puedo opinar sobre lo que conozco, mis alumnos llegan cada vez más tristes y agobiados a la clase. Nadie habla, ni se ríe. Muchos de ellos se presentan con su portátil a las clases, algunos y algunas llegan a las prácticas con la tensión baja y se marean. Les están bombardeando a exámenes y explicándoles asignaturas de mes y medio, que no se explican, que tienen ellos que llevarse a casa y trabajarlas desde internet. Los pequeños no juegan, no se juntan por las tardes con sus amigos, van de «actividad en actividad» y en el medio, sólos, sentados en una silla haciendo 10 ejercicios igual de aburridos, a veces copiados directamente de la pizarra digital, al menos, de cada cosa, que se dedican a corregir en clase al día siguiente.
    Es normal que cuando les preguntas o ellos te dicen, se vayan volviendo prácticos y no le vean otro sentido al aprendizaje que el de «pasar el próximo examen» con el número más alto posible, por lo tanto, a lo que aprenden es a no cuestionarse nada y a obedecer a la forma de «devolución de la información sobre las que se les evalúa.
    La repetición no es mas que una forma de exclusión, de retener al alumno menos brillante en esas cuatro cosas que se eligen deliberadamente, para no «romper» el nivel de excelencia de la clase, porque ésto rompería el nivel de calidad de la escuela, que desemboca en el Insituto y éste en la Universidad. Y los que no vayan a la Universidad y después se financien dos o tres másteres, mientras trabajan en lo que sea para pagárselo pues se quedarán «detrás».
    Todos hemos tenido algún compañero repetidor cuando estudiábamos y sabemos lo aislado que se sentía, fuera de su grupo de compañeros de edad, sintiendo la vergüenza de encontrarse con los de menos edad..
    Todo esto no es más que un negocio en el que ahora, nuestros hijos y alumnos son objetivo directo, un negocio más para la OCDE y demás asociaciones de Ideólogos de su realidad, la única que les preocupa, la del beneficio a corto plazo.
    Si, tenemos que seguir evaluando y rellenando cuestionarios, ¿para qué y porqué? ¿es efectivo?
    De lo que estoy segura es de que es nuestra la responsabilidad de velar primero por nosotros, hasta dónde estamos dispuestos a llegar y después por nuestro futuro que son ellos, los niños y jóvenes de nuestra tierra, y aquellos de la tierra que sea con los que nos relacionamos y con los que tenemos, por eso, un compromiso. Por eso, yo también, NO A LA REPETICION y sí a motivarles para que la escuela, la clase y los laboratorios sean un sitio de encuentro, integración y verdadero aprendizaje sobre cómo deben desarrollar sus verdaderas capacidades, las individuales y las del grupo en el que se miran.

  5. Micaela Casero dice:

    Hola,

    soy cada vez menos amiga de las generalidades.

    El informe Pisa no me conmueve ni un poquito. No representa nada, no es válido. Está demasiado lejos de la realidad cotidiana con la que me enfrento día a día, como profesora y como madre.

    Claro que sé que hay personas, instituciones, sistemas, países, ministros, gente de bien y de menos bien que lo toman como punto de referencia para autoanalizarse, autocriticarse, y sé también que mis hijos, y los amigos de mis hijos viven las consecuencias de tomarse en serio tales desatinos ..

    Pero no creo que la lucha se deba orientar contra ese «coloso comparativo», creo que en la educación cada día se impone más «la guerra de guerrillas».

    Cada día intento practicarla, sin faltar uno:

    hablo con unos y otros sobre los temas que ocupan este blog
    escribo aquí de vez en cuando,
    cuando hago exámenes en la universidad, ya sé de antemano que no los voy a tomar en cuenta a la hora de evaluar a mis alumnos, sino que otros criterios me ayudarán a ayudarles a aprender,
    si mis hijos vienen con el estrés de los exámenes, les recuerdo que las notas no describen de lo que son capaces, y que si aprenden es para crecer ellos no para engordar las estadísticas,
    hablo de valores en el mercado con la señora de la carnicería,
    me piden ayuda para un niño que ha suspendido el español y procuro enseñar estrategias para aprobar la proxima vez, sin «sufrir» demasiado ….

    Cada uno de nosotros tenemos posibilidades para lograr triunfos silenciosos pero efectivos.
    Cada niño que sonríe cuando aprende, que disfruta cuando su curiosidad se abre es un tesoro inconmensurable Que no nos despisten, las necesidades de cuántos más sean, más correcto será el sistema. La solución no viene de arriba, si ha de venir, y vendrá, es de abajo, de la labor diaria, del esfuerzo solitario y silencioso.

    Las grandes revoluciones, me vienen grandes, tal vez sea, realmente, la edad, pero las pequeñas luchas camufladas surten efectos dominó increibles.

    Un ejemplo: hace poco recibí un correo electrónico desde Argentina de uno de mis alumnos de español, se fue por amor a aquel país, ha fundado una pequeña escuela para niños sin hogar donde aprenden a leer y escribir alemán, entre otras muchas cosas. Estoy segura de que esos niños no están registrados en las estadísticas pisanas, no existen. Pero, mi alumno me contaba que vive cada día con la alegría que da el saber que lo que hace tiene sentido.
    Cuando le contesté, le dí las gracias porque sus logros, me daban ánimos para seguir con mis «pequeñas tretas cotidianas de insumisión y boicoteaje»

    Un abrazo.

    1. Enrique Sánchez Ludeña dice:

      Querida Micaela,

      Tu comentario podría ser perfectamente un artículo. Un artículo sobre el valor y el poder de lo pequeño y lo sencillo.

      Pero los actos pequeños solo producen cambios cuando también transforman al que los hace; es decir, cuando le han sacado de sus inercias, perezas y egoísmos habituales. Por decirlo de alguna manera, cuando además de sorprender a los demás también le sorprenden a uno mismo.

      No me gusta hablar de vocación, pero sí de facilidad. Y en esto de la enseñanza hay mucha gente que no la tiene, que afronta la complejidad de lo educativo de una manera muy complicada y que confunde lo sencillo con lo simple.

      Muchas gracias por tu comentario.

      Un abrazo

  6. Micaela Casero dice:

    Gracias por tu comentario, Enrique.
    Me gustaría leer algún día en este blog ese artículo que sugieres.
    Un abrazo para tí también.

  7. No puedo estar más de acuerdo. Excelente entrada compañero.

  8. Almudena dice:

    Buenas tardes, ¿Por qué siempre se le echa la culpa a los alumnos? Si el porcentaje del fracaso español es constatado, para mi está muy claro que los profesionales de la educación no están capacitados para impartir clases a niños. Lo que necesitamos son Escuelas con Educadores y lo que nos sobran son Colegios con profesores. Ese es el problema, no es del niño.
    Niños que tienen mucha memoria y una capacidad mayor, cualquier padre, madre o tutor podría enseñar el temario de primaria y parte de secundaria. La mayoría de los profesores quieren este prototipo de niño y los otros que les enseñen en su casa.
    Esta es la realidad, por eso el fracaso escolar. Estamos necesitados de verdaderos profesionales.

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