Búscate una causa de verdad

Vivo en España, y aquí está de rabiosa actualidad el tema de la independencia de Cataluña, que, para los que nos leen desde fuera, es una región del nordeste de la Península Ibérica con una lengua propia que, si se habla despacito, entiende tanto un castellano parlante como los que hablan francés.

Prometo que no quería hablar de ello: estoy literalmente hasta las narices de un asunto, que pareciéndome gravísimo, me deja un regusto a tomadura de pelo en la que todas las partes implicadas juegan con fuego –y ya se sabe: cuando juegas con fuego o te quemas o te haces pis en la cama…-, manipulando a las gentes de uno y otro lado y obligándonos a todos los que nos afecta en algo a posicionarnos; pero dadas las circunstancias no me queda otra que tocar el tema y claro, posicionarme.

Antes de entrar en materia, un breve resumen de la situación: España (incluida Cataluña) ha pasado recientemente por una de las crisis económicas más duras de los últimos años y ha sido asolada por centenares casos de corrupción política de todos los partidos que han tocado alguna vez poder. Para el caso que nos ocupa, tanto los que mandan en el Gobierno central (PP) como los que llevan años mandando en Cataluña (ahora PDeCAT) tenían hace tres o cuatro años copadas las portadas de los periódicos con nuevos casos de corrupción y los paseos de sus dirigentes, amigos y antiguos dirigentes, desde sus despachos a los juzgados, de allí a la cárcel y de esta nuevamente a sus despachos o a sus chalets, eran tan habituales que la gente empezaba a estar un poco harta de una clase política de un nivel lamentable.

Cuando todo el mundo mira a un mago y este quiere hacer un truco, ¿qué es lo que hace?: consigue que fijes tu atención en otra cosa y mientras te la mete doblada. Los magos, que son muy elegantes, lo llaman misdirection; en el caso de estos señores es simplemente manipulación, y la mejor manera de manipular a las masas (y todos somos masa) es apelando a las grandes ideas, a los grandes conceptos y las grandes palabras.

Es en este punto cuando a los que mandaban entonces en Cataluña se les ocurrió que la mejor manera de distraer la atención de su gestión lamentable de la crisis (tan mala o peor que la del gobierno central) y de sus corruptos era apelar a una de esas grandes palabras, una que en el siglo XX trajo la muerte a centenares de millones de personas, pero que aún les suena bien a muchos: Nación.

Si a esta palabra le unes otra mucho más bonita, como puede ser “Libertad” y la aderezas con un poco de “Independencia” tienes el coctel perfecto: “Libertad, Independencia, Nación”. Lo mismo que gritaban, por poner ejemplos rápidos, Mussolini o Ho Chi Minh, también con gran éxito de público y crítica.

Y la jugada les salió bien. Por un lado tenían millones de personas en las calles que ya no salían a manifestarse por una educación mejor, un sistema sanitario mejor o un sistema social más justo, sino que coreaban un lema más sencillo “Libertad, Independencia, Nación”, y por el otro un Gobierno que no tenía muy claro cómo iba a salir de la crisis y que tenía más gente imputada que la Camorra (900 imputados en 2017) había encontrado de repente algo con lo que mantenernos distraídos.

Lo grave del asunto es que gritando “Libertad, Independencia, Nación”, la antigua Convergencia (controlada por lo más granado de la burguesía catalana) consiguió el apoyo de parte de las izquierdas- lo de las derechas nacionalistas me parece lamentable, pero lo de las izquierdas nacionalistas es de un cacao mental excelso: ¿no somos todos iguales? ¿entonces porque tu pueblo vale más? ¿te manifiestas para acoger a los sirios y ayudar a los griegos, pero dices que te roban cuando parte de tus impuestos van a regiones más desfavorecidas en España?… me pierdo. – y entonces se montó de verdad el Belén.

Se les ha ido de las manos: a todos.

Lo que empezó como una manera de poner a salvo sus posaderas por parte de la élite catalana pasó a convertirse en algo serio cuando el control lo tomaron los verdaderos creyentes. Ya ha pasado antes; por poner un ejemplo, la Revolución Francesa empezó con burgueses ilustrados dirigiendo el cotarro y pasó rápidamente a Robespierre cortando cabezas como si no hubiera mañana. Los que tienen ahora el control del proceso de independencia en Cataluña son verdaderos creyentes, y esos son muy peligrosos, más peligrosos cuando en frente no tienen un Gobierno de Estadistas, sino uno de abogados.

Y ahora el gobierno de Rajoy intenta apagar el fuego que diversos Gobiernos tanto de su partido como del PSOE llevan años atizando para mantenerse en el poder. Se utiliza la Ley porque no se tienen más armas, pero no vas a convencer a la mitad de la población de una región que cree (entre otras cosas porque ha sido educada para creer gracias a un sistema de educación lamentable) que las grandes palabras de “Libertad, Independencia, Nación” son una causa justa y que Dios (aunque sea el Dios de la CUP) está de su lado.

El escenario más favorable en el punto en el que estamos es que dentro de unos cuantos años volvamos la vista atrás y lo único que haya ocurrido es que desde la Generalitat tengan, como hasta ahora, chantajeado al Gobierno central, probablemente previo pago de unos cuantos miles de millones de euros en infraestructuras o un trato de favor para sus ciudadanos- merecido, que para eso se educan en catalán.

¿Solución a este problema?: ninguna a corto plazo. Solo rogar para que se contenten unos con lo que otros les van a dar por cerrar la boca y volver a su sitio.

¿A largo plazo?: quitarnos de una vez la tontería y borrar para siempre conceptos como los nacionalismos, que desde que se inventaron en la Alemania del Romanticismo han causado más muerte y desgracia que las religiones (y ya es difícil…). Un concepto estúpido y excluyente, casposo y xenófobo que inexplicablemente hace latir los corazones de los mismos que hace solo años trataban de impedir a Mas entrar en el Parlament pidiendo un cambio de modelo, mientras los Mossos- que ahora es la policía de la gente – les disolvían con una contundencia que haría babear de envidia al más recio de los antidisturbios.

Según las estadísticas, casi la mitad de mis amigos catalanes no estarán de acuerdo conmigo, pero lo siento: hay que luchar por las causas justas, y los nacionalismos no lo son. Tampoco el tuyo.

Búscate una causa de verdad. Una que sí merezca la pena.