Hay tres tipos de personas: los que se pasan la vida construyendo nuevas fronteras, los que se pasan la vida intentando derribarlas, y los que empiezan los artículos diciendo que hay tres tipos de personas.

Las fronteras físicas existen porque existen las fronteras psicológicas, y estas existen porque a su vez existe el temor a lo que viene de fuera.  Al forastero se le mira con suspicacia porque nos han enseñado que si no es de los tuyos probablemente se trate del enemigo. Pero cuando hay tanto miedo a que entre el enemigo, me temo que el enemigo ya está dentro. El enemigo no es el otro, sino el discurso interno que nos empuja a aislarnos del virus de lo desconocido.

Y como si una justicia divina y casi bíblica cayera sobre nosotros, resulta que el virus de lo desconocido tiene nombre: Ébola. Y el miedo al contagio no hace sino recalcar lo que ya sabemos: No vamos a preocuparnos del sufrimiento de otro continente hasta que dicho sufrimiento amenace con convertirse en el nuestro.

Lo que está pasando en el mundo ha dejado en evidencia una actitud social que se repite de forma discreta en nuestra cotidianeidad. En estos días, un grupo de vecinos se moviliza porque los indigentes del barrio empiezan a molestar con el ruido y la suciedad, pero es bastante perverso que la simple circunstancia de su indigencia no haya conseguido movilizar a nadie.

Y en muchas ocasiones, aunque afortunadamente esto está cambiando, salimos a la calle cuando amenazan con quitarnos nuestras cosas, por mucho que hayamos sido testigos de cómo se desvalijan las vidas de otros.

Puede resultar frívolo hablar del lado bueno del Ébola, pero lo tiene. En este momento, hay ya varios cientos de militares y médicos enviados por EE. UU. y Gran Bretaña para instalar hospitales y alojamientos en los países afectados, y los habitantes de este ombliguista primer mundo empezamos a concienciarnos de una situación que sucede en otro país, y encima a los negros. La mala noticia es que si miramos con preocupación a África es porque sus circunstancias ponen en peligro nuestro bienestar. La buena noticia es que si esta actitud perdura, quizá, aunque sea por inercia, algún día nuestros nietos o bisnietos la lleven impresa y sean capaces de mirar hacia otros países con una intención que traspase su propia supervivencia.

No ha costado ni una semana iniciar el hashtag de “Todos somos Teresa”, para apoyar a la enfermera contagiada de Ébola, pero puede que algún día, no tan lejano, integremos en alguna parte de nuestra anatomía que “Todos somos todos”.

Intuyo que no hay más fronteras que las que uno decida construir, y quizá haya llegado el momento de intentar derribarlas para descubrir que lo que creemos que nos protege, en realidad no es más que un círculo de tiza que nos acabará aislando peligrosamente.

5 comentarios

5 Respuestas a “FRONTERAS”

  1. Tino dice:

    «Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí» Martin Niemöller (pastor protestante). Erróneamente atribuida a Brecht.

    Todos somos todos

  2. Paolo Francés dice:

    ¿Por qué siempre es Estados Unidos el mayor benefectario pero la inmensa mayoría de españoles siempre hablan de conspiraciones y otras cinicas explicaciones?

    ¿Por qué siempre estamos con el eufemismo de que «los países de nuestro entorno» deben «hacer algo» cuando esperan que quieren decir Estados Unidos deben hacer algo?

    ¿Qué problemas existen en las relaciones Estados Unidos-España para tardar tanto tiempo en obtener el ZMapp?

  3. Gema. dice:

    Siempre pensé que todos somos un@, la humaunidad (humanidad) es Un@, con una única casa, nuestro planeta azul tierra y un único pasaporte, el de «ciudadanos del mundo»..y en todas partes se debe vivir con la mejor dignidad y condiciones posibles, con libertad de creencias y modos de vida sin intención de imponer nada a nadie…cada cual su «proceso vital»..en nuestro vivir-morir.

  4. Carlos Peiró Ripoll dice:

    A esta interesante reflexión de Bárbara quisiera hacer una serie de aportaciones.

    El concepto de frontera no deja de ser algo fundamentalmente subjetivo. Las variantes que existen al respecto se refieren a los «argumentos» esgrimidos para reafirmarlos. Unos apelarán a factores geográficos, otros a aspectos étnicos o convivenciales, otros a los históricos, y así podríamos ir desentrañando uno y otros.

    Respecto al individuo, por hacer un paralelismo, sucede algo muy similar. Es comúnmente aceptado que cada uno que su identidad corresponde a lo que hay de nuestra piel hacia dentro, y que la potestad sobre ello corresponde a cada uno, cuando en realidad estamos globalmente influidos y hasta determinados desde la más tierna infancia, por ideas, formas, valores y emociones, cuyos efectos acaban por identificarnos con unos u otros individuos de nuestro entorno. Es decir, aparentemente uno está dentro de su cuerpo, pero en realidad las fronteras son «instaladas» desde el exterior por variables eduacionales y sociales.

    El reto de este nuevo siglo está en no permitir que los viejos poderes con las caretas que ahora son difícilmente identificables, sigan haciendo girar el debate sobre las fronteras nacionales, transnacionales e intranacionales, haciendo más complicado romper con las barreras que realmente nos están determinando como son los fronteras mentales.

    Es la cultura, desglosada en ciencia, arte, educación y emoción, el espacio en el que llevar a cabo las acciones, sobre las que trabajar con amplias perspectivas y largos plazos, sobre las fronteras que limitan el basto, insondable, misterioso y generalmente desconocido espacio mental de los individuos.

  5. Sedente dice:

    Qué interesante todo esto ahora.

    Solo hace falta escarbar un poco en cualquier sitio para encontrar una fantástica llave maestra.
    No aprendemos nada, ni aún siendo los maestros que enseñan sobre lo que hay que aprender.
    Nos puede más una línea sobre un mapa puesta por intereses dudosos que un espíritu volador.
    Volamos al espacio, subimos las montañas más altas, atravesamos todos los mares y somos incapaces de derribar nuestras conciencias censuradoras.

    Aquí está el virus de nuevo, sacudiendo los mapas y las líneas y los trazos sobre el papel. Borrándolos todos y nosotros seguimos incapaces de atravesar esas barreras.
    Sin aprender nada y sin atrevernos a nada verdaderamente auténtico e importante.
    ¿Qué perdón pediremos si somos incapaces de perdonar aún olvidando?

    Olvidar, dice el verbo que los mayores, nuestros maestros, nos enseñan. Algunos lo llaman Alzheimer.
    Pero aquí seguimos sin aprender, sin ver y sin superar las barreras que nos imponemos.

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