Además de extensión, el tiempo tiene cualidad; es decir, se puede asociar con un adjetivo que lo describa. Así, por ejemplo,  hablamos de tiempo pasado y de tiempo futuro, o de tiempo absoluto y tiempo relativo. Y en esta calificación del tiempo es habitual que hablemos de tiempo aprovechado y de tiempo perdido; es decir, tiempo al que se le ha sacado un provecho y tiempo del que, aparentemente, no hemos obtenido nada.

Una distinción, la del beneficio y la pérdida, que puede conducirnos con facilidad a la idea de que nuestro tiempo es una mercancía, algo que se puede vender y a lo que se le puede poner un precio. Es sobre esta transacción sobre la que se asienta la concepción que actualmente tenemos del trabajo y de su contrapartida, el ocio, que consiste en aquello que se hace durante nuestro tiempo libre, en ese tiempo que no hemos vendido o empleado en nuestras obligaciones, un tiempo que nos pertenece y que podemos administrar según nuestro parecer.

Pero esa posesión del tiempo nos hace responsables de él, de aquello que queremos hacer con nuestra vida. Aunque  nuestra vida está tan pautada, tan regida por horarios, normativas  y ocupaciones, que estamos poco habituados a tomar decisiones sobre ella; con lo que, de alguna manera, nuestro tiempo libre crea un vacío que tendemos a ocupar con la distracción o que rápidamente llenamos con más obligaciones. Con ello entramos en un bucle del que solo podremos salir cuando concibamos el trabajo de otra manera.

Lo que durante siglos fue una condena bíblica, “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, hoy se ha convertido en algo deseable, en un privilegio. El trabajo remunerado, aquel por el que se recibe un salario, se considera un bien escaso por el que es preciso competir. Sin trabajo no hay dinero y sin dinero no hay comida, ni casa, ni salud, ni educación. Y esta creencia está tan arraigada en el sentir social que se ha convertido en el eje sobre el que giran las enseñanzas que se nos dan.

La educación se convierte en un entrenamiento, en la adquisición y acumulación de datos y habilidades que, supuestamente, nos sitúan en una posición de ventaja en el mercado productivo del futuro. Se nos educa formalmente para el trabajo y se deja el resto a nuestro criterio. Y el resultado es que tenemos poco criterio, que estamos muy limitados en nuestra capacidad de crecer.

Supongamos que todos los seres humanos tuvieran garantizada la subsistencia desde que nacieran, de manera que no tuvieran que dedicar demasiado tiempo a cubrir sus necesidades básicas.  En ese caso, ¿cómo los educaríamos?

Y no se trata de una pregunta retórica, sino de un interrogante cuya respuesta tendremos que encontrar en un futuro no demasiado lejano. Porque la situación que se describe se podría llegar a alcanzar con la tecnología y los recursos actuales, siempre y cuando tuviéramos la voluntad necesaria para cambiar el modelo económico y social que ahora tenemos.

Incluso en el modelo actual ya se da esta situación. Cada vez hay más personas que, sin estar en situación de pobreza, están excluidas del mundo del trabajo o solo acceden a él esporádicamente. Los jubilados que cobran una pensión y muchos trabajadores autónomos serían dos ejemplos de personas que no disponen de muchos recursos, pero tienen más tiempo a su disposición.

Es decir, parece que nos encaminamos hacia un mundo en el que cada vez se dispondrá de más tiempo que no tendrá valor de cambio pero será preciso ocupar. ¿Estaremos preparados para ello?

Parece que la respuesta obvia es que este tiempo se emplearía en viajar, leer, hacer deporte, tocar el piano, estudiar, cultivar bonsáis y cosas similares, además de dedicarlo a estar con los demás, con la pareja, los hijos, la familia, los amigos y demás relaciones sociales. En resumen, liberados del trabajo, todas nuestras ocupaciones serían gratificantes. El problema está en que esta situación, si no se tienen recursos, no solo materiales sino sobre todo intangibles, puede conducir a la desesperación, la depresión o el hastío.

En este momento, la mayoría de las actividades no estrictamente laborales a las que nos dedicamos están muy vinculadas al consumo, son actividades que diseñan otros (viajes, exposiciones, acontecimientos deportivos, conciertos, novelas, videojuegos, etcétera) con la intención de que nos resulten lo suficientemente atractivas como para pagar por ellas. Tienen mucho de expectación y muy poco de implicación o de creación. Su principal cometido es entretener, nos despistan de nuestras preocupaciones y nuestras obsesiones pero no las solucionan, hasta que llega un momento en el que no nos entretiene nada y tenemos que encontrarnos con nosotros mismos. Algo parecido sucede con nuestras relaciones, que tienen poco de acompañar y mucho de buscar compañía para no estar solos.

Porque ese es el reto con el que nos tendríamos que enfrentar: una vez desaparecidas las dificultades ya no podríamos justificarnos con las circunstancias. A menos que siguiéramos encontrando motivos para dilatar nuestra responsabilidad, que consiste en averiguar para qué estamos aquí y obrar en consecuencia.

Posiblemente esta búsqueda es lo que da sentido a una vida. Encontrar respuestas empleando todas las herramientas y capacidades de las que disponemos. Justo lo contrario de lo que ahora se suele hacer cuando nos educan, donde no se pregunta nada o cada pregunta ya viene acompañada de su respuesta, donde no hay enigmas sino acertijos, donde la razón  prima sobre la intuición y todos los misterios pretenden desvelarse combinando la lógica y la tecnología.

En una conocida película de ciencia ficción, las máquinas tienen sumidos a los seres humanos en un estado de ensoñación permanente, en una simulación, Matrix, que se percibe como real y oculta el hecho de que están siendo alimentados, como los animales de una granja, para ser parasitados. Mediante complejos procesos bioquímicos e informáticos se crea la ilusión de moverse, coger el metro, trabajar, enfadarse, reír, sufrir, tener miedo, alegrarse y demás circunstancias de la vida.

En un momento de la trama, el agente Smith, la personificación de uno de los programas que se encargan de defender Matrix, está interrogando a Morfeo, el líder de los pocos humanos que no están sometidos por las máquinas, para averiguar la ubicación de Sión, la base y refugio de la resistencia. Durante el interrogatorio, Smith hace la siguiente reflexión:

¿Sabía que la primera Matrix  fue diseñada para ser un mundo humano perfecto, sin sufrimiento, donde todo el mundo fuera feliz?

Fue un desastre. Nadie aceptaba el programa. Se perdieron cosechas enteras.

Algunos piensan que nos faltaba el lenguaje de programación para describir su mundo ideal. Pero yo creo que, como especie, los seres humanos definen su realidad con la tristeza y el sufrimiento.  Así que el mundo perfecto era un sueño del que sus primitivos cerebros querían constantemente despertar.

6 comentarios

6 Respuestas a “TRABAJO Y TIEMPO LIBRE”

  1. Adam Smith dice:

    Por suerte la gran mayoría de personas que he conocido en más de 70 años disfrutan su vida y dan gracias a la vida, no se pasan divagando sobre todo lo que querrían hacer y que no pueden hacer y no divagan porque sí saben que su tiempo vale mucho para estar perdiéndolo en decidir qué hacer y en lamentarse porque no pueden hacer todo lo que querrían hacer. Esa mayoría incluye personas que tuvieron vidas difíciles por variados motivos, especialmente porque tuvieron que enfrentarse a dictadores grandes y pequeños que querían dirigir sus vidas. A los otros, solo puedo decirles lo siento.

  2. Alicia Bermúdez dice:

    La condena bíblica, el “ganarás el pan con el sudor de tu frente” es algo que, parece deducirse, aconteció no en el principio de la Humanidad sino como castigo infligido con motivo de…, bueno, lo de la manzana y todo eso que ha sido interpretado de formas tan variopintas pero que, en definitiva, da toda la sensación de estar obedeciendo a un deseo del Hombre de saber, de conocer algo que antes de la maldición de marras vivía él, el género humano, tan a gustito sin ni planteárselo.
    ¿O tal vez, de no haber sucedido lo que sucediese (lo que fuera, no sabemos qué), hubiera alcanzado ese conocimiento sin el sufrimiento que la condena supuso?
    ¿Hubiera la Humanidad evolucionado, de todos modos, sin tener que sacrificar nada, sin tener que vender su tiempo (trabajo) a cambio de unos ingresos que le dieran la posibilidad de volver a comprarlo (ocio)?
    El caso es que la condena entraña bastante intríngulis porque el ocio y el tiempo dedicado a él están no menos hipotecados que el tiempo que dedicamos a trabajar y a ganárnoslo.
    El ocio y todo lo que pudiera estar llevando implícito de libertad o de eso que se suele llamar “realización personal” es no menos valor de cambio (no sé si utilizo bien el termino) quiero decir no menos objeto material o de trueque de lo que pueda serlo un coche, o un crucero por el Caribe, o un quilo de filetes…
    De modo que el que vende ocio ha de ser tan competitivo como el que vende coches o cruceros o filetes.
    Que puede ser un criterio razonable en este mundo en el que todo tiene un precio y, también se dice “toda persona tiene un precio”.
    Pero… ¿a qué queda reducido en tales términos todo lo relativo a la espiritualidad o mundo de lo intangible?
    Entiendo que son aspectos que debieran ser satisfechos por el arte ¿Pero queda así las cosas espacio para el arte?
    El artista se ve reducido a la condición de vendedor, y no por eso que pueda llamarse “el sistema” sino por haberse doblegado o sucumbido al criterio de para qué crear lo que no va a ser vendido y, a ser posible, cuanto a más alto precio mejor.
    Y el compositor, o el cantante, o el pintor, o el escultor, o el escritor, ni compone ni canta ni pinta ni esculpe ni escribe aquello que su alma (si es en verdad alma de artista) le dicta sino lo que entiende como lucrativo.
    Pero, el consumidor de ese “arte” adulterado, ¿no está siendo a su vez estafado, defraudado de alguna forma tragándose y digiriendo como arte algo que en realidad es sólo mercancía? y, además, ¿no está al consumirlo desperdiciando su libertad de dedicar su ocio a algo verdaderamente enriquecedor para su espíritu?
    ¿Pero qué es lo verdaderamente enriquecedor para el espíritu ni qué palillos tocar para encontrarlo?
    No sé, pero la falta debió de ser muy grande para merecer tanta condena.
    O, a lo mejor, la falta fue un acierto y el cometer el error (el que fuera) que dio lugar a la condena estaba ya contemplado por el Sumo Hacedor como camino del Hombre hacia el reencuentro con su esencia, ese punto o instante en el tiempo en que fuimos creados a “su imagen y semejanza” que quizás sólo acertemos a reconocer cuando cada ser humano hayamos vivido y experimentado en carne propia nuestros particulares siete días con sus correspondientes siete noches que serán nuestra Creación.

  3. Agustín dice:

    La asignatura de Ciencias Sociales, Geografía e Historia es muy adecuada para reflexionar en la escuela sobre el «sentido» del trabajo… siempre que de verdad integremos todas las «ciencias sociales», siempre que vayamos más allá de, por ejemplo, la lista de inventos de la revolución industrial, sus etapas y los países implicados. De igual manera, el estudio de la sociedad contemporánea, posterior a la II guerra mundial, es el momento para reflexionar sobre el auge del ocio. También en Geografía hay un momento para estudiar, dentro del sector terciario, el desarrollo del turismo, pero en los curriculos solo se habla de datos estadísticos. La aplicación habitual de las ciencias sociales suele olvidar lo más importante, el «sentido» de lo que hay y de lo que hacemos los humanos. Para ello es necesario integrar categorías de la antropología y la sociología. Un pequeño intento en: http://www.slideshare.net/aciudad120/la-revolucin-industrial-9884001?ref=http://pulgarcity.blogspot.com.es/p/historia-del-mundo-contemporaneo-1-de.html (diapos 41 y 42, por ejemplo)

  4. Loli dice:

    Según leí en un libro sobre Antropología, un estudio realizado en 1984, indicaba que la jornada laboral en los países desarrollados, en la práctica, venía a ocupar como mínimo, unas tres horas más de la típica de ocho horas.

    El estudio contemplaba el tiempo de traslado al trabajo, el tiempo dedicado a la compra de comida y productos básicos.

    Luego estaba el tiempo que se dedicaba a cocinar, mantenimiento y reparaciones domésticas, atención y cuidado de la familia, niños, ancianos.. incluyendo transportes a colegios, médicos…

    Esto solo en días laborables, pues los días de descanso, además de las actividades domésticas, el tiempo que se dedicaba a ese «ocio» tan deseado, era igualmente llenado de actividades que como dice el artículo terminaba por meter en un bucle sinfín de obligaciones ese deseado «tiempo libre».

    Según ese mismo estudio, resulta que, ya entonces, ese mínimo de 11 horas diarias dedicados de manera directa o indirecta al trabajo, era más o menos el tiempo que una mujer campesina de Java dedicaba al suyo.

    El estudio también apuntaba a que la tan «cacareada» conquista «sindical» de las ocho horas de jornada laboral, en realidad no se ha desligado apenas del «modelo decimonónico establecido en Europa», cuando las jornadas eran de doce horas.

    Creo que las conclusiones del estudio siguen siendo válidas.

    No quiero decir, claro, que la situación de la campesina de Java sea la ideal, o que haya que tender a esa forma de organización laboral…por favor que no se me malinterprete.
    En todo caso si podríamos pensar que a lo mejor ella nos lleva ventaja al menos en una cosa: seguramente conoce mejor los productos con los que trabaja, que nosotros los nuestros.

    Dedicamos un montón de horas a realizar trabajos de forma muy adiestrada, ni siquiera los conocimientos que del mismo tengamos, se enriquecen normalmente en la jornada laboral, y si lo hacen es en función de los intereses y los objetivos del contratador.

    Digo «un montón de horas»… a veces, como ocurre en muchos trabajos del sector público y privado, esas horas, en realidad se distribuyen en lo que es en sí el trabajo, que a veces ocupa una parte no demasiado amplia de la jornada, incluso una parte pequeña de la misma, y el resto se dedica a realizar actividades relacionadas con recogida de datos, informes y justificantes…de forma exagerada y a veces compulsiva.

    Si se hiciera un estudio serio y profundo de cómo se distribuyen las horas en una jornada laboral (por favor, es solo una idea, muy general, ya sé, pero como todas las ideas hay que imaginarla con todas las matizaciones posibles), a lo mejor, digo, nos encontraríamos con que hacer bien nuestro trabajo nos llevaría una parte de nuestra jornada laboral no tan extensa, y el resto, ¿por qué no?, se podría dedicar a formarnos en él.

    Por ejemplo a adquirir más conocimientos sobre lo que se supone ya tenemos y sobre las herramientas que usamos.

    Utilizamos soportes informáticos continuamente, bien, podríamos formarnos mejor, no ya en las aplicaciones que utilizamos continuamente, ni siquiera, (aunque también), en adquirir más lenguaje técnico, sino incluso (y eso sería más estimulante), en qué es un ordenador, el porqué de sus materiales…..

    Es que..la campesina de Java, seguro que conoce el campo, el clima, cómo se comporta la tierra con la que va a trabajar, que la alimenta y le proporciona los materiales para muchas más cosas.

    Nosotros no….

    1. Alicia Bermúdez dice:

      Me ha gustado. Me ha recordado también la anécdota de dos hombres que debían acarrear materiales y, uno, venga echar el bofe haciendo viajes; y el otro, sentado, pensativo, ahí sin hacer nada.
      Estaba inventando la carretilla.

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