¿Cómo será el Presidente del Gobierno que tengamos en España en esa fecha? ¿Con qué conocimientos, experiencia y dotes personales llegará a ese puesto? ¿Cómo y en dónde los habrá ido adquiriendo? ¿Serán suficientes para ejercer adecuadamente su función? ¿Y sus ministros? ¿Estarán bien cualificados para ejercer sus responsabilidades? ¿Dónde habrán podido prepararse para ello? Así podríamos seguir haciéndonos este tipo de preguntas en relación con el resto de políticos.

Limitándonos al caso del Presidente del Gobierno, si las cosas siguieran como hasta ahora lo más probable es que el que tuviéramos en esas fechas se hubiera forjado en las filas de uno de los principales partidos. Este tipo de cantera nos proporcionaría un político muy avezado en interpretar por dónde van las opiniones y preferencias de los ciudadanos, por lo que se refiere a su impacto electoral. Acostumbrado a expresarse en público y ante los medios de comunicación, de modo que sus mensajes lleguen a la gente con la brevedad, la contundencia y la carga emocional necesarias para garantizar su impacto y fácil asimilación, sabiendo también zafarse con naturalidad de las preguntas incómodas. Muy ducho a la hora de defenderse dialécticamente de sus adversarios y de aprovechar sus puntos débiles. Y, por supuesto, muy apoyado por la maquinaria electoral de su partido. Tendríamos, pues, un político adiestrado para el combate electoral y capaz de cumplir los requisitos necesarios para ganar unas elecciones.

Pero, desgraciadamente, eso no nos garantizaría en absoluto que, tras ganar, fuese capaz de gobernar razonablemente bien. Para ello tendrían que darse otras dos condiciones: que fuera un buen gestor y que tuviese una visión muy clara sobre los cambios que necesita el país.

Sospecho que ninguna experiencia profesional previa garantiza que se sepa gestionar bien un país como España. La experiencia en otros puestos de alta responsabilidad contribuiría a ello en cierta medida. No obstante, incluso sin esa experiencia, es posible tener las dotes naturales (sentido común, capacidad de escuchar, de tomar decisiones, etc.) que permiten ser un buen gestor. Pero no todo el mundo las tiene.

Con todo, es mucho más importante saber qué cambios requiere el país. Tener un buen diagnóstico del estado en que se encuentra, con sus fortalezas y debilidades, un buen análisis de las amenazas y oportunidades que se perfilan y, sobre todo, una idea clara del tipo de sociedad que se desea construir en los próximos 20 o 30 años así como un buen programa estratégico de actuación a corto, medio y largo plazo para conseguirlo. Como esto ya fue desarrollado en otro artículo no me extenderé más sobre ello aquí.

Para hacer un programa de estas características, el candidato necesitará la colaboración de mucha gente que tenga conocimientos en las materias claves y sea capaz de hacer propuestas innovadoras. Realizar bien este trabajo debería ser una de las principales razones de la existencia de los partidos. Sin embargo, estos tienden a reducir ese trabajo al mínimo, conformándose con unos programas electorales cada vez más vagos, inconcretos y propagandísticos, que nada tienen que ver con lo dicho.

La tendencia actual es que, una vez llegan al Gobierno, se rodean de funcionarios. Algunos colaboraron con ese partido, en su anterior etapa de Gobierno, y otros lo hacen por primera vez. Pero en la mayoría de los casos el programa de actuación en cada Ministerio se define sobre la marcha, por interacción entre lo que proponen esos funcionarios y su respectivo ministro. Según lo receptivo que sea éste, lo que sepan los funcionarios elegidos sobre sus nuevos ámbitos de responsabilidad y lo que éstos, a su vez, se dejen asesorar por sus respectivos subordinados, el programa para la legislatura saldrá mejor o peor.

En definitiva, los partidos han optado por sustituir a sus propios expertos por los de la Administración y, con ello, han sustituido su propio análisis por el conocimiento acumulado en aquella. Ante la ausencia de esta clase de reflexión en los partidos, echar mano de la experiencia y el conocimiento que reside en la Administración puede ser, si se hace bien, garantía al menos de sensatez. Pero también puede ser un modo de perpetuar la visión que tienen los funcionarios sobre lo que necesita el país, y esa visión no tiene por qué ser la más adecuada.

En todo caso, ese vaciamiento de los partidos en una función tan clave como es definir su proyecto de país, les priva del principal mecanismo que tenían en sus manos para la formación y selección del candidato más idóneo para la presidencia del Gobierno. A falta de ello, lo seleccionarán, además de por los repartos de poder internos, por sus dotes electorales. Ignorando así si tiene algún proyecto de futuro o si solo confía en improvisar bien.

En las democracias que conocemos es prácticamente imposible que alguien pueda ser tomado en consideración por los electores, para su posible elección como Presidente del Gobierno, si no le presenta como candidato alguno de los grandes partidos. Por tanto, en estos partidos reside la responsabilidad, no solo de elegir buenos candidatos, sino también de prepararlos convenientemente para la función que aspiran a desempeñar. Deberían ser la auténtica escuela donde se formasen los futuros líderes del país. Cuentan para ello con el enorme caudal de experiencia acumulado en sus anteriores etapas de Gobierno. Experiencia sobre lo que debe y no debe hacerse.

Sin embargo, puede afirmarse desde ya que, si los grandes partidos que tenemos en España siguen con su actual modo de funcionamiento, no estarán en condiciones de asegurar que sus candidatos vayan a reunir los requisitos mencionados para el año 2030. Es más, probablemente lo estarán cada vez menos, porque la rigidez y mediocridad de su vida interna unidas al creciente desprestigio social de la actividad política, hacen que cada vez haya menos gente dispuesta a integrarse en sus filas y, en consecuencia, habrá menos donde elegir.

Evitar esta tendencia perversa, si es que aún estamos a tiempo, pasaría por que los partidos actuales se convirtiesen en estructuras muy abiertas, capaces de atraer a mucha gente; donde el debate, libre y en profundidad, sobre las opciones políticas fuese lo lógico; donde analizar y debatir los problemas que afecten a cada ámbito de la sociedad con todos aquellos que pudieran aportar algo, fueran o no afiliados a ese partido, fuese lo natural; donde hubiera la posibilidad de que cualquiera pudiese presentarse a los procesos de selección de candidatos, siguiendo por ejemplo el modelo de primarias, para luego poder concurrir en procesos electorales con listas abiertas; donde hubiera una auténtica transparencia en cuanto a su financiación y ninguna tolerancia con los casos de corrupción o de conductas negligentes. Entre otros aspectos. Pero, en todo caso, para evitar esta tendencia también habría que facilitar al máximo la posibilidad de que se creasen nuevos partidos, que aportasen aires nuevos y que redujeran la actual dependencia que, por la vía de los hechos, tenemos respecto de las dos grandes formaciones que ahora se alternan en el poder.

Pero nada de esto serviría para cambiar en lo fundamental la situación actual si no viniera acompañado de una implicación mucho más activa de la sociedad en la política, a través de los partidos o fuera de ellos.

(Este artículo se publicó por primera vez el 25 de Noviembre de 2012)

18 comentarios

18 Respuestas a “¿QUÉ POLÍTICOS PARA EL 2030?”

  1. Alicia Bermúdez dice:

    Siempre se ha dicho que la ignorancia es atrevida, y a lo mejor es un tópico, pero como cuando un tópico termina siéndolo es porque algo de verdad hay en el fondo, voy, a en virtud del derecho que me da el ser ignorante, atreverme.
    Leo, Sr. Bautista, su artículo con todo el interés que siempre pongo en enterarme bien de qué tanto en los suyos como en los de los demás articulistas de este blog se dice; y enterarme me entero, y, compartirlo lo comparto. Pero…
    Perdóneme, Sr. Bautista, pero es que es muy difícil ir por la vida sin encontrarse con “peros”. Pero, acaece, acontece, es el caso, que usted y desde un planteamiento y una claridad de ideas impecables y envidiables insta siempre — y tengo la cosa clavada en el alma como un puñal que no sé como sacármelo — a que es necesaria una sociedad civil que enjarete el preparativo en el que estamos.
    En este artículo, en concreto, no menciona la sociedad civil — he buscado con el “buscar” del iGoogle Chrome y no está — pero, ya en el último renglón y pensando, tan contenta, mira tú qué bien que hoy me he salvado, me encuentro con “una implicación mucho más activa de la sociedad en la política”.
    Usted sabe mucho, de política y de muchas cosas, que lo sé yo que me leo este blog de forma sistemática, y me gusta usted, oiga; me gusta usted y si se metiera en política yo, se lo digo de verdad, lo seguiría y lo votaría.
    Pero no se mete. No se mete en política y nos insta, a los lectores — que es lo que le digo que tengo clavado en el alma como un puñal y no sé cómo sacármelo — a que hagamos, entre todos, esa sociedad civil que hoy no menciona o, como sí hoy, nos alerta de lo muy necesaria que resulta “una implicación mucho más activa de la sociedad en la política”.
    Vamos a ver:
    Soy una chica de mi edad con sesenta y cuatro primaveras a mis espaldas que, puede que un poco pesimista, albergo pocas esperanzas de — al paso que lleva la burra y visto que las nada halagüeñas circunstancias que atravesamos prometen que la cosa vaya para largo — vivir en carne propia lo que será la salida de la crisis (no sólo económica, que si me apura y aun sin apurarme es a mi modesto juicio la que menos importa) pero, eso sí, mire usted, sí que me gustaría verla aunque fuera nada más un instante y marcharme de este mundo con la satisfacción de que sí, de que la había, la salida.
    Pero como para que haya esa salida hace falta — que es a lo que voy y por lo que le decía — esa sociedad civil que usted propugna y una implicación activa (que propugna también) de dicha sociedad en la política, pues me empieza a picar todo el cuerpo preguntándome, agobiadita perdida, cómo demonios hago yo, a mi edad, sin saber dónde hay que ir ni cuándo ni cómo ni qué ponerme, para posibilitar en la medida que me toque esa sociedad civil, lo primero, y, lo segundo, más activa e implicada en la política.
    Porque yo, Ser Bautista, tengo muy buena voluntad y estoy dispuesta a arremangarme hasta más arriba del codo para lo que haga falta. Pero, por favor, Sr. Bautista, deme usted aunque nada más que sea una pista.
    Y es que, ahora escribo en serio y dejo el tono desenfadado y le pido disculpas si en algo le he molestado o parecido impertinente, siempre me quedo después de leerlo con la sensación de ser la oyente de una charla de café en la que todos los participantes menos yo saben de qué están hablando; y de que cuando se termina agarro mi bolso y me voy a mi casa y a seguir con mi rutina; preguntándome qué (no “exactamente”, bueno, pero aunque sólo sea de forma aproximada) es lo que se me está pidiendo que haga.
    Y no sé contestármelo.
    Y llego a mi casa y suelto mi bolso y me cambio de ropa y me acuesto y me levanto al día siguiente y otra vez entro en el blog y otra vez no me entero — que es la puñalada que le digo que tengo, clavada, en el centro del pecho — de qué se me está pidiendo que haga.

    1. Manuel Bautista dice:

      Estimada Alicia,

      En primer lugar le agradezco mucho la valoración que hace de mis opiniones y, en general, de este blog.

      En cuanto a lo que plantea, tengo que decirle cláramente que apunta usted muy bien al núcleo de la cuestión. Y no es fácil contestarle. Doy por supuesto que ya leyó otro artículo («¿Jugamos a la bolsa o a la sociedad civil?») en el que intenté desarrollar un poco esta idea. Voy a tratar de ir un poco más allá.

      Cuando hablamos de la participación de la sociedad civil en la política, yo distinguiría dos ámbitos: uno, el que tiene más directamente que ver con los partidos y con la gestión del Gobierno y del Poder, y el otro, más centrado en áreas de la vida social (como, por ejemplo, la educación). Por entendernos, el primero se centraría en cómo se hacen las cosas desde la cúspide de la sociedad, desde «arriba», y el segundo en cómo se hacen desde «abajo». Pero, desde mi punto de vista, ambos son políticos y complementarios. Y, sinceramente, no sabría decir cuál de ellos es más importante.

      Si nos centramos en el primero de ellos, que es el que está más ligado con la política convencional, los ámbitos de actuación para la sociedad civil que a mí se me ocurren tienen que ver con:
      – la formación de los ciudadanos para entender lo que está pasando,
      – la información para situarnos lo más correctamente posible en eso que está pasando,
      – la reflexión, el debate y creación de opinión sobre lo que creemos y querríamos que fueran las alternativas de futuro para nuestra sociedad. (¿Queremos un mundo mejor? Pues bien, digamos en qué consiste). Para mí es el más importante.
      – el seguimiento y valoración sobre lo que se está haciendo desde el Gobierno y desde las diferentes instituciones
      – la elaboración y difusión de propuestas bien construidas sobre lo que debe hacerse
      – la preparación y lanzamiento de iniciativas mediáticas para que esas propuestas ganen apoyo social y presionen a los partidos y Gobiernos para que las incorporen en su acción.
      – Etc.

      Reconozco que también se podría dar un paso más y crear nuevos partidos que portasen esas ideas y compitieran electoralmente con los existentes. Pero, aunque no llegasen a eso, la sociedad civil, con todo lo anterior ya estaría ejerciendo un papel crucial.

      ¿Qué podría hacer usted? Sin conocerla sería presuntuoso por mi parte decírselo. Pero yo creo que por ahí van los tiros. Le diré más: mi sueño personal es que este blog contribuya a todo eso. Y, en función del apoyo que tenga (gracias, entre otros a sus comentarios) y del desarrollo que seamos capaces de darle, llegar tan lejos como podamos en lo que acabo de citarle.

      Un saludo, Alicia, y gracias por su comentario (y por los demás)

      1. Alicia Bermúdez dice:

        Gracias por contestar. Es cierto que sin conocernos es complicado dar una receta muy precisa a mí demanda de qué es lo que tengo que hacer. Pero, bueno, parece deducirse de lo que sí me responde que participar comentando ya es hacer algo. Claro que, como escribir me gusta tanto y como además me encanta opinar y meter el moco en todas partes, pues la cosa no tiene por mi parte mucho mérito.
        Así que mis comentarios no merecen las gracias; es más agradezco y me tranquiliza que sean bien acogidos porque, fíjese, a veces llega a darme apuro y me invento seudónimos para no cansar y… ¡¡¡Otra vez esta pesada!!!
        Un saludo

        1. Opinando dice:

          Querida Alicia; durante mucho tiempo yo tuve la misma espinita clavada en el corazón; quería hacer ‘algo’ pero no sabía qué. Me sentía como una hormiga intentando detener una estampida de búfalos. Sin entrar en quién , cómo y dónde, un día me hicieron comprender que si quería cambiar mi sociedad, mi mundo, mi universo, mi ‘aquí y ahora’, lamentablemente (por la dificultad que conlleva) tendría que empezar por cambiar yo; cambiar de dentro hacia afuera. Son pequeños gestos que parecen que no van a ninguna parte, pero no es cierto; poco a poco van teniendo su reflejo y su eco. Dedico parte de mi tiempo a ayudar a los demás -es poco pero el ritmo loco y frenético del mundo no me deja más-; no solo con dinero, no seamos pequeños de mente, hay muchas formas de dedicar tiempo a los demás, escucharles, preocuparse por ellos, dedicarles una sonrisa, enseñarles, educarles, amarles, perdonarles… Luego como consumidores somos responsables, muy responsables de muchas cosas; de elegir cómo, cuánto y cuándo compro y gasto (en qué, para qué… ¿Realmente lo necesito? ¿De dónde sale el producto y a dónde va a parar mi dinero?). Como ciudadanos somos responsables de intentar estar mínimamente informados y educados, si ‘ellos’ no nos educan correctamente y nos intoxican la información… preocupémonos nosotros! ¿Para qué? Para que cuando llegue la hora de votar o de que te intenten colar decisiones injustas y no válidas tengas argumentos para oponerte o votar con claridad. Existen cientos de plataformas, asociaciones, organizaciones a las que podemos ayudar, repito que no pensemos siempre en el ‘maldito’ dinero, con tu saber, con tu formación, con tu experiencia vital seguro que eres fuerte en algo; puedes incluso colaborar informando de ellas, de su labor, pasando sus mensajes (REEVO, REDES, Plataf. contra la obsolescencia programada, … muchas posibilidades) Tenemos la obligación FUNDAMENTAL, al menos es en lo que pongo más empeño de informar, enseñar y hablar de las miserias del hombre y del mundo a la generaciones posteriores ¿Para qué? Para que cuando llegue el colapso total, cuando nos alcance ese apocalipsis ineludible… de las ruinas surja una nueva esperanza, una nueva humanidad un poco más ‘humana’, teniendo claros, muy claros los errores del pasado. Las generaciones próximas asistirán asombradas (por lo egoístas y estúpidos que fuimos sus antecesores) a una devastación y horror, imparable, anunciado y con antecedentes en la humanidad ¿No creerás que será la primera vez que el ser humano se pega el castañazo? Menos mal que hay alguien que nos ama pese a todo y tiene infinita paciencia con sus hijos. Saludos y un abrazo

          1. Carlo Snr dice:

            Así deberíamos pensar todos.

            Gracias

  2. Suleiman dice:

    En relación con este artículo, tengo la impresión de que hay un planteamiento de partida, un tanto erróneo, o si se quiere ver de otro modo, sesgado.

    Cuando D. Manuel en sucesivos artículos hace mención al binomio partidos políticos – sociedad civil, que plantea siempre desde un punto de vista teórico, como el eje sobre el que discurre el transcurrir de la vida pública, por no detenerme en más detalles, no dejo de estar de acuerdo en su forma de verlo. La sociedad civil es a los partidos, lo que los partidos es a la sociedad civil, o así es como nuestra razón lo analiza.

    Pero lo cierto es que hay diferencias muy significativas en ese binomio desde hace bastante tiempo atrás. En Europa, los aparatos de los partidos, hace tiempo que han establecido unas estrategias basadas en claves electoralistas, que han supuesto la «toma» de esta sociedad en sus diferentes facetas, y esto es más de esta forma cuando menor es el recorrido democrático de la sociedad en cuestión -véase España-.

    Esta estrategia que ha supuesto la invasión de espacios de pensamiento, de creación, de movilización, de palabra y de justicia, ha acabado generando una abierta desactivación del pulso vital de las sociedades, produciendo una patente pasividad, coacción y servidumbre, que hace imposible dar pasos en el reciclaje de la sociedad, sus líderes, y aquellas personas que carismáticamente más podrían aportar a establecer nuevos rumbos, nuevas vías, y nuevos mensajes con los que impulsar al conjunto.

    No deja de ser irónico, que tras ser literalmente «tomada», ahora desde la esfera política se le quiera pedir que lidere un cambio. Es como pedirle a una maltratada que haga más esfuerzos en cambiar la manera en la que le trata el maltratador.

    1. Manuel Bautista dice:

      Estimado Suleiman,

      Estoy de acuerdo en que los partidos han desactivado en gran medida a la sociedad, con su monopolio del pensamiento y de la acción política. Pero, en mi opinión, la responsabilidad de que ello haya sido así también recae, y no poco, en los propios ciudadanos. Somos adultos y nadie nos obligaba a vivir anestesiados. Aunque a los que detentan el poder les viniera muy bien. Lo cortés no quita lo valiente.

      Yo no soy de los que cree que todos los políticos son unos desalmados, he conocido a algunos y en su mayoría merecen todo mi respeto. Pero es evidente que ha habido muchas cosas que se han hecho rematadamente mal, por unos y por otros, y que la gente cada vez se fía menos de los políticos. Y lo que es peor: no hay apenas ideas nuevas acerca de cómo encarar el futuro.

      Por todo ello me parece que los ciudadanos tenemos que asumir mucho más protagonismo. Es una cuestión de responsabilidad pero es que, además, no nos va a quedar más remedio que hacerlo porque con la mega crisis en que estamos metidos los partidos se van a quedar secos de líderes y de ideas en poco tiempo. Cierto que, en este caldo de cultivo, es fácil que aparezcan políticos muy demagogos que se lleven a la gente de calle. Pero tampoco eso será la solución.

      En mi opinión cuanto más formada y madura políticamente esté la sociedad, cuanto más capaz sea de participar activamente en los asuntos colectivos, menos probabilidades tendremos de que nos tomen el pelo.

      Un saludo

  3. Desde mi punto de vista el modelo de democracia está agotado. Hay que avanzar hacia una democracia participativa (propuesta que Federico Mayor Zaragoza y Karel Vasak presentaron en el reciente Foro Mundial de la Democracia, democracia deliberativa o «por consenso», como indica el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, en su reciente libro «La idea de la justicia» (Taurus, 2010. Según Amartya Sen, «La democracia debe juzgarse no solo por las instituciones formalmente existentes sino también por el punto hasta el cual pueden ser realmente escuchadas voces diferentes de sectores distintos del pueblo». Sin duda para ello es necesario que los ciudadanos se den cuenta de la responsabilidad que tienen en el devenir de su país e incluso de la humanidad.

    Un saludo

  4. MSD Soft dice:

    En un mundo feliz, los políticos deberían ser las personas más preparadas, ya que de ellos depende en gran medida el buen funcionamiento de la sociedad y el bienestar de los más desfavorecidos.

    La realidad dista mucho de esta idea utópica. Hay quien dice que los políticos son los profesionales que no pueden ganarse la vida con su profesión.

    Yo no creo que esta aseveración sea verdad al 100%, pero puede que haya algo de verdad en ella.

    Lo peor no es que los políticos no sean los mejores en su profesión, aunque sería deseable que así fuera, desde mi punto de vista lo peor es que los políticos están en muchas ocasiones maniatados por los intereses de partido. Seguro que hay muchas ocasiones en las que a un presidente de gobierno le gustaría hacer ciertos cambios pero el ideario de su partido no se lo permite.

    Estaría bien tener listas abiertas, para que un presidente pudiera elegir al mejor político para un cargo, aunque perteneciera a otro partido político, pero en la actual situación de la democracia en España eso no lo verán nuestros ojos.

    Por cierto, ya es hora de que los presidentes del gobierno de España hablen Inglés. No hay peor sensación que la de estar en una reunión internacional y necesitar la ayuda de una persona para entender o para hacerse entender.

  5. Manu Oquendo dice:

    Como siempre, interesantísimas propuestas de D. Manuel Bautista y grandes comentarios, como el de Dña. Alicia Bermúdez. Qué bien escribe esta joven.

    Por provocar con afecto creo que la respuesta a muchas preguntas está en la arquitectura del artículo. En su primer párrafo.
    «¿Cómo será el Presidente del año 2030?»

    Lo que la pregunta sugiere, como todos los buenos interrogantes, es otra pregunta: «¿Por qué es eso importante para nosotros?»

    ¿Y si nos planteásemos una sociedad en la cual esa pregunta no tuviese sentido?

    Quizás sea esa la raíz del problema.

    Buenos días

    1. Manuel Bautista dice:

      Interesante cuestión la que, en forma de pregunta «inocente», plantea Manu Oquendo: ¿Por qué es tan importante para nosotros, como país, que el Presidente del Gobierno que tengamos sea bueno, malo o regular?

      Dejo a un lado la respuesta más obvia de que, como un país siempre necesitará alguien que lo dirija (como cualquier gran empresa), más vale que esa persona sea buena o muy buena. Pero ya me figuro que el juego intelectual que propone Manu va más allá.

      ¿Qué pasaría si el sector público en España dominase solo un 10% de la economía nacional, por poner un ejemplo, en lugar del 45% que domina en la actualidad? Significaría que nuestra dependencia del Estado se habría reducido sustancialmente. Y, en una medida importante, también nuestra dependencia de los aciertos de ese Presidente del Gobierno.

      Naturalmente, ese poder que «perdería» el Gobierno, lo «ganaría» alguien del sector privado. Y según el poder que acumulasen esos privados, y según cuáles fueran sus intenciones, el cambio podía ser a mejor o a peor. Un dato: El Banco Santander tiene 1,6 Billones de euros en activos, más que el PIB de España que viene a ser 1,1 B€. ¿Es preferible estar en manos del Sr. Botín o de un Presidente del Gobierno al que se le puede echar si lo hace mal?

      Otro posible enfoque: si tuviéramos una sociedad con un nivel medio de participación y de formación política, y social, muy superior al actual, nuestro grado de dependencia frente a los grandes poderes establecidos (fuesen públicos o privados) sería bastante menor. Llevado este sueño a máximos, con una sociedad muy formada, concienciada y organizada, ¿un Presidente del Gobierno se acercaría a ser una especie de «primus inter pares»?

      Este era con lo que soñaban los viejos anarquistas.

      Un saludo y, como siempre, muy agradecido por su comentario, Sr. Oquendo.

  6. Manu Oquendo dice:

    Hola, Manuel.

    El asunto que suscita tu pregunta tiene muchas vertientes y esta mañana trataba de apuntar hacia alguna de ellas.

    Concretamente hacia la naturalidad con la cual aceptamos que debe haber una unidad de dirección con un poder total en numerosos aspectos que se extienden hasta el de quitar la vida en muchas sociedades incluida las nuestras occidentales.

    ¿Por qué no es posible construir un entorno de reglas con importantes limitaciones al poder del conjunto sobre cada miembro. Un entorno en el cual, fuera de las reglas acordadas, cada miembro tendría el derecho inalienable de no aceptar ninguna otra y siendo voluntaria cualquier adhesión. Coactividad nula.

    En esta situación teórica la figura del «Jefe» o del «Presidente» deja de tener valor en si misma y se convierte en un «Delegado del Común».

    Por lo tanto desaparecen los incentivos que ofrece una Jefatura Onmímoda. Incentivos para los que la ejercen y para aquellos que ven gran valor en estar en su proximidad y que pasra conseguirlo no cejan.

    Esto es lo que correspondería a una sociedad de Individuos maduros, de ciudadanos adultos. De seres humanos desarrollados.

    La figura que desde tiempo inmemorial venimos Sacralizando (mientras destruimos la idea de Dios o las viejas jefaturas patriarcales o matriarcales o cualquier forma de autoridad que pudiera oponerse a la Política de nuestra forma de estado)no se compadece con el gobierno de la «casa común» de adultos iguales con intereses comunes.

    Si la humanidad en alguna de sus formas progresa, también debiera hacerlo en esta.

    Porque, vamos a ver, ¿alguien necesita ser gobernado por un fruto del sufragio universal como, por poner un ejemplo reciente, Zapatero o Mas?

    ¿No es más cierto que cualquier persona de las que conocemos estaría mejor gobernada por si misma que por alguien como el citado?

    A modo de ejemplo no ejemplarizante: He vivido en Suiza y nunca se me ocurrió pensar quién era el presidente de la Confederación ni de ninguno de los cantones. Sigo sin saberlo.

    La pregunta que nos ocupa, allí no tendría el mismo sentido que nosotros le damos.

    Saludos cordiales.

    1. Manuel Bautista dice:

      Estoy plenamente de acuerdo contigo, Manu, que cuanto más maduros seamos, como individuos y como sociedad, menos necesitaremos estar dirigidos por personas con mucho poder. Es decir, cuanto menos ovejitas seamos menos necesidad de pastor habrá.

      Y como el objetivo debe ser ese, los cambios en nuestra estructura social y política debieran ir dirigidos a dar al conjunto de los ciudadanos cada vez más oportunidades de madurar, reduciéndoles paralelamente las potestades de mando a quienes lo ejercen. Por ahí tienen que ir los tiros.

      La cuestión es cómo conseguirlo, porque no es sencillo. Este es el debate clave. Pero ya es un paso muy importante tener claro cuál debe ser la tendencia a impulsar.

      Muchas gracias, Manu.

    2. Esta frase tuya, Manu — me disculparás el tuteo, Manu es como tan coloquial que me sale espontáneo; otros nombres parece que llevan más a utilizar el usted, no sé por qué — “numerosos aspectos que se extienden hasta el de quitar la vida en muchas sociedades incluida las nuestras occidentales”, ¿te estás refiriendo a la pena de muerte — en general, que ya tiene su tela — o también al aborto?
      Es que si es así me gusta que lo menciones — aunque lo ideal sería que no hubiera de ser mencionado jamás — porque me encendió mucho y me mantiene en ascuas que este gobierno (en el que para qué negarlo deposité bastantes esperanzas) no se pusiera nada más llegar manos a la obra de… yo diría suprimir de un plumazo, pero, intentando ser algo menos taxativa, modificar la ley al menos de manera que disminuyese el número de asesinatos por esa causa. Pero no; todos los afanes se centraron en la economía y, este tema, un año después ahí sigue como se lo encontraron.
      ¿Cómo un mundo civilizado puede ser tan tolerante con semejantes atrocidades?
      Pero no se le da toda la importancia que tiene; no exalta los ánimos del modo (y ni muchísimo menos ni por asomos) en que sí lo exaltan otro tipo de cuestiones a mi parecer, y por más que estén siendo bien chungas, mucho menos dramáticas.
      Es un poco, o un bastante, como que el sistema nos ha llevado a su terreno — nos viene llevando desde hace mucho y con independencia del signo político de los gobernantes de turno —y nos ha distanciado de los sentimientos, nos ha hecho no diré perder el sentido de la ética pero sí contemplarlo con mucha distancia y enorme frialdad. Como si se hubiera perdido la noción de que la vida no sólo ha de servir para procurarse el tenerla resuelta y el subsistir.
      Habrá otros sociedades, distintas de las nuestras occidentales, donde hayan las personas evolucionado de otra forma, de manera que lo que para nosotros queda muy en segundo o tercer plano para ellas sea esencial y primordial.
      De ese tipo de sociedades, que las habrá, no se sabe nada en el resto del mundo; no trascienden ni ellas ni sus filosofías de vida. Y no trascienden porque, a lo mejor, son más felices, y como alguien dijo que los pueblos felices no tienen historia, y la historia es lo que aparece en los papeles, pues…
      Un poco, mal comparado, con tu ejemplo de cuando viviste en Suiza y no supiste quién gobernaba; aquí no hay forma de no saberlo.
      No sé dónde estarán las soluciones. Pero si hemos — los que estamos y los venideros — de seguir teniendo gobernantes la única solución que nos queda es que nuestra sociedad se forme en unos principios que se tienen muy arrinconados; y con unos principios diferentes en todos sus miembros, cualquiera de esos miembros que llegase a gobernar lo haría de forma diferente. Y con toda naturalidad y sencillez.
      Mira, me he marcado un mitin. Y es que hay que ver cómo me gusta a mí eso de teclear.
      Saludos, y gracias por los elogios que me has hecho en uno de tus comentarios anteriores; aunque puedes, y me gustará, quitarme el “doña” y tutearme.

      1. Manu Oquendo dice:

        Buenos días, Alicia.

        Me refería no sólo a la pena de muerte o bombardeos de civiles –como acabamos de ver– o el aborto indiscriminado por mera comodidad y compra del voto, obligando incluso a pagarlo a gente que lo considera un crimen con todas las de la ley.

        El tema alcanza a algo más sutil y siniestro: la conversión del estado en fuente de ley moral. El voto al partido mayoritario o la opinión interpretada por un tribunal como fuente de verdad y sanción moral.

        Esto está sucediendo ante nuestros ojos y fue especialmente evidente en algunas discretas actuaciones de Peces-Barba por cuenta de Zapatero en cuyo reinado se pretendió no sólo alterar el diccionario a estos efectos sino cambiar la biología de forma que la única especie animal cuya vida diferenciada no comenzaba en la fecundación fuera, precisamente, la humana.

        Estamos poco despiertos ante este tipo de secta destructiva.

        Saludos

  7. Gregorio dice:

    Me ha parecido interesante su articulo…. pero creo que se podría ampliar. Ademas de plantearse el liderazgo de la nación a tan largo plazo, habría primero que intentar que esa cantera de futuros lideres fuese al menos democrática, por que de lo contrario lo que de allí salga, nunca lo será. Seguimos permitiendo que se incumpla la Constitución, pero luego nos quejamos de ella, los partidos deben ser democráticos internamente y todos sabemos que no lo son, pero solo es un incumplimiento más.
    Segundo habría que intentar volver a una democracia real, la actual es una democracia de partidos, donde los que depositamos el voto en las urnas, solo participamos de ella con ese gesto simbólico, basta de tener secuestradas las instituciones por los partidos, basta de ningunearnos a los ciudadanos…. en fin esto daría para mucho debate….. la pregunta es, ¿estamos dispuestos a mantenerlo?…..
    Un saludo

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