Cada vez hay más gente que desconfía de la política. Si a los que se abstienen les sumáramos los que votan sin ninguna gana nos encontraríamos con que solo una minoría confía en aquellos a los que vota. El descrédito de los políticos es ya casi un tópico, de tan generalizado que está. Sin embargo, son muy necesarios. A fin de cuentas, si las grandes empresas necesitan personas capaces que las dirijan, un país, que es una realidad mucho más compleja y que afecta a mucha más gente, necesita con mayor razón personas competentes que lo gobiernen. Y estas personas son, o deberían ser, los políticos.

¿Por qué inspiran tan poca confianza? ¿Qué tendría que cambiar para que no fuera así? Es clave encontrar la respuesta a esta pregunta porque afecta a una parte importante de nuestras vidas. Si la mayoría de los ciudadanos diéramos definitivamente la espalda a la política, la democracia se convertiría en una gigantesca tomadura de pelo. Y, sin embargo, la versión de democracia que tenemos en España admite todavía muchas posibilidades de mejora.

Sin duda una de las causas que nos han llevado a esta situación es el electoralismo. Entendemos como tal la tendencia de muchos políticos a priorizar el tipo de medidas que creen que les hará ganar votos, aunque no sean ni las más urgentes ni las más necesarias para el país. Esta tendencia conlleva también que se eviten tomar aquellas otras que, aún siendo necesarias, pueden hacerles perder votos; o que, simplemente, por dar frutos a muy largo plazo, no les merece la pena dedicarse a ellas al no poder rentabilizarlas electoralmente. Por ejemplo, a todos los políticos les encanta hacer grandes obras e inaugurarlas, aunque muchas veces su necesidad sea más que discutible. En cambio, por su impopularidad evitan, mientras pueden, hacer cosas como reformar las pensiones o el mercado laboral, aunque su necesidad sea evidente. Y entre las que se resisten a abordar en serio, por lo mucho que tardan en dar frutos visibles, podríamos citar la reforma del sector público, la del sistema educativo o la de la Justicia, pese a ser imprescindibles.

Un país necesita que sus dirigentes tomen las decisiones que realmente hacen falta, sean o no populares, y sean o no rentables electoralmente para ellos. Y se debilita, hasta abocarlo a crisis de todo tipo, cuando sus gobernantes posponen continuamente abordar los problemas clave por miedo a ser castigados en las urnas. Desde esta perspectiva, el electoralismo es como un cáncer para el buen gobierno de un país. Pero es que también lo es para la calidad del sistema democrático, al convertir la política en un ejercicio de fingimiento y de falseamiento de la realidad que llega al extremo de que acabemos viendo como normal que los políticos oculten todo aquello que no les conviene a sus intereses electorales. Lleva implícita, por tanto, la mentira y la manipulación sistemática.

El electoralismo es incompatible con la transparencia. Y con el respeto a los ciudadanos. Porque hace que el político los trate como si fueran ignorantes e infantiles. Como si lo importante fuera caerles simpático, haciendo y diciendo aquello que les pueda gustar, aunque no tenga nada que ver con lo que de verdad necesitaría el país. De este modo, la política acaba convirtiéndose en un despliegue de marketing, de fotos y de frases impactantes, donde importa mucho más saber eludir las preguntas comprometidas y manejar con soltura un discurso ambiguo y vacío de contenido, que contar las cosas tal como se ven.

En este juego de simulación y manipulación tienen también una buena parte de responsabilidad los medios de comunicación. Los periodistas y los propietarios de esos medios son, en demasiadas ocasiones, cómplices en la transmisión de una información sesgada y en la formación de una opinión pública limitada a una visión parcial y superficial de la realidad. Aficionados a los titulares efectistas y a las noticias de impacto, contribuyen decisivamente en muchos casos a un estado general de opinión basado en la simplificación hasta extremos caricaturescos.

Pero los ciudadanos también somos responsables. No vale refugiarse en el papel de meras víctimas y pasarse el tiempo acusando de todos los males al Gobierno de turno. Para empezar, y aunque suene a herejía, habría que preguntarse cuántas personas con derecho a votar estarían capacitadas para comprender lo suficiente de lo que realmente se necesita hacer en el país, a corto, medio y largo plazo, en el caso imaginario de que los políticos decidieran exponer con total sinceridad su visión al respecto. Seguramente sería un porcentaje reducido. Cambiar esta situación es una condición necesaria para avanzar en la calidad y autenticidad de nuestra democracia.

Supongamos que la mayoría de las personas que no tienen ni arte ni parte en la actividad política se comprometieran a formarse, a informarse y a seguir muy de cerca lo que hacen y dicen los políticos, a pedirles explicaciones sobre sus motivos e intenciones, y a denunciar públicamente sus errores y falsedades. La situación cambiaría, y mucho. ¿Es posible eso? Desde luego para adquirir el nivel de formación e información necesario se requiere un gran esfuerzo. A fin de cuentas la realidad sobre la que deciden, o debieran decidir, los políticos es compleja. Y sin comprenderla, al menos hasta un cierto punto, es difícil juzgar si lo están haciendo bien o mal. Probablemente también sería necesario que ese esfuerzo se organizara colectivamente de alguna manera, porque actuando cada cual por su cuenta, de forma individual, los resultados serían por lo general poco eficaces. No obstante, un protagonismo creciente de la sociedad civil en esta materia es otro de los requisitos necesarios para una democracia de calidad.

En mi opinión habría que empezar por plantearse cómo aspiramos a vivir y cómo debería funcionar la sociedad para facilitarlo. En función de ello es como tendría sentido construir una nueva concepción política realmente conectada con esas aspiraciones. Este proceso de reflexión y debate debería ser promovido desde los propios partidos políticos, dada su experiencia de gobierno, y en cualquier caso por los ciudadanos y la sociedad civil. Para ello haría falta, desde luego, que cambiaran muchas cosas: la actual concepción y funcionamiento de los partidos, la relación entre los políticos y la ciudadanía, y la propia forma de entender su participación en la política de la mayoría de los ciudadanos. Pero es esto lo que nos llevaría a una democracia plenamente desarrollada.

 

14 comentarios

14 Respuestas a “¿ES POSIBLE QUE EL ELECTORALISMO NO SE BASE EN LA MENTIRA?”

  1. Maquiavela Arrepentida dice:

    Muy lejos quiere usted llegar, amigo Bautista. Nos olvidamos frecuentemente de que los políticos no solo son los gestores de lo común, sino también los que deben liderar una sociedad. Por eso, no es cuestión de que el electorado se informe, aunque nunca está de más, sino de que el político tenga la honestidad y «limpieza» (¿se dice así?) mínimas para no utilizar sus privilegios en favor de su propio beneficio. Este no solo es el aprovechamiento económico, ¡solo faltaría!, tampoco el de las filias y las fobias de su retorcida y acomplejada mente. ¡Mire usted, acaso, la que nos lían los provincianos nacionalistas!

  2. José María Bravo dice:

    Hace unos días hablaba con una lectora de esta web, me decía, algo muy sencillo ,como que todos teníamos el diagnostico pero que esperaba ideas para solucionarlo y no las encontraba aquí. Es posible, como apunta Bautista, que las soluciones estén en nuestras reflexiones. El sistema democrático tiene como base la elección y esa elección es por mayoría. Bautista pregunta si esa mayoría esta cualificada. Cabría preguntarse cual es la cualificación?. Podríamos inferir, por artículos anteriores del autor, que es muy importante la educación. Entonces cabría enlazar este articulo con una aproximación a una teoría sobre el sistema educativo en nuestro país. Yo le pediría, como lector, a Bautista, una profundización sobre este tema tan importante.

    Bautista afirma que hay que hacer reformas de las pensiones, del mercado laboral , del poder judicial y que el electoralismo no lo permite. Esto se ha abordado muchas veces y hay mucha información sobre el asunto. Es cierto que hay mucha desinformación, también para buscar réditos electorales. Pero, si solo se enuncia, da cabida a diversas interpretaciones.

    Sería muy interesante para mi, a sabiendas de que la experiencia y la capacidad del consejo editorial de la web, que se plantearan teorías sobre todos estos asuntos. De esta manera, estoy seguro, tendría mucha dinamicidad la web.

    Yo creo que en los partidos políticos hay mucha gente «cualificada» y que ha estudiado estos temas. Pero, más allá de la buena o mala fe, encontrar la solución de los problemas socio-económicos es muy difícil. Ayudemos a encontrarlos.

    1. Manuel Bautista dice:

      Es cierto, como señala José Mª Bravo, que para lograr una calidad del sistema democrático es necesario aumentar la formación de los ciudadanos. No solo, pero eso desde luego. La cuestión es a qué clase de formación nos referimos y cómo obtenerla. Desde luego, no me lo imagino como una materia más a incorporar en el curriculo escolar. En principio, cabe la formación autodidacta: en esto, como en todo, cuando algo te interesa, lees, profundizas, etc. Sin embargo, creo que con tanta gente como hay, con una dilatada experiencia en la política y en la gestión pública, se podrían organizar «cursos» donde explicar a quienes les interese las «interioridades» de la gobernabilidad de un país, las alternativas que cabría, etc. Conozco una experiencia así y es interesante.
      Creo también que si proliferasen foros en internet, como este que estamos intentando promover, eso también contribuiría.

  3. Susana Pacheco dice:

    Del gobierno de los hombres
    Los discursos «de los políticos» me resultan ¡tan huecos, acartonados y aburridos¡… ¿qúiénes son los mejores?, ¿es lícito que los que gobiernan no cumplan sus promesas electorales?, ¿lo es cuando distribuyen de forma agraciada unas prevendas que complacen a unos pocos?. El «papa» Estado es «generoso» con sus administrados. Se separa «la mayoría» de los que nos «gobiernan». Pero quién es esa «mayoría»… ¿acaso somos los altos, los bajos, los ricos, los pobres, los cojos, los ciegos, los viejos, los jóvenes, losniños, los bebes, los fetos, los perros, los gatos, los toros, las bacas, los campesinos, … ¿qué nos iguala?.. ¡ah, es el número de votos¡.. pero ¿el gobierno no es paa todos?. ¿es correcto decir mayoría o habría que decir mayoría-mayorío por aquello del género?.
    Se nos ha colado un virus que destruye el significado de las palabras.. y eso ¡cuando hablamos¡. Los que ayer hablaban y no paraban, hoy callen y en silencio y «aparentemente» absortos miran de soslayo a un punto del espacio y vigilan si se irá la visita impertinente que celebra la formación del último gobierno. ¿Cuando empezaremos a romper el pensamiento binario de amos y esclavos, víctimas y verdugos, reprimidos y represores?. Vencedores y vencidos, los unos y los otros, donde ayer unos triunfaban hoy se levantan los vencidos, «la rueda de la fortuna» lo llaman unos, «un movimiento sin fin» le llaman otros.

    Alguien del campo de la ciencia nos advierte de4 la siguiente paradoja: «ante la pavorosa autoridad que le hemos dado a la ciencia, ésta ahora nos dice que pusimos nuestra fe en algo erróneo. Hemos intentado lo imposible: renegar de nuestra participación en el universo… Y les hemos delegado esa responsabilidad a los científicos que vienen a decirnos: «no estamos seguros pero hemos reunido pruebas que indican que la clave para la comprensión del universo eres tú».
    Sustituyamos ciencia por política, o por el dios dinero, o por «sociedad del bienestar» o «primer mundo»… esos dioses que se entronizaron en nuestras vidas y de pronto nos han abandonado.. ¿¿qué más ha de pasar para que caiga de nuestros ojos el velo de maya?
    La libertad no es un derecho que reclamar a nuestros padres, o próces políticos, la libertad se conquista fruto del conocimiento. La vida no es un derecho es un misterio por eso ha de ser venerado y contemplado además de preservado…fente a ello se erige «el derecho a decidir», el derecho que le da el poder,
    Para terminar sólo se me ocurre que sólo si «los mejores» presiden el gobierno de los pueblos se congregarán sociedades más amables, generosas y prósperas en torno a él. Los mejores deberían estar avalados por una larga trayectorio de una vida consagrada al bien común, con entrega, generosidad y amor, si no hasta entonces iremos asistiendo a las escaramuzas que unos y otros (gobernantes y gobernados) entretejen para salvar la cara (y algunos ostensibles beneficios materiales).

  4. José María Bravo dice:

    Yo creo, firmemente, aceptando que poner o quitar una asignatura escolar como «Educación a la Ciudadanía» no soluciona el asunto, que este tema, el de la educación, es muy importante. He pensado en varios libros o articulos que tratan el asunto. La importancia de esto viene de lejos. Platón, en su República, hace de la educación, en la sabiduría, el eje de la convivencia. Nietzsche, basándose y discutiendo idealmente con Platón, pone el eje de la filosofía en el Arte, en la transformación a través del conocimiento critico que renueva. Ya Confucio, en sus diálogos, era enemigo acerrimo de la especialización. En una conferencia sobre educación, un pensador español, Eduardo Perez de Carrera, habla de que, nuestra educación,nos ha llevado a una disociación al establecer la educación por materias. Noam Chomsky ha escrito un libro que se llama La (des) Educación y habla de la necesidad de que los educadores rechacen el adiestramiento tecnocratico.

    Este tema da para mucho. Yo creo que no se puede zanjar con un articulo. La educación, la cultura, el arte hacen al hombre. Hacen la política, la convivencia.Por ejemplo el sufismo dice esto: «el sufismo es cortesía espiritual: cortesía con cada instante, en toda circunstancia y en todo momento». Esto es vida en sociedad, educación.

    Yo pediría que este tema diera oportunidad a un debate intenso. Los demás sistemas vienen por añadidura. la reflexión sobre estos cambiaría con mayor desarrollo de nuestra consciencia.

  5. TOTO dice:

    la educación es importante como dice manolo, pero también me gustaría añadir que internet, como “nueva” herramienta de interconexión entre seres humanos, todavía alberga en potencia, en mi opinión, grandes avances que seguro tendrán en la sociedad un impacto aún mayor de lo que hemos visto hasta ahora… la wikipedia puede ser un ejemplo de sobra conocido en el plano educativo, por eso me gustaría destacar,
    http://demo4punto0.net/
    que propone, en el ámbito de españa, la posibilidad de descontar una pequeña cuota de representación a cada uno de los 350 diputados que representa a los ciudadanos mayores de edad en el Congreso… y que sería, como mínimo, una manera de supervisión del poder político y una manera de alentar una democracia más participativa

    1. Manuel Bautista dice:

      Toto, coincido contigo en que internet es una magnífica herramienta de participación política, pero por las posibilidades de compartir reflexiones, opiniones, debates y, en definitiva, como herramienta de aprendizaje y de ´creación de opinión. Pero confieso que no me convence como herramienta de «democracia directa». Ya sé que sería técnicamente posible votar desde tu casa, pero ¿con qué criterio? Con el nivel de formación e información que sospecho que tiene el promedio de los ciudadanos de este país (y los de los países vecinos), me imagino cómo se decidirían los presupuestos del país, por poner un ejemplo. Todos nos apuntaríamos a votar a favor de, qué se yo, subir las pensiones, el I+D, la ayuda a los países del tercer mundo, etc., etc. ¿Y cuántos de los que votasen dsde su casa se responsabilizarían de «cuadrar» las cuentas? Pongo este ejemplo porque ahora está calentito lo de las cuentas públicas, pero hay muchos otros.
      Estoy de acuerdo contigo en que los parlamentarios no nos representan nada bien, y que internet puede ayudar mucho a mejorar la calidad de esta democracia, pero antes de que llegáramos a la democracia «directa» habría que mejorar muy mucho el nivel medio de formación de los votantes.

      1. Estanislao Gargayo dice:

        ¿El nivel de formación de los votantes, Sr. Bautista?
        ¿Y cuánto puede importar que lo subas o lo bajes si con un nivel u otro todo el mundo va a tener el mismo derecho al voto?
        Con un nivel u otro todos votaremos aquello que entendemos que va a beneficiarnos; tanto el que está asfaltando carreteras por un salario mínimo como el parado o el pensionista (sea cual sea su pensión) o el ejecutivo de alto standing o la jovencita (o no tan jovencita) interesada en que la dejen abortar cuando ella quiera como el o la filántropo/a que lo que busca…
        No, mira, ahí se me ha ido la pinza. Ni el filántropo ni la filántropa me sirven para el ejemplo que estaba intentando poner.
        Los filántropos son otras harinas de otros costales; los filántropos son, todo el mundo lo sabe, personas que se distinguen por el amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad (definición de la RAE).
        Esto me lleva, así como que sin darme ni cuenta, a que lo bueno sería que nada más votasen los filántropos.
        Pero, sigo liándome, ¿con qué criterio seleccionaríamos todos los demás a esos filántropos que serían los que votasen?
        Porque, digo yo, los que se presentaran como candidatos a votantes presumiendo de ser filántropos… ¿merecerían la credibilidad de sus conciudadanos?
        No. Para que un ciudadano (o ciudadana) tenga por cierto que tal o cual de entre sus congéneres es un filántropo ha de saber, por sí mismo y con su propio olfato, detectarlo.
        Pero, y me surge aquí otra duda, ¿cómo sabrán detectar entre la multitud a un filántropo quienes no conozcan de primera mano o en carne propia qué es eso de “ser filántropo”?
        La única solución que se me ocurre, por abreviar, es que todos los habitantes del planeta —pero TODOS, sin excepción — lleguemos a filántropos cuanto antes.
        Entre tanto sugiero que todas las democracias del planeta mundo queden en suspenso y que, mientras nos aclaramos, nos gobernemos cada cual — teniendo siempre en mente (eso es importante) el no dejar ni por un instante de ensayar en eso de la filantropía —como mejor sepamos.

  6. Iñigo dice:

    Amigo Manolo!,primeramente me preguntaría sobre quien discierne sobre la capacidad de los políticos, es decir como se elige a estos y ¿porqué?, creo que en gran medida estamos en manos de gente en general poco preparada para el cometido a realizar y esto me parece muy importante, en cuanto a que la democracia la hacemos todos estoy deacuerdopero la democracia la controlan y gobiernan esos poderes que la utilizan no precisamente de un modo altruista, creo que de esto sabes bastante mas que yo , pero mi intuición me dice que con este sistema de administración de poder no podemos evolucionar mucho como pais, creo que estamos en uno de los paises donde los políticos están menos preparados, y quizás a los que de verdad lo están no les dejen entrar……mucho tiene que cambiar para que se pueda creer en que van a hacer un buen trabajo.

  7. Marta dice:

    El artículo de Manuel Bautista me parece excelente, tanto en su tesis como en el tono en que la expone.

    También yo percibo en nuestra sociedad un descreimiento y un desinterés enorme hacia la cosa pública. Pero creo que no es así en todas partes ni siempre ha sido así en España. Por ejemplo, en Francia hay un animado debate público constante y en Estados Unidos, un alto nivel de participación ciudadana, directa o a través de las asociaciones y grupos de interés. En cuanto a España, echo de menos los años en que la gente vivía la actualidad política y cultural con interés activo. Se seguían los debates políticos, la gente estaba al tanto de las noticias, leía el periódico, se manifestaba, opinaba y votaba con convicción. Nuestra democracia ha nacido y se ha hecho vieja en tan sólo 30 años. ¿Qué ha pasado?

    No creo que la causa se reduzca a que los políticos han caído en el electoralismo, aunque me parece muy cierto que es así; ni a que la vida se ha complicado y la gente no está formada para entender la complejidad de los asuntos públicos, cosa que también es verdad. Lo que ha ocurrido, a mi juicio, es que el país ha quemado etapas históricas sin asimilarlas, se ha saltado pasos y antes de que la madurez democrática arraigara, se ha precipitado en la decadencia. Como sociedad, hemos desechado un modelo ético sin haber terminado de construir otro.

    Creo que el empobrecimiento moral ha sido tremendo y, con él, nuestro grado de tolerancia: lo aguantamos todo. Han desaparecido o se han debilitado las referencias éticas, los principios y los valores. Pero esa amoralidad no es privilegio de gobernantes sino que domina igualmente el sector privado y hasta las relaciones personales. Todo vale, la mentira y la ocultación están a la orden del día, no se piensa en el bien común sino en medrar, mantenerse en el cargo o salir del paso. No se emprenden proyectos duraderos, no se busca la mejora ni el avance real, no se toman decisiones ni se asumen responsabilidades; únicamente se despliega una actividad tan frenética como hueca, se fabrica un producto inmediato, que sea aparente, que “venda”, o simplemente se emprende la huida hacia adelante.

    Los políticos y demás dirigentes o líderes sociales son, a la vez, producto y causa de todo esto, en un círculo bastante vicioso. Pero que, como casi todo, se puede cambiar, estoy convencida, pero hay que querer hacerlo y trabajar por ello. Esta tarea no requiere buscar o fabricar “filántropos” sino contar con tantos y tantos ciudadanos que aún tienen ideas sobre lo que quieren para su comunidad, más allá de su propio beneficio o interés particular.

    No creo que el camino sea implantar la democracia directa ni el mandato imperativo. Una sociedad de masas, con una enorme complejidad y urgencia en los asuntos comunes hace impensable la gestión asamblearia. Ni siquiera en los pequeños cantones suizos se puede decidir todo en referéndum. Por otro lado, es peligroso idealizar formas plebiscitarias como las que encumbraron a un monstruo como Hitler. Tampoco me parece ni mucho menos deseable el gobierno de las élites, que en realidad es una aristocracia que representa sólo sus propios intereses, o un supuesto gobierno de “los mejores” en el que poderosos oligarcas, caciques o tiranos son quienes se autocalifican como tales.

    Estoy plenamente de acuerdo con MB en que el cambio tienen que hacerlo los partidos políticos, sean los que hay pero profundamente transformados, o sean quizá otros nuevos; pero los partidos son intermediarios imprescindibles sobre los que habrá que tratar de influir, suscitando y extendiendo opinión desde nuestro círculo profesional, social y personal por cualquier medio, como puede serlo este blog. Pero no sólo a través de los partidos, sino también fomentando otros cauces de participación ciudadana directa, que cohesionen y sirvan para trasladar inquietudes, pues hoy parece que sólo los poderosos y su clientela tienen acceso a los centros de decisión. También la formación y la información son importantes, pero sin pretender llegar al detalle de todo. Creo que lo que hay que tener es criterio, referencias sólidas que permitan formarse una opinión, sin necesidad de ser especialistas en cada campo, lo que sería desde luego inalcanzable. Cualquier vehículo para formar e informar puede ser válido, empezando por la educación escolar, por supuesto, pues cuanto antes comiencen las personas a convertirse en ciudadanos conscientes de sus derechos y de sus deberes, con conocimientos, principios éticos y criterio, mucho mejor.

  8. Miguel Ángel Mendo dice:

    Rescato estas palabras de Marta, con las que estoy muy de acuerdo:
    «Lo que ha ocurrido, a mi juicio, es que el país ha quemado etapas históricas sin asimilarlas, se ha saltado pasos y antes de que la madurez democrática arraigara, se ha precipitado en la decadencia.»

    Un ejemplo más de ello son los sindicatos que tenemos. Otra cita:

    «No es posible negar que el papel político que desempeñan los sindicatos españoles, su forma de financiarse y su incrustación en muy diversas instituciones, constituye una de las más evidentes formas de pervivencia del franquismo, la continuación de una especie de estado corporativo que resiste a la democracia a través de muchas instituciones y reglas de juego que se han incrustado en el nuevo orden constitucional.
    No es razonable discutir ni la existencia de los sindicatos ni su derecho a discrepar, ni siquiera ese derecho a la ceguera que les lleva a identificar las políticas de izquierdas como las más convenientes para quienes se supone defienden. Es lógico que haya un poder sindical y sería muy conveniente que se desarrollase al margen e independientemente de la dinámica política ordinaria, pero eso no es lo que sucede en España. Con muy escasas excepciones, nuestros sindicatos son unas corporaciones burocratizadas que viven exclusivamente de los caudales públicos, que los administran con un opacidad que no presagia nada bueno ni decente, y que actúan conforme a una lógica política enteramente ajena a los intereses reales de los trabajadores, aunque muy coherente con los intereses corporativos de la cúpulas directivas, un grupo bien nutrido e impermeable de dirigentes que se perpetúan en sus puestos al tiempo que reciben suculentos ingresos de los órganos corporativos en que se han enquistado.»

    Pero es interesante y valiente todo el artículo:
    http://www.pormiquenoquede.com/2012/02/sindicatos.html

  9. Manuel Bautista dice:

    Comparto plenamente el comentario de Marta. Coincido en que «los políticos y demás dirigentes o líderes sociales son a la vez producto y causa de todo esto». Tampoco creo, para nada, que el camino sea implantar una especie de democracia directa. Pero, aprovechando este grado de coincidencia, yo daría un paso más. No sé si nuestra democracia, en estos 30 años, se ha hecho vieja o más bien se ha hecho descreida. Es la famosa desilusión. Parece como si, de alguna manera, la gente hubiera confiado en algún momento en que a través de la democracia, de la política en definitiva, fuera posible alcanzar una sociedad mas «satisfactoria» (sin que esté claro qué significa eso) y se encuentran que no solo no es así, si no que cada vez está más «en retroceso». En mi opinión, como bien dices, ha fallado un sistema de valores. Al enfocarlo todo, o casi todo, hacia el éxito material, económico, nos estamos ahorcando en nuestra propia soga. Al reducir toda la política al crecimiento económico, cuando éste falla, sin perspectivas de futuro, parece que solo queda tirar la toalla.
    Aparte de presionar a la clase política para que cumpla su papel y lidere una auténtica regeneración ¿moral?, y de movilizar a la sociedad para que se corresponsabilice con el reto de salir «hacia delante», sospecho que también sería necesario reelaborar, de arriba abajo, el discurso sociopolítico. Me atrevería a decir que habría que afrontar una revisión del tipo de vida, y de sociedad, que queremos. Si nos empeñamos en mantener únicamente el discurso del crecimiento económico nacional versus el éxito económico personal, me temo que no vamos a llegar nunca a tener una sociedad ilusionante.
    Es decir, no creo que nuestra democracia se haya quedado vieja (que, en cierto sentido, también) lo que yo diría es que se ha «decepcionado». Pero creo que de una forma bastante inmadura, porque al mismo tiempo la gente no parece dispuesta a luchar contra ello, definiendo cómo deberían ser las cosas para no estar en este estado de decepción. En el fondo esta decepción puede ser una oportunidad para que emerga, desde «abajo», un movimiento de regeneración que de un nuevo impulso a todo esto.
    A mí me gustaría que este blog contribuyera a eso. Ya veremos.

    En cuanto a lo que dice Iñigo, yo coincido contigo que el nivel medio de nuestra clase política (aquí y en el resto del mundo) es bastante mediocre, pero eso no debería ser nunca esgrimido por la ciudadanía como pretexto para la pasividad. Porque ahí también se peca de irresponsabilidad.

  10. José María Bravo dice:

    En este ilusionante intercambio de comentarios entre Marta, Mendo y Manuel queda algo que me gustaría anotar: parece increíble, a la luz de hoy, que lo que ha sido fruto de un perfeccionamiento del Estado de Derecho como ha sido el Estado Social ,con la creación de los partidos políticos y sindicatos para defensa de la igualdad. Se haya convertido en el problema.

    La constitución española dice que España es un «Estado social y democrático de Derecho» esto era, es un avance constitucional significativo porque introduce, frente al simple Estado de Derecho, una defensa del individuo. Al decir Estado Social implica la dignidad del hombre, su derecho a la educación, a la sanidad, a un salario digno, su derecho a la huelga, a protestar por su igualdad, etc. Para eso nacieron los partidos políticos y los sindicatos. Para eso se legalizaron todos los partidos, para eso se construyo la paz social. Como dice Manolo, ahora todo es la economía. La constitución española tiene una riqueza filosófica muy rica. Los legisladores leían a Kant, a Leibnitz, se fundamentaban en la sabiduría. Ahora la tecnocracía nos ha convencido que lo bueno es el Estado de Derecho, que al final defiende y legitima al poderoso. Para no hablar del Estado de Bienestar que se ha vuelto una teoria neocapitalista acogida por los neoliberales.

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