¿Es tolerable que legislen sobre lo que ignoran?

Recuerdo una conversación con un ministro, hace años, en la cual me vino a decir en cierto momento que en política la apariencia es la realidad. Se refería a que, cuando en la sociedad cala una determinada versión sobre un hecho, aunque sea falsa, en términos políticos hay que partir de ella como si fuera la verdad (salvo que fuera posible cambiar esa percepción social).

Lo cierto es que en nuestra sociedad hay una fuerte tendencia a confundir la realidad con las apariencias. En parte porque los medios de comunicación, jaleados por las redes sociales, promueven verdades construidas en la inmediatez de las noticias y sin apenas análisis. Pero a ello se une, además, el convencimiento de que se puede aplicar en casi todos los ámbitos de la sociedad el principio democrático de que la razón la tienen las mayorías. De modo que, si se llega a una opinión mayoritaria y firmemente asentada, esa opinión se convierte en certeza. Si luego, además, llegan los políticos y aprueban leyes para consolidar esa opinión, nos encontramos ya con un corpus doctrinal que, en manos de los jueces, se convertirá en la verdad a todos los efectos.

Sin embargo, esto, que puede ser aceptable para muchas cuestiones, no lo es para otras. Desde luego, no lo es, o no debería serlo, en aquellas sobre las que la mayoría no sabemos casi nada. Por mucho que seamos mayoría. Por ejemplo, si alguien se pone a opinar sin tener ni idea sobre algún tema que esté en la frontera del saber científico hará el ridículo. Pero si los que opinan son nada menos que nuestros parlamentarios y, además, pese a no saber casi nada sobre ciertos temas, se lanzan a legislar sobre ellos, el resultado puede ser de auténtico esperpento. Pues esto es lo que sucede, por ejemplo, en relación con la vida humana: es tanto lo que se ignora que sorprende cómo puede haber alguien que tenga la osadía de ponerse a regular cuestiones que conciernen a su inicio o a su final.

Por citar algunos de los aspectos en los que la ciencia se mueve a tientas, no se sabe, por ejemplo, qué características básicas son las que nos definen como seres humanos. Tendemos a creer que son nuestras facultades cognitivas o, en términos más amplios, nuestra mente o consciencia. Sin embargo, hasta ahora, los neurocientíficos no han podido definir qué es la consciencia, en qué partes de nuestro cerebro o de nuestro organismo se localiza, ni cómo se genera. Tampoco cuándo surge por vez primera en la vida de una persona o cuándo desaparece del todo. Numerosas evidencias clínicas con pacientes que han sufrido lesiones en ciertas partes del cerebro muestran determinadas restricciones en el funcionamiento habitual del habla, la visión, la memoria o de otros aspectos de nuestra mente, pero no hay modo de saber si dichas funciones residen en las zonas lesionadas o si solo las necesitan como un eslabón intermedio de su cadena de producción; como sucede, por ejemplo, con las manos en nuestro funcionamiento motor o con el aparato vocal en relación con el habla. Como he tratado este tema en otro artículo no me extiendo más.

Tampoco está nada claro que nuestra realidad física como seres humanos se limite a lo que encierra nuestra piel o a la materialidad que palpamos de nosotros. En parte porque el mismo concepto de materia resulta muy esquivo y, en parte, porque los medios técnicos más avanzados que emplean los científicos no alcanzan a desvelar del todo su composición y estructura íntima, ni por tanto permiten conocer su extensión con claridad. Además se sabe que, llegado un punto, esa materia se convierte en energía, lo que aún hace más difícil establecer los límites de nuestra realidad.

Tampoco se sabe qué es exactamente la vida. En la literatura científica se pueden encontrar más de 40 definiciones distintas. Pier Luigi Luisi, reputado científico que ha dedicado gran parte de su vida a esta cuestión, hace pocos años en su libro “La vida emergente. De los orígenes químicos a la biología sintética” hacía el siguiente comentario: “He observado con resignación que es prácticamente imposible que físicos, químicos y biólogos se pongan de acuerdo sobre qué es la vida. (…). El que haya tantas visiones diferentes indica una obviedad: que ninguna es lo bastante determinante y convincente para la mayoría de los científicos”. Huelga decir, por tanto, que sin tener clara esta cuestión es imposible saber cuándo un ser comienza a estar vivo y cuándo deja de estarlo.

El mismo concepto de realidad que manejamos es, en gran medida, una ficción. Por ejemplo, se sabe que el mundo fenomenológico que vemos con nuestros ojos ocupa una porción ínfima del espectro electromagnético. Concretamente, si este espectro se extiende desde ondas con longitudes enormes, de muchos kilómetros, hasta ondas muy cortas, del orden de la cien billonésima parte de un metro (10-14 metros), el ojo humano solo puede captar aquello cuya vibración se encuentra entre los 400 y los 700 nanómetros de longitud de onda (1 nanómetro equivale a la mil millonésima parte de un metro, 10-9 m). Por tanto, si solo nos guiásemos por lo que ven nuestros ojos (y algo similar sucede con nuestro tacto o nuestros oídos), creeríamos que el mundo se reduce a lo que hay en esa pequeña banda. Sin embargo, sabemos que la realidad es mucho más amplia y que se extiende por la inmensidad del espectro que no vemos, gracias a que determinados aparatos –antenas de radio, TV, equipos de rayos X, etcétera– nos permiten captar parte de ella. Pero es probable que haya mucha más porción de la realidad que seguimos sin detectar. Así que lo lógico es partir de la base de que la realidad que conocemos es una ínfima porción de la que de verdad existe, y que, naturalmente, toda ella influye en la parte que nosotros captamos, aunque no sepamos de qué manera lo hace. En estas condiciones, ¿de qué realidad hablamos cuando nos referimos al ser humano? ¿De la porción que somos capaces de percibir con nuestros sentidos y nuestros aparatos o de la totalidad que, quizás, se extiende por todo el espectro electromagnético?

De todo esto son plenamente conscientes los científicos desde hace mucho tiempo. Sin embargo, seguimos actuando socialmente como si lo supiéramos todo acerca de nosotros y de nuestra vida; como si no necesitáramos saber nada más para tomar decisiones sobre ella. Creemos que todo esto de lo que estamos hablando son cosas de científicos, que no nos afecta y que tampoco tiene nada que ver con las leyes que hacen los políticos en este ámbito. Pero no es verdad. Dejamos, e incluso exigimos, que el Parlamento legisle, cuando no tienen, ni de lejos, el conocimiento imprescindible para hacerlo. Ni ellos ni los jueces que dictan sentencias a partir de esas leyes.

Ateniéndonos solo a lo que se sabe sobre los límites del conocimiento científico, es obvio que la idea que comúnmente tenemos de lo que es un ser humano, de cuándo se inicia su vida y de cuándo se termina, se basa en gran medida en apariencias y no en realidades firmemente establecidas. Apariencias que, aun pareciendo muy convincentes, muy probablemente son falsas, al ser una parte manifiestamente reducida e incompleta de su realidad.

Soy consciente de la complejidad y de la gran cantidad de matices que tiene el tema del aborto, desde un punto de vista social y personal, y como ya lo he tratado en otro artículo no me extenderé sobre ello. Pero lo que quiero señalar ahora es la frivolidad con la que se legisla un asunto como este, habida cuenta de lo muchísimo que se ignora sobre la vida humana y su formación.

Lo grave es que, para la mayoría de la gente, que no está al tanto de lo que sabe o no la ciencia, el hecho de que los parlamentarios legislen sobre el aborto es una señal inequívoca de que el tema debe estar muy claro y de que ellos saben lo que se traen entre manos. Así que, si dicen en una ley que se puede abortar libremente a partir de no sé qué semana, tiene que significar que si se hace antes, no pasa nada. Por eso, cualquier legislación que autorice el aborto tiene un efecto secundario perverso: será interpretada por mucha gente como un aval para la decisión de abortar; y, por tanto, como un cierto estímulo para hacerlo.

Lo verdaderamente sorprendente de todo esto es que, si nadie puede saber con un mínimo de certeza en qué momento el feto reúne las condiciones para poder ser considerado como un ser humano, ¿cómo puede ningún parlamentario aprobar una ley que autorice el aborto si se hace antes de una determinada fecha y lo penalice si se hace después? ¿En qué clase de conocimiento fundamentan esa fecha? Y si no tiene un fundamento razonable, ¿con qué autoridad deciden esa fecha, sabiendo que puede ser errónea y que, en tal caso, podría estar produciendo la muerte de miles o decenas de miles de seres humanos cada año? ¿Es tolerable que los parlamentarios legislen sobre cuestiones que desconocen? ¿Qué clase de democracia se construye así?

23 comentarios

23 Respuestas a “¿Es tolerable que legislen sobre lo que ignoran?”

  1. Manu Oquendo dice:

    Si nos mantenemos en el ámbito de lo biológico parece evidente que existe un ser humano desde la fecundación. Un ser de la especie humana.

    Lo mismo que sucede con todos los seres animados de cualquier especie: la fecundación produce una nueva vida en todos los textos de biología en todo el mundo.

    El colmo de la incoherencia es que aquí también ….si la mujer quiere que viva el niño. El criterio cambia en función de lo que la madre quiere.
    ¿Quiere que nazca? Es vida humana con derechos.
    ¿Quiere que muera? No lo es.

    A este nivel de cinismo hemos llegado

    Sólo un Poder Político sin más criterio que la búsqueda del Voto y el Dominio se expone al ridículo de buscarle tres pie al gato para dar… vía libre a la Muerte.

    Por eso lleva seis años el Constitucional Paralizado en el más Absoluto descrédito. Incapaz de decidir si violenta a un Partido y al Poder o si defiende la Vida. ¿Cómo un Sistema con este tipo de Tribunal en su cúpula pretende Preservar Legitimidad Otorgada?

    El Poder debe ser capaz de redefinir todo en función de sus intereses. Por eso necesita el Relativismo como el Aire.

    Por eso el embrión de Buitre del Penedés está protegido en el Código Penal y el Humano despenalizado.

    Por eso un polvo es un derecho Sagrado y una Vida no lo es.

    Parece que Hemos llegado al punto de no retorno en el sendero de la sumisión intelectual a la miseria.

    Esto es lo que ha dado de sí el Sistema de «La Modernidad» y como vemos dista mucho de poder ser ejemplo de nada salvo de un Cinismo Escatológico.

    ———–

    Pero el artículo de D. Manuel Bautista se adentra en territorios previos a lo Biológico y, más allá de la Física, entra incluso en la Metafísica.

    En algún momento todos hemos de intentarlo. Lo hacemos gateando y a tientas pero es un viaje inevitable.

    Y en cuanto se inicia el camino lo que desaparece no es la Vida ni mucho menos la biológica. Todo lo contrario. Es el momento en el que se comienza a necesitar Repasar la Definición de Vida.

    En el Ferrater-Mora –el mejor diccionario filosófico que conozco–la definición de Vida ocupa seis páginas en letra pequeña. Se nos queda corto.

    Tras darle algunas vueltas hoy creo que Vida son los procesos y las fuerzas que reconstruyen los efectos de la Entropía que nos rodea. La vida es Sinergia.
    Exactamente como la que se produce para que nazca un niño, o un buitre o una manzana o una Galaxia.

    La vida es la otra cara del caos y es la que nos permite discernir la armonía.

    Enhorabuena por recuperar un tema que va mucho más allá de lo aparente.

    Buenos días

    1. Alicia dice:

      «un polvo es un derecho Sagrado y una Vida no lo es». Manu, qué bien lo has expresado. Y qué veraz. Esta in-civilización nuestra a llegado a un punto absolutamente enloquecedor.
      Muchas veces pienso, imagino, una mujer que pare y por la circunstancia que sea el hijo muere. Entonces luto y lágrimas. Si a ese mismo hijo lo mata antes de nacer aquí no pasa nada.

    2. Manuel Bautista dice:

      Como bien dices, Manu, toca profundizar en lo que es el Ser Humano y la Vida.

      Reconociendo que eso supone adentrarse en terrenos inexplorados, lejos de la confortabilidad de las certezas científicas y de todo tipo de doctrinas, pero asumiendo que probablemente nuestra realidad llega mucho más lejos y es mucho más compleja de lo que nos apetece asumir.

      Entiendo que parte del problema es que quizás nuestra capacidad cognitiva y racional se nos quede manifiestamente corta e insuficiente como herramienta de comprensión, asimilación o captación de esa realidad que nos define, y eso nos obliga a movernos en un vacío mientras buscamos como podemos otras vías.

      Es un asunto que naturalmente nos desborda, pero que no puede esconderse bajo la alfombra.

      Muchas gracias, Manu

      1. nati valle dice:

        sinceramente creo que la ley no puede sustituir la conciencia; a lo sumo, paliar su ausencia.
        gracias por profundizar en ella.

  2. Xema dice:

    Buenas, yo no soy nigún entendido en la materia sobre la que se expresa en la opión. pero ciñendome al titular del artículo
    Si entiendo que un político no es un entendido en todas las materias en las que se ve involucrada su cargo. Es mas, posiblemente sus conocimientos personales nada tienen que ver con la cartera para la que ha sido asignado.
    Partiendo de esa base cualquier actitud, decisión, ley o aplicativo restará a la voluntad de la crítica de la mayoría, profesionales, técnicos, entendidos, etc..
    Lo cierto es que si yo fuera político ciertamente me vería influenciado, aconsejado e informado por el entorno donde se desenvuelve la matería y creo que muchas de las decisiones son tomadas a conciencia y con sus consecuencias. Y si es una decisión que contenta a una mayoría mejor que mejor.
    Pero alguien tiene que decidir y nos guste o no nos guste las leyes están para cumplirlas.
    Otra cosa es que esas leyes pueden rebatirse, ampliarse, cambiarse o anularlas. Si es una democracia participativa (que no es el caso) siempre estariamos a tiempo de corregir.
    Saludos

    1. Alicia dice:

      ¿Y si es algo que contente a la mayoría mejor que mejor?
      En que las leyes están para cumplirlas no cabe desacuerdo. Pero que las leyes seas respetuosas con la ética puede ser, en según qué casos, no poco discutible.
      Y que algo sea legal no exime a nadie, por más que respete cuidadosamente la ley, de estar actuando de manera incorrecta.

  3. Alberto Donaire dice:

    Con todo respeto, Xema, y como es lógico, las leyes están para cumplirlas, contestarlas o para desobedecerlas. Y no sólo las desobedece el delincuente sino también el que considera que no debe someterse a una ley injusta. La desobediencia civil es una opción más que plausible, en algunos casos es, o debiera ser, inexcusable.
    Gracias

  4. Alicia dice:

    Manolo, has escrito un artículo del todo maravilloso.
    Miles de gracias.

    1. Manuel Bautista dice:

      Gracias a tí, Alicia, por tu participación y por tu apoyo a quienes hacemos este blog.

      Un abrazo

  5. duende dice:

    Donde reside el orígen del problema que plantea Manuel?, ¿En la ignorancia de los que legislan? ¿O en la victoria del mal que reside en el ser humano como origen?, ¿Podemos calificar esta situación como fruto de la ignorancia?¿O es muy arriesgado que hay un plan prefijado de otro tipo de fuerzas ocultas que lucha contra el origen de la vida?.

    Os planteo esta duda ya que en mi opinión suponemos un origen natural del avance de la ley y dejamos de lado posibles razones infinitamente mas complejas que se apoyan en la existencia del mal.

    saludos

    1. Loli dice:

      Donald Trump, al que le cuesta mucho pensar, (según personas de su entorno cercano se sienta en su despacho, horas y horas…intentándolo), parece que ha renunciado a llevar en su programa una propuesta para «castigar» a las mujeres que aborten.

      Seguir por ese camino de «buenos y malos», es seguir sin asumir que todos estamos interrelacionados, y que, por tanto, todos somos responsables….puede que en distinta medida, y no precisamente en la secuencia o en el orden que nos imaginamos…, de que se conculquen leyes principales, leyes que rigen principios como la vida y la muerte, que aún no hemos descubierto….y que están por encima de lo que decidamos o no legislar, sencillamente, porque las desconocemos.

      Nunca he tenido muy claro un principio jurídico que indica que la ignorancia no exime de responsabilidad.

      El otro día, hablando con alguien, me aclaró que responsabilidad está ligada a la capacidad (aunque ésta no esté aún desarrollada) implícita en cada uno de nosotros.

      Su desarrollo (supongo), depende de cómo gestionemos nuestras vidas, en virtud de las posibilidades que se nos brindan…y del trabajo que hagamos con ellas y nuestra potencialidad preexistente.

      De ahí, entiendo, que la «responsabilidad» sea inherente…porque la capacidad (más o menos desarrollada, más o menos expresada…) siempre está ahí, y siempre es mayor que lo que somos capaces de demostrar o exteriorizar.

      Por eso, aquéllos en quienes se delega la organización y funcionamiento de una sociedad, de un país, los políticos, gobernantes, legisladores, tienen un papel muy importante en el trabajo de facilitar el conocimiento, la comprensión, la educación y la cultura en una realidad compleja, y fomentar su búsqueda, no su manipulación ni su bloqueo bajo certezas que no lo son, y solo conducen a la confusión y la ignorancia.

      Ignorancia que seguirá atropellando leyes superiores, de cuyo quebrantamiento y posteriores consecuencias….todos…somos y seremos responsables.

  6. RBCJ dice:

    Ni la ciencia de Pier Luigi Luisi ni el diccionario de filosofía Ferrater-Mora son definitivos en sus afirmaciones. Esto significa que no sabemos pero no aporta nada preciso sobre si un tema como el aborto debe o no ser regulado, debe o no el Estado supervisar una actuación médica al respecto…Nos guste o no estamos en un Estado de derecho sin duda imperfecto y hasta en cosas que no conocemos bien y probablemente nunca conozcamos parece que hay que generar algún estatuto jurídico para proteger a madre e hijo. No entro en el contenido de lo que sea mejor , no sé bien aunque tenga mis principios lógicos y emocionales, entiendo que como todo el mundo. Sin duda los legisladores no saben ,los expertos llamados a asesorar se supone que bastante más pero insuficiente. Un dilema como muchos otros. Qué podríamos pedir como ciudadanos aunque resulte imposible?. Que unos y otros se pongan de acuerdo con el asesoramiento de los que saben más y llegar a una ley , que resultaría distinta de la holandesa , la americana o la….¿Quién se equivoca?. No sabemos pero debemos hacer aunque no siempre. No traslademos ideología a las leyes que deben durar.
    Saludos

    1. Manuel Bautista dice:

      «No traslademos ideología a las leyes que deben durar». Esto es precisamente lo que yo creo que pasa con el tema del aborto: como los que hacen las leyes no tienen ni idea de qué es eso que llamamos «feto», o «embrión», en lugar de reconocer su incapacidad para regular lo que desconocen (que sería lo honesto), por razones de conveniencia política, de ideología o de lo que sea, se lanzan a legislarlo.

      Sinceramente, yo no tengo claro cómo habría que legislar el aborto. Ni siquiera si habría que hacerlo. Pero lo que planteo en este artículo es otro tema: ¿cómo se puede tener el «cuajo» de legislar sobre algo de lo que ignoras casi todo?

      El argumento de que tienen que hacerlo, porque lo demanda la sociedad, y por tanto, aunque no sepan lo esencial del asunto, legislan como mejor se les ocurre, me parece que es como si todos decidiéramos que lo mejor, dadas las circunstancias, es… ¡hacernos trampas en el solitario!. Absurdo.

      ¿No contribuiría mucho más a la madurez de la sociedad que, cuando sus representantes políticos sean conscientes de que sobre un tema determinado no conocen lo suficiente, les digan a los ciudadanos que no están capacitados para regularlo?

      Hablando de la legislación americana, justo esta semana salía una noticia curiosa ( http://www.elmundo.es/internacional/2015/05/08/554bcd5e22601ddf6d8b456c.html#comentarios). Según ella, cuando en 1973, el Tribunal Supremo de Estados Unidos legisló en favor del aborto, estableció que el criterio para fijar la fecha límite era que el feto fuese «viable» fuera del vientre materno. Entonces se pensaba que no lo era antes de las 28 semanas de gestación. Por si acaso ese Tribunal fijó esa fecha límite en las 24 semanas. La noticia es que, tras el análisis de un cierto número de casos, se ha llegado a la conclusión de que son «viables» con 22 semanas si reciben ayuda médica. Parece que ese Tribunal no quiso entrar a dilucidar en qué consiste eso de «ser viable» (¿lo es un bebé de 1 año si no recibe ayuda?), ni qué tiene eso que ver con el hecho de que ese «feto» sea o no un ser humano.

      Un cordial saludo y muchas gracias por tu comentario

  7. Remedios dice:

    RBCJ, ¿Y en dónde se dice que un Estado de Derecho se tenga que regularlar todo? Precisamente por sus límtes, no debería traspasar fronteras que le están vedadas, en este caso por la complejidad, por la incertidumbre y por la transcendencia del tema. ¿Y si la ciencia dentro de 15 años demostrara irrefutablemente que un ser humano lo es desde el momento mismo de la concepción? ¿Qué pasaría con los cientos de miles de ellos que hemos evitado que nazcan? No habría parangón en un genocidio de este calibre.

    Lo que deberíamos hacer es reconocer nuestros límites y no obviarlos, especialmente en temas de esta naturaleza. Simplemente, si no sabes, no legisles en ningún sentido. Después, allá cada uno con su conciencia.

    1. RBCJ dice:

      Hola Remedios. Nos guste o no en un Estado de Derecho hay normas que cumplir, La sanidad de un país debe conocer que responsabilidades tiene cuando se acerca una mujer embarazada en un sentido u otro. Y esta mujer sin duda hacer valer sus derechos. Como muy bien dice Manuel Bautista los que regulan no saben y sin duda este tema es muy difícil , pero fíjate que todos los partidos coinciden en disponer de una Ley , confiemos en la mejor posible. Podríamos hablar de anarquía pero creo que no toca.Saludos

      1. Remedios dice:

        Hola RBCJ, de lo que estamos hablando no es de que las normas haya que cumplirlas o no, sino de lo paradójico de ciertas situaciones que se pretenden regular por la vía legislativa. Solo una vez legislado en un sentido, esa mujer que pones de ejemplo, entenderá que reclamar un aborto es un derecho que quiere hacer valer, por lo que razón de más para que el legislador entienda que la cuestión es bastante más seria que la de hacer o no legal una actuación, sino que lo está, o no, legitimando, lo que es mucho más importante.

        Imagine que una mujer llega a un hospital diciendo que quiere que acaben con ella porque no soporta vivir más. Difícil, ¿no?, y aunque una ley diga esto o aquello, tendremos resuelto solo la responsabilidad del funcionario, pero nunca el problema en si. Creo que son un tipo de problemas en los que cualquier respuesta es una mala solución. Seguramente porque la ley no se estableció más que para algunas cosas, y no para lo que se está haciendo, que es utilizarlas para conducir la sociedad y a los ciudadanos por los derroteros que más interese al poder de siempre.

        Lo que el artículo pone en entredicho es legislar sobre la base de datos inciertos e inconclusos, sobre un tema extremadamente delicado. Si en algo debería posicionarse un partido honesto, es en poner límites al poder, de forma que en este tema lo correcto sería una despenalización efectiva con una legislación que pone circunstancias para que el problema se canalice hacia otras instancias.

        La arrogancia y la prepotencia de esta sociedad, nos conduce a contradicciones tan palmarias, como la de legalizar el aborto, prohibir la pena de muerte y facilitar una eutanasia a medio camino entre la activa y la pasiva. Dicho de otro modo, si estás vivo puedes matar al que va a nacer. Si estas vivo a ti nadie te puede matar. Si estas vivo puedes decidir cuando y como puedes morir.

        ¡Toma poder!

  8. Manu Oquendo dice:

    Durante dos siglos debatió intermitentemente el Senado de Roma si el infanticidio era o no era un derecho de los progenitores.

    Los argumentos a favor de la vieja tradición del ahogamiento del «infans» en el arroyo o el abandono en el bosque para eventual alimento de las fieras (origen del gentilicio Espósito) eran en su esencia idénticos a los que usan hoy quienes se plantean, tan campantes, si un embrión humano es en verdad humano.

    Básicamente dos argumentos: No es persona humana porque carece de uso de razón. Es parte de mi patrimonio y me lo gasto como quiero.

    El derecho Romano era capaz de dar argumentos. Hoy no podemos darlos porque….depende de si alguien quiere.
    Si la madre quiere, el niño tiene derecho a vivir.
    Si la madre no quiere, el niño carece del derecho a vivir.

    Es difícil alcanzar simas de insolvencia intelectual parejas a las que hoy exhibe el legislador por conveniencia.

    Como si no supiéramos –desde Severo Ochoa– que un ser nuevo y diferenciado resulta de la combinación, nueva y diferente, de las dotaciones genéticas de la madre y del padre.

    Esa misma gente no se plantea duda alguna acerca del valor inconmensurable del Embrión de Buitre de las Bárdenas Reales o de los riscos enhiestos del Maestrazgo antes de la bajada hacia Mora D’Ebre.

    La polémica en Roma se terminó en torno al siglo IV porque era intelectualmente insostenible que la vida de un niño (carente de uso de razón) no fuera la de una persona.

    Hoy me cuenta una viajera que regresa de la India que muchas niñas son abortadas por sus madres sistemáticamente porque «su vida no vale la pena ser vivida». Progresamos.

    Esto es otra señal más de cómo una sociedad se destroza a si misma porque carece de horizontes y no es capaz de distinguir el bien del mal. O se piensa que no existen.

    Buenas noches

    1. Alicia dice:

      Manu, estoy totalmente de acuerdo contigo. Creo que ya en otros artículos en los que se ha tratado este tema he expresado mi rechazo rotundo al aborto. Pero siempre que – y ya ha ocurrido otras veces en alguno de esos artículos anterior – se alude a que sí se respeta el embrión de cualquier otro ser vivo no humano me siento un poco irritada; me da la sensación de que se establece una contraposición.
      Opino que también debe respetarse y protegerse el embrión de buitre. Y hasta el de ratoncillo e incluso el de rata.
      Si en algo tan cuidadosa y minuciosamente elaborado como lo es la Creación su creador los dotó del derecho a existir, su razón de ser tendrán.

      1. Manu Oquendo dice:

        Muy de acuerdo, Alicia.
        Cuanto mejor se conoce a los animales, más preguntas con mala respuesta emergen sobre nosotros.
        Saludos cordiales

  9. Loli dice:

    Los legisladores «legislan sin ser expertos», para ello se rodean de asesores, que en el mejor de los casos aportan conocimientos parcializados o inducidos, pues «descubrimientos científicos» se obvian, o se cargan tintas en viejos axiomas según convenga al momento político. Y ese momento viene dado por lo que convenga dar a una ciudadanía de la que depende, puntualmente, la constitución de un Parlamento…legislador.

    En la India, como dice Manu, las madres son llevadas a pensar que la «vida de sus hijas no merece la pensa ser vivida».Parece un pensamiento producto de la propia experiencia personal, eso, y los mensajes continuados del sistema que les ha tocado vivir, también empuja, seguramente, esa terrible y desoladora «reflexión».

    Y yo me pregunto: ¿qué responsabilidad tenemos en todo este panorama, las personas que, viviendo en un entorno social determinado, parece que nos sentimos más protegidas ante estas leyes..?.porque no se legislaría, si no hubiese una demanda o situaciones de continuas injusticias contra la situación de la mujer embarazada. El debate social creado, auspiciado quizás en parte desde intereses de poder y también en parte desde el hecho egoísta y primario de «un nuevo ser humano a repartir alimentos y ayudas», busca y justifica continuas cortapisas, desde la demagogia y el ocultamiento de realidades científicas (y no solo).

    Se habla de la responsabilidad de las madres, incluso de la de los legisladores… pero ¿no hay un caldo de cultivo social, que, cuando menos, tampoco quiere saber más de lo que quiere oir?

  10. Alicia Bermúdez dice:

    Con los resultados de las elecciones de ayer el aborto terminará a muy corto plazo teniendo vía libre.
    Más valdría que no hubiera ninguna legislación respecto a él. Que cada cual actuara de acuerdo con su conciencia y allá se las apañara.
    Como solución se me ocurre que fuera de pago, particular, no cubierto por la seguridad social. En primer lugar porque al tener que costeárselo la que quisiera abortar se lo pensaría dos veces en esta sociedad nuestra dónde la prioridad es el dinero. Y en segundo lugar porque me llevan todos los demonios de que parte de mis impuestos se destine a algo de lo que abomino, pues de alguna forma contribuyo aun en contra de mi voluntad ¿Es eso justo?
    Habré redactado muy mal de tan furiosa que estoy.

  11. Loli dice:

    Una sociedad que no mantiene el hábito de la profundizar o de investigar, siquiera en aquellas cuestiones que le afectan directamente, tiene a dar por hecho que el legislador dicta leyes porque ya se sabe todo lo que hay que conocer respecto al tema que se regula.

    El que legisla sabe que no es así….me parece….., pero también debería tener en cuenta el peso que lo dictado pueda tener en una mayoría social que tiende a huir de la complejidad de la realidad y que demanda salidas, a veces muy lineales, a sus propios dilemas.

    Esa idea de que lo que se «regula» es porque se conoce, que parece pueda latir en la sociedad, aunque no responda a la realidad, ni a la intención legislativa, debería ser un matiz a tener en cuenta a la hora de dictar leyes.

    Creo que también supone una «responsabilidad» el fomentar una idea equivocada, aunque sea de manera indirecta.

    Planteo ésto porque, a lo mejor, y antes de plantear la «regulación» a «demanda», se debería, por encima de costes electoralistas o intereses creados, dotar de medios formativos no sujetos a postulados ideológicos ni de ningún otro tipo, a las personas que integramos una sociedad.

    Facilitar las herramientas para que conocimientos y descubrimientos en todos los camos científicos vean la luz sin filtraciones interesadas, y lleguen a una gran mayoría de población. Que se facilite la formación y con ello, quizás, la capacidad de responsabilidad y toma de decisiones.

  12. Victoria dice:

    La ausencia de respeto profundo a la propia vida, el individualismo, la prioridad materialista (supervivencia como base a la que otro escalón creyendo necesidad se añade como plus hedonista); que a los demás los atiendan otros, junto a al abandono de la cultura del esfuerzo y de puntos de miras comúnmente responsables, son, entre otros, el denominador común de los asalariados parlamentarios por lo que lo mismo les da conocer que no con ciencia y conciencia sobre una materia u otra salvo que sea rentable aparentemente, como apunta el autor del artículo, a efectos de vender y prorrogar su puesto cuatrienal.
    Un saludo.

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