El papel de los mayores, los de la tercera edad, los viejos o como se les quiera llamar, es una de esas cuestiones donde hay que cambiar radicalmente el enfoque político y social. Y esto no va de buenismo ni de solidaridad; es simple inteligencia. La sociedad, el país entero, necesita que este sector de la población se movilice.

El enfoque habitual empieza con las frías cifras: si en el año 2009 los mayores de 65 años eran 7.628.934 y constituían un 16,6% de los residentes en España, el Instituto Nacional de Estadística prevé que para el 2049 esa cifra se duplique hasta llegar a los 15.325.274 y represente el 31,9% de la población. Es decir, la población en España, como en el resto de Europa, es cada vez más longeva. Los economistas alertan por eso de que el pago de las pensiones, al menos en sus magnitudes actuales, se va a poner muy difícil. Hay que tener en cuenta también que, por cada 10 personas en edad no productiva (entre 0 y 19 años y de 65 en adelante), en el año 2009 había otras 17 en edad de trabajar (entre 20 y 64 años) mientras que en el 2049 sólo habrá 9.

La actitud política viene determinada, en gran medida, por estas cifras. De una parte, su atractivo electoral es cada vez mayor y por ello los partidos intentan atraerlos con un mayor gasto público en pensiones, en asistencia sanitaria o en viajes turísticos. Por otra parte, en vista del negro panorama que se nos dibuja de cara al futuro, se sienten obligados a aplicar recortes sucesivos. A ello se une una actitud de fondo, en el conjunto de la sociedad, que dicho sin tapujos considera a los mayores como inútiles a efectos productivos. De ahí a considerarlos inútiles a todos los efectos va un paso. Paso que, casi sin darnos cuenta, damos con frecuencia por la preeminencia que ha adquirido en nuestra sociedad el valor de la productividad económica. Esta valoración no solo es injusta y degradante hacia ellos, sino que es manifiestamente perjudicial para el conjunto de la sociedad.

Llegados a este punto sugiero al lector un cambio de mentalidad: cuando pensamos en los mayores tendemos a meter en un mismo saco tanto a los que están retirados por tener una cierta edad como a aquellos que son incapaces de trabajar. Hay una cierta tendencia a pensar en todos ellos como en el abuelito “gagá”. Sin embargo, muchos de ellos han sido excelentes gestores o profesionales hasta hace poco y, sólo con que quisieran, podrían volver a serlo. ¿Cuántas personas con 70 o, incluso, 80 años, están aún en condiciones de trabajar? Casi todos conocemos varias en nuestro entorno. En total probablemente sean muchos. Pues bien, teniendo en cuenta las perspectivas demográficas y económicas que nos esperan a medio y largo plazo, sería un inmenso error no aprovechar laboralmente a todos los mayores que pudieran, y quisieran, continuar en el sistema productivo. Aunque fuese pasando, tras cumplir la edad de jubilación, a una situación distinta y con fórmulas de trabajo casi a la medida.

Imaginemos que una empresa pudiera contratar a un jubilado con un sueldo menor al del mercado, disminuyendo también en parte su pensión pero permitiéndole que, pese a ello, sus ingresos aumentaran significativamente. Todos saldrían ganando: el jubilado dispondría de más dinero, Hacienda le tendría que pagar menos y la empresa tendría un empleado más barato. Si esta fórmula se legalizara los jubilados podrían contribuir en muchos ámbitos. ¿Cuántas guarderías, colegios o universidades tienen que prescindir de profesores magníficos solo porque les toca jubilarse? Lo mismo sucederá en hospitales, en centros de investigación y en empresas de todo tipo. Por supuesto, habría que buscar la manera de evitar que esto perjudicara excesivamente al conjunto del mercado laboral. Del mismo modo que cuando los expertos quieren proteger a ciertos colectivos sociales primando determinados tipos de contratos.

Obviamente, en un contexto económico recesivo como el que tenemos, con un serio problema de destrucción de puestos de trabajo, cualquier propuesta que tratase de prolongar de algún modo la vida laboral de los mayores sería criticada por sus posibles perjuicios sobre los restantes colectivos laborales. Pero esto sucedería incluso aunque los mayores no cobrasen nada: se les criticaría por competencia “desleal”. Y esa lógica conduce al punto en el que estamos: a obligarles a no hacer nada. Llegamos, pues, al absurdo de tener un país queriendo ganar competitividad como sea y, al mismo tiempo, despreciando un capital ingente de experiencia y de conocimientos, solo porque han rebasado una cierta edad. Pues bien, es un lujo que este país no se puede permitir. Con las políticas económicas vigentes lo único que nos permitiría mantener nuestro Estado de Bienestar es generar empleos para todos los que estén en condiciones de trabajar.

Pero vayamos más allá, porque otro cambio de mentalidad que se requiere es, precisamente, en lo que entendemos por actividades “productivas”. Tendemos a considerar solo como tales las que son retribuidas; las que responden a un contrato, pagan su IRPF, su cuota de la Seguridad Social, etc. Sin embargo, hay muchas otras que son fundamentales para la sociedad y que no atienden a esos criterios. A fin de cuentas una sociedad no puede enfocarse solo a aumentar el PIB y a producir más y más riqueza. También necesita promover el desarrollo intelectual, científico y cultural de sus individuos, su sensibilidad artística, su creatividad, sus relaciones afectivas, su generosidad y todo aquello que contribuya a su crecimiento personal.

Esto, naturalmente, nos concierne a todos, no solo a los mayores. Pero estos pueden contribuir de un modo especial, porque tienen más tiempo, están menos condicionados por el enfoque “productivista” de la sociedad y muchos de ellos siguen aspirando a sentirse socialmente útiles. Con estos mimbres los mayores podrían contribuir decisivamente al desarrollo de eso que denominamos la “sociedad civil”. Es decir, con su experiencia humana y profesional, con su tiempo y con su libertad para dedicarse a lo que quieran, podrían ayudar a crear estructuras sociales dedicadas a impulsar actividades a las que el Estado no llega o de las que se va a ir retirando por falta de medios económicos. Su experiencia sería de gran utilidad para ayudar a otros más jóvenes a aprender un oficio, a buscar un trabajo, a gestionar un proyecto o a crear una empresa; podrían colaborar a poner en marcha experimentos sociales, como otros modelos de educación, de trabajo cooperativo, etc.; podrían ayudar a los inmigrantes a integrarse en nuestra sociedad; podrían contribuir a organizar redes de solidaridad hacia aquellos que el sistema va dejando en la cuneta, etc., etc. Pero no solo eso, muchos de ellos, a partir de su experiencia, podrían ayudar a estructurar grupos y redes de reflexión y acción políticas que, a buen seguro, contribuirían a sanear y dinamizar nuestra democracia.

En definitiva, si los mayores se movilizaran de verdad, además de los beneficios que podrían aportar a nuestro sistema productivo, tendríamos la gran oportunidad de construir una potente sociedad civil, capaz de llenar muchos de los vacíos que no cubre ni tiene por qué cubrir nuestro Estado e, incluso, de crear una cultura de autonomía de los ciudadanos frente al propio aparato del Estado que, probablemente, nos haría más libres y adultos en el ejercicio de nuestras responsabilidades hacia la sociedad, con la consiguiente mejora y profundización en la calidad de nuestra democracia.

La crisis política europea es consecuencia, en gran parte, de una atrofia en el protagonismo de la sociedad civil y son los mayores, aliados con los jóvenes, quienes están en mejores condiciones para impulsar la reconstrucción de ese protagonismo. Solo falta que se lo crean, que quieran y que se pongan a hacerlo.

17 comentarios

17 Respuestas a “LA CRISIS Y EL VALOR DE LOS MAYORES”

  1. Ana dice:

    Me parece muy interesante la propuesta de Manuel. Personalmente, mi experiencia con los abuelos es mucho mas enriquecedora que muchas veces la que me ofrece mi panda de amigos.A una anciana que conozco la ofrecí que cosiera todo el vestuario de mis alumnas de danza, así a las madres les salía mas barato, ella ocupaba su tiempo en la tarea que mejor sabia hacer, y yo charlaba con ella y la ayudaba cuando le llevaba las telas; y asombrosamente las niñas se sentían mucho mas especiales trayendo sus camisetas a clase como patrón para que se las hiciesen tal y como ellas son, elegían los colores..asi las niñas contentas, las madres ahorrando y yo que no me llevé nada a cambio sentí una gran satisfacción al ver las reacciones de todas, y la anciana con gran ilusión de ir a ver en la muestra como todas las niñas llevaban puesto «su trabajo». Otra experiencia la vivo con señoras bastante mayores que trabajan muy duro para alimentar a gente sin recursos, a las que veo y ayudo una vez al mes, y son para mi un ejemplo y grandes amigas, gente que no hace alarde de nada y que se deja la piel porque otro no muera de hambre y que a la vez exige al otro que valore la ayuda y que saque lo mejor de si mismo ..vamos, que aprendo valores y me colocan en situaciones mucho mas interesantes señoras que están sirviendo,cosiendo,fregando y cocinando sin tregua, que en la escuela a la que acudo a diario a aprender una «vocación». Si la vocación es la «inclinación a un estado o profesión»..en un solo dia estas señoras me ABOCAN (que significa «acercar, aproximar,verter el contenido de un recipiente a otro uniendo las bocas») y mis supuestos maestros de vocación me DESBOCAN ( que significa » quitar o romper la boca a una cosa » )..Paradógico ¿no?..VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD EN LA QUE SE PAGA Y SE VALORA A LOS DESBOCADOS Y SE MARGINA A LOS QUE REALMENTE QUIEREN ACERCAR SU BOCA A LA TUYA PARA VERTER SU ENTREGA REAL A LA VIDA

  2. La tía viuda de las de Vinuesa dice:

    De acuerdo con usted, Sr. Bautista; los viejos son (o somos, o casi, que lo digo por mí) una de esas cuestiones donde hay que cambiar radicalmente el enfoque político y social, ¿pero cuál sería el papel del viejo en cuestión y cuál la actitud que ante cualquier posible orden nuevo de cosas estaría dispuesto a adoptar?
    Hay excepciones, claro, o una gran mayoría de viejos que son la excepción, los casos excepcionales en los que ni estoy pensando ni a los que me estoy refiriendo porque esos son los viejos por los que siento respeto, y admiración; pero, como lo bueno o digno de ser ensalzado no es la piedrecita en el zapato que se clava y desagrada y se hace notar para mal perturbando y conturbando el ánimo de quien lo percibe, me voy a referir a los otros viejos.
    En los que estoy pensando y a los que me estoy refiriendo son esas enormes bandadas de viejos voraces que se abalanzan como aves de presa sobre viajes a precios irrisorios (que pagamos con nuestros impuestos todos los demás) y saquean los bufés libres de los hoteles (que no sé cómo no les dan doscientas apoplejías a cada uno de tanto tragar); y los que entienden la diversión y el ocio como irse a bailar, los viejos con las viejas, luciendo si la ocasión lo requiere ridículos gorritos y matasuegras porque hay que tener “espíritu joven” o, si no es a bailar y ligar y hacer el tonto, a hacer cola en la consulta del médico para que les recete muchas medicinas con las que combatir el colesterol, la artritis y los triglicéridos que se les pusieron por las nubes cuando lo del asalto al bufé… (que me termino de enterar de que ahora ya se escribe así, será por la última actualización del diccionario).
    Bueno, pues que digo, que ellos no tendrán la culpa de todo (y los venerables académicos tampoco, pero como todo viejo que se precie ha de estar abierto a la modernidad y adaptarse a los tiempos están dando carta blanca, no me refiero al bufé en concreto, a palabras que sí, está bien que se usen, pero para eso no hace falta esa especie de cónclave que son, dando su aquiescencia a cualquier palabro); muchos viejos que “gaguean” no tienen la culpa de que la sociedad los haya ido arrinconando y proscribiendo con subterfugios sutiles y mensajes subliminales metiendo en sus cabezas y en sus almas que los valores son la juventud y las ganas de bulla (y de otras cosas) y una especie de paranoia por evitar o posponer lo más posible que las huellas del paso del tiempo se noten en los cuerpos.
    No tendrán la culpa pero sí tienen responsabilidad, y merecen que se les reproche el haber consentido en dejarse convencer de que toda su misión en el mundo consiste en nada más matar los días, y en hacer dejación de sus derechos como persona obligada a seguir buscando, hasta su último instante, el sentido de una vida que no acaba el día en que dejan de ser oficinistas, o cualquier otra cosa, y se marchan a su casa sin más perspectiva que el típico y tópico ir a comprar el pan.
    Y de esos hay muchos, no sé cuantificar si más o menos que de los otros…
    No sé qué es lo que ha ido pasando en estas sociedades nuestras occidentales para que quienes fueron, en tiempos antiguos, referentes para las nuevas generaciones se hayan resignado, tan mansamente, a ser caricaturas irrisorias de unos jóvenes que nada más aspiran a, cómo sus mayores, ser jubilados ociosos émulos a su vez de la generación siguiente.
    ¿Pero dónde está el botón para darle hacia atrás a la moviola?

    1. Rafael de Pinella dice:

      Yo aparte de comprar el pan saco la basura al contenedor. A mis 63 años después de 42 años trabajando, los últimos 30 de director de sucursal de banco, me han dicho que ya no sirvo para trabajar y que es hora de que descanse. Bueno, 4 días a la semana salgo en bici y suelo hacer unos 100 kmts. cada día . Y me pregunto…¿si hago ésto no podría trabajar aún algo más?

  3. Alba dice:

    Ole! Asociando este comentario al artículo de Enrique sobre la belleza, creo que este tipo de experiencias-encuentro se acercan a lo que intuyo será esa nueva manera de vivir que quizá por momentos rocemos ya,más allá de la moral y la ética, la estética. Como otros comentarios nos han brindado, ese torrente de energía que recorre tu ser al contacto de un olor, de la geometría que te cala mirando un cuadro , la memoria de una piedra sobre la que te has sentado un rato, el cruce con la mirada de otro ser inmenso y asombroso del que no te habías percatado aún, cuando por un instante no te importa que la muerte te trasnforme…entonces pureza, plenitud y belleza son al mismo tiempo o quizá fuera de él. Quizá se acerque ésto a la estética de la que también hablaba Valle- Inclán.

  4. YESWECAN dice:

    Interesante artículo que supera la mirada «integradora» y de «superación de la exclusión» que sorprendentemente mantienen los discursos oficiales de quienes están encargados de nuestros mayores.

    Veanse las pobres conclusiones del encuentro «Integración social a través del envejecimiento activo» organizado por Imserso en los cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid de El Escorial, y la mirada pusilánime que mantienen sobre las generaciones de los mayores…

    Sorprende que las conclusiones invocan el potencial de los mayores más bien como instrumento para motivarlos. Lo que hacen falta son discursos pragmáticos sobre su valor real en el modelo económico, y no tanto cambiar la mirada del jubilado sobre mismo, sino la del sistema económico sobre el jubilado.

  5. Manuel Bautista dice:

    La experiencia que cuenta Ana es un interesante botón de muestra del potencial que existe si los mayores se quitaran de encima sus complejos y los demás los miráramos como a cualquier persona. Se crearían otro tipo de relaciones y seguramente surgirían otro tipo de actividades.
    Es cierto, como señala «La tía viuda…», que hay muchos viejos encantados de jugar el papel que entre todos les hemos ido asignando. Pero, convendría no juzgar a todos ellos por lo que hagan unos cuantos. Yo conozco ejemplos de actitudes admirables que, sin lugar a dudas, propondría como modelo.
    Lo que señala «Yes we can» me da la oportunidad de dejar claro (por si no lo estaba) que lo que a mí me parece más interesante es el papel dinamizador y protagonista que este sector de la población podría jugar en la construcción de una potente sociedad civil, al margen incluso de la economía productiva, si ellos estuvieran dispuestos a ello.

  6. De la tía viuda al Sr. Bautista dice:

    Por supuesto que no hay que juzgar a todos por lo que hagan unos cuantos, y eso ya lo llevo en mente y lo he considerado en mi anterior comentario. Pero son los resignados a ser tratados como trastos inservibles los que encuentro más difícil el recuperar para la vida, la vida con mayúsculas y la vida civil a la que usted alude. Los viejos lúcidos y encantadores (que pueden ser incluso, algunos, cascarrabias y gruñones, pero no será eso lo que les reste encanto) tienen su propio arranque, su propia capacidad por mucho que desde la oficialidad no se valore; pero los otros, los viejos de los que yo hablo, no creo de verdad que tengan ya posibilidades de promover ningún tipo de acciones, ni de interesarse por jugar el papel dinamizador y protagonista de que usted habla, ni siquiera de dedicar un pensamiento a lo que no sean sus pequeños egoísmos y sus miserias. Y son esos los que me entristecen y me desesperan; y porque pienso que es injusto que su existir tome ese rumbo anodino ya desde la mediana edad, o incluso antes, es por lo que desearía que fuera surgiendo una sociedad distinta, no sólo en lo que se refiere a los viejos sino a tantas otras cosas.
    Pero me figuro que todo es una madeja, claro, y que todo está imbricado, y que para que algo cambie tiene también que cambiar todo lo demás; pero por dónde empezar y qué es lo que debería cambiar primero y tirar con su impulso de todo lo demás es lo que me temo que no tenemos claro nadie, ni los jóvenes ni los viejos ni los gobernantes ni… nadie.

  7. Manuel Bautista dice:

    Respondiendo a la Tía Viuda,
    Bueno, estoy de acuerdo en que en todas las edades hay gentes más o menos activas y aventureras. Cuando el porcentaje de elementos pasivizados es muy alto, dificulta más el cambio. Pasa en todas partes.
    Lo difícil aquí es encontrar ese hilo del que empezar a desenredar esa madeja. Estoy de acuerdo. Mi opinión, y quizás mi esperanza, es que la propia crisis va a destruir tantas agarraderas que nos anestesian, que empezará a haber gente, cada vez más, que buscará otra forma de hacer las cosas, hartas de esperar a que se las resuelva Papá Estado y hartas de indignarse sin que nada cambie. En este sentido, sí creo que la crisis es una magnífica oportunidad para que surjan nuevas formas de funcionar. Y los viejos tienen un enorme potencial, porque tienen tiempo, experiencia y a muchos de ellos (aunque solo fuese un 20%, son muchos)les gustará descubrir que ahora pueden dedicar parte de sus vidas a hacer algo con un valor distinto al convencional, pero igualmente real. A eso me refería.

  8. José María Bravo dice:

    Bautista aborda temas interesantes, como el de la inmigración y como el de la vejez. Resulta sorprendente que, con un crecimiento del envejecimiento de la población, el 45% de los jóvenes estén en paro. Nota aparte, estos planteamientos de Bautista tocan asuntos polémicos como el de la cantidad de inmigrantes frente a los servicios sociales y, por otra parte, la ley sobre la edad de jubilación.

    Ayer, en un articulo, la ex-ministra de Exteriores, Ana Palacio, decía que hoy en día había en España 1 millón más de residentes inmigrantes que en el Reino Unido. Habría de preguntarse, también, cuantos nacionales de origen inmigrante hay en el Reino Unido o en Francia o en USA. Seguramente muchos más que en España. Habría que preguntarse si al entrar en urgencias, en un centro de salud de esos países, habría tanta expectación por el color de la piel o de la vestimenta de los que acuden.

    Cuando Bautista toca estos temas esta tocando la llaga de la sociedad actual y del futuro. Hollande ha retirado el retraso de la edad de jubilación en Francia, quizás piensa en el empleo juvenil. Bautista, quizás va más allá se cuestiona el sistema. Sería bueno, otra nota, que empecemos a cuestionar el Estado de Bienestar, que no es más que una forma, neo-conservadora, de crecimiento a través del consumo y que ha sido la gran culpable de la crisis.

    Bautista plantea, valga la redundancia, un Estado Productivo, no un Estado Consumidor. Aquí lo interesante es que empecemos a pensar en los servicios sociales en ese Estado Productivo. Empecemos a pergeñar nuevas ideas presupuestarias. Volvemos a aquel articulo en el que. Bautista,hablaba de otro tipo de sociedades, más comunales, mas «anárquicas» en el sentido de menos totalitarias.

    En esa forma de convivencia valdría traer a cuenta lo que, en alusión a su articulo «Por que dicen autoridad y no poder?, dice Carlos Peiro. Una sociedad «cuya dignidad resida en ocuparse de la dignidad de los demás»

  9. M. Oquendo dice:

    Muy en breve el Sr. Bautista formará parte de los mayores que describe. Desde luego mucho antes del ominoso horizonte que anuncian algunos demógrafos con un 31% de «mayores» para el año 2050. Bienvenido.

    Como soy mayor que el M. Bautista quiero agradecer su iniciativa así como los comentarios de algunas lectoras por amables y el del Sr. Bravo por incisivo y oportuno.

    Creo que el tema requiere algo más que un «passing interest» porque es central por muchos motivos.

    En primer lugar porque entre las generaciones nacidas en los 40 y 50 y las siguientes es cuando se agudiza en términos relativos la quiebra de valores que ha resultado en buena parte del desastre actual. El de una forma de estado insostenible.

    Literalmente, estamos en el tiempo del «estado-telebasura» como ya lo titula algún autor a punto de salir a la luz.

    El asunto es de tal calado que probablemente sería oportuno tratarlo a fondo y privadamente –como en una «societé de pensée» del XVIII– antes de sacarlo a la luz del día porque hay datos de escándalo.

    Por ejemplo, los más de 260,000 millones de euros de superávits contributivos de la Seguridad Social que sucesivos gobiernos desde Felipe González se han gastado en comprarse votos con cargo a los fondos de las pensiones contributivas.

    Incluso en el año 2010 las contribuciones arrojaron un saldo positivo de 8000 millones de los cuales el gobierno sólo llevó a reserva 2000 gastando el resto.

    Ya está bien de bombardear con mensajes bastardos a los millones de personas que han contribuido cerca de cuarenta años para encontrarse ahora con que les mienten desde los políticos que se han fundido las reservas hasta los académicos que callan no sea que se les escape un nombramiento que complemente sus haberes.

    Esos 260,000 millones son un pasivo no registrado que deja lo de las Cajas de Ahorros en pañales en cuanto a responsabilidades políticas y económicas de quienes han gobernado se refiere.
    Sí, hay un ingente trabajo de autodefensa así como de la de nuestros hijos y nietos que está pendiente.
    Habrá que trabajar más todavía.
    Habrá que impulsar en serio un voluntariado que en el servicio público haga lo que no tenemos dinero para pagar. Habrá que…tantas cosas… que lo que habría que preguntar es ¿cuándo empezamos?

    Buenos días.

  10. Manuel Bautista dice:

    A Jose Mª, no planteo tanto un Estado Productivo como una Sociedad que no impida a nadie ser Activo, que no obligue a nadie a quedarse parado solo porque ha sobrepasado una edad arbitraria.

    A M. Oquendo, por lo que te leo no diría que eres un mayor inactivo, en absoluto. Pero estoy de acuerdo en que este es un tema a tratar a fondo, y la red puede ser un buen sitio para intentar crear un cambio de cultura en este sentido. Desconocía las cifras que das, pero me imagino que sobre el tema de las pensiones, con lo delicado que es, habrá muchas cosas «tapadas». Pero a mi lo que más me sorprende es ese «consenso» que se ha creado de considerar como parte de un logro (el Estado de Bienestar) el hecho de forzar a la pasividad a un montón de gente que podría seguir siendo plenamente activa. ¡Y lo gordo es que ellos son los primeros en aceptarlo y creerselo!

    1. Manu Oquendo dice:

      El asunto es peliagudo, Manuel.
      Occidente lleva décadas creando empleo ficticio y financiándolo con deuda.
      Hasta tal punto que la distinción clasica entre trabajos de rendimientos crecientes y los de rendimientos decrecientes ni siquiera es objeto de análisis por los economistas de la ortodoxia. De este modo nos parece igual un programador de software o de una fresadora que una empleada cuidadora de un anciano o un empleado público. Los primeros son productivos los segundos son «overhaed», cuerpo de casa, servicio, coste improductivo a efectos de crear riqueza.

      Pero estoy de acuerdo en que el 60% del empleo público actual puede ser efectuado por voluntarios sin coste. Una revolución explosiva pero que,de hecho existe y explica que USA, con un 30% menos de fiscalidad tenga en general unos niveles de calidad de vida semejantes a los nuestros.
      Eso lo consiguen 90 millones de americanos que trabajan gratis una media de tres horas diarias. ¿Cómo creemos que funcionan sus bibliotecas municipales o parte de sus hospitales?

      Saludos

  11. Inés T. G. dice:

    Al hilo de lo que ha dicho Ana, quiero hablar también sobre la relación entre niños y viejos, que me parece importantísima. Y como no puedo o no sé resumirlo todo en un sólo comentario, lo voy a dividir en dos.

    Viví parte de mi infancia en un sitio donde todo el mundo se refería a la gente de más edad como “personas mayores” o “los mayores”. A los niños se nos enseñaba a callar si hablaba alguna persona mayor, y cuanto más viejos eran, más respetuosos teníamos que mostrarnos. No me gustaba tener que guardar silencio por sistema y creo que se equivocaban al obligarnos a hacerlo así, pero recuerdo que para mí aquello tenía algo de ritual sagrado que funcionaba por su cuenta y que desde mis consideraciones de adulta estoy segura de que no formaba parte de una imposición educacional o artificial. Había en ellos una cierta autoridad natural que yo respetaba instintivamente y que se me hacía incontestable, que estaba en ellos y a la vez más allá de ellos.

    No recuerdo lo que me decían, pero sí que hablaban y gesticulaban con una calma especial, como si una parte de ellos estuviese fuera del tiempo. Y había bondad en esa autoridad. Yo me sentía como sujeta por una especie de cuerda que no se podía romper. Me transmitía seguridad y confianza. Algunos de mis mayores fueron un referente importantísimo para mí, y hoy no tengo ninguna duda de que esta clase de comunicación es fundamental para que los niños aprendan a diferenciar entre poder y autoridad y a distinguir el respeto de la sumisión y la obediencia ciegas. Lo considero una especie de tesoro que no tiene precio.

    Tengo que aclarar que estos viejos no eran ciudadanos, eran pueblerinos.

    Hoy vivimos concentrados en ciudades, donde casi todo es impersonal, anónimo, y está sometido a la dictadura de la tecnología y el ritmo calculado que marca la sociedad del progreso. Se considera normal, razonable, moderno e inevitable. Nos referimos a los ancianos como jubilados, pensionistas o “tercera edad”. Llamarles viejos resulta que es políticamente incorrecto, y ancianos, cursi o rebuscado. Si empleamos la palabra abuelo, la asociamos preferentemente con alguna incapacidad física o mental, real o supuesta.

  12. Inés T. G. dice:

    Sigo.

    La relación entre niños y viejos o nietos y abuelos parece tener poco que ver con la que era hace apenas algunos decenios. Los mayores son utilizados a menudo como guardería de confianza y por necesidad, y cuando los críos tienen edad de ir al colegio -que ya no es escuela- se les suele separar sin atender a más consideraciones que las que impone el dichoso progreso. Simplemente, se transfiere a los niños a la fase siguiente de la maquinaria productiva y los abuelos quedan como recurso ocasional, tan práctico y gratuito como antes.

    Muchos padres se horrorizan ante la posibilidad de que los abuelos inculquen en sus hijos ideas y actitudes que no coinciden con lo que para ellos es progresista, lo cual conduce a menudo a conflictos muy tristes y de difícil resolución. Tampoco es infrecuente que superada la situación que obliga a que les cuiden, los nietos no vuelvan a ver a sus abuelos y acaben olvidándoles. (Existe incluso una asociación de abuelos separados de sus nietos). Por otro lado, si una persona mayor se para en mitad de la calle para mirar o decirle algo a un niño, tendemos a desconfiar o a tomarlo como una pérdida de tiempo, y solemos atenderla como creemos que merece. Con condescendencia.

    El progreso, tal y como lo entendemos, dicta que debemos seguir adelante con un modelo social que lo banaliza todo y desprecia la vejez, que la entiende como a un tiempo muerto en la vida de las personas y la disocia de la infancia, la adolescencia y la adultez, como si se pudiese llegar a viejo sin haber sido niño. Y esto es algo más que absurdo. Hemos centrado ese progreso en una carrera por llegar a ser influyentes y poseerlo todo, en la que el fin justifica todos los medios. Vivir no parece tener sentido sin ganar dinero y vencer a otros. Ahora estamos inmersos en una crisis que llaman económica y exigimos soluciones que rehabiliten el famoso estado del bienestar. Pero una parte del que yo recuerdo haber sentido cuando era niña no solamente no tenía nada que ver con la economía, sino que no hubiera sido posible sin viejos. Y entonces nadie hablaba de ningún estado del bienestar.

  13. Carlos Peiró dice:

    El manejo perverso que hace la opinión pública de la relación entre mayores y niños, lleva a que la escena que Inés refiere en la que observamos a un mayor cuando se para en la calle a decirle algo a un niño, sea interpretada con desconfianza, cuando no con abierta sospecha. ¿No llama enormemente la atención que salga con cierta frecuencia en las noticias que ha caído tal y cual red de pornografía infantil, o el eco que tiene los casos de pedofilia en los noticiarios?

    En realidad son enormemente más frecuentes los casos en los que los hijos tienen relaciones agresivas con sus padres, o abiertamente violentas, en esa forma de rechazo indefinido que se produce en las familias.

    ¿Porqué ese empeño en mostrar siempre al mayor como potencial perturbador y alejarlo de la crianza? ¿Porqué ese sesgo de ocultar los fracasos de una generación que educa, que ocupa los puestos de responsabilidad?

  14. Frank Rivas dice:

    En USA las cámaras de comercio de cualquier ciudad ayudan a los emprendedores a través de asociaciones de antiguos empresarios jubilados por poco dinero.Eso lleva funcionando desde hace muchísimos años.

  15. Loli dice:

    Tengo la oportunidad de moverme en un entorno laboral que tiene que ver con «viejos».

    Alguien me indicó una vez que la palabra «viejo», tiene que ver con «viajero», «el que ha hecho el viaje».

    Como Inés, y seguramente muchos de los que escriben en este foro, también tengo una experiencia personal con mis mayores, y como ella, la guardo como un tesoro.

    Hay mucho que discutirle a la institucionalización de las «Personal Mayores» , pero uno de los reproches más grandes que yo haría a ese «Estado del Bienestar» es que nos está arrebatando el hábito y el conocimiento del «cuidado», del anciano y de las personas.

    Me recuerdo, de niña, realizando visitas a casas de familiares o vecinos, donde la persona más mayor de la casa que ya no podía valerse del todo (dependiente la etiquetan ahora) o nada, tenía un lugar determinado en la casa, por pequeña que esta fuera, y el resto se reestructuraba en función de la necesidades que fueran surgiendo.

    Generalmente los cuidados eran proporcionados por las mujeres de la familia, que no tenían que pasarse el tiempo fuera de la casa para poder pagarla.

    Recuerdo que era normal entrar a ver a la «abuela» o al «abuelo» que a lo mejor ya no se levantaba de la cama, pero no quería eso decir que no se pasara a saludarle y a hablarle, niños incluidos.

    Por favor, que no se me confunda, no estoy apostando por situaciones de hacinamiento o de penurias sociales.

    Pero sí tengo miedo, porque creo que nos estamos dejando arrebatar el privilegio del cuidado, del acompañamiento y de la renuncia..

    Percibo que las familias que tiene a sus ancianos , ya sea en residencias públicas (institucionalizados) o privadas, tienen ese miedo, y su desesperación se refleja sobre los que se supone son los «cuidadores profesionales».

    No nos podemos engañar, por bien que se intente hacer, por muy buena voluntad y abnegación que se tenga, esos profesionales realizan un trabajo ..asalariado., y no pueden suplir ni la emotividad ni la exclusividad que «alguien que ha realizado el viaje» o «viejo» requiere y que, en todo caso, es su entorno más cercano el que se lo puede proporcionar.

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