Vivimos una época presidida por una enorme confusión. Esta confusión ha hecho que adquieran relevancia líderes absurdos, como el paradigmático Donald Trump; o que se aproximen los aparentemente antagónicos, como esa extraña atracción que se percibe entre el propio Trump y un líder inquietante, como Putin. En este lío, es comprensible que el ciudadano no sepa si votar derechas o izquierdas, populismo o no populismo… En definitiva, parecemos movernos en un mar embravecido lleno de figuras fantasmagóricas, en el que es difícil separar lo auténtico de lo superfluo, lo real de lo ilusorio.

Y el problema es que se desprecia la idea frente al titular atractivo y así no sabemos qué ideas tienen Rajoy, el difunto Sánchez o Iglesias para enderezar esta sociedad. Más allá de sus fanfarronadas, tampoco sabemos bien cuál es el proyecto de Trump o incluso de Clinton, aparte de su oposición a los modos y bravatas del primero.

Para salir de esa confusión no hay más remedio que pararse y volver a mirar al mundo de las ideas, que son las que siempre han cambiado y configurado el mundo que nos rodea.

Desde que, en el periodo de las grandes revoluciones, se divinizó a la Razón y se asentó la aspiración de llegar a una sociedad ordenada por Ella, se han ido buscando los principios fundamentales o ideas fuerza, como se dice ahora, sobre los que erigir ese edificio social.

Estos principios se han recogido en los textos fundacionales, esto es, en las Constituciones. Así, en la Declaración de Independencia, de 4 de julio de 1776, de los Estados Unidos, redactada por Thomas Jefferson, se recoge la primera formulación de esos principios: “life, liberty and the pursuit of happiness”. Tras el asalto a la Bastilla, la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789 se inspira en los famosos principios revolucionarios de “libertad, igualdad y fraternidad”; que se han convertido en la “Santísima Trinidad” de las sociedades democráticas.

Desde ese momento, los diversos regímenes han pivotado entre los principios de libertad e igualdad, ignorando la fraternidad.

La idea de libertad como principio rector de una sociedad podría explicarse como el derecho de toda persona a gobernar su vida según su propia razón y a encontrar la mejor adecuación posible de su vida con la de los demás. Además, desde un punto de vista social, la voluntad de cada individuo sería tomada en cuenta, a través de los principios democráticos, para el gobierno de la sociedad. En el ideario liberal, la intervención pública debería ser la mínima posible.

Ahora bien, en un mundo presidido por otro principio fuertemente arraigado, como es el utilitarismo, lo que ha prevalecido es un liberalismo económico, sustentado en las ideas de Adam Smith, según el cual, a través de la libre competencia, la división del trabajo, el libre comercio y la “ley natural” de la oferta y la demanda, se alcanzarían la armonía y la justicia social; correspondiendo al Estado únicamente prevenir los peligros exteriores -defensa- e interiores -mantenimiento del orden público- pero sin interferir en las leyes económicas “naturales”.

La ordenación de una sociedad sobre la base de la idea liberal tropieza con el obstáculo de que una buena parte de sus miembros no son plenamente racionales, en el sentido de ser capaces de formarse un juicio lógico y utilizar la inteligencia para llegar a acuerdos con sus conciudadanos. Por el contrario, lo habitual es que utilicen la razón de una forma elemental, no como herramienta para la búsqueda de la verdad, sino como medio para imponer sus propias opiniones, deseos y objetivos.

Todo este cuadro conduce, en la práctica, a una lucha de intereses contrapuestos, a sociedades basadas en una feroz competencia y al triunfo de quien consigue arreglárselas mejor y el rotundo fracaso de una gran mayoría que se siente desplazada.

El choque frontal entre el ideal de conseguir una sociedad racional y la realidad, nada racional, de una sociedad dividida entre triunfadores y derrotados; condujo al nacimiento de un socialismo que exigió que la igualdad se antepusiera a la libertad y se colocara como principio ordenador de la sociedad.

Para lograr una sociedad verdaderamente igualitaria, no basta con garantizar formalmente la igualdad de oportunidades, sino que resulta necesaria una igualdad de partida o de posición de los individuos, dado que, sin esta, las oportunidades nunca serían las mismas: quienes partieran de una posición privilegiada tendrían mayores facilidades y la igualdad sería ilusoria.

Desde este análisis racional puro, es obvio que, con una mayoría social como la descrita, únicamente eliminando el derecho de propiedad y, fundamentalmente, el hereditario se puede llegar a una sociedad verdaderamente igualitaria. De esta manera la propiedad y el trabajo quedan sometidos a la colectividad, de forma que sea esta quien venza el egoísmo individualista e introduzca un orden social racional. Así, desde una aplicación extrema, pero lógica, del principio de la igualdad se llega naturalmente a una progresiva aniquilación de la libertad individual, que forma parte del alma profunda del ser humano.

Como quiera que ni el resultado de una sociedad racional liberal o de una igualitaria resulta satisfactorio, los recientes intentos de llegar a una organización social presidida por la razón, tratan de lograr el perfecto equilibrio entre libertad e igualdad.

Sin embargo, como es fácil comprender, los principios rectores de libertad y de igualdad son contradictorios y su pretensión de hacerlos convivir en equilibrio provoca fricciones que generan perplejidad y confusión.

Así, por ejemplo, el principio de libertad permite que Amancio Ortega sea enormemente rico y un ciudadano anónimo no lo sea. Sin embargo, la aplicación de la idea de igualdad hace que el señor Ortega, aunque no lo necesite, disfrute de los mismos derechos sociales igualadores –sanidad, educación y prestaciones públicas- que nuestro sufrido ciudadano. Incluso el señor Ortega tendrá derecho a una prestación de jubilación más alta, dado que probablemente habrá cotizado más. No parece que el resultado de combinar los dos principios pueda decirse que responda a una ordenación ecuánime.

Otro ejemplo. El principio de libertad nos dice que la ley de la oferta y la demanda determina la retribución: a mayor demanda, mayor debería ser el precio. Por tanto, los servicios considerados más importantes y más demandados deberían ser los mejor retribuidos. Pero la aplicación de la idea de igualdad conduce a que el Estado del bienestar garantice igual acceso a todos los ciudadanos a lo que se consideran los servicios básicos, fundamentalmente la sanidad y la educación. Esta intervención estatal igualadora produce el efecto de que quienes prestan los servicios más esenciales para la comunidad, paradójicamente, reciban por su trabajo una contraprestación y un correlativo reconocimiento mínimos. Mientras tanto, quienes desempeñan otros servicios, menos relevantes, reciben una retribución y reconocimiento llamativamente más alto. Es obvio decir este resultado nuevamente choca con la pretensión inicial de lograr un orden social presidido por la razón.

Estas y otras muchas contradicciones lógicas son las que determinan que, en los Estados modernos, a pesar de suframos la mayor densidad normativa que jamás haya existido, que sacrifica la libertad, la iniciativa y la creatividad, se haya acentuado considerablemente la desigualdad, hasta llegar a límites intolerables.

Entre otras muchas, estas incoherencias en la aplicación simultánea de dos principios contradictorios hacen que nos encontremos en la situación de perplejidad actual. Y probablemente una de las claves para salir de ella esté en recuperar la tercera pata de la Trinidad democrática: la fraternidad. El ideal anarquista más elaborado consideraba que el principio de fraternidad podría conducir a una libre asunción de la igualdad, basada en la espontánea cooperación entre individuos y no en la compulsión externa de un Estado.

Aunque estemos lejos de ese ideal, parece claro que solo podremos llegar a él por dos caminos: fortaleciendo una sociedad civil cada vez más autoresponsable y cooperativa, que libremente decida la realización de la idea de igualdad; y fomentando una educación inteligente, completa y humanista, que no se centre exclusivamente en la adquisición de las habilidades concretas que, en un determinado momento, permiten al individuo competir más eficazmente frente a los demás.

24 comentarios

24 Respuestas a “¿Qué tipo de sociedad queremos?”

  1. O,farrill dice:

    «Vivimos una época presidida por una enorme confusión», no sólo en lo político, sino en lo que es peor: en lo social (lo que repercute en lo «político»). Es una sociedad que, poco a poco, se ha ido «infantilizando» y «desnortando» y ni siquiera se pregunta por el sentido de su vida. Eso produce «líderes absurdos» (y falsos, añadiría) donde sus nombres, predominan sobre lo que deberían ser proyectos políticos (recalco el «deberían») colectivos. El mundo mediático, capturado desde hace mucho tiempo, ha sido la vía de «colonización» para imponer patrones electorales artificiosos o destruir e impedir la emergencia de otros. Lo mismo que se impone un «best seller», una película determinada o un aspecto físico clonizado (aprovechando la anomia social que ya denunciaba hace bastantes años Dalmacio Negro), se nos imponen unas formaciones que sólo aspiran a «gobernar» (saben que el poder está en el ejecutivo en lugar de en el Parlamento), a mandar a los demás.
    Las ideas políticas «históricas» son una referencia que ya ha sido superada por una sociedad que las desconoce y, en todo caso, no las considera actualizadas en el mundo global. Ya se diluyen los términos «izquierdas» y «derechas» (enfrentamiento) para ir tomando conciencia de que todos somos responsables de todos y en esa comunidad de apoyo y entendimiento, nos jugamos el futuro.
    Un saludo.

    1. El hecho de que las democracias se organicen como procesos competitivos a 4 años impide la profundización en ideas que incomodan ese «debate» cortoplacista e intrascendente. Así, entre otras cosas, llegamos a la sociedad infantilizada a la que te refieres.
      Saludos

      1. pasmao dice:

        Antes, cuando las democracias tenían un objetivo común, ganar a los «malos» del otro lado del muro, los procesos competivos cuatrianuales tenían un componente común que permitía:

        -que los procesos sociales,los que dan seguridad, fraguaran. Y sirvieran soportar la presión del enemigo a la par que ofrecían a las masas de éste una referencia que envidiar

        -que cierta libertad, la necesaria y suficiente para que el conocimiento de unas élites, aflorara y permitiera un desarrollo intelectual y tecnológico que lograra que el dificil equilibrio cañones/mantequilla resultara posible dentro delos estados nación al uso.

        Cuando cayó el muro ambos, seguridad y libertad, resultaron un lastre para la globalización y los procesos competivos cuatrianuales devinieron en una competición de egos que sólo persigue la patada adelante que enmasquere el tocomocho en que vivimos. Deuda mediante.

        Y en esas estamos.
        ¿sería posible establecer el debate libertad versus seguridad en China, India..?

        un cordial saludo

      2. O,farrill dice:

        Isaac, quizás la cuestión no sea qué tipo de sociedad «queremos», sino más bien qué tipo de sociedad «somos». Un saludo.

  2. Manu Oquendo dice:

    No me gusta Trump y tampoco Clinton. Esta última la encuentro muy preocupante por detalles como este.

    https://www.youtube.com/watch?v=FmIRYvJQeHM

    Hay quien piensa que la campaña mediática en contra de Trump tiene motivos muy concretos.

    1. https://www.armstrongeconomics.com/international-news/north_america/2016-u-s-presidential-election/trumps-proposals-for-ethics-reform/

    2. http://www.vaskal.ca/podestafiles

    Ambos personajes son un síntoma del estado real del sistema.

  3. pasmao dice:

    Visto el panorama, lo que por lo menos me gustaría saber es que sociedad «quieren», ya que pintamos poco o nada con lo de «queremos».

    Tengo la sensación de que ni ellos lo saben. Patada adelante y punto pelota. Esa es la política de nuestros próceres.

    Al menos con Putin y los chinos está mas claro. No engañan a nadie.

  4. Manu Oquendo dice:

    Para poder responder a la pregunta de Isaac creo que antes es necesario un trabajo de análisis de lo que creemos que tenemos. Cuestión esta que, tanto si se centra en lo que «No queremos» como en aquello que «Sí queremos», dista mucho de ser sencilla.
    Es decir, a la pregunta de Isaac, no se responde de un plumazo.

    Estoy precisamente terminando un pequeño trabajo sobre esta «fase previa» o al menos una parte de ella. Haberle dedicado algún tiempo al tema –incluyendo las respectivas consultas a una parte de la «producción» intelectual sobre la cuestión– me ha llevado a dos conclusiones que ilustran su tremenda complejidad.

    Voy a aprovechar estos momentos antes de la jornada para resumir lo que creo que hay que hacer.

    En primer logar no debemos olvidar que la Sociedad Civil, lo que se conoce como Ciudadanía, solo es «Espacio Latente».
    No opera como tal y muy probablemente está incapacitada para hacerlo al decir de Mancur Olson que en los años 60 estudió a fondo la cuestión.

    ¿Por qué?

    Por dos cosas.

    1- Por la Naturaleza de los Bienes Colectivos. Son bienes disponibles para todos, sin exclusión. Por lo tanto se reciben independientemente del esfuerzo.

    2. Por consiguiente el Gorroneo (el Free-riding) es la opción Racional. No implicarse no es obstáculo para recibir el fruto del esfuerzo del grupo: que lo hagan otros es lo lógico.

    Dicho lo cual, paso a resumir lo que habría que hacer para organizarnos desde ese «espacio latente» sobre el cual actúa el Poder Real. Poder Formal e Informal (Grupos de Interés o poderes fácticos)

    1. En primer lugar: Repensar nuestras Democracias……….. en función de los Resultados que están produciendo:

    • Empobrecimiento de enormes capas de la población y la gradual reducción de la Clase Media que era la promesa de la democracia.
    • Importante reducción de las esferas de libertad personal y colectiva que no recibe suficiente atención.
    • Degradación cualitativa de los liderazgos formales de las democracias que se constata con preocupación.

    2. En segundo lugar, y en paralelo al esfuerzo anterior, trabajar para remediarlo y posicionar una parte de la Ciudadanía Como Una Red coordinada de Grupos de Interés.

    Es lo mínimo necesario para afrontar los desafíos presentes y futuros desde un segmento numeroso sin Representación Efectiva en el espectro político: Las Clases Medias Trabajadoras en contracción .

    ———————

    Hoy, los intereses de esta clase social, la inmensa mayoría en Occidente, son los peor representados y hay toda una constelación de «poderes fácticos» incentivados desde el Presupuesto Público y dedicados a su metódica deconstrucción y reingeniería.

    Por otra parte, y como predijo Tocqueville, nuestras democracias «Representativas» están resultando en formas de Poder despóticas, desde lo económico a libertades y valores que preceden al derecho positivo. Nuestras formas de Poder en lo importante actúan con menos barreras que en el Antiguo Régimen.

    Es cierto que, como en todos los entes gregarios, la predisposición ciudadana a actuar es muy mejorable, pero estamos hablando de la clase social que porta los valores de esta cultura en múltiples crisis.

    El caso es que el análisis de la situación lleva a Una Conclusión:

    «No articularse eficazmente como Grupo Organizado de Interés (no como Partido Político) desde la sociedad civil es una debilidad estratégica grave. El grupo –de minorías o de mayorías– que se quede fuera se ausenta del campo de la representación eficaz»

    Una prioridad es la formación y el desarrollo de Grupos capaces de pensar, crear y discernir para actuar con eficacia en la Génesis y Difusión de Ideas que den vida al Espacio de la Ciudadanía como Agente Social Real.

    Una Red capaz de Estrategias comunicativas adecuadas a cada segmento receptor. No tiene sentido emitir mensajes en formas que garantizan que no van a ser recibidos por nadie.

    Con tal fin, Mancur Olson y otros sugieren trabajar en la formación de Grupos pequeños, multidisciplinares, con complementariedad interna y externa, estructurados de acuerdo con los modelos que han probado su capacidad de influir y cuyos rasgos genéricos se describen en la segunda parte de «La lógica de la Acción Colectiva». Una obra que, –además de explicar por qué solo los grupos pequeños son eficaces–, dedica parte de sus páginas a los requisitos principales comenzando por los Incentivos.

    ——————————–

    Lo anterior es difícil.

    Pero no es diferente de lo que sucedió —durante décadas con los medios de entonces– cuando moría el Viejo Régimen y lentamente surgieron los gobiernos «Representativos» y las Democracias de Masas. Aquel ciclo que hoy se acaba.

    Hoy, además de sernos necesario, disponemos de muchos más conocimientos y recursos sobre Comunicación y Comportamiento de Grupos de los que existían entonces.

    Termino con una reflexión de Schroedinger «…se volvió́ casi imposible, para una única mente, dominar por completo más que una pequeña porción especializada de ese conocimiento.
    No veo otra salida para este dilema (bajo riesgo de perder nuestro objetivo para siempre) que aventurarnos a embarcar, algunos de nosotros, en una síntesis de hechos y teorías, aunque dotados de un conocimiento incompleto y de segunda mano sobre algunos de ellos, y, peor aún, pudiendo parecer tontos».

    Es decir, no nos va a faltar trabajo.

    Buenos día y perdón por la extensión pero es una respuesta no improvisada.

  5. EB dice:

    Literalmente la pregunta del título tiene sentido sólo para aquellos que quieren construir “sociedades” a su gusto. Por el contrario, para quienes creemos que toda “sociedad” es producto espontáneo de interacciones entre humanos actuando individualmente y no el resultado de una propuesta colectiva, la pregunta relevante es cómo se genera orden social, esto es, bajo qué condiciones personas que regularmente interactúan entre sí presumen que sus expectativas sobre futuras interacciones serán correctas. En todo caso, sospecho que si Isaac se centrara en el orden político de la “sociedad” diría básicamente lo mismo que dice en el post porque está claro que tiene una visión “romántica” de la política, es decir, los políticos deben guiarnos de acuerdo con principios predeterminados. Quienes tenemos una visión “realista” de la política no esperamos que los políticos cumplan ese papel, sólo deseamos que controlen sus ambiciones, no abusen del poder, y contribuyan a fortalecer el orden social (definido antes), pero sabemos que nuestros deseos difícilmente se cumplan porque no hay mecanismos eficaces para controlar las ambiciones de los políticos e impedir abusos del poder.

    Todos los días tenemos nueva evidencia de la disposición de los políticos para actuar como si no tuvieran límites a lo que pueden hacer. Sí, pretenden justificar sus excesos en sus buenas intenciones, pero a esta altura de la historia de la humanidad uno debe tomar sus excusas como insultos. Ayer me partí de risa escuchando los comentarios de políticos chilenos y sus muchos cómplices (ejércitos de parásitos) sobre las elecciones municipales en que sólo un tercio del electorado decidió participar y la coalición gobernante de la Sra. Bachelet obtuvo poco más de un tercio de los votos emitidos. Hoy temprano leo El País y me parto de risa de las opiniones de sus editorialistas, columnistas y periodistas sobre la gran contribución del PSOE a la estabilidad institucional de la política y el gobierno (y también sobre otros temas políticos, como el editorial sobre Libia que evita mencionar que Obama y Hillary fueron responsables principales de lo sucedido); sí, El País es una cueva de gente muy podrida al servicio de un PSOE que por suerte se está muriendo. Y luego me reiré con los últimos sucesos de la campaña electoral en EEUU, campaña que ojalá sirva para enterrar definitivamente todas las visiones románticas de la política.

  6. EB dice:

    Como dije en comentario anterior, interpreto el post de Isaac como un manifiesto en favor de la visión “romántica” de la política: los políticos deben guiarnos de acuerdo con principios predeterminados. ¿Qué principios? ¿Cómo se predeterminan? Muchos principios se han discutido explícitamente, pero su predeterminación queda en esa penumbra en la que evitamos ser claros sobre qué estamos hablando.

    Isaac nos recuerda los gloriosos principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad, sobre los cuales miles de libros y documentos se han escrito. Isaac piensa que en ausencia de fraternidad, la libertad y la igualdad son contradictorios, pero si hubiera fraternidad, no serían contradictorios (espero haber entendido bien sus párrafos finales). No hay forma alguna —como lo prueban esos miles de libros y documentos— de argumentar esa idea. Mi impresión es que hoy hay mucho más libertad, más igualdad y más fraternidad que nunca antes —no en términos absolutos sino porque antes había poca libertad, igualdad y fraternidad. Pero —un gran pero— mi impresión tiene como referencia una “sociedad” que muy probablemente nada tiene que ver con la “sociedad” que Isaac imagina, y cuando hablo de “sociedad” su tiempo importa tanto como su espacio porque la nostalgia puede confundirnos. En todo caso, me quedo con la duda sobre si habría alguna forma distinta de la imposición divina o mágica para pensar que esos gloriosos principios hoy serían aceptados por una mayoría absoluta cualquiera sea la “sociedad” de que estamos hablando.

  7. Estimado Isaac,

    En especial, dos párrafos de su artículo, me parecen muy importantes, los cuales a continuación me permito citar y luego comentar:

    «La ordenación de una sociedad sobre la base de la idea liberal tropieza con el obstáculo de que una buena parte de sus miembros no son plenamente racionales, en el sentido de ser capaces de formarse un juicio lógico y utilizar la inteligencia para llegar a acuerdos con sus conciudadanos. Por el contrario, lo habitual es que utilicen la razón de una forma elemental, no como herramienta para la búsqueda de la verdad, sino como medio para imponer sus propias opiniones, deseos y objetivos.»

    «Aunque estemos lejos de ese ideal, parece claro que solo podremos llegar a él por dos caminos: fortaleciendo una sociedad civil cada vez más autoresponsable y cooperativa, que libremente decida la realización de la idea de igualdad; y fomentando una educación inteligente, completa y humanista, que no se centre exclusivamente en la adquisición de las habilidades concretas que, en un determinado momento, permiten al individuo competir más eficazmente frente a los demás.»

    Del primer párrafo, coincido con usted, en que la razón no se utiliza como una herramienta, sino como un medio para lograr fines particulares. Sin embago, esto es válido, tanto en el sistema liberal, como en el comunista, o socialista. En estos últimos, los líderes, también pueden hacer lo mismo (imponer sus fines particulares), amparados en el disfráz de la colectividad.

    Por otro lado, en el segundo párrafo, se refiere a la realización de la idea de igualdad como punto central para una buena sociedad. Sin embargo, haciendo alusión al primer párrafo citado, mi idea de igualdad puede ser diferente de su idea de igualdad y de la de los otros miles de millones de personas.

    ¿Cómo vamos a lograr una sociedad en base a millones de ideas diferentes de igualdad y de buena sociedad? ¿No es acaso que cualquier acción que nace de una idea personal (o de mi colectivo), también una acción que impone fines particulares más o menos globales?

    Tal vez el problema es precisamente que el actuar desde una idea, es ya de inicio un acto que impone fines, objetivos y deseos particulares (por muy colectiva o refinada que sea ésta idea de igualdad, prosperidad, etc.)

    ¿Entonces en base a qué creamos una buena sociedad si no es en base a ideas, ideales, etc.? Parece que percibir directamente lo que sucede, sin ideas preconcebidas, de ideales, valores, etc, es ya un buen comienzo. Este simple percibir, es en si un cuestionamiento sin fin, que a su vez cuestiona el propio proceso de cuestionar, no una vez, ni dos, sino como una forma de vida, una forma de existir y de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.
    De esta manera, las ideas e ideales sirven como herramientas a la buena sociedad.

    En cambio aún insistimos en crear una sociedad que sirva a un conjunto de ideas e ideales más o menos rígidos, más o menos colectivos o armoniosos, pero que por muy extensas que sean estas ideas, en su propia extensión, llevan implícito, su propio límite para enfrentar la realidad de la complejidad humana.

  8. EB dice:

    Parece odio pero es ambición de poder para beneficio personal. Leo recién esta columna

    http://www.elmundo.es/opinion/2016/10/27/5810f16446163fb74b8b456e.html

    en que Arcadi Espada atribuye el NO de algunos socialistas —a pesar de la orden del partido— al odio a la derecha. Sí, cualquiera que escuche o lea las excusas que dan algunos políticos para “votar de acuerdo a su conciencia” puede concluir que lo hacen por odio hacia algunos otros. El rechazo personal a Rajoy y su PP desde fines del 2011 —sí, por lo menos desde ese momento— puede interpretarse como odio, algo que hoy jueves 27 parece llegar a su apogeo. Pero es sólo una estrategia para competir por el poder en que su objetivo inmediato es destruir al rival, destruyendo su personalidad, convirtiéndolo en enemigo no sólo de quien se beneficia de la estrategia sino enemigo de toda la “sociedad”. Esta estrategia es vieja, muy vieja, pero hoy la tecnología permite recurrir a ella de manera distinta, usándola como arma de destrucción masiva de la personalidad del rival contra quién ese “odio” está dirigido. En EEUU, el Partido Demócrata la usado muchas veces, y no sólo para las elecciones presidenciales como deben recordar aquellos que vieron y escucharon “en vivo y en directo” el linchamiento de Clarence Thomas cuando fue nominado para miembro de la Corte Suprema en 1991 (un Kennedy —el más podrido de todos— fue líder de ese linchamiento). Por cierto, los que quieren verlo pueden haber visto lo que ha estado pasando con Donald Trump desde que presentó su candidatura (en su linchamiento también han participado muchos extranjeros, incluyendo españoles, que sin ninguna vergüenza han estado sirviendo vil y cobardemente al Partido Demócrata de EEUU para recibir algún beneficio personal —por ejemplo, ser considerado miembro de «la tribu de los buenos”).

    Pero el objetivo último de esa vieja estrategia es que su líder acceda al poder. En política, hay muy pocos límites a lo que los competidores por el poder pueden hacer, algo que nos entretiene mucho cuando vemos o leemos sobre las intrigas del poder en siglos pasados, pero no cuando vemos o leemos sobre lo que ocurre hoy. Sí, hoy celebramos que haya menos violencia para acceder al poder, pero pocos se avergüenzan de la destrucción deliberada de las personalidades de los candidatos. Por eso causa risa que muchos hablen de reformas profundas a la institucionalidad de la política y el gobierno —y por extensión a las formas horribles en que los políticos y gobernantes intentan intervenir en nuestras vidas (el caso de la educación escolar considerado muchas veces en este blog es un ejemplo claro pero no extremo de esa intervención)— con la expectativa de un nuevo orden político en que los “buenos” gobiernen. Un Sánchez, un Iglesias, o cualquier otro político del NO jamás será fuerza de ese cambio —de igual manera que el podrido Obama no lo ha sido en EEUU ni la podrida Hillary jamás lo será.

    1. Loli dice:

      Pues en fin…..ojalá no lo sea tampoco el «inteligente» Trump.

      Un saludo

      1. EB dice:

        Tranquila. Tengo una visión del mundo en general y de la política y el gobierno en particular muy distinta a la de Donald Trump y si pudiera votar en EEUU no votaría por ninguno de los cuatro candidatos. El punto de mi post no es una defensa de Rajoy o Trump sino una denuncia de la estrategia grotesca que se usa para destruir a algunos candidatos. Le podría escribir mucho más sobre cómo el Partido Demócrata ha usado esa estrategia en EEUU por décadas (mi primera advertencia sobre su importancia la tuve directamente de Hubert Humphrey, el candidato presidencial derrotado por Nixon en noviembre 1968; después de su derrota, HH se «refugió» en la Universidad de Minnesota donde yo estaba estudiando).

        1. Loli dice:

          Gracias por responder a mi «corto comentario».

          Deduzco de los suyos que tiene un importante bagaje profesional que parece haberle proporcionado un no menos importante conocimiento del funcionamiento político, de los entresijos de los principales grupos políticos norteamericanos.

          Tampoco, desde mi desconocimientos en ambos campos, el político y el económico, me parece que en estructuras que adquieren un poder tan grande, se pueda hablar de «buenos» y «malos», por supuesto.

          Sí que es posible, que nos encontremos ante «opciones» menos devastadoras, máxime observando, y creo que debería ser con una creciente preocupación, el rápido descenso de nivel, no ya mediático, no ya de prestigio, no ya de credibilidad, sino de inteligencia, que allí y aquí también, en el ámbito de Europa, parece se está adueñando de la denominada «clase política», o sus aspirantes.

          Puede que no esté de acuerdo con muchas de sus apreciaciones al respecto, pero le reconozco sus conocimientos, y le agradezco de verdad que los comparta en este blog.

          Todos no partimos de la misma preparación, y creernos lo que no somos, no ayudará, pienso, a salir de la mediocridad que no nos llevará a superar consignas sociales, económicas y políticas que nos tienen atrapados en un modelo con claros síntomas de naufragio en sus principales estructuras, opino.

          Por eso es tan importante que personas, con conocimiento y experiencia, decidan exponerla en foros como éste.

          Un saludo

          1. EB dice:

            Por nada. Insisto en que mi única intención es intentar entender dónde estamos parados y cómo hemos llegado hasta aquí. Pensaba escribir algo más sobre la estrategia de destruir al rival convirtiéndolo en «enemigo del pueblo», pero ahora estoy tratando de entender la última sorpresa de la campaña EEUU: la decisión del FBI de reabrir la investigación sobre Hillary Clinton.

            Mucho se puede especular a partir de lo poco que todavía se sabe sobre el alcance de la nueva investigación y en particular sobre el tiempo que tomaría concluirla considerando los pocos días que quedan hasta el martes 8 de noviembre. Pero más allá de todas las especulaciones hay algo sobre Hillary Clinton que muchos aprendimos pocos meses después de que Bill asumiera como presidente (enero 1993), momento en que yo vivía y trabajaba a pocas cuadras de la Casa Blanca. Me refiero a su inclinación por jugar con la verdad y por culpar a otros de las consecuencias negativas de sus acciones personales.

  9. Alicia dice:

    Según leo artículo y comentarios se me viene a la cabeza – tan propensa que soy a la dispersión y a salir por cualquier parte, si bien intuyo que la idea que se me cruza se asienta en lo de la oferta y la demanda ― la tan reclamada por los artistas (que no concretamente actores sino artistas en general y sus distintas artes) ley de mecenazgo.
    ¿No es un poquito una aberración bastante grande?
    El mecenas está comprando (o hipotecando, al menos) por pura lógica a su… no me sale la palabra… ¿”mecenado”?, ¿”mecenazgueado”? Porque el que pone la pasta espera ― o rompemos la baraja, chaval ―que aquello por lo que está pagando se adecúe a sus expectativas, por lo menos, y, por lo más, a sus intereses.
    Y eso a mi entender es una contradicción, e incomprensible que sean los propios artistas quienes propugnen semejante disparate.

    1. Alicia dice:

      Me corrijo y amplío «la idea que se me cruza se asienta en lo de la oferta y la demanda, y lo de la libertad».

  10. Victoria dice:

    Estimado Isaac,

    Transcribo el extracto de una noticia que ratifica con un ejemplo muy elocuente la contradicción que analizas respecto al principio de igualdad.

    Fantásticas disecciones las tuyas, las vuestras.

    http://www.mutualidadabogacia.com/Home/La-Mutualidad/Sala-de-Prensa/Noticias/NoticiasOctubre2016/Seguridad-Social.as
    El Constitucional considera nula la exclusión de la gratuidad sanitaria en razón de la cuantía de los ingresos según la sentencia 139/2016 de 21 de julio de 2016
    La sentencia afecta positivamente a los abogados al considerar nula la limitación a aquellos no afiliados a la Seguridad Social con ingresos superiores a 100.000 €/año.
    La decisión se basa fundamentalmente en considerar que se vulnera el principio de reserva de ley, considerando que la decisión no queda en manos del legislador sino del Gobierno, que además no explicita ni justifica las razones de la opción cuantitativa concreta que fijó el Reglamento.

    Un abrazo

  11. Alicia dice:

    Me quedé dormida a las 6 de la mañana enganchada a Antena 3 – que podía haber sido otra pero enchufé y apareció esa y ahí me quedé – escuchando las opiniones más dispares de opinadores que, ha de suponerse y supongo, sabrán de lo que están hablando.
    Bueno, pues, ¿en base a qué principios o argumentos puede haber tantas diferencias cuando los que opinan están manejando datos? Porque supongo que dato es dato y no cabe que sea subjetivo ¿No?
    Y, sin embargo, los había diciendo que lo peor que podría pasar al mundo sería Trump, y enumeraban, amén de toda la serie de disparates que ha dicho y que han circulado por todos los medios de información, un abanico de decisiones que piensa tomar y que chirrían en los oídos y en el alma.
    Y, otros – ejemplo Roberto Centeno, que “me lo sé” porque participaba hace unos años en un programa vespertino dirigido por Cesar Vidal y que, al teclearlo en internet sin recordar pero en la sensación de “me suena esta voz y esta manera de opinar” encuentro que sí, y muchos enlaces en una web de Cesar Vidal, de ahora mismo, a entrevistas en los que habla de economía e imagino que también de política; pero si me paro a escuchármelos y pretender llenar todas las más que lagunas procelosos mares de que está plagadita mi desinformación no abarco a (y además) encontrar tiempo para vivir -, decía, yo, que decía Roberto Centeno anoche tras ser presentado como asesor y colaborador de Trump (y en internet leo “el ultraderechista Roberto Centeno”), que no, que lo peor que le podría pasar a ese mismo mundo mencionado más arriba sería Clinton, y enumeraba… no me lo he aprendido, pero guerras y conflictos en los que ella tuvo mucho que ver siendo secretaria de estado; y que si Clinton gobernase las tensiones con Rusia se recrudecerían mientras que, con Trump, la cosa funcionaría de forma como que más amable porque Trump y Putin se simpatizan y sintonizan bastante. Ah, y que Putin, es el mejor líder político que hay en la actualidad en el mundo.
    ¿Putin es un buen líder político? Eso no lo sé ¿Pero es un político que pueda representar algún bien para la humanidad?
    Y se organizó en la cadena una pelotera tremenda, y Roberto Centeno tildó de ignorantes a todos (todos) los que no estaban de acuerdo con él.
    Bueno, pues eso era a las 6 y cuando abrí el ojo poco después de las 9 ahí estaba Trump en la pantalla, triunfador ya, en un tono y una actitud que me sorprendieron porque los encontré muy diferentes de los que había utilizado en la campaña.
    Y me pregunto, tras muchas disquisiciones y monólogos interiores conmigo misma, si después de prácticamente la noche en vela tengo claro si el resultado ha sido bueno o malo. Y no lo tengo. Y no lo tengo no ya y sólo porque no me sepa las trayectorias e ideologías de cada uno de los contrincantes sino porque, aunque me las supiese, toda la información de la que puedo abastecerme, en cualquier aspecto de la vida, siempre me llegará impregnada (¿sesgada?) del criterio subjetivo del que esté difundiendo la información.
    Que alguien me ayude, por favor, contestadme alguno.
    Lo que más me apremia no es saber si Trump será bueno o malo, que eso se verá.
    Lo que me urge es aprender a discernir, yo sólita – y sin tener que marear a quien me esté leyendo en este momento (que siempre será “este” para quien tenga la amabilidad de leerme cualquiera sea el momento) – con qué – de lo expuesto que pueda exponerse por quienes lo expusieran (o expusiesen) ante cualquier tema o circunstancia de la vida -, o en qué, sería razonable y sensato que centrara mi atención para poder afirmar, con un cierto criterio (y aunque resultase discutible) “esto es grano” o “esto es paja”.
    Y disculpad que me haya alargado tanto.

    1. EB dice:

      Tranquila Alicia. La función del circo electoral terminó y ahora empieza una nueva función, con un show nunca antes visto. Veo que no le gustó el acto final pero ríase de los payasos falsos que actuaron porque su falsedad era demasiado evidente, y en el caso de los españoles grotesca porque no tenían idea de que se trataba.

      El nuevo show tiene una trama compleja y requiere conocer bien los personajes para entenderla, en particular a los actores principales. Además de Trump, varios otros republicanos que desde sus posiciones en el Senado y la Cámara de Representantes serán cruciales para aprobar o rechazar las propuestas de Trump. Algunas serán fáciles de aprobar –probablemente la primera el nuevo juez de la Corte Suprema, cuya importancia también requiere saber mucho sobre el Poder Judicial en EEUU, y luego la derogación de varios abusos de poder por parte de Obama (es una lista larga propia de un presidente corrupto). Otras serán más difíciles porque requieren derogar leyes pero reemplazándolas con nuevas propuestas –el caso de Obamacare, el fracasado plan sanitario del presidente corrupto, está primero en la lista. Sí, Trump y los republicanos estarán muy ocupados con cuestiones internas de EEUU y no tendrán tiempo para problemas externos, salvo que sean urgentes y se convenzan de que su intervención puede hacer una gran diferencia (John Bolton será el Secretario de Estado o Ministro de Relaciones Exteriores y parece tener bien claro que así debe ser).

      En pocas palabras, olvídese de todas las barbaridades que se han dicho sobre Trump para presentarlo como el nuevo Diablo y céntrese en lo que intente hacer, recordando siempre que para hacerlo requiere la participación de senadores y representantes. Si tiene alguna duda fíjese lo que ha estado ocurriendo en España: dejando de lado a los que agonizan por su estupidez grave, Rivera no tiene alternativa y tiene que comerse su desprecio por Rajoy y simultáneamente Rajoy tiene que taparse la nariz para soportar a Rivera, un personaje hueco pero por el momento necesario al PP.

      Y por último celebre que Hillary y los Clinton ya no participarán más en política. Ahora su preocupación es no ir presa.

  12. Alicia dice:

    Ya, EB; si con esas observaciones que usted hace más o menos ya cuento; y que el perfil de Trump que se nos ha mostrado habrá sido, en parte al menos, el que estuviera interesando a los medios (no sé de EE.UU, pero sí de aquí, que dan bolilla a quienes y como se ve y escucha día tras día aborrecen y despellejan al “bando contrario”) y a los grupos de poder que los sustentan. Pero también, y desde la opinión enfrentada, a ella se la ha llamado “la malvada Clinton”. Algo del todo no cierto y algo cierto tiene que estar habiendo forzosamente en ambos casos.
    Y no sé, de entre todo un maremágnum de opiniones y datos y criterios, darme cuenta de dónde estaría el “meollito” al que saber llegar con mis alcances para hacerme una opinión que poder reconocer aun con sus esques y sus peros como mía.
    Ahora cambio de tercio porque se me olvido preguntar a Isaac si su frase, literal, “en el ideario liberal la intervención pública debería ser la mínima posible” se refiere a la intervención del estado.
    Pero eso es porque de siempre tiendo a entender que “público” es lo que está en la calle, como si dijéramos, y es y está a disposición de todo el mundo; y que “privado” lo que es sólo del Estado. Pero con frecuencia sospecho, en función del contexto y de quién lo escribe o dice, como en el caso de la frase entrecomillada, que es justamente al revés.

    1. EB dice:

      No estoy tranquilo Alicia. Usted está confundiendo lo que es público y lo que es privado. Pongámoslo de esta manera. Privado era todo lo que hacía Trump hasta el día en que anunció que estaba dispuesto a competir para ser presidente. A partir de ese día su vida se volvió pública en el sentido de que lo que él dijera o hiciera era de interés para los votantes y entonces los medios masivos «cumplieron» con la tarea de revisar los dichos y hechos de toda su larga vida (y también de las vidas de sus familiares inmediatos). A partir del 20 de enero de 2017, cuando asuma la presidencia, Trump será además parte del Estado y por lo tanto será una persona con responsabilidades públicas por ejercer un cargo público, esto es, un cargo estatal. Cuando Isaac se refiere a intervención pública se refiere a intervención del Estado y si usamos el ejemplo de Trump, cada decisión de Trump luego del 20 de enero puede implicar una intervención estatal o pública en la vida privada de algunos o muchos ciudadanos. En el liberalismo clásico se predica que la intervención estatal o pública debe centrarse primero y ante todo en las dos funciones de proteger a todos los ciudadanos de peligros externos (vengan de extranjeros o de la naturaleza) y de prevenir y resolver conflictos entre ciudadanos (a los ladrones se los juzga no se los pasa por el paredón como si fueran invasores extranjeros), y luego en otras funciones pero sólo en la medida necesaria para evitar un «mal mayor» (los socialdemócratas pretenden que sea en la medida necesaria para lograr la «felicidad terrenal»).

      Respecto a Hillary, su vida era privada hasta el 20 de enero de 1993, cuando Bill asumió la presidencia (antes Bill había sido gobernador de Arkansas, un cargo menor que poco o nada cambió el estatus de Hillary). A partir de esa fecha, la vida de Hillary pasó a ser pública a pesar de no tener un cargo estatal o público porque lo que ella dijera o hiciera afectaba la opinión pública sobre el presidente Clinton. Precisamente los dichos y los hechos de Hillary poco después de esa fecha se convirtieron en una carga para Bill (además, los medios revisaron su pasado y encontraron que había abusado de la posición de Bill cuando gobernador). Más tarde, Hillary fue senadora, un cargo público o estatal, y como parte del poder legislativo tendría que haber asumido las consecuencias de sus decisiones (por ejemplo, votó a favor de la guerra de Irak aunque después se dio vuelta por razones políticas, no porque tuviera algún valor republicano). En todo caso, como senadora poco o nada hizo aunque habló mucho (sí, habla mucho y no dice nada). Luego se presentó como candidata a la presidencia porque quería ser la primera mujer presidente pero su único mérito era su marido. Un desconocido sin experiencia alguna de trabajo en algo serio le ganó y ella lo insultó, pero en política los insultos no son motivo de separación y Obama la designó como secretaria de Estado –otro cargo público pero designado, no electivo– para llevarse bien con el sector del partido que respondía a Bill Clinton (y porque Obama no tenía idea de lo que era gobernar). Como secretaria de Estado lo único que hizo fue viajar por todo el mundo y participar en la invasión de Libia como si fuera un partido de fútbol, celebrando el asesinato por linchamiento de Gadafi. Pero el asesinato del embajador de EEUU en Libia le planteó un problema porque quedó en evidencia que no hizo nada para ayudarlo. Como ve, los cargos públicos o estatales son importantes en cuanto a hacer daño a otros pero no a sus titulares. Y para peor, luego se probó que mientras era secretaria de Estado usó un servidor de Internet que no estaba autorizada para su función pública, algo que fácilmente se convierte en delito porque implica como mínimo negligencia en el manejo de información confidencial y clasificada. Y por si fuera poco lo anterior, ya existe evidencia de que cuando era secretaria de Estado usó el cargo para promover donaciones a la Fundación Clinton, y más tarde usó sus contactos para vender influencias en beneficio de la Fundación. No debe sorprender que todas sus acciones pasadas hayan ido saliendo a la luz cuando decidió apropiarse de la candidatura del Partido Demócrata para la elección del martes pasado. Sí, han salido a la luz a pesar de los esfuerzos de los medios masivos del Partido para ocultarlos.

      Espero que lo anterior le haya aclarado la distinción entre privado y público.

      1. Alicia dice:

        Gracias.
        La diferencia entre vida pública y vida privada de las personas es evidente y no me cuesta distinguirla. Lo que habitualmente me ha creado confusión – ilógica del todo, pero una especie de «dilexia» mía. Que no es dilexia, lo uso como metáfora – es una forma de interpretar equivocada que, si no me paro a pensar dos veces, me lleva a entender a un primer pronto que «empresa pública», por ejemplo, es empresa de cualquiera, el «público» en general, y que «empresa privada» es del Estado y el Estado su dueño único.
        Soy consciente de mi error, pero debe de ser que lo tengo muy arraigado y, a veces, en una especie de segundo plano, se me cruzan los términos en mis «entendederas».

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