Decía Rabindranath Tagore, en uno de sus potentes escritos, que un pueblo debería elegir para su gobierno a aquel que nunca se hubiera postulado para ello, a aquel que no hubiera demostrado afán alguno por lograr el poder. Posiblemente querría hacer ver con ello que la auténtica sabiduria va ligada con la libertad interior. Ese que no persigue el poder seguramente es un sabio, y probablemente puede ser un líder.

En las democracias nobles de algunos estados-cuidades de la antigua Grecia, estaba prohibido que los candidatos en unas elecciones hicieran campaña a favor de su candidatura. Se trataba de evitar un posible gobierno basado en la idolatría del cuerpo electoral a sus dirigentes, creyendo que lo que entendemos por narcisismo contamina el sentido de la elección del más apto. Ese que no hace campaña de sí mismo seguramente es un ídolo.

Todas las sociedades han necesitado de héroes, líderes e ídolos, y ya se han ocupado los poderes de convertirlos en mártires. La necesidad de liderazgo es consecuencia del estado desigual en el desarrollo evolutivo humano de un conjunto, que obliga a elegir a los más capacitados para la toma de decisiones y gestión del grupo; práctica que nuestras sociedades calvinistas están desterrando en favor de encumbrar al más popular, al más representativo de un conjunto.

Pero sigue habiendo una amplia y profunda necesidad psico-sociológica de héroes y de líderes. Con nuestro moderno lenguaje “PNL” hemos cambiado sutilmente el término héroes por el más actual y ambiguo de “referentes”, y con ello al primero lo desproveemos de su valor, traspasándoselo al segundo, cuyos méritos para recibir tal designación dejan muchas dudas respecto a sus cualidades para ejercerlo.

Los héroes tienen el denominador común de poner su vida en juego por una causa que se entiende superior. Más allá de lo que cada cultura entiende por “superior”, el rasgo definitorio común se deposita en el hecho de poner la vida en juego, su estatus, su seguridad, a disposición de algo que se entiende que es un fin de más alto rango. En realidad hace un sacrificio; lo que significa, si tomamos literalmente el término, que oficia algo considerado sagrado.

En unos grupos lo superior será su propia preservación ante un peligro inminente, en otros será rescatar la vida en peligro de un individuo, también los habrá que lo categoricen así cuando el héroe realiza una proeza apoyándose en cualidades cuasi sobrenaturales, o cuando alguna hazaña nos descubre capacidades sobrehumanas en alguna persona. Los valores y la valía de un grupo humano siempre se han analizado desde la observación de las heroicidades que este ha sido capaz de generar en su seno. Su cultivo y posterior culto dan lugar a figuras totémicas, a mitos e historias legendarias, que favorecen un sentido social que les hace sentirse orgullosos como pueblo. La función que cumplen es absolutamente esencial para impulsarlo hacia su desarrollo, y sin ella está tan condenado como Roma a las puertas de la invasión bárbara.

Su importancia estriba, esencialmente, en el impulso que suponen para las nuevas generaciones, en el ímpetu que imprimen al conjunto en pos de objetivos siempre de mayor alcance que los anteriores. Los más jóvenes se apoyan en los héroes para soñar mundos nuevos, para rozar el límite de sus capacidades humanas, para imaginar que lo imposible hoy puede ser lo posible de mañana, en intentar trazar caminos insondados, y en ensoñarse a uno mismo haciendo todo ello.

Desde esta perspectiva, para tomar el verdadero pulso de nuestro pueblo, deberíamos preguntarnos ¿Dónde están nuestros héroes? ¿Quiénes son? ¿A quiénes hemos encumbrado a los pedestales más próximos a los dioses? ¿Sobre qué hechos, proezas y hazañas lo han conseguido? ¿Con quién sueñan nuestros jóvenes cuando ilusionan su desarrollo futuro?

La veneración por los héroes antiguos de una sociedad vigorosa, se ha sustituido por un fanatismo seguidista de los ídolos forjados por los grupos mediáticos, que hacen superior a un campeón de fórmula 1, al goleador de un equipo, a un cocinero ingenioso en la manipulación de los alimentos o al gestor que más tiendas de moda ha abierto en distintos países del mundo. Y, en su versión chabacana, a aquella que persigue compulsivamente ser portada de las revistas de porteras y peluqueras, a base de operaciones quirúrgicas y divorcios culebrónicos. A los héroes ya no los sueñan los hombres, solo a los famosos los idolatran los “fans”, los fanáticos.

Las sagas de los “Súper Mario Bros” y similares, tratan de utilizar el arquetipo de los héroes, para forjar adicciones por la puerta de atrás, condenando a los menores a que las epopeyas se mezclen con las TIC, y ya no se pueda salvar a princesas en peligro o vengar a los indefensos de los crímenes sufridos sin asomarse a una pantalla de 17 pulgadas, comprarse un videojuego de moda y liarse al touch digital.

En esta transformación social, nuestros niños se ven metidos en un bólido de carreras haciendo adelantamientos arriesgados, metiendo el gol definitivo en una final, haciendo que un besugo parezca un pájaro entre nubes o dirigiendo un consejo de administración que decide abrir una franquicia en las islas Feroe. Pero en nuestra simple metafísica de la Tierra ¿a la muerte quién la enfrenta? ¿A la justicia quién la defiende? ¿A la verdad quién la busca? ¿Al dolor, quién puede con él?

La ausencia de heroicidad sobrenatural, y el aumento de referentes psicológicos, ha hecho que algunos de los más intrépidos e inconformistas se hayan lanzado en pos de actos que parecen más propios de la desesperación que valiosos. El riesgo es lo que domina, y lanzarse atado por un puente, que no lleva a nada excepto al placer de la estimulación de la propia adrenalina mezclada con endorfinas se segreguen al extremo, es el acto heroico. Subir al Everest por la cara más difícil sin oxígeno y a la pata coja si es posible, lo más loable. Sin ser capaces unos y otros de renunciar a su excitación para ayudar al que les necesita.

Los héroes se han marchado de los sueños, los hemos desterrado con la encomiable ayuda de esos fantoches verborreicos que llevan años riéndose de ellos, esos cínicos televisivos cuya principal misión es mofarse del valor, urdir tramas siniestras y escarbar en las basuras, querer convencernos de la importancia de lo miserable de su propia miseria, para camuflarla entre sarcasmos e ironías. Los antihéroes dominan el mundo, copan las imágenes que retienen las retinas de los hombres y los niños, ocupan el espacio reservado a lo sublime, son los bufones que risueños, graciosos y ocurrentes profanan el volumen sagrado de los pulmones del aire aun sin respirar. Es a los héroes a los que tenemos que sacar de los armarios a golpe de sueño, con el pálpito de la fe, al pulso indómito de la búsqueda del límite.

Con los héroes ya solo sueñan los locos, esos quiméricos personajes que, de tanto tomarse la vida en serio y de negarse a someterse a la realidad, rasgan su seno para dejar que los dioses hablen por sus bocas, sin que luego sepan volver atrás.

Si alguien me preguntase respecto a la más importante necesidad del hombre occidental actual le respondería sin dudar que rescatar a los héroes, porque una sociedad que no es capaz de tapar la boca a los impostores y encumbrar a aquellos, carece de capacidad de creación, de voluntad de vida y de sentido de la existencia humana. La programación recreativa, por programada y por recreativa, sigue impidiendo el juego alegre que mira al horizonte, el misterio que reta a la razón, el vuelco de los sentidos cuando se lanzan a la aventura de la consciencia, la percepción que oculta desafía a la luz. Los científicos empecinados solo en su método, los poetas recitando a las almohadas y los aventureros eligiendo caminos trillados donde jamás se saciarán. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Si algún conferenciante me merece algún respeto es aquel que entre sus palabras se entrevé que alguna vez soñó, y aún sueña con mundos mejores. Si a algún padre debo alabar es a aquel que llena de malhechores y justicieros la caja de muñecos de sus hijos, aquel que le enseña a adentrarse en territorios desconocidos desoyendo las fronteras, al que deja lo práctico, lo útil y lo didáctico siempre para más tarde.

No es de extrañar aquello que decía el hijo de un amigo mío que al preguntarle lo que quería ser de mayor, afirmaba apesadumbrado: “Yo quiero ser como mi abuelo, porqué después de levantarse ya no tiene nada que hacer”.

Réquiem por ellos.

(Este artículo se publicó por primera vez el 14 de Abril de 2013)

18 comentarios

18 Respuestas a “SPIDERMAN ES UNA ANFETA”

  1. Anónimo dice:

    Que alegría me dan tus palabras, su tono, su ritmo, ese crescendo en el que van sonando trompetas una tras otra, que espero que resuenen en más de un oído y se hagan eco.
    Sin embargo creo que los hay y muchos
    Porqué han decidido trabajar enfundados y desenfundar la espada sólo cuando aseguran la estocada, parece obvio: no son mayoría, y como en los cuentos, casi que sólo tienen al amor de aliado, a él y a su destino ¿ quieres más? Creo que son felices porque les mueve la sinrazón, esa varita mágica poderosa que les estira el tiempo y que les lleva por los distintos mundos que van atravesando, de todos los colores pero fecundos.
    Locos, si, pero bendita su locura. Creo que no están sólos, eso seguro, siempre cuentan con eso que ellos llaman los susurros, los alientos, tienen su ritual de batalla, las pinturas, el atuendo en el que cada pieza de su traje tiene un significado simbólico y real, siempre hay una danza iniciática al comienzo y después -también siempre- son aclamados al volver de la batalla, vivos o muertos, les da igual. Se sienten inmortales.
    Héroes que con un corazón son capaces de darle la vuelta a muchos destinos.

  2. Agustín dice:

    Muy interesante. Creo que deberías haber contrastado al pseudohéroe actual con el antihéroe. Yo en mis clases (historia, arte…) analizo con frecuencia al antihéroe: pícaros, mendigos, brujas, Charlot, Bart Simpsom, Aídas y Jonathanes, fracasados de ayer y hoy que pueblan las aulas de secundaria. Quizás habría que ver si los antihéroes de hoy se han edulcorado como los pseudohéroes actuales. Enhorabuena.

    1. Carlos Peiró Ripoll dice:

      La verdad Agustín es que no sé muy bien donde quieres ir a parar con la introducción de los pseudohéroes contrapuestos a los antihéroes que incluyes en el debate, o quizá no haya llegado a entenderte demasiado bien.

      El pseudohéroe lo entiendo como alguien que de alguna forma quiere hacerse pasar por héroe sin serlo. Es un impostor, y digo yo que los habrá grandes o pequeños. Sería, de algún modo, Sancho Panza en la ínsula Barataria

      Los «fracasados», como tú los llamas y algunos de los que mencionas en concreto en el comentario, mas que héroes me parece que solo a veces tienen comportamientos heroicos (en los casos de Charlot o Bart Simpson), y que incorporan otros matices valiosos diferentes. En el héroe, como Don Quijote, el fracaso es un elemento añadido a sus aventuras, y no un papel en si mismo. Pero otros de los indicados en genérico, no me parece que en si lo sean (mendigos, pícaros o brujas).

      Los antihéroes se caracterizan por reírse abiertamente de los héroes y mofarse de sus valores, actitudes y comportamientos, convirtiendo todo ello en su profesión principal. Es una versión actual de los antiguos, por ejemplo, bufones de las cortes europeas, cuya principal virtud consistía en sacarle punta a las cosas con ironía, cinismo y sarcasmo, provocar las risas de los cortesanos y hacer alguna cabriola que otra de vez en cuando, aunque que desde una perspectiva diferente la gracia estaba en ver como el «defectuoso» se cebaba sacando defectos a los demás.

      Ahora disculpamos los defectos, no los vemos y no los tenemos en cuenta, y pasamos de evitar las peores etiquetas que pudieran tener, a ennoblecer actitudes vergonzosas. Es triste ver encumbrados a personajes cuya única virtud radica en buscar las vueltas cuanto pueden para rebajar a toda costa la nobleza humana, y más triste el aire de tolerancia, y hasta aplauso, con el que son recibidos en nuestro medio social.

      Un saludo

      1. Agustín dice:

        Tienes razón, mi argumentación es contradictoria y confusa. A ver si lo arreglo brevemente. Mi intención es resaltar la dignidad el antihéroe, que parece que tú ves negativamente. Te remito a esta entrad de mi blog: http://pulgarcity.blogspot.com.es/2013/04/canis-chonis-pokeras-jessis-y-otra-fauna.html
        Un saludo.

        1. Carlos Peiró Ripoll dice:

          He visitado el enlace que has incluido en tu post, Agustín. Y me parece una simpática historia de un luchador que pugna por romper las cadenas absurdas que una sociedad estúpida impone a los que no quiere dejar crecer. No veo un antihéroe por ningún lado.

          Gracias y un saludo.

          1. Agustín dice:

            Quizá sea que tú desconfías de los antihéroes igual que yo desconfío de los héroes. Evidentemente, tenemos ideas muy distintas (y no me parece mal). Saludos y enhorabuena por el blog, muy necesario; lo sigo regularmente.

          2. Carlos Peiró Ripoll dice:

            Gracias Agustín por seguirnos en el blog y darnos tu enhorabuena.

            A mi tampoco me parece mal que tengamos ideas distintas, y más cuando vivimos en un medio que practica en exceso el consenso por principio universal, pero creo que nuestras posturas no son muy distantes.
            Los términos linguísticos tienen esta característica, que refiriéndose dos personas a un mismo concepto, este puede ser entendido de forma diferente por cada uno de ellos.

            El héroe es quien sacrifica su beneficio en favor de bien superior. El antihéroe es el que profesa lo contrario: se ríe del héroe y de sus valores, y se mofa abierta y públicamente de sus actos, mientras él nunca hace nada valioso para los demás y solo actúa para si mismo. Desde mucho tiempo atrás los poderosos han intentado manejar el arquetipo del «héroe» en su propio provecho, recuerdo al respecto como el conde impotente Felipe de Alsacia, aspirante al trono de los francos a finales del s. XII, sufragó la edición de un escrito considerada la primera novela en Francia, en la que pretendió asociar su figura con la de Perceval, quien encuentra el Santo Grial, y héroe por antonomasia del toda la Edad Media. El poco caso que le hizo el autor, Chretién de Troyes, parece que le costó nada menos que su vida. De la manipulación de la figura del héroe nace el pseudohéroe, ese que levanta nuestras sospechas, y que hace un flaco favor al arquetipo original confundiendo sus virtudes y atributos con intereses y privilegios personales. Del abuso de estas figuras pseudoheroicas en la actualidad nace el «malote», que ahora muchos vemos en el entorno juvenil, que producto del descreimiento y el escepticismo personal de valores que se dicen heroicos pero que no lo son, hace gala de su descontento provocando constantemente al medio, como una forma radical de búsqueda de la verdad y el rechazo de la mentira colectiva en la que tantas veces nos encontramos, como por ejemplo el hacer creer que la figura del profesor del Instituto es heroica.

            Además del arquetipo, nos encontramos con el «acto heroico», como instrumento y proceso en el que se lleva a cabo la heroicidad, que es un asunto con algún aspecto diferente. En la heroicidad, el fracaso es una parte intrínseca de su desarrollo, y la segunda parte del Quijote es un amplio ejemplo de ello. El fracasado solo puede ser, o un privilegiado que tolera mal no lograr sus propósitos por un exceso de amor propio y autoestima, o un héroe en plena ebullición luchando desde el suelo contra los molinos de viento. Y el elemento que los diferencia está en que el primero acaba acomodándose en un estatus cínico por sus derrotas, y el segundo no para de soñar y siempre acaba progresando en su evolución.

            Un cordial saludo.

          3. Agustín dice:

            Me confieso reo de la cultura popular. A las pruebas me remito (con el agravante de audio):
            http://www.slideshare.net/aciudad120/superhroes-12747850
            Y para el caso español:
            http://www.slideshare.net/aciudad120/superhroes-parte-ii
            Mea culpa.

  3. M. A. dice:

    Magnífico artículo. Y absolutamente necesario.

  4. Inés dice:

    «Spiderman es una anfeta» ¿porqué ese título? Lo desconozco. Sin embargo a mi me recordaste al METILFENIDATO que quizás no les diga nada hasta que chin-da-chin aparece el Ritalin.
    ¿que los chicos se nos van por las nubes o no paran quietos? en vez de pensar que el profe es soporífero, el contenido obtuso o que se mueven porque son niños o porque se hacen pis, o porque durmieron mal o porque les dejaron demasiado tiempo jugando a «Mario Bross» pues no, nada de eso.
    Es un trastorno ( de los muchos que hay) «Deficit de atención e hiperactividad» creo que lo llaman. Y para que se concentren, nada mejor que una anfeta, que es casi lo mismo que la cocaína, salvando las distancias claro, porque la hoja de coca tiene otros usos, pero esto está purito: 5 mg mañana y 5 mg noche ( para que sueñen con los angelitos) y eso para empezar.
    Desde los 6 años en adelante y ¡despreocupese usted señor/a- se volverán «supermanes»! ( y el psiquiatra al caribe por cuenta de Novartis).
    Esto no es ninguna peli de terror aunque lo parezca, a quien le interese ya contrastará.
    Lo curioso es que en América donde mejor se conocen las estadísticas, hay seis millones de niños tratados y el fármaco uno de los que más millones de dólares les reporta a los que lo «divulgan».
    También me recordaste con «Mario Bross» a una espinita que se me clavó cuando a su «Inventor» le dieron el premio principe de asturias de «Comunicación y Humanidades» nada menos. La invención la entrecomillo porque ni siquiera fue idea original. Junto a él estaba nominado Edgar Morín. Y como no es posible siquiera imaginar comparación, no digo más.

  5. gema dice:

    No hace mucho he escuchado a un antiheroe por TV que segùn él habla verdad: «como hay un enorme desempleo vamos a seguir acometiendo reformas para el 26de Abril», una mentira como una catedral, sin ningún sentido de Justicia, con el propósito DE que mucha gente muera a golpe de recorte, y cómo este, para mí antiheróe…muchos! !!, los verdaderos heróes …en un mundo sin Valores están condenados a la extinción.

  6. Hace muchísimo tiempo, conocí a una chica que vivía en un colegio, esta chavala tenía la costumbre de recorrer dicho cole por los tejados, que eran planos y estaban intercomunicados, detalle del cual ya se había percatado antes de realizar tal acción, mummmmm….que vistas desde ese lugar, serían buenas seguro;

    también tenía la costumbre de organizar obras de teatro, (con sus actores, compas de habitación, y guión), para cada viernes a la tarde, representarla para las otras 35 chicas de la sección- cole en el que se hallaba;

    con las compas de la habitación, se planeaban juegos con las camas- las cortinas- las almohadas- y el trozo ese de salami que quedó por ahí de una merienda, todo valía si era para organizar el circuito del juego…luego faltaba el cronómetro que ha falta de materia, la que contaba cuánto se tardaba en hacer el circuito diseñado, era Humana..otra chica.

    todo era juego…estudio, y deporte–cada tarde de lunes a viernes y sin faltar–unas cuatro horas de deporte, sin parar…y tan ricamente, por las mañanas cómo no, las 5 horas de estudio reglamentarias.

    Esta chavala, se levantó una mañana de la cama y le dijo a sus compañeras de habitación, chicas!–hoy no vamos a desayunar!- vamos a hacer presencia en el comedor y cuando la educadora nos mire vamos a salir corriendo hacia los pinos para que vayan detrás de nosotros…y así se hizo…en fin…que luego vinieron los castigos..claro!!………

    como estas actividades, INFINITAS..que en unos 12 años de colegio se da para mucho trastear..
    pero que creo que sin estas cosas o actividades, que coña es la vida?, cómo se aprende?, cómo se descubre, lo bueno- lo malo?, sin estas acciones..cómo conocernos aunque sólo sea un poco?,….por mucho ritalin o enfermedad diagnosticada..(eso, lo de la hiperactividad), donde haya un espirítu libre- y una poderosa imaginación…no hay fármaco todavía inventado que pueda con ello. creo.

  7. Alicia Bermúdez dice:

    A mí me parece que Carlos y Agustín en ningún momento estáis hablando de lo mismo. Y que desde el primero momento del intercambio de pareceres estáis partiendo de conceptos totalmente distintos. O será sensación mía.

    1. Agustín dice:

      Totalmente de acuerdo. Quizá sea por el enfoque psicológico de Carlos, mientras que el mío es sociológico. Pero por eso mismo podrían ser complementarios. Es una pena que las disciplinas nos condicionen tanto.

  8. Alicia Bermúdez dice:

    Me voy a poner yo aquí a discurrir como en una especie de monologo en el que me contara a mí misma lo que de antemano sé que pienso, y que bien podría estar condicionado por la idea que tengo de qué es un héroe.
    Así de entrada, lo primero que se me cruza por las mientes es que nadie podemos estar seguro de haber conocido jamás un héroe, y que de los que tenemos noticia nos falta el conocer cuáles fueron sus motivaciones, íntimas y profundas, para realizar la heroicidad.
    Entiendo que el héroe, para merecer el ser calificado de tal, tiene que estar movido por afanes que no rocen ni tan sólo de soslayo cualquier tipo de interés personal.
    El héroe, en mi opinión, no debe buscar la fama, ni el reconocimiento, ni el aplauso, ni el ser ensalzado ni por sus coetáneos ni por las generaciones venideras.
    El héroe que de verdad merece el recibir ese nombre debe huir, como si de la peste se tratara, de los titulares de los periódicos y de estar en boca de los conductores de programas de radio o de televisión. No debe conceder entrevistas ni hablar jamás de sí mismo. Es más, debe desaparecer, hacerse invisible, en el momento que empieza a adquirir renombre.
    Entiendo que puede ser difícil de lograr ¿Pero qué puedo hacer si ese es el único héroe que soy capaz de comprender?
    Y, de todos los demás, pues la verdad es que desconfío.
    Desconfío, por poner ejemplos de la actualidad — que por qué no ponerlos cuando ellos mismos, en sus respectivos momentos, se han labrado el derecho a ser cuestionados —, tanto, y ya digo que son nada más ejemplos, de Ada Colau como de Teresa de Calcuta.
    Teresa de Calcuta, qué escándalo, ¿verdad?, el cuestionarla.
    Hace muy pocos días escuchaba en un programa de radio las penalidades y servidumbres a que han de someterse las modelos para acceder a las pasarelas; y cuanto de más prestigio sea la pasarela mayores serán las penalidades y servidumbres a que hayan de someterse ellas.
    Mi madre utilizaba un aforismo que reza “el que quiere la col quiere las hojas de alrededor”.
    Pero qué es col y qué son hojas.
    En los casos respectivos de Ada Colau y Teresa de Calcuta — por seguir con mi ejemplo —, ¿Cuál es la col y cuáles son las hojas?
    ¿Cómo puedo tener la seguridad absoluta, ni de una ni de otra, de que su intención más secreta no es — o fue — hacerse un huequecito, en la actualidad o en la Historia, una a cuenta de los desahuciados y a cuenta de los leprosos la otra?
    Lo más inmediato es valorar los comportamientos a partir de qué se entiende por “entrega”, o por “sacrificio” o por “abnegación”.
    Pero si el “héroe” está albergando aunque sea en el último y más recóndito lugar de su sentir la esperanza, o la ilusión, de que se diga de él que fue “entregado”, o “sacrificado”, o “abnegado”… ¿dónde está la heroicidad?
    Por eso digo que nadie conocemos a ningún héroe.
    Y que si lo conocemos no lo sabemos.

  9. Remedios dice:

    Para nada, Alicia Bermúdez, en absoluto. Yo conozco muchos héroes, y todavía muchas más personas que han hecho heroicidades, y coincido en que no los verás en ningún medio de comunicación porque estos están copados por faranduleros de todo tipo. Además te has ido a coger dos ejemplos…Tú estas confundiendo un acción concreta que es suficiente para hacer a alguien un héroe, con una especia de tipo «puro» que siempre estaría haciendo heroicidades. Este, de haberlo, ya me haría a mi sospechar mucho de sus intenciones.

    Respecto a los pseudohéroes de los que se ha estado hablando, una perfecta manifestación de como encumbrar a alguien a ese estatus, es precisamente Lady Di. Resulta que se casa con un Windsor, familia cuyos varones son reconocidos promiscuos, como algunos otros de monarquías europeas, y no desprecia para nada los enormes privilegios logrados por ser la futura reina consorte británica. Él le pone unos cuernos como una catedral, y ella que podía haberle mandado a freir monas o aguantarse, le monta un permanente espectáculo en los medios de comunicación que pá qué. Luego resulta que la pobrecilla, humillada y dolorida, se nos enrolla con el hijo de uno de los mayores traficantes de armas del mundo. Cuando se la pega y se mata huyendo de la prensa, a la que ha estado dando carnaza día tras día, dos millones de invidentes le rinden tributo en su entierro. Estos son los héroes populares que tanto gustan ahora, y yo me pregunto ¿que ha hecho esta para ganarse el título que le está otorgando el público? ¿ser una despechada?

  10. gema dice:

    Una frase que reza por el facebook dice así: «un heróe es cualquier persona que trata de hacer del mundo un lugar mejor para vivir «.
    Eso del heróe invisible como que se entiende poco.
    Y la Lady Di esa,heroína por casarse con uno emparejado ya y aguantar cuernos?,
    Heroína por liarse con un árabe y emparentar arabia con casa inglesa, así El coche iba sin frenos, accidente? ?,
    heroína por morir? , que gran pena para los hijos la muerte de una madre …
    Pero, heroína de qué…?

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