Un grupo de población que aglutina en torno a él un gran número de noticias es el de nuestros jóvenes y adolescentes. Y son tantas que podrían recogerse en ese saco tan actual de “alarma social”, característico de aquellas cosas que nos preocupan y que urge hacer algo con ellas para poder seguir durmiendo la siesta.

Lo que está ocurriendo con ellos no es propio de nuestro país, sino de todo el mundo desarrollado, con sus matices, grados de intensidad y peculiaridades. Y en boca de todos se van diciendo esos estereotipos sobre el consumo de sustancias placenteras, sobre las macrofiestas públicas y abiertas, sobre comportamientos indolentes y desidiosos, violencia, agresión y desordenes en los ámbitos que frecuentan y les son propios, sobre una conducta sexual bastante inconsciente e inconsistente, sobre las tribus urbanas e indumentarias estrafalarias, comportamientos de riesgo…

Mientras tanto, los afectados mantienen despreocupados sus actitudes, formas y ritos de actuación; como sabedores de que las sentencias de culpabilidad e inocencia que reciben por doquier no son más que un juego superfluo de quejas, reproches y lamentos, propio de sus mayores y que no traerá mayores consecuencias.

En todas las culturas este periodo de tiempo en la vida de las personas, que en la nuestra hemos denominado adolescencia, ha puesto en jaque los principios establecidos. Así, ya se recogen críticas en escritos de la Grecia y Roma antiguas, que guardan muy pocas diferencias con las que ahora mismo se pueden oír en cualquier corro de cualquier ciudad europea. De modo que, siendo un problema antiguo, no se acaba de resolver satisfactoriamente en nuestras sociedades y tejidos sociales. Y ¿no será que llevamos mal los cambios, porque solo nos preocupamos de los problemas que conllevan?

Desde el punto de vista estrictamente psicológico, la adolescencia es un periodo amplio de la vida en el que todo individuo deja de ser niño para acabar siendo adulto; además la etimología del término adolescencia tiene la doble acepción de crecer y de carecer. Es decir, se define a partir del hecho de que crecer presupone la generación de unas carencias, y esto cuadra bien con los diferentes rasgos que caracterizan a los adolescentes: con su ambivalencia y sus contradicciones, sus cambiantes estados de ánimo, la variabilidad de sus emociones, la imprecisión de sus relaciones afectivas y sociales, las dudas en sus proyectos vitales y la radicalidad visceral de sus pretensiones de acercarse al mundo adulto.

No empezamos bien cuando queremos categorizar en un término algo tan cambiante, como si la foto de un río pudiera transmitirnos lo que se siente de él cuando estamos delante. Y es que no se puede entender a ningún adolescente si no hay una predisposición de partida en la que se acepte esta condición de cambio, y se asuma verdaderamente su voluntad vital de hacerse adulto, con lo que significa de cambios, tránsitos, confusión, contradicciones, ambivalencia y conflictos.

Podría argumentarse que todas las etapas de crecimiento, desde el nacimiento hasta la muerte, son así, pero nos olvidaríamos de que lo que define a esta etapa en particular es que es la primera en la que un individuo tiene completa autoconsciencia de su ser con todas sus potencialidades, y que es solo en esta etapa en la que su naturaleza avanza en pos de la generación de una identidad propia y diferenciada. Conseguir ser adulto significa para cada individuo una de las mayores heroicidades que ha de lograr en toda su vida, y la última gran crisis de crecimiento que su biología sobrevenidamente le fuerza a vivir: es su destino vital.

Eso simplemente, a los adultos, nos obliga a elegir. O nos convertimos en facilitadores del cambio, o nos oponemos a él. En esos momentos, se hace más cierto que nunca aquello de que “para educar a un niño no solo son necesarios sus padres sino la tribu entera”, pues el final de la crisis es la salida del entorno familiar y una inserción particular en el mundo adulto, con la relevancia que significa que ese mundo adulto haga un hueco a los recién llegados.

Una madre que vive en Holanda, me contaba hace poco como a su hija al terminar el Bachillerato y comenzar la Universidad, el Estado medio la obliga a aceptar una de sus becas para que comience sus estudios fuera de su ciudad de origen, consciente de la importancia de facilitar en esos años su independencia, comprometerse con sus obligaciones, responsabilizarse de sus tareas, y, sobretodo, de hacerlo solo por si misma. Eso sí, cuando comienza a trabajar, el Estado le va descontando aquello que en su día le dio. ¡Igualito, igualito, que aquí!

Mientras, en otras sociedades, los adultos pelean incesantemente para no encargarse de esa inserción y poder lavarse las manos: el Estado dice que los padres; los padres, que la escuela; la escuela, que los padres o el Estado; los vecinos, que la familia; la familia, que el Estado, y este al final manda a la policía que los aporrea, acabando muchos de ellos con un certero diagnóstico de salud mental.

Una observación precisa de la generación adulta que ha de acoger a los adolescentes al final de su periodo nos dice que hay demasiadas exigencias y poca disposición a facilitar ayudas, muchas pretensiones y escasos apoyos, exageradas peticiones y normas, y muy pocas acciones que tiendan puentes que posibiliten los objetivos. Muchas leyes, muchas sanciones, muchos reglamentos de régimen interno, muchas prohibiciones, mucha policía, y cada vez más drogas, más descontrol, más paro juvenil, más viviendas inaccesibles, más contratos imposibles, más rebeldía explosiva o implosiva, más desesperación y más desencuentro.

Y es que nos cuesta darnos cuenta de que a esa edad ya no tiene importancia quién ostente el poder, eso a lo que tanto apego tenemos, y que solo somos contemplados por ellos como instrumentos de su cambio, facilitadores u obstaculizadores, y únicamente en esa primera faceta tendremos legitimidad moral para ser interlocutores exigentes de ese cambio, eso que la mirada interna del joven anhela desesperadamente por encontrar alguna vez, y que comprende el carácter sagrado de los sueños utópicos en que los adolescentes se inspiran para pedirle un poco más a la vida de lo que ven a su alrededor.

No nos podemos permitir seguir adoleciendo.

20 comentarios

20 Respuestas a “ADOLECER O SOÑAR”

  1. Gema dice:

    muuu-pero que muuuugüeno el artículo,..a comentar cualquier otro día?, pues…igual!!/España tiene una juventud, en mi opinión de primerísima categoría, diga por ahí el FMI-BCE..etc..lo que diga;Unida y con valores humanos pero que muy aceptables; por supuesto, es sólo una opinión.

  2. Gema dice:

    Toda clase de relatos o disertaciones que tengan que ver con personas-mundo humano, es para leerlo una y mil veces; «juventud, divino tesoro», dicen por ahí; opino que,aunque la adolescencia necesite del mundo adulto en algunas cuestiones, p.e. la dineraria entre otras cosas,la juventud se termina abriendo paso cómo sea porque son ell@s los que crearán el futuro del mañana,y lo crearán en base a valores y creencias con las que crecieron- se desarrollaron; si en la niñez no les faltó de nada, porque razón les va a faltar ahora?- y de aquí al 15M como la copa de un pino, ante tanto mundo adulto inmoral-ladrón y sinvergonzón, en cuanto a lo económico- y algo más, es; en las tribus africanas, se les daba a los adolescentes una lanza con toda la seriedad del mundo, y alé a cazar, con todos los peligros que eso incluye, pero que, o se caza..o no hay alimento; en estas sociedades capitalistas- eso de la caza..yo lo asimilo, a la obtención del dinero, para progresar en la vida, formar familia etc..vivir la adultez plena,y ya se vé cómo van las cosas en este sentido–NADA DE NADA, Y/O PRECARIEDAD Y ENDEUDAMIENTO A NADA QUE HAGAS..cómo tener una adultez plena con estas premisas?; así que, sino queda otra que liarla- se lía..que no pasa nada,que no se trata de derribar sino de transformar-cambiar lo que «no vale»; por mucho que se diga que la juventud española, es una generación «perdida», en organismos internacionales de muy dudosa credibilidad, yo aplaudo de lleno a nuestra juventud, que es pero que bién inteligente-valiente- solidaria- y en general con muy buenos sentimientos..con falta de oportunidades absolutas..pero,cómo todo en la vida..creo, se tendrá que ir viviendo cómo cada cual lo vaya viendo, e indagando oprtunidades por donde sea; por muy mal que nos quieran ver (a l@s españolit@s), esta EUROPA financiera que no sabe ni a donde coña camina, porque siguiendo la estela de los grandes-impresentables guerreros..EUROPA Y SUS JÓVENES..poco podrá hacer; así que, entrados en el mundo adulto a no!,estos adolescentes y jóvenes de hoy..yo- les acompaño, al menos, desde el ánimo, a que hagan cómo hacen y del mundo adulto..a esos que dicen gobernar..que dios le pille confesados- porque, quién la hizo-la pagará, que la propia vida, posee sus propias reglas. y aunque lo relatado por el profesor Carlos Peiró, está estupendo y así cómo de ensueño, los jóvenes empujarán y se abrirán paso a la vida, les dejen o no!-necesitan generarse su propio futuro cómo mejor ell@s lo vean, aún con tanta PIEDRA EN EL CAMINO.

  3. Miguel dice:

    GEMA, me gustaría saber cuan metida estas en lo que llamas JUVENTUD actual…porque en mi opinión, tu comentario es el de una persona que ve a la juventud a traves de la tele y los periodicos, pero te invito a que los conozcas realmente y sobretodo charles con ellos…por supuesto hablando en general, porque como en todo, hay de todo.

    En cuanto al texto, me parece muy bueno. Sinceramente, no se me ocurre nada que añadir, da en el clavo.

  4. José María Bravo dice:

    Hay cosas que, Carlos Peiro, apunta que me hacen reflexionar sobre mi propio hijo. Los padres protegemos pero, a pesar que lo hacemos pensando en lo se llama bien, adolecemos aún, como ellos, de voluntad. De esa voluntad que activa el crecer, el transformarse. De ese ejemplo activo.

    Que queremos de nuestros hijos?. Me hace preguntarme, Peiro, si queremos que sigan este camino de exigencias éticas, reglistas, coercitivas, frustrantes que nos han hecho fracasar a nosotros mismos?. O queremos que sus sueños abran nuevos caminos, esos caminos que, en su día, también nosotros soñamos?.

    Siempre se ha dicho que antes de los veinte años soñamos, que después «maduramos» y seguimos el paso de la «realidad». O sea, que dejamos de soñar y nos embutimos en el «fracaso de los sueños. O sea, que marcamos tarjeta entre semana y los fines de semana nos emborrachamos de tristeza. Para calmarnos vemos la televisión, vamos a los centros comerciales, defendemos el sistema político que nos «protege», etc. En fin, como dice Peiro, adolecemos. Yo no quiero lo mismo para mi hijo pero no lo estoy dejando soñar!!

  5. Bermeral dice:

    Una pequeña observación, si se me permite.
    Me he visto a veces inmersa en discusiones en las que se debatía acerca del significado de la palabra “adolecer”; en tanto había quienes le daban el significado que Carlos le da de “carecer” otros sostenían que lo que de verdad significa es “padecer”.
    Puede no tener importancia, pero si decimos por ejemplo que tal o cual criterio “adolece de sectarismo” (insisto en que está siendo un ejemplo), ¿estamos queriendo decir que carece de sectarismo o que está aquejado de sectarismo?
    Con independencia de qué quieran decir las palabras sí que sabemos todos — por haberla sufrido, o por estar sufriéndola (los que estén en ella), o por ver cómo la sufren los adolescentes — qué es la época de la adolescencia.
    No es por defender mi teoría del “padecer”; pero creo que es un tiempo en que el que lo vive se ve asaeteado por una abundancia apabullante de posibilidades, de opciones, de caminos que elegir, de sensaciones que sentir, de experiencias que vivir, de actitudes que adoptar — y que pueden ser tantas y tan variopintas ante un hecho (puntual, el que sea) que nunca más se repetirá — y de la necesidad ineludible de, ante cualquier tipo de disyuntiva, elegir, decidir sobre la marcha porque la vida no va a esperar a que ellos maduren. Y puede que muchas de esas decisiones, tomadas sin tiempo de reflexión ni culpa por haber carecido (mira, ahora sí) de ese tiempo, dejen unas heridas más profundas de lo que creemos recordar desde la madurez.
    ¿Pero, cuál sería una forma de evitar ese riesgo y la posible herida? ¿Tal vez inculcarles con claridad meridiana y sin margen de error qué es lo que “debe hacerse” ante cada encrucijada que la vida les ponga delante?
    ¿Y quién dispone de esa claridad o de esa seguridad?
    Y hay teorías tan encontradas al respecto, dentro de lo poquísimo que conozco del tema.
    Padres y educadores y pedagogos que sostienen que el niño ha de crecer ajeno a la contrariedad y el sufrimiento, protegido de todo cuanto pueda conturbarle, y que una vez forjado un carácter asentado sobre la convicción de que la vida es un lugar amable le será más fácil desde su propia “fe” encarar las adversidades; otros en cambio defienden que el niño ha de curtirse cuanto antes, y que como le pillarán acostumbrado los malos tragos no le supondrán demasiado trauma.
    ¿Dónde está la verdad?
    No tengo ni idea; y aunque la tuviese no dispongo de un entorno en el que pudiese aplicarla.
    Pero creo que todos los que tenéis la responsabilidad de sacar adelante a la juventud os encontráis ante una buena papeleta.
    Así que, suerte a todos los que estáis en ello y que Dios os ampare.

    1. Carlos Peiró Ripoll dice:

      Cierto me parece que las acepciones del término adolecer son bastantes, y estoy de acuerdo contigo, cuando te has tropezado con ella por ti misma, en que uno de los significados más adecuados es el de carencia.

      En el constante trato con ellos que tengo, la impresión de esa falta se me hace especialmente significativa, y muchas veces preocupante por el sujeto en si. La adolescencia viene dada y tiene un claro propósito: ponerte por fin de cara a ti mismo, con todas las opciones por delante, y empujarte a la aventura de vivir, que por desgracia solemos cerrar poco después demasiado pronto.

      El artículo pretende, en cambio, subrayar la actitud del «mundo adulto» ante esta etapa, destacando tanto su falta de entendimiento como el escaso apoyo que presta en una encrucijada tan transcendental. Porque, en realidad, la única diferencia entre un adulto y un adolescente es que este último aún no ha desarrollado el proyecto vital que caracteriza a los primeros.

      La tesitura de ver como ellos explotan a la vida, y anhelan la aventura como en ningún otro momento, nos pone demasiado nerviosos. ¿Porqué?

      En cuanto a las teorías en relación con la educación del niño, creo que hay más vías que las que planteas en tu comentario. Y, simplemente hacer mención, a aquellas en las que la «realidad» no es el parámetro principal, sino que se centran en el desarrollo del amplio repertorio de las «realidades internas» del niño, vía en la cual desde diferentes instancias se está trabajando, y definen a este como un ser único y diferenciado, es decir, una labor sagrada nacida del mismo sacro.

      1. Bermeral dice:

        Pues claro que habrá más vías y en eso quiero confiar; soy del todo profana en lo que sea educar. Y creo que los educadores hacéis cuanto podéis.
        El problema son los padres y las madres; las familias.
        Los educadores, para serlo, habéis de acreditar que estáis capacitados para ello.
        Para engendrar hijos, en cambio, puede servir cualquiera.
        Habría que pensárselo muy bien antes de concebirlos. Pero, ese es otro tema y de muy difícil solución; el educador puede ser amonestado y sancionado si ejerce mal su cometido, y sin embargo no se exige a nadie cualificación para ser padre; y así está el mundo.

        1. Carlos Peiró Ripoll dice:

          Coincido con tu apreciación, sin duda los padres tenemos que apañárnoslas como podamos, y añadiría, como consecuencia del trabajo que realizo con ellos, que cada vez hay menos interés en intentar hacerlo bien, y más deseo de que se les diga cómo se pueden quitar los problemas que conlleva la paternidad de encima. No son todos tampoco, pero si bastantes de ellos. Así de crudo.

  6. José María Bravo dice:

    Las palabras tienen un significado sonoro. En el caso,de este articulo, es evidente que adolecer es carecer. Ese sonido buscaba el sentido del articulo. Una carencia es un padecimiento pero aquí no cabía padecer. Le daría otro sentido, casi un sentido de resignación. Este articulo nos invita a no resignarnos.

    La lengua nos traba, nos «fronteriza», el sonido nos cambia. Adolescencia es, en este articulo, soñar. Así suena.

  7. Gema dice:

    Por alusión hacia mi pesona,contesto a Miguel que, no me incluyo entre los jóvenes, que ya se me están echando los años encima de mala manera; si tuviera que hablar de la juventud del vecindario, poco que decir: delicuencia pura y dura; pero, en conjunto y en un 80%..yo siento a la juventud, buena y solidaria..así me llega, y no ando entre jóvenes, sólo ver el campamento levantado en plena puerta del sol (15M) y los talleres que por ahí había, en mi opinión de «lo más», pero cómo todo va en gustos,para gustos «los colores», simplemente es mi opinión, nada más; Por alusión a Bermeral, igual debería existir una sociedad lo suficientemente organizada para que la traída de niñ@s al mundo queridos o no, planificados o no, no fuera la travesía del horror en algunas ocasiones, (que luego bién que se utiliza a esos mismos niñ@s como mano de obra económica..y parece que entonces..»nada que decir»; y se debería INFORMAR a las personas de medios alternativos al embarazo- a la vez que hacer accesible a quién no tiene; opino por otro lado, que cuando se tienen hijos, deseados o no!, programados o no!, queridos o no!..el 70% de los padres se hace cargo de ellos de la mejor manera posible..siempre y cuando no intermedien factores adversos, como desempleo severo- malintencionados de alrededor (familiares o amistades??), así que, con CARLOS PEIRÓ, no estoy de acuerdo en que los padres quieren eludir la educación o cuidado de los hijos- yo por lo menos no lo he visto hasta la fecha, a no ser familias con gravísimos problemas que necesitan se les de algún apoyo del tipo que sea por parte de las autoridades, que digo yo!!- no están únicamente para recaudar por doquier; me llama la atención algún comentario de José María Bravo, sobre tratar y educar a los hijos desde la conveniencia y el adolecimiento,siendo la adolescencia en esencia para mí «LIBERTAD»..quizás simplemente, habrá que educar desde lo que se sienta-aunque, con algunos límites para estos chic@s, que ANCHA ES CASTILLA si se lo proponen; pensar-sentir-actuar en una misma dirección siempre es conveniente;y vivir desde una coherencia personal siempre se transmite a los de alrededor; lo vertido aquí, son sólo opiniones de alguién que dejó colgado los estudios hace tiempo de profesora, de eso llamado ESO.

    1. bermeral dice:

      Muchas veces, y me temo que muchas personas, engendran hijos sin la menor voluntad de engendrarlos. Luego, sí, los tratan bien y procuran darles lo mejor, no lo dudo; pero un hijo concebido por voluntad de tener un hijo es amado de forma diferente que aquel al que «ya que ha venido» se le hace un huequecito, en el hogar y en los sentimientos.
      Pero no es lo mismo; y el hijo percibe esa falta de amor, y no es feliz, y tendrá un carácter difícil.

      1. Carlos Peiró Ripoll dice:

        Respecto a este debate sobre los hijos deseados y/o queridos, desde las investigaciones no parece representar un factor relevante para determinar el tipo de crianza, educación y trato que se produce, que no es lo mismo que decir que de igual una cosa que otra. En cambio, si es relevante, y mucho, la manera que se tiene de entender la familia, la parentalidad y los esfuerzos y sacrificios que conlleva en tu propia vida. Tanto es así, que en una reciente encuesta de población, prácticamente la mitad de las familias lo que les definía era poco más que el nombre, porque sus vínculos eran pobres, no ponían de su parte para resolver los conflictos que surgen en la convivencia y la educación, su comunicación era escasa, trivial y superficial, evitaban constantemente poner normas para regular la vida en común, y siempre, siempre, acusaban a los otros de las cuestiones que no funcionaban bien. Pero, eso si, el porcentaje de ingresos que dedicaban al ocio y al entretenimiento era el mayor de todas las familias encuestadas, y los indicios es que estas familias van a más. Por lo que la pregunta que habría que hacerse es ¿quién va a criar y educar a nuestros nietos para que se hagan personas fuertes, sanas e inteligentes?

    2. Bermeral dice:

      Y, otra cosa, del 15 M habría mucho que decir y que opinar. Pero sería salirse del tema.

  8. Gema dice:

    lo de carácter difícil me ha dejado algo noqueada, pero quizás no sea lo mismo tener hijos deseados grandemente que venidos, así sin esperarlos mucho pero no por ello menos queridos cómo personitas que son y están en este mundo como todos..lo segundo de las encuestas, pues es verdad, que manera mas rara tienen algunas personas de entender eso de la familia y las relaciones materno-paterno filiales, pero bién rara..y lo del gasto en ocio..oye, pues mira..sino no nos divertimos algo en este mundo tan siniestro apaga y vámonos, eso sí sin descuidar lo que haya que hacer como obligatorio..que luego vienen las sorpresas desagradables, las que sean en cada caso- en cada cosa.

  9. José María Bravo dice:

    No se Gema que he dicho, en mi comentario, que te haga interpretar que uno debe educar a los hijos en la «conveniencia y el adolecimiento». Lo que he dicho es, quizás, lo contrario. Yo creo y sostengo que lo importante es que sueñen. Si soñar es libertad. Pues estamos totalmente de acuerdo.

  10. Gema dice:

    por alusión contesto a Jose María,..tus últimas palabras..»como dice peiró- adolecemos..yo no quiero esto para mi hijo, pero no lo estoy dejando soñar»..algo así;de ahí deduzco que aunque se quiera una determinada forma de educar a los hijos, a veces hacemos lo contrario llevados por la conveniencia social, las modas del momento, etc..y en esta circunstancia a mí se me ocurre pensar que, si actuamos con la menor contradicción interna, y con coherencia personal, eso lo transmitimos a quienes nos rodean; que si hacemos lo que sentimos y pensamos a la vez, estamos actuando de manera correcta- para con nosotros para con los demás..etc..que los hijos de hoy, son los pobladores del mañana, y vivirán la vida como ell@s mism@s la establezcan, derribando los muros que haya que derribar para ello, sino fuera así, todavía andaríamos en las cavernas etc..desde luego, no llamo a esto progreso ni parecido,porque allá cada cual con la concepción mental que tenga de este concepto, que para mí no va asociado a la materialidad estricta.sino a otros asuntos de índile como más interna; cuestión de pareceres, simplemente; así que dejemos soñar o no a nuestros hijos..ell@s harán la vida como mejor lo vean y con las oportunidades del momento, si es que las hay..porque en España- hoy por hoy, parece que la cosa..anda pero que muy negra, para esta juventud, tan preparada en estudios etc..

  11. José María Bravo dice:

    Gema, es evidente que un hijo es una persona y que es libre. Pero no crees que influye el que se le coarte?. No crees que influye en que se le acobarde?. No crees que influye el que se le induzca educativamente?.

    Quizás las palabras digan poco, en eso puede que este de acuerdo contigo. Pero creo que es todo lo contrario lo que digo a interpretar que yo quiera que mi hijo no sueñe. Claro que el sueña aunque yo quiera interferirlo pero es corriente que queramos evitarlo. Eso es todo lo que quiero decir. Y yo adolezco, en el sentido de no tener, de la capacidad de comprensión que el espera de mi porque yo también temo a las reglas, a la moral, a la impostura que vivimos.

  12. Una mamá que sueña dice:

    Tengo en casa una pequeña héroe de 16.
    Hace tiempo que estoy detrás de ella, porque me enseñó un correo de su profesor de filosofía (que debe ser Teósofo, según he oído, presidente de nuestro ateneo). Creo que les mandó que escribieran sobre ellos mismos y sobre lo que quieren hacer. No estoy segura pero el profe le decía que estaba bien que tuviera las cosas tan claras.
    Ella está en pleno boom de autoafirmación, con las hormonas revueltas. A veces tiene que reirse conmigo porque me burlo de sus cambios de humor. Intento enseñarle a que conozca su cuerpo, a que note los cambios y los acepte. Tiene sus cosas, pero me gusta verla porque recuerdo que yo era mucho peor con mis padres. A veces le gusta echarme un pulso, pero no es tan terrible.
    Está enamorada de la vida, eso es seguro y quiere largarse en cuanto pueda y yo encantada. Le animo a que consiga independizarse en cuanto pueda.
    Escribo porque esta noche cansada de mí ha improvisado un escrito -que por supuesto no es el mismo que le mandó a su profesor- y me he quedado sorprendida de algunas de sus frases.
    Os dejo algunas con su permiso:
    “Contemplo mi vida como si todo lo que sucediese, se relatase, se plasmara en un papel. Como si formase parte de una novela que se escribe muy poco a poco con cada segundo que pasa, con cada respiración, y en ella yo fuese la protagonista.”…
    …Esto ha ocasionado una duda que me ronda sin descanso: ¿Está lo relatado en mi mente, escrito en alguna parte? ¿Encontraré un libro titulado “Memorias de Laura»?
    …»A veces me pregunto si no formo parte de una novela gigante, perteneciente a un escritor con mucha imaginación. Todo lo que yo sé, es lo que él ha querido que sepa, cada lugar al que voy es al que me lleva su acción deliberada y no la mía. Quizás toda mi vida se resuma a unas pocas líneas rellenas con pluma y mi futuro se esté escribiendo sobre la marcha, mientras lo vivo «…
    ..Hay gente que adjudica los porqués sin respuesta a un Dios o al destino, ¿por qué no asociarlos con un libro donde todas nuestras historias convergen?
    Creo que se me cae la baba con esta hija mía. Espero que como yo, nunca deje de soñar.

    1. Carlos Peiró Ripoll dice:

      Te felicito mamá de pequeña héroe con 16, porque creo que has entendido perfectamente el sentido profundo de la etapa que está atravesando tu hija. No te quedas ni con su autoafirmación, su rebeldía y sus cambios de humor producto del juego hormonal, sino con esa relación trascendente, única y personal que cada uno de ellos establece por primera vez con la vida. La sensación de aventura, de designio y destino viene dado al percibir con claridad que uno forma parte de algo mucho más grande que él y sus intereses, que está por encima de sus deseos y sus necesidades, que siendo intrínsecamente tuyo no lo posees, sino al contrario, y que la búsqueda hacia su encuentro es aquello por lo que merece la pena vivir. Por eso esas edades son el comienzo místico en pos de desvelar el misterio. Ya vendrán otros, que nunca faltan, a ponerle el nombre que mejor les cuadre a su mentalidad.

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