
Aunque las elecciones presidenciales en Estados Unidos no serán hasta noviembre, todo apunta a que asistiremos a una reedición de la pugna entre Joe Biden y Donald Trump. Según dicen, los pronósticos sobre quién será el ganador están muy ajustados, con un porcentaje grande de votantes que por ahora no tienen decidido qué hacer con su voto. Parte de ellos acabarán absteniéndose y, el resto, se inclinará por uno de estos dos candidatos. Y lo que decidan estos votantes puede ser definitivo para inclinar la balanza hacia uno u otro. Por eso, los estrategas electorales de ambos candidatos están buscando la forma de influir como sea en estos indecisos.
Y aquí aparece la superpopular cantante Taylor Swift. Sus simpatías demócratas son conocidas y, dada la enorme cantidad de seguidores que tiene (300 millones en las redes sociales), si quisiera sus posibilidades para conseguir que muchos de ellos voten a Biden, o al menos no a Trump, no son despreciables. Es por eso que ya está recibiendo presiones desde los equipos de ambos candidatos.
Nadie, por supuesto, cree que su capacidad para influir en el voto de sus fans tenga algo que ver con la profundidad y conocimiento de sus opiniones políticas. Es más, si las juzgáramos por su contenido, probablemente no tendrían más valor que las opiniones que puedan tener la mayoría de sus compatriotas. Pero, su influencia no tiene que ver con eso. Simplemente, para muchos de sus admiradores, sobre todo los más jóvenes, el fervor que la profesan por sus dotes como cantante les lleva a querer imitarla en cualquier cosa que ella diga o haga.
También en España, Pedro Sánchez decidió jugar la baza de Taylor Swift cuando se fue al programa de podcast La Pija y la Quinqui, con un gran número de seguidores jóvenes, para que le entrevistaran.
Podemos tomarnos estas historias en torno a la popular cantante como una de tantas anécdotas que revelan hasta dónde llegan los partidos en su pugna por ganarse el voto de los indecisos, cuando las elecciones están muy reñidas. Pero, también podríamos pararnos a reflexionar en lo que subyace a estas historias.
Tenemos asumido que uno de los pilares esenciales de la democracia es que todos los votos valen lo mismo. Y, a efectos numéricos, es así. Pero, nos engañaríamos si creyéramos que, desde el punto de vista de la calidad de la democracia, también lo es. Porque, para que nuestro sistema político se vaya acercando a lo que de verdad es una democracia, es fundamental que vaya aumentando el porcentaje de votantes que se esfuerzan honestamente en adquirir una comprensión suficiente sobre lo que realmente puede hacer que la situación social, económica, cultural y política del país mejore y, al mismo tiempo, trate de ir desarrollando un criterio personal, libre e independiente, de lo que conviene hacer, como para poner en sus manos la posibilidad de elegir, mediante su voto, al candidato más capacitado para regir los destinos del país. Desde este punto de vista, cuantos menos sean los que votan sin reunir estos requisitos, mejor.
Estaríamos engañándonos si aceptáramos que, para la buena marcha de nuestro país, da igual que a los gobernantes los elija una mayoría de votantes con un elevado nivel de comprensión sobre la situación y necesidades del país y un criterio independiente, o que la mayoría que los elija apenas se entere de lo que pasa.
Por supuesto, no creo que, en ningún momento, en la historia de la democracia, haya habido un porcentaje importante de la población que reuniera esos requisitos de conocimiento e independencia. Pero, si renunciáramos a la aspiración de que ese tipo de votantes lleguen alguna vez a ser la mayoría, y aceptáramos que los más ignorantes y manipulables sean siempre los que decidan las elecciones, estaríamos consagrando un modelo de democracia realmente absurdo. Y, peor todavía, estaríamos admitiendo tácitamente que se nos intente manipular.
Bajo esta perspectiva, que Taylor Swift, o cualquier otro, pueda influir en lo que voten varios miles de ciudadanos estadounidenses no deja de ser, en el fondo, una forma más de prostituir la democracia. Simplemente por ser una manipulación de todos esos votantes. Y la manipulación de los votantes, y por tanto de sus votos, es una de las principales causas de que no avancemos hacia una auténtica democracia. El problema es que ya estamos tan acostumbrados a que nos traten de manipular, de una u otra forma, en nuestras opiniones políticas que no le damos importancia y, en muchas ocasiones, ni siquiera nos damos cuenta.
Ahora bien, cuando hablamos de manipulación, desde el punto de vista político, ¿a qué nos referimos?
Supongo que lo primero que nos viene a la cabeza es la costumbre en la que se han instalado la mayoría de nuestros políticos de mentir sistemáticamente, tratando de ocultar sus propios errores y, por supuesto, aquellos de sus proyectos que consideran impopulares. Pero, también mentir en relación con las intenciones de sus adversarios, retorciendo y negativizando todo lo que hacen o dicen, y alimentando el miedo a las consecuencias de su victoria electoral. Esta forma de ejercer la política se ha vuelto tan tóxica y manipuladora que, si quieres acertar en la interpretación correcta de lo que está sucediendo, cada vez resulta más difícil darle algún crédito a lo que puedan decir unos y otros.
Si descartas la opinión de los políticos, en principio lo lógico es acudir a los medios de comunicación. Pero, rápidamente se da uno cuenta de que, prácticamente, todos tienen su propio sesgo partidista. Unos más y otros menos. Pero, basta leer o escuchar unos cuantos medios distintos para apreciarlo. Los hay que tienen en su redacción periodistas más independientes y creíbles, junto con otros más sectarios. No obstante, la manipulación de los medios de comunicación puede ser más o menos sutil, y por tanto más o menos eficaz, pero al final tampoco puedes creer del todo en lo que cuenten. Yo, desde luego, no conozco ningún periódico que no tenga un sesgo partidista.
Peor todavía son las redes sociales. Entre el poco espacio que se admite para expresar tu opinión, la impunidad que da el uso de pseudónimos y la práctica ausencia de moderadores, estas redes se han convertido en campos abonados a la manipulación y al simplismo.
Por supuesto, si hablamos de manipulación de los votantes, tenemos que incluir la acción de las empresas que, aprovechando el escaso control sobre el uso de nuestros datos y opiniones, han desarrollado tecnologías muy sofisticadas para, en aquellos sitios donde unos pocos votos pueden ser decisivos, someter a esos votantes a un auténtico programa de manipulación intensiva hecho a la medida de cada persona. Solo es cuestión de tiempo y dinero que estos programas se vayan extendiendo a porciones más amplias de la sociedad. En todo caso, no hay que perder de vista que estas empresas trabajan contratadas, directa o indirectamente, por los partidos.
Al hablar de la manipulación de los votantes no podemos terminar sin mencionar la decisiva contribución que hacen los propios votantes. Sea porque llevan sus convicciones políticas hasta el extremo de fidelizar su voto a un determinado partido, convirtiendo su ideología en un factor de anulación de su libertad de pensamiento. Sea porque la dificultad de delimitar lo que hay de cierto y de falso en las declaraciones de los políticos, o en los análisis de los medios de comunicación, les hace renunciar a entender lo que realmente está pasando, decidiendo al final su voto por cuestiones menores. En todo caso, al final son muchos los votantes en España que, al comienzo de la campaña electoral, declaran su intención de votar sin tener aun claro a qué partido, y es difícil creer que el ambiente de toxicidad que se genera en una campaña electoral les haya ayudado, sana y positivamente, a decidir su voto.
Concluyo con una simple pregunta: cuando se habla de la manipulación del voto en estas o aquellas elecciones, además de referirse al voto por correo o cosas por el estilo, ¿se oye a algún periodista o comentarista político reflexionar sobre cómo se está manipulando a los votantes, para decidir su voto, desde mucho antes de que lo deposite en la urna?
¿Por qué casi nadie opina sobre la prostitución de la democracia que implica la manipulación de los votantes?
Querido Manuel, la democracia lleva ya muchos años prostituida por quienes precisamente deberían defenderla constitucionalmente.
La «soberanía nacional de la que emanan los poderes del Estado » (artº 1.2 C.E.) dejó de ser tal desde el momento en que los partidos se alzaron con el santo y la limosna de la representación política. El sistema electoral inconstitucional contribuye eficazmente a ello pues discrimina el valor del voto según circunscripción atribuyendo representaciones falsas (artº 14 C.E.).
Luego tenemos el inconstitucional mandato imperativo prohibido constitucionalmente (artº 67.2 C.E.) lo que afecta a la inviolabilidad de diputados y senadores (artº 71.1.2 C.E.) en el ejercicio de sus funciones. Luego tenemos una representación ilegítima de la soberanía, sujeta a intereses partidarios cuando son simples instrumentos para la participación política (art 6 C.E.) que no excluirían otras formas de participación.
Y llegamos al sistema clientelar regado con el dinero de los presupuestos públicos que garantiza la mayoría al mejor postor en forma de subasta, repartido en un laberinto de subvenciones, privilegios, cargos, etc. para dominar no sólo la parte institucional, sino también la sociedad civil. Organizaciones de todo tipo y pelaje, fundaciones sin ánimo de lucro, etc. etc. forman parte de una «clientela» que puede llegar al 70% electoral. Es el porcentaje que se calcula de los que viven del Estado de una u otra forma. El 30% restante son los que sudan la camiseta para su mentenimiento.
Y terminamos con las tecnologías aplicadas al mundo electoral donde, aparte del sistema d’Hont, caben errores sin sujetos jurídicos responsables.A mayor tecnología aplicada, más errores y menos responsabilidad personal, donde cabe todo tipo de tropelías en recuentos. Más si quien se encarga de los mismos, forma parte del entramado (dejo aparte el trasiego de sacas de votos por correo o las posibles manipulaciones de papeletas).
Todo empezó en EE.UU. donde el patriarca del clan Kennedy presumía de votar en diferentes colegios electorales y allí terminó con Trump en unas elecciones poco claras.
Pues bien, si a eso le unimos las opiniones del «famoseo» en su mayor parte regadas o apoyadas desde lo público (al igual que la CIA montó el arte abstracto en esa «guerra cultural» tan importante políticamente: «La CIA y la guerra fría cultural».- Frances Stonor) y en España conocido en su momento como «bodeguillas», «clanes de la ceja» y otras similares, unidas al riego constante de medios de comunicación, tendremos los ingredientes necesarios para la prostitución perfecta de las pretendidas democracias.
Que tengamos que pasar por ello y con las mentiras copn que nos alimentan dia y noche dice mucho del tipo de sociedad que han logrado hacer.
Un saludo.
Ver al Presidente Sánchez en los premios Goya en Valladolid y no verlo en el funeral de los guardias civiles asesinados en Barbate ilustra bien lo que los más «hábiles» de nuestros políticos piensan que les conviene electoralmente. Perfecta respuesta a la pregunta del autor del artículo por un reconocido profesional de la materia en plena exhibición de sus facultades.
Lo mismo sucede con los líderes de los gobiernos regionales de las Vascongadas o de la Tarraconensis sobre idéntica cuestión, lo cual pone la calidad de los valores de los líderes de esta democracia a un triste nivel.
Constan en este blog, con datos de Eurostat en 2013, que los ciudadanos de la UE (28 países entonces) suspendían con un 3.5 sobre 10 la calidad de la democracia de la Unión Europea. No han vuelto a publicarlo desde entonces. Por cierto, en aquella estadística España aparecía con un 1.9 sobre 10.
Es decir, dirán lo que quieran a través de una prensa sometida en todo lo importante, pero la gente sabe que el sistema es un escombro que las propias élites van demoliendo sistemáticamente. Europa, como democracia, agoniza.
Ahora mismo Olaf Scholz en Alemania resucita leyes inauditas por totalitarias para perseguir administrativamente desde el gobierno –fuera del sistema judicial– la libertad de expresión de lo que llaman «extrema derecha» y como si no hubiera «extrema izquierda». Aquí: https://gaceta.es/europa/el-gobierno-aleman-presenta-un-plan-contra-la-extrema-derecha-de-multar-a-quien-se-burle-de-ellos-a-confiscar-cuentas-20240214-1757/
Macron hace lo mismo en la Asamblea Francesa el pasado 14 de Febrero contra «quienes en el futuro se opongan a normas gubernamentales» sobre cuestiones médicas (vacunaciones entre ellas) . Aquí y debidamente escondido bajo títulos «buen rollito». https://davidthunder.substack.com/
Ambos no hacen más que copiar a un primer ministro canadiense –erigido en «Facho-Woke» global– que autorizó a su gobierno para cerrar las cuentas corrientes de cualquier donante a los camioneros en su huelga.
Esta es la misma gente que tiene a Assange preso y cerca de la muerte desde hace más de diez años por órdenes del gobierno de los EEUU pero se lamenta de que el pobre Navalni haya muerto en una cárcel siberiana en las mismas fechas de la entrevista de Tucker Carlson a Vladimir Putin y de la caída de Adeevka en Ucrania. Una plaza estratégica más importante que cualquier otra desde el golpe de Kiev en 2014.
El coro mediático ya ha acusado a Putin como si este se especializase en disparar a sus propios pies. Hasta le responsabilizaron de destruir su gaseoducto Nord Stream y de matar a Alexei Navalni cuando menos necesidad podría tener para ello.
Los mismos que se lamentan, con razón, de Tres decenas de miles de muertos civiles en Gaza, pero callan sobre los muchos Cientos de Miles de jóvenes ucranianos muertos en una guerra que, entre otras cosas, esconde oscuros intereses de oligarcas occidentales (17 millones de Hectáreas agrícolas de Ucrania en manos de grandes capitales de EEUU y Europa)
En fin, a poco que miremos con atención lo que vemos es que, como dijo Tocqueville hace casi 200 años, «ya nos dirán qué debemos votar».
Saludos y gracias por el artículo de D. Manuel y por el comentario del Sr. O`Farrill que suscribo.