
En el ajetreo de la campaña electoral ha saltado a la opinión pública el tema del aborto. Apenas se ha entrado en él porque, desde el punto de vista político y, quizás, desde el punto de vista de la mayor parte de la sociedad, el aborto está considerado como un debate prácticamente concluido. Sin embargo, a poco que se rasque en este asunto y se entrevean sus implicaciones, habría que concluir, contrariamente a lo que se piensa, que deberíamos aprovechar todas las oportunidades que se presenten para discutirlo a fondo.
Hay, en mi opinión, dos ámbitos distintos que deben ser abordados. Uno es el científico y el otro el político-social.
Desde luego la solución no pasa por meter en la cárcel a ninguna mujer por haber abortado. Esa solución habría que situarla en el terreno de la educación. Concretamente, en la información y valoración que las instituciones públicas deben proporcionar para que el conjunto de la sociedad, y en particular las mujeres que se encuentran en esa situación, sea consciente de lo que implica la decisión de abortar. Aquí hay, en mi opinión, dos ámbitos distintos que deben ser abordados. Uno es el científico y el otro el político-social.
Cuando, en el año 2009, el PSOE llevó al trámite parlamentario una ley del aborto que, básicamente, daba libertad para abortar dentro de las 14 primeras semanas de gestación, entre los muchos debates cruzados que hubo, uno fue especialmente significativo: dos selectos grupos de científicos enfrentaron públicamente sus opiniones por escrito. El primero de ellos, resumió sus argumentos en contra del aborto en el conocido como Manifiesto de Madrid y el segundo hizo otro tanto, poco después, exponiendo sus discrepancias con el grupo anterior.
Ambos escritos permiten hacernos una idea de cuáles son las principales discrepancias en la comunidad científica. El grupo antiabortista afirmaba que “existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación”, cosa que, al no ser cuestionada por el otro grupo, permite suponer que también era asumida por este. El grupo antiabortista, sin embargo, da un paso más al afirmar que “el cigoto es la primera realidad corporal del ser humano” añadiendo, más adelante, que “el embrión (desde la fecundación hasta la octava semana) y el feto (a partir de la octava semana) son las primeras fases del desarrollo de un nuevo ser humano…”.
Aquí es donde el otro grupo centraba su discrepancia, ya que para ellos “el momento en que puede considerarse humano un ser no puede establecerse mediante criterios científicos; el conocimiento científico puede clarificar características funcionales determinadas, pero no puede afirmar o negar si esas características confieren al embrión la condición de ser humano, tal como se aplica a los individuos desarrollados de la especie humana…”. Para ellos, esto no lo puede establecer la ciencia y, por eso, “entra en el ámbito de las creencias personales, ideológicas o religiosas”.
Si la parte de la comunidad científica más reacia a posicionarse en contra del aborto, no se atreve a negar la posibilidad de que ese ser vivo que se está desarrollando en el vientre de la madre sea ya un ser humano, significa que ni social ni políticamente se debería negar ni minimizar esta posibilidad.
En la exposición de este segundo grupo que, como sugiere el título de su documento, están especialmente preocupados porque los hechos científicos no sean utilizados ideológicamente (lo que no impidió que fuera jaleado por medios más cercanos a las posturas “proabortistas”), hay tres aspectos sobre los que conviene detenerse. El primero es que, claramente, evita negar que, durante ese período de las primeras 14 semanas de embarazo en el que la ley deja libertad para abortar, el embrión, feto o como se le quiera llamar, pueda haber adquirido la condición humana, “tal como se aplica a los individuos desarrollados de la especie humana”. Este grupo de científicos dice que la ciencia no lo puede afirmar, pero implícitamente asume que tampoco lo puede negar. Y esto es fundamental, porque si la parte de la comunidad científica más reacia a posicionarse en contra del aborto, no se atreve a negar la posibilidad de que ese ser vivo que se está desarrollando en el vientre de la madre sea ya un ser humano, significa que ni social ni políticamente se debería negar ni minimizar esta posibilidad.
Un segundo aspecto a considerar es que, en opinión de este grupo de científicos, la existencia de unas determinadas características funcionales en el embrión no permite afirmar, o negar, que tenga esa condición humana. De donde se deduce que, cuando el Parlamento aprobó la ley que permitía abortar libremente en las 14 primeras semanas, no estableció ese límite temporal porque respondiese a algún criterio científico. No pudo ser por eso puesto que la ciencia no vincula la aparición de la condición humana a ningún rasgo anatómico o funcional que pueda detectarse en el feto. Lo que quiere decir que el Parlamento fijó ese plazo para abortar libremente basándose en criterios totalmente discutibles: lo fijó en 14 semanas, pero lo pudo haber fijado en 12, en 2 o en 30.
En el ámbito político-social se ha optado por silenciar deliberadamente las implicaciones de lo que dicen los científicos
El tercer aspecto fundamental es que, como reconoce este segundo grupo de científicos muy acertadamente, “el momento en que puede considerarse humano un ser no puede establecerse mediante criterios científicos”. Por tanto, cabe incluso la posibilidad de que ese “momento” no sea tal, y que lo que nos haga adquirir la condición de humanos sea una sucesión de “momentos” o, directamente, un proceso de desarrollo. A fin de cuentas, lo que vemos desde que el bebé nace es un proceso de desarrollo continuo. En ese caso, apenas habría motivos para descartar la postura del grupo de científicos “antiabortista”, cuando ellos hablaban de que el embrión y el feto “son las primeras fases del desarrollo de un nuevo ser humano”.
En el ámbito político-social se ha optado por silenciar deliberadamente las implicaciones de lo que dicen los científicos, actuando como si no existiera ninguna posibilidad razonable de que el ser vivo que se está desarrollando en el vientre materno, durante las 14 primeras semanas, pudiera reunir lo fundamental de un ser humano. Minimizan su importancia para así negar que su derecho a vivir, y a continuar con su desarrollo, pueda llevar a cuestionar el derecho de su madre a poner fin a su vida, si así lo considera. Se consagra este criterio hablando del derecho de las madres a “decidir sobre su cuerpo”, como si el ser que lleva ese cuerpo dentro no tuviera ningún derecho digno de tenerse en cuenta.
Lo más grave de todo esto es que, desde los partidos políticos, las instituciones y los medios de comunicación (apoyados en el cobarde silencio de la comunidad científica, roto solo en contadas ocasiones), se ha construido y asentado en la sociedad un estado de opinión por el cual abortar dentro de las 14 primeras semanas de gestación es un derecho indiscutible y una conquista irrenunciable de la mujer, así como una de las características que nos distingue a las sociedades avanzadas de las atrasadas.
Están animando a las mujeres a que ejerzan su “derecho a abortar”, como si fuese una manera de eliminar uno de esos obstáculos que las impide crecer en su desarrollo personal
Que son las madres las que tienen en sus manos esa decisión es evidente. Como, salvando las distancias, también es evidente que quienes se plantean la posibilidad de suicidarse son los que tienen en sus manos tomar, o no, esa decisión.
Cuando las instituciones y los medios de comunicación asumen, en cierta medida, la responsabilidad para que los potenciales suicidas desistan de hacerlo, me pregunto por qué no la asumen también para intentar persuadir a las madres que se están planteando abortar. ¿Por qué no se lanzan campañas de publicidad para concienciar a estas mujeres de la naturaleza del ser que llevan dentro?
Por el contrario, uno tiene la impresión de que ese entramado de instituciones, partidos, asociaciones y medios de comunicación, que tanto influyen en la opinión colectiva en nuestra sociedad, están animando a las mujeres a que ejerzan su “derecho a abortar”, como si fuese una manera de eliminar uno de esos obstáculos que las impide crecer en su desarrollo personal. Y hay que reconocer que, en este contexto, cuando una ley le está diciendo a los ciudadanos, implícitamente, que no pasa nada por abortar siempre que eso se haga en las 14 primeras semanas de embarazo, al quitarle toda carga negativa esa ley está, en cierta medida, induciendo a abortar.
¿Qué pasaría si, dentro de unos cuantos años, se llegase a demostrar científicamente que realmente adquirimos nuestra “condición humana” en el momento de la fecundación, por poner un ejemplo, o un poco después?
En estas circunstancias, ¿es asumible que una sociedad civilizada convierta el aborto en un derecho, y además anime a ejercerlo, cuando al mismo tiempo los argumentos científicos recomendarían la máxima cautela y, si acaso, actuar en sentido contrario? ¿Qué pasaría si, dentro de unos cuantos años, se llegase a demostrar científicamente que realmente adquirimos nuestra “condición humana” en el momento de la fecundación, por poner un ejemplo, o un poco después? ¿Cómo nos justificaríamos, entonces, por los millones de abortos realizados? ¿Quiénes asumirían esa responsabilidad? ¿Podríamos, honestamente, alegar en nuestra defensa que no lo podíamos haber sospechado? La mera posibilidad de que la ciencia pudiera llegar a esa conclusión, ¿no debería llevar a cambiar radicalmente nuestra actitud social ante este asunto?
En definitiva, ante estas y otras preguntas, ¿realmente podemos considerar que el debate sobre el aborto está terminado?
No, no está terminado el debate, sino que por el contrario se irá haciendo más complejo e interesado. Por ello creo que lo mejor es ir al «meollo» de la cuestión: la reproducción de la especie humana. Hasta hace poco tiempo se suponía que el «emparejarse» una hembra y un varón, tenía como objetivo principal el procrear y cuidar de la prole. Nuevos tiempos, nuevos diseños de ingeniería social y quizás intereses de algún tipo, han hecho variar tal sentido de la pareja humana, sustituyéndolo por el proyecto personal de cada uno (eso sí dentro de lo que todavía se llama «matrimonio»). Al mismo tiempo han surgido diversas formas de «pareja», incluso la posibilidad de que obtengan «hijos» por medios diferentes, mientras que la incertidumbre sobre un proyecto de vida en común es cada vez más grande.
Efectivamente el embrión de la especie humana para empezar es «vida». Sus células proceden de inmediato a cubrir las distintas fases de su desarrollo. Otra cosa distinta es que esa «vida» haya sido implantada contra la voluntad de quien la posee en su interior o por accidente o ignorancia (que hay mucha) sobre lo que significa el acto de la reproducción. Cada caso tendrá unas circunstancias diferentes y por ello no pueden codificarse ni tipificarse como se pretende. De tales circunstancias sólo son responsables los autores del acto que provocó tal vida.
Resulta curioso que en un mundo plagado de «mascotas» a las que se protege por todos medios, una «vida» gestándose en un vientre humano tenga tan escaso significado social.
Lo de menos es si se considera «humano» el feto o el embrión, porque nadie puede establecer más allá de lo puramente formal las características de lo que se considera «humano». En todo caso está claro que la fecundación y reproducción entre la especie humana, no proporciona una especie distinta, así que debemos considerar «humano» todo ser vivo gestado en el vientre de la mujer.
La polémica viene cuando esa madre (desde el primer momento) decide que no quiere serlo. Es ahí donde surgen opiniones diferentes. ¿Es la madre dueña absoluta de la vida que lleva dentro y puede actuar en consecuencia o se convierte en responsable ante la sociedad de la pervivencia de la especie y está obligada a contribuir a ello? Creo que el debate es muy interesante, pero debe estar en ese meollo sin ser perturbado por opiniones que enmascaren o frivolicen el gran milagro de la vida.
Un saludo.
Totalmente de acuerdo.
El punto de inflexión es ver y oir el corazón latir del embrión en la primera ecografía. Es un antes y un después.
El Señor Bautista, y en general los miembros de este foro, tienen todo mi respeto, pero en el complejo problema del aborto disiento porque, entiendo, los razonamientos que se exponen están algo desenfocados. Trataré de explicarme.
La cuestión no es si el embrión o el feto son una forma de vida ni si es humana. Por supuesto, se trata de un esbozo de vida humana que comienza en el mismo momento de la fecundación. No hay discusión entre científicos pro o antiabortistas sobre lo que son hechos. La discusión que no puede solucionar la ciencia, por muy premio nobel que sea el que suelte su opinión experta, es a partir de qué momento ese embrión de vida humana merece un estatuto de protección. Eso debe conseguirse a través de un acuerdo social después de escuchar la opinión de los expertos que ustedes quieran.
Personalmente pienso que los argumentos a tener en cuenta si queremos un acuerdo razonable son:
1-No deben tener un peso relevante las creencias religiosas. Hasta el momento han tenido mucha fuerza y, sinceramente, se basan en la creencia de que, coincidiendo con la fecundación Dios infunde el alma inmortal en esa célula, algo bastante estúpido que comporta absurdos teológicos como que uno de dos gemelos univitelinos carezca de alma, o que una criatura que sea quimera de dos cigotos tenga dos almas.
2-Una persona que piense abortar debe ser informada en profundidad y se le deben ofrecer alternativas, pero también respetar su autonomía si se trata de casos de violaciones o malformaciones tan severas, que la ciencia pueda asegurar que la vida de ese feto no será más que sufrimiento.
3-La reglamentación que regule la protección de la vida en sus comienzos debe mirar y estar en consonancia con la que hemos instaurado para el final de la vida. Sin duda saben ustedes que en la regulación de las donaciones de órganos en nuestro país (y en otros como el nuestro), se introduce la idea de que la muerte cerebral o muerte encefálica irreversible, comprobada por facultativos o un comité de bioética, permite la obtención de órganos si el individuos es donante o la familia está de acuerdo; es decir, en un cuerpo que, en su mayoría funciona, la pérdida de las funciones cerebrales sin esperanza de posible recuperación, basta para que se retire digamos “la consideración de vida humana con todos sus derechos”.
En relación con este hecho muchos son los que piensan que, en el caso del feto, en tanto no exista un mínimo de funciones de ese sistema nervioso, tampoco merece la consideración o el estatuto de “vida que merece total protección”. Sé que estos argumentos pesaron nada menos que en el Tribunal Supremo de EEUU cuando legisló sobre el particular.
En este sentido la ciencia sí que puede determinar que las funciones neurales primitivas en lo relativo a percepción no comienzan a madurar hasta las semanas 24-26. Por lo tanto, en la semana 14 no hay, ni por asomo, funciones neurales.
En cuanto a la cuestión, ¿Qué pasaría si, dentro de unos cuantos años, se llegase a demostrar científicamente que realmente adquirimos nuestra “condición humana” en el momento de la fecundación, por poner un ejemplo, o un poco después? ¿Cómo nos justificaríamos, entonces, por los millones de abortos realizados? ¿Quiénes asumirían esa responsabilidad? Mi respuesta es que la ciencia nunca podrá demostrar algo así, pues ¿qué queremos decir con “condición humana”? y ¿qué tiene eso que ver con la ciencia?; ¿Cómo podríamos diseñar un experimento para comprobar o rechazar tal hipótesis si es difícil ponerse de acuerdo sobre lo que significan las dos palabras juntas?
Ciertamente el problema no se acaba pues tiene otras muchas aristas, como la ignorancia unida a la irresponsabilidad de mucha gente que simplemente quiere quitarse una carga. Pero una sociedad madura debería preocuparse más por educar en la responsabilidad, y dar opciones de vivir dignamente a los jóvenes para que no les pese en exceso esa maravillosa responsabilidad de ser padres/madres.
Estimado Sr. Montes, le agradezco mucho su comentario, por el estilo y por los argumentos que aporta.
Estoy completamente de acuerdo con usted en que, debatiendo de cuál debería ser la actitud social más adecuada, las creencias religiosas no deberían tener cabida, por tratarse de creencias personales que no deben imponerse a los demás. Pero ni las creencias religiosas, ni las contrarias ni las de ningún otro tipo. Esto debería poderse discutir en base a consideraciones científicas y, allí donde la ciencia ya no llegue, en base a consideraciones racionales. Otra cuestión, por supuesto, son las situaciones personales, donde cada mujer tendrá que decidir en función de sus creencias particulares.
A diferencia de usted, yo sí creo que la cuestión más importante en ese tema es si el embrión o el feto son una forma de vida humana (y desde cuándo). Es cierto, sin embargo, que la ciencia no puede resolvernos esta cuestión. Pero, a diferencia de usted, creo que los científicos no deben instalarse en la convicción de que la ciencia nunca podrá llegar a decirnos cuándo el embrión adquiere la “condición humana”. Es una cuestión de principio: abdicar de esto sería casi anti científico.
Nadie sabe en qué consiste esto de la “condición humana”, pero tratándose de algo tan fundamental como es dilucidar “qué es eso que nos hace ser humanos”, los científicos no pueden renunciar a ello porque la sociedad lo necesita. Otra cosa es cuántos años necesitará la ciencia para resolver este misterio. Quizás se necesiten 50, 100 o 200 años.
Hace 25 años, Francis Crick, premio Nobel de Medicina, en su famoso libro “La búsqueda científica del alma”, lanzó su propuesta a la comunidad científica para ponerse en serio a investigar y descifrar el enigma de la consciencia. Y, en la actualidad, hay mucha gente trabajando sobre ello y ya se han dado algunos pasos.
Mientras se aclara científicamente en qué consiste eso de la “condición humana”, hay que establecer un estatuto de protección (me ha gustado su expresión) para el embrión. Y aquí surgen más discrepancias. Si no hubiera otros intereses, teniendo en cuenta lo que está en juego, lo lógico sería aplicar el principio de cautela, o de prudencia, y extender esa protección hasta el mismo momento de la fecundación.
Este principio de cautela es, por otra parte, el que la comunidad científica reclamó a los gobiernos durante muchos años para el cambio climático, cuando asumía que todavía había muchas incertidumbres sobre el peso real que tenía la contaminación humana de la atmósfera.
Es cierto que para algunos ese estatuto de “vida que merece total protección” se debe aplicar cuando exista un mínimo de funciones del sistema nervioso. Para otros, en cambio, cuando tiene formados todos sus órganos y, según he leído, eso ya sucede a las 14 semanas. Hay otros, que extienden esa protección al momento en que se detectan los latidos del corazón en el feto, como ha legislado Iowa, en Estados Unidos (y están discutiendo en sus parlamentos Kansas y Oklahoma). Y hay otros que consideran que lo decisivo es el momento en que se dispone del programa genético, es decir, cuando se constituye el zigoto en el momento de la fecundación.
De todos modos, me sorprende lo poco que hablan los científicos sobre esta cuestión. Dada la importancia que tiene, deberían haberse celebrado no sé cuántos congresos y seminarios, y deberían haberse publicado un montón de artículos y libros al respecto. Por ejemplo, en el tema del cambio climático, cuando la comunidad científica tenía sus dudas, se organizaban un sinfín de congresos y seminarios, y se publicaron multitud de libros y artículos. ¿Por qué no sucede otro tanto en el tema del aborto? ¿Acaso es menos importante?
Un saludo cordial.
Estimado Manuel, creo que dejar que la «ciencia» nos aporte respuestas sobre estas cuestiones más allá de lo que se conoce, es esperar demasiado de la comunidad científica. Por eso creo que el asunto es más simple: la fecundación es un acto de reproducción de seres vivos; si este acto y la gestación posterior se realiza por seres humanos (por la especie humana), es evidente que los embriones o fetos tendrán esa misma condición. Si por el contrario del vientre de una mujer pudiera salir algo distinto, estaríamos ante un fenómeno singular. Por eso la disyuntiva es también simple: defensa de la vida desde su concepción (algo intrínseco en la maternidad) o aceptación excepcional del aborto en situaciones complejas de riesgo para el embrión o para la madre.
Lo difícil es establecer lo que se considera «condiciones complejas» y reales de riesgo que son distintas al capricho unilateral por abortar. Por eso en este debate la comunidad científica tiene poco que aportar o, en todo caso sería una aportación más a o menos aceptable. Eso sí, una comunidad científica no influída por patrocinios interesados en una u otra dirección.
Esto me lleva al dichoso «cambio climático» al que aludes. Ya lo creo que hay pero ha existido siempre en mayor o menor medida. Igual que siempre la especie humana ha debido adaptarse a las condiciones cambiantes y caprichosas de la Naturaleza que volverá siempre a derrotarnos. Otra cosa es el mensaje interesado y sesgado de parte de esa comunidad científica en apoyo de intereses políticos, económicos o geoestratégicos. Parece que sólo nos preocupó la contaminación cuando empezaron a industrializarse los países emergentes como China, India o Brasil. Hubo que sacar deprisa y corriendo los protocolos y conferencias que mantuvieran el «status quo» del momento, hablar del «calentamiento global» (hace unos días nos quejábamos del calor y ahora de la bajada de temperaturas) y la descongelación de ciertas partes del Artico (no del Antártico) donde, como tú sabes, cualquier pequeño cambio de movimiento de nuestro planeta, tiene consecuencias climáticas. Esto es lo que ha hecho avanzar a las culturas y a la especie humana: el reto constante de adaptación a lo que hiciera falta. De hecho nuestros organismos realizan procesos permanentes en este sentido desde nuestro sistema natural de defensas e inmunológico, tanto en el plano físico como en el mental o emocional….
Todo ello me lleva a la primera cuestión sobre la importancia de la vida humana desde la fecundación hasta la muerte.
Un saludo.
Buenas tardes Don Manuel
Que es un tema complejo es indudable. Que aquí podremos leer sesudos razonamietos a favor y en contra también. El problema es que aquí somos muy exquisitos, perdonenme el adjetivo si a alguien le ofende, pero el mundo real es muy diferente. Probablemente si les hablamos de Faulkner o de Kant piensen que son los nuevos fichajes del Madrid.
Así que cualquier razonamiento, silogismo, disquisición.. que hagamos sirve de muy poco cuando lo que de verdad hay detrás son poderosos intereses para conformar una sociedad muy diferente. Poderosos intereses que lo que hacen es tratar el tema con los mismo procedimientos que si se tratara de vender una bebida con burbujas, un coche, un telephono o la última serie de tv por cable.
Sólo reflexionando sobre que es lo que de verdad quieren y si estamos dispuestos a asumirlos y si tienen algo que ver con la presunta dignidad de una madre a la que se quiere obligar a aceptar una maternidad «impuesta» es cómo se puede entender.
Lo que no podemos hacer es aceptar eso y luego quejarnos de que se nos mercantiliza, de que somos 0 y 1 en un mundo globalizado donde nuestros derechos importan una higa, exigir salarios sociales por dignidad.. etc, etc.
un cordial saludo
Si amenaza lluvia y salgo sin paragüas, corro el riesgo de mojarme y si llueve me mojo. Hubo un tiempo en que no había paragüas, y la gente se mojaba cuando salía afuera y llovía –algunas volvían muy mojadas. Hoy, somos ricos y la oferta de paraguas es muy amplia –hay buenos y baratos– y por lo tanto si alguien se moja es porque quiso mojarse y estuvo dispuesto a pagar el costo de mojarse –y si tuvo mala suerte y la mojadura fue mayor a la deseada, entonces a llorar a la iglesia porque nunca todo sale como queremos.
Moraleja: no aceptemos la negligencia como justificación para no asumir responsabilidades por nuestras idioteces y estupideces.
Cualquiera que se acerque a la complejidad del mundo celular, de verdad que puede quedar impactado, ningún mecanismo manufacturado puede ni aproximarse al ritmo, exactitud y sincronía de la que es capaz una célula.
Como añadamos a ello el encuentro de dos de ellas capacitadas (que ya es alucinante ese proceso para que cada una de ellas quede con la mitad del número de cromosomas que le correspondería) y los mecanismos extremadamente precisos que son necesarios para que en un entorno microscópico cada elemento sepa dónde y cuándo situarse, utilizando el momento justo, el compás justo del ritmo embarcado para propiciar el desarrollo de las divisiones celulares que se tienen que producir, y cómo a su vez esas divisiones cuentan con las complejísimas formas y maneras de comunicación celular, para que cada una de las recién nacidas sepa dónde colocarse, llegue hasta a “elegir” en su emigración en las primeras capas embrionarias qué función va a desempeñar, de qué órgano formará parte….el mundo contemplado va más allá de lo impresionante.
La distribución en un mapa genéticamente ya codificado…con la potencia inherente de su despliegue y desarrollo…hasta llegar a un ser humano….¿quién puede, por favor, sin antes haber desoído su propio raciocinio, otorgarse el poder de decidir si algo así debe ser “merecedor o no de protección”?.
No podemos cerrar un debate que ni siquiera está expuesto.
Muchas situaciones muy complicadas para las madres, desde las sociales, hasta la detección de anomalías (de muy diferentes grados), se escenifican en consultas médicas, en ecografías donde toda la información que recibe la gestante, proviene de la persona que le está realizando la prueba.
También, muchas veces, la total credibilidad y los criterios éticos y morales, le llegan desde las fuentes bajo las cuales se le ha inculcado viene el conocimiento, y la falta de debate hace incuestionable los juicios, las premisas y las recomendaciones que de estas fuentes les lleguen ante decisiones de tamaño orden, como pueda ser la decisión de interrumpir una gestación.
Y no llegan estas recomendaciones, a veces verdaderas formas de “orden”, bajo diferentes modos, no se explica, por ejemplo, algo tan simple como lo expuesto en el artículo de Manuel, que igual no es tan difícil de plantear: “Si la parte de la comunidad científica más reacia a posicionarse en contra del aborto, no se atreve a negar la posibilidad de que ese ser vivo que se está desarrollando en el vientre de la madre sea ya un ser humano, significa que ni social ni políticamente se debería negar ni minimizar esa posibilidad”.
Cuando, ante la sospecha, o simplemente por prevención porque se entiende que se cumplen unos factores de riesgo consensuados, se invita a una mujer a realizarse una “amniocentesis” (pillar si el embrión tiene algún tipo de anomalía cromosómica), se le hacer firmar un “consentimiento informado”, es una intervención con riesgos.
Bueno, si nos tomamos tanto trabajo para dar la opción de terminar con un embarazo que no cumpla con las expectativas de un modelo social…avanzado…, ¿por qué no empleamos también tiempo en explicar que no hay unanimidad en cuanto a considerar cuándo empieza la vida en un ser humano?, ¿en explicar que cuando se producen alteraciones cromosómicas incompatibles con la vida, el aborto suele ser espontáneo? ¿por qué hay campañas para integrar y poner de manifiesto todas las posibilidades de las personas con Síndrome de Down, si uno de los objetivos de esa amniocentesis es precisamente dar la opción de su aborto?, o ¿por qué no se da alguna charla más profunda sobre el desarrollo embrionario, y se explica si todo el mundo científico está de acuerdo en que la falta de sensorialidad del feto, embrión o cigoto, se basa solo y exclusivamente en las conexiones neurales que se pueden observar?.
Entiendo que en realidad todo esto no se puede plantear a una mujer en un estado tan sensible y de tanta necesidad de cuidado como es el de la gestación.
En realidad nos lo tendríamos que plantear la sociedad entera, no dar por hecho y enterrado un conocimiento que carecemos.
El médico necesita este debate, los legisladores a los demandamos que todo se regula, necesitan este debate, las personas “de a pie”, que hablamos de lo que sea y nos atrevemos a emitir juicios de valor sobre lo que tenemos la más absoluta ignorancia…necesitamos este debate.
La mujer, la que va a ser gestante, la que lo es, o la que no lo fue, necesita de este debate…es sobre nosotras, nuestra capacidad profunda y misteriosa de albergar, proteger y posibilitar que un ser humano habite este mundo y respire en él, está inserta en lo más profundo, importante y sutil de nuestra biología.
Es con ello con lo que se está tratando, toda la sociedad está implicada, pero ¿sabemos a ciencia cierta cómo afecta una intervención traumática de este nivel…energético…(aunque sea a nivel cigótico, son células no ya “pluripotenciales”, es decir, con capacidad de diferenciarse en distintos tipos celulares, sino “totipotenciales”, o sea con capacidad de dar lugar a las anteriores..)?.
El mecanismo hormonal que se pone en marcha en el momento de la gestación lleva inscrito también un despliegue codificado hasta el final del embarazo que implica todo nuestro organismo, y lo más profundo de nuestra “psique”, también, en la mujer, y aunque no se pueda medir, aún, ¿cómo podemos asegurar que no hay incidencia alguna? o que de haberla ¿es algo que deja una huella fácil de superar? o inclusivo ¿qué no tiene repercusión en nuestro funcionamiento no ya emocional, sino orgánico…tangible… una importancia mucho mayor de la que le suponemos?…en nosotras…las mujeres?.
No respondemos igual ante las emociones, que los hombres, y eso no implica jerarquía alguna en este ámbito, como en ningún otro, implica diferencia.
Habría que investigar un poco los trabajos al respecto del tema sobre el aborto, su legislación, las recomendaciones clínicas al respecto…de la razón de los criterios para determinar la humanidad o no del embrión, inclusivo el motivo por el que ponga tanto énfasis en otorgar el mismo calificativo de “humano”, que se incida tanto en ello…, quiénes han trabajado en ajustar y denominar, en dejarlo todo “masticado”, también históricamente, de dónde llega el mensaje cuasi empotrado en el mismo saco de “liberación de la mujer” y “aborto como derecho”.
Decidir, decidimos finalmente…pero que sea bajo el paragüas de nuestra responsabilidad….,no de una legislación, que ya de pie a que esa posibilidad se cierre o minimice en procesos de pensamiento, en las mentes de las gentes.
Que no se cierre el debate…., tenemos la responsabilidad de reclamarlo…y nosotras, las mujeres, es posible que seamos las que más nos la estemos jugando en este ciego proceso.
Excelente Post Loli,
Para descubrirse. La pregunta que nos debemos hacer después de tan inteligentes reflexiones es vista tu afirmación
«No podemos cerrar un debate que ni siquiera está expuesto.»
Es ¿Por qué ese debate ni está y ni se le espera, y si ello es por casualidad?
En USA películas que si se adentran en investigar esa afirmación, que nunca son producidas por las grandes cadenas si no por productoras independientes revientan la taquilla, dan beneficios, pero se les cancela su exhibición para ser sustituidas por otras que a priori se sabe que no tendrán ni un 10% de sillas ocupadas. Por supuesto sus cuentas en Twitter son bloqueadas y ni hablar del peluquin sobre llegar a Neflix, HBO, Amazon..
O sea que existe una demanda, pese a lo cual se prefiere «perder» dinero a que un tema que no debe de estar en la agenda ocupe un relevancia que no debiera.
Un muy cordial saludo
PS
Voy a poner unos links, un tanto conspiranoicos, supongo que también del gusto de MANU.
Son de un psiquiatra, ya talludito, se llama Francisco Traver y tiene una web a la que si le pueden dedicar un rato se adentra en temas interesantes de psiquiatría, antropología, sociología… de una manera accesible. Muchas veces los comentarios también lo son.
Hace poco dejó una serie de posts acerca de que es lo que le está pasando al mundo y si es posible que estas cosas ocurran por casualidad.
Les dejo el último(son 6), a partir de él se puede llegar a los precedentes, desde la página principal :
https://pacotraver.wordpress.com/2019/04/07/la-trama-inextricable-vi/
Insisto en que tiene mas artículos interesantes sobre otros temas. En trastornos alimentarios es una referencia imprescindible.
No estoy muy de acuerdo en que el debate sobre el aborto deba en este momento extenderse a un debate sobre la reproducción humana en general. No lo estoy porque me parece una vía de escape a la cuestión de fondo ante el aborto: La actitud de la Especie ante la VIDA.
¿Cómo es posible que los mismos que legislan la muerte libre de 100,000 niños –un estadio Bernabeu al año solo en España– se angustien por una corrida de toros o por el embrión de un buitre leonado? Por cierto, ambos, –toros y toras y buitres y buitras–, están mucho más protegidos que nuestros niños.
Ojo, porque los niños que consiguen nacer a pesar del riesgo estadístico de pasar el filtro de la decisión que tome su madre, saben que la madre «genéricamente» no es ya como las de antes que eran seres sagrados. La ruptura de ese vínculo moral –también un vínculo intergeneracional de la especie– ¿No tiene efectos personales y sociales? Claro que los tiene, y grabados a fuego en el subconsciente.
A veces es mejor no pensar estas cosas porque si lo hacemos es muy complicado apreciar positivamente esta sociedad.
Es cierto que el tema genérico de la Reproducción también es importante –probablemente más que el del aborto si añadimos todas las posibilidades de manipulación genética que se van abriendo– pero no arroja luz intensa sobre los planteamientos morales que se desprenden del aborto.
Durante los siglos I, II y III en Roma se produjo el mismo debate sobre el Infanticidio. Con frecuencia en el Senado. Con exactamente los mismos argumentos utilitarios que hoy se usan por parte de los abortistas al estilo de Rodríguez Zapatero y del Nou PSOE que siguen al pie de la letra las recomendaciones de Kissinger a Nixon en el célebre Memorandum 200 que se escribe en 1974 y permanece secreto hasta 1991 pese a que su «desclasificación» comenzó anunciándose para 1980.
Aquí lo tienen.
https://pdf.usaid.gov/pdf_docs/PCAAB500.pdf
Son unas 120 páginas que establecen lo siguiente.
1. La principal prioridad de los EEUU pasa a ser definida como «el control de la fecundidad del resto del mundo»,
2. Todas las instituciones creadas, sostenidas y financiadas por los EEUU han de implicarse en dicho objetivo. La principal es la ONU.
3. Todas las ayudas se condicionan al cumplimiento del programa de actividades que se vayan promoviendo. Incluyendo el acceso al crédito.
4. No se trata solo de promover medios mecánicos como el aborto, fármacos, etc. sino de promover los cambios culturales necesarios para ello.
5. Entre estos cambios va tomando cuerpo la promoción activa de todos los comportamientos que vayan reduciendo el peso de la familia tradicional para dar espacio a otros «roles» que cooperen en la reducción de la fertilidad colectiva.
Esta formulación produce una ola de legislaciones abortistas y la promoción de modelos de sexualidad –de gratificación sexual, más bien– que coadyuvan y cooperan con dicho objetivo estratégico. Leyes del Parlamento Europeo –supuestamente para proteger derechos LGTBI– son obligatorias ya en nuestras escuelas infantiles, –nunca se someten a voto popular– y van dirigidas en realidad a dar cumplimiento al objetivo imperial de hace ya 47 o más años porque fue Robert MacNamara el que comenzó la cosa.
Es también cierto que estas cuestiones son «complejas». Es decir, no es el aborto lo complejo. Lo que es «complejo» es entender de dónde realmente provienen estas leyes.
Pero nos conviene entender dónde estamos y quién mueve los hilos con años y décadas de antelación. Y por qué los mueven. Sus razones reales casi nunca son las que proclaman.
Discernir es una actividad humana que hoy es de extraordinaria dificultad y que nos exige un esfuerzo grande. Este esfuerzo es imposible fuera de grupos multidisciplinares donde cada uno aporte lo que pueda.
Saludos cordiales.
Creo que hablamos de legislación y eso, por definición, es algo de índole práctica. Es un acuerdo en la sociedad sobre qué se pretende evitar o castigar. Cada uno tiene sus ideas y muchas veces se parte del objetivo y se busca justificarlo en un debate racional (religión, ciencia, etc) cuando lo que realmente tenemos delante es un problema complejo con muchas variables y que no tiene solución racional, sino que queda en a conciencia de cada uno, en un humanismo sabio, integral y práctico. Como mucho, se puede afilar el lápiz legislando diferente por la casuística concreta