
Cuando la pelota empieza a rodar, se encienden las televisiones y parece como si algo se apagasen las mentes; sabemos con certeza donde dirigir nuestra atención y se dejan de lado preocupaciones, problemas o si es necesario, también responsabilidades. El Mundial de Futbol es el evento deportivo más visto del mundo después de los Juegos Olímpicos y, para muchos, es ocasión de entretenimiento y disfrute a la que difícilmente se renunciará. Su extraordinario interés parece llegarnos desde ancestros tribales, marcados con la impronta de la confrontación y la competitividad. Muchos gobernantes no dejan pasar la ocasión para hacernos llegar mensajes interesados o acomodan su agenda en función de estos eventos. Hasta un miembro del gobierno argentino, su ministra de economía (quizá por el declive del poder adquisitivo de los ciudadanos de su país -una inflación del 100% el presente año-), ha salido a pedir a sus compatriotas que, por unas semanas, se centren únicamente en lo que ocurra en los estadios y en apoyar a su equipo para que resulte campeón.
Desde su inicio, quizá poco antes, esta edición de la Copa Mundial de Futbol, es la más politizada de todas las celebradas hasta ahora. Los medios de comunicación no han cesado de decirnos lo mal que anda Qatar, el país organizador, en la cuestión de los derechos humanos; sus denuncias nos repiten que la discriminación femenina o de los homosexuales, las limitaciones de la libertad de expresión, etc., siguen ocurriendo por aquellas latitudes.
Y hasta las denuncias de los medios nos hacen sentirnos estupendos y agradecidos, por ser puntualmente informados de las penurias de otros. También nos hacen sentir reconfortados porque, claro que nos gustaría que Qatar respetara los derechos humanos y, por supuesto, que fuera una democracia y asumiera nuestros valores. Pero solo podemos lamentar aquellas penurias, convencidos de que para nada nos afecta y es cosa de otros. Cuando comience el torneo nuestra atención se recoloca y ya solo estaremos para seguir cómoda y gustosamente atrapados en nuestros automatismos. Podemos incluso justificar el olvidarnos de aquella imagen traída de países lejanos, diciéndonos: “pero… bueno…, ¿hablamos de una copa de derechos humanos o de futbol?”. A fin de cuentas, estamos acostumbrados a convivir con la hipocresía y ya sabemos que cualquier cosa pronto se olvida; lo que realmente queda es, el nombre de la selección que gana el campeonato.
Lo cierto es que, desde que la FIFA y las federaciones nacionales que la componen, decidieron que fuera Qatar la sede de este campeonato, no han cesado las polémicas. Primero fueron las surgidas por causa misma de la adjudicación del evento a un pequeño país (menos de 3 millones de habitantes), sin ninguna tradición futbolística y que, debido a las altas temperaturas en unas épocas del año, obligaba a que la competición se disputara en unas fechas inéditas para esta cita mundialista (fuera de verano).
Pero, las mayores controversias surgen, a raíz del choque de costumbres del país con el concepto occidental de los derechos humanos. Considerando el caso particular de los derechos laborales, parece habernos enfurecido el sistema de patrocinio (kafala) que rige en Qatar y otros países de su entorno, por el que los trabajadores migrantes (mano de obra utilizada en construcciones) no pueden cambiar de trabajo o salir del país sin el permiso de su empleador (patrocinador), atando el destino del trabajador a las empresas. Ello ha conducido a trabajadores indefensos y presos del miedo, víctimas de todo tipo de abusos, incluidos trabajos forzados y, para completar el cuadro, viviendo en unas condiciones de hacinamiento e insalubridad, sin atención médica alguna, lo que, deja poco margen de duda a poder pensar, que fueron tratados como auténticos esclavos.
Algunos informes cifran en más de 7.000 los trabajadores fallecidos, en la construcción de todo tipo de infraestructuras planificadas para la acogida del Mundial 2022. Pero el total de muertes parece ser significativamente mayor. Aquellos números se establecieron a partir de datos obtenidos de las embajadas de países como Pakistán, India, Bangladesh, etc., que enviaron gran cantidad de migrantes a Qatar, pero no se incluyeron las de otros países, como Filipinas o Kenia, que también enviaron otros muchos y no había embajada de por medio. Ni tampoco se incluyen las de tantos trabajadores cuya muerte fue considerada “natural” o para las que ni siquiera se realizaba autopsia. Parece haber existido una verdadera falta de claridad y trasparencia en torno a las muertes de trabajadores migrantes.
Si bien la presión internacional ejercida por diversos organismos y entidades ha podido llegar a modificar algunos aspectos de aquella legislación laboral, lo cierto es que, parece, su aplicación ha sido deficiente y la realidad de los trabajadores en poco o nada ha cambiado.
Además, no solo el Estado de Qatar (que, en 1971 firmo la Declaración Universal de los Derechos Humanos) ha sido denunciado como principal responsable de esas violaciones de derechos, también las empresas son responsables del trato que reciben sus trabajadores e incluso, de aquellos otros de las empresas que subcontratan. También a la FIFA se le ha reprochado que antes de la adjudicación a Qatar de la Copa del Mundo de 2022, sabía que para las obras de construcción de las citadas infraestructuras se emplearían trabajadores migrantes sin ningún tipo de protección y, nada hizo para evitarlo.
Pero el poder político que conlleva decidir el anfitrión de un Mundial de futbol, no es cualquier cosa; supone mucha influencia global. Y ello permite olvidar hasta sus propios estatutos, cuyo punto tercero, señala:
La FIFA tiene el firme compromiso de respetar los derechos humanos reconocidos por la comunidad internacional y se esforzara por garantizar el respeto de estos derechos.
En esta “fiesta” del futbol también intervienen, personajes famosos que actúan como mensajeros, para transmitir al exterior, una imagen agradable del país anfitrión. En este caso fue Xabi el designado como primer embajador global de Qatar 2022 y el que debía difundir las excelencias de Qatar y el Mundial. No existe ningún pudor para lanzarnos desde las atalayas de esos mensajeros “que ciertamente no hay un régimen democrático en el país (Qatar), pero la gente es feliz” y, antes, haber expresado que “le revientan las injusticias”. Se busca que atendamos los mensajes enviados por aquellos a quienes consideramos nuestros héroes; aunque quizá, mejor ni siquiera pensar mucho lo que dicen.
Y no han faltado ejecutivos, como el presidente de Iberdrola (participada por el fondo de inversión qatarí QIA), que ha salido en prensa nacional a pedir aparcar cualquier protesta sobre los derechos humanos: “(Qatar) país lleno de virtudes y voluntades de progreso… grande en cultura, recursos y potencial de futuro…”. Tienten necesidad de pleitesía con sus “señoritos”.
Ante este alboroto organizado en torno a los derechos humanos, caben algunas preguntas: ¿No han sido organizados recientemente, eventos deportivos de seguimiento multitudinario, en otros países como China, poco amigos de Derechos Humanos y en los que apenas se ha levantado critica alguna? ¿Por qué entonces esta indignación con Qatar? ¿Por qué en estos eventos promovidos por organizaciones occidentales no ha existido un bloqueo efectivo de países no deseados?
Pero el pequeño estado de Qatar es fabulosamente rico, gracias a sus reservas de gas (la tercera mayor del mundo) y petróleo. Con motivo de este Mundial, en Qatar se han realizado inversiones multimillonarias y, no tanto en la construcción de estadios, sino en infraestructuras que ayuden a convertir al país en un destino atractivo de la región, tanto de personas como de capitales.
Desde tiempo atrás Qatar, a través de su fondo soberano Qatar Investment Authority (QIA), ha realizado importantes inversiones en compañías internacionales de sectores como las finanzas, aviación civil o construcción; esta primavera, en gira del jeque catarí por distintas capitales europeas, entre ellas Madrid, prometió inversiones mil millonarias en empresas relevantes de cada país. También ahora, buena parte de las inversiones para el evento mundialista son extranjeras, permitiendo establecer una especie de relación de ida y vuelta entre occidente y Qatar. Buena parte de las empresas que han estado levantando estadios y hoteles o construyendo vías de metro y carreteras son occidentales.
Pero el interés de Qatar por organizar este mundial puede ir más allá de lo económico. Lleva años dirigiendo su política exterior a intentar convertirse en un actor geopolíticamente vital y sin necesidad de plegarse a otros países regionales más poderosos. Ha logrado ser el primer país árabe en organizar el mundial, lo que le sitúa en el mapa mundial con un perfil relevante y, le convierte en un socio y actor global frente a sus vecinos.
Consecuencia de todo ello nos encontramos también con que, ninguna de las federaciones de futbol nacionales que participan con sus selecciones en el campeonato, ni sus Gobiernos respectivos, han levantado la voz contra el gobierno de Qatar, por muy justificada que fuese esta oportunidad. Ni siquiera a las organizaciones sindicales parecía importar lo que allí ocurriera, por mucho que pudiera pensarse que sus idearios son de los que deben traspasar fronteras. Solo desde algunas organizaciones internacionales, actores del mundo del futbol o empresas vinculadas al mundo del deporte, se han levantado voces denunciando como se pisoteaba la dignidad de los trabajadores que participaban en las construcciones que han hecho posible este campeonato mundial de futbol.
Y frente a Qatar, una monarquía absoluta, nos autocomplacemos también, de haber dejado atrás ese absolutismo, de haber dejado de vivir en un régimen político que concentra el poder en una minoría para pasar a vivir “en la verdad”, en una sociedad democrática y libre, amparados por un Estado de Derecho y unos derechos humanos y universales, que siempre serán la garantía ante cualquier poder que pretenda extralimitarse.
Pero ese Estado de Derecho también tiene mucho de esa otra verdad que ya unos denuncian y en la que casi nadie quiere detenerse a pensar: su continuo deterioro. El deterioro de su entramado institucional y, en particular, de esas instituciones básicas que son los poderes Legislativo y Judicial, que deberían operar como garantía para impedir la concentración de poder en cualquier Gobierno y, permitir así, la construcción continua que exige un verdadero Estado de Derecho al servicio del desarrollo de todos.
¿Dónde situar la línea divisoria que nos separa un Estado de Derecho y un Estado de Poder? ¿No se da uno a sí mismo, un poco de vergüenza haciendo como si nunca pasase nada?
Cada día, los intereses crematísticos marcan más las agendas de nuestros dirigentes políticos. Su retórica casi nunca se acompaña de una actuación consecuente y, con frecuencia pisan el barro de la inmoralidad. Mezclando intereses, valores y cualquier otro ingrediente, buscan encontrar pócimas de efectos similares al de la hipnosis. Y quizá, los campos de futbol y aledaños sean los espacios preferidos para distribuir esos mejunjes.
Es que no hemos «dejado atrás ese absolutismo» por mucho que intenetemos convencernos de lo contrario.
El despotismo, el absolutismo y aún los totalitarismo, suelen estar arropados con la indumentaria conveniente hecha a medida del dinero y los intereses geopolíticos. Todos tienen sus estados de Derecho, sus instituciones públicas, sus constituciones, pero…..
El caso de Qatar es la muestra de la hipocresía política y social en que vivimos, donde cada cual interpreta valores y principios según le venga mejor. Más aún cuando manejan dinero en abundancia y recursos necesarios para quienes prefieren -como en nuestro caso, la UE- suicidarse económicamente y dejar hundirse sus naciones para satisfacer intereses particulares. Así somos de cándidos e ingenuos o, en caso contrario, somos cómplices.
¿Derechos humanos? La declaración universal ya en su artículo primero dice eso de que «·los hombres nacen libres e iguales». Eso dura hasta que se hace la primera inscripción en el registro. A partir de ese momento la libertad y la igualdad se convierten en algo ajeno a todos los sistemas políticos donde la democracia de verdad aparece deformada por todo tipo de propaganda desde los poderes absolutos. En cuanto a la igualdad, que se lo pregunten a quienes no tienen para cenar (las colas del hambre) mientras otros se permiten fletar aviones para ver un partido de fútbol o asistir a cualquiera de esas convenciones internacionales sobre cualquier cosa con gastos pagados.
Qatar es solamente una pieza más del «tablero mundial» de falsos amigos o adversarios (Biden es una muestra), de falsos intereses en operaciones encubiertas (de falsa bandera) y de acuerdos espurios por debajo de las mesas en que nos movemos desde hace mucho tiempo. Demasiado.
Un saludo.
Me ha llegado noticia de que, no ha sido hasta el pasado 24 de noviembre, cuando el Pleno de la Eurocámara ha votado un dictamen de censura de la decisión tomada por la FIFA y de la que resultaba elegida Qatar, como sede del Mundial de Futbol 2022. La Eurocámara indicaba: (la FIFA) “ha dañado gravemente la imagen y la integridad del fútbol mundial”. Por otra parte, también pedía a FIFA y Qatar se estableciese “un programa global de reparación para las familias de los trabajadores, como compensación por las condiciones de trabajo a las que se han visto sometidos” y, por último, no faltaba el elogio por “las reformas que han puesto en marcha las autoridades cataríes para abordar la gobernanza de la migración laboral”.
¿Unos paladines de los derechos humanos, como se supone que son los eurodiputados, no han tenido tiempo para haber dicho «algo» o, mejor, hecho «algo», mucho antes? ¿Qué vergüenzas se buscan esconder con estas «poses» y comunicados tardíos?
Siempre parece que hay una explicación para lo inexplicable. Según se publica la policía belga lleva tiempo tras la pista de una especie de «cártel» dentro de la Eurocámara, de donde ha salido de momento la investigación de una de sus vicepresidentas por aparente cobro de comisiones.
¿De verdad creemos que los intereses y «lobbys» particulares se detendrían ante la UE? Al contrario, ahora lo tienen todo más a mano y centralizado en los órganos de la UE. Era más incómodo tener que ir negociando estado por estado con sus cambios políticos.
Un saludo.