No podemos renunciar a la energía nuclear

El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, la gente que paseaba por las calles de Hiroshima no podía imaginar que en unos segundos se iba a desatar el infierno, literalmente, sobre sus cabezas. En ese momento, a casi 10.000 metros de altura, el Enola Gay, un bombardero norteamericano B-29 dejó caer sobre la ciudad japonesa a Big Boy, la primera bomba atómica en ser detonada sobre una población civil. La bomba estalló a 600 metros de altitud, provocando un hongo nuclear que arrasó todo en muchos kilómetros a la redonda. Se calcula que entre los muertos causados directamente por la explosión y los debidos a la radiación más de 70.000 personas perdieron la vida en tan solo unos instantes y otros tantos en los días posteriores.

Nadie duda que lanzar la bomba atómica sobre una población civil es una de las decisiones más salvajes, difíciles y controvertidas que ha tomado jamás ser humano alguno, pero lo cierto es que, en su momento, lanzar esta primera bomba parecía hasta cierto punto justificable.

En los primeros enfrentamientos entre japoneses y americanos durante la Segunda Guerra Mundial, la estrategia de los japoneses cuando veían cerca la derrota era simple y estúpida por igual: cuando se sabían vencidos empuñaban sus bayonetas y sus katanas (espadas samuráis) e iniciaban una de sus famosas cargas “banzai”, en las que se lanzaban a morir contra los nidos de ametralladoras de los marines norteamericanos, a mayor gloria del emperador. Como se puede ver, los islamistas radicales no han inventado nada.

En las primeras islas y atolones del Pacifico que los americanos tomaron cuando empezaron a avanzar hacia Japón se encontraban una y otra vez con estas estúpidas cargas suicidas, con lo que el numero de bajas de los norteamericanos era, proporcionalmente, mucho menor que las de los japoneses, pero la cosa empezó cambiar en la batalla de Iwo Jima; allí el comandante japonés prohibió las cargas banzai: obligando a sus hombres a luchar hasta la muerte, pero esperando a los marines en sus trincheras, donde les causarían muchas más bajas.

Por eso, aunque la Guerra estaba ya ganada, con los alemanes vencidos y los japoneses recluidos en sus islas, alguna de las previsiones de los marines que podrían morir para tomar el archipiélago nipón, en función de lo que había ocurrido en Iwo Jima (todo el pueblo de Japón, incluidos mujeres y niños, estaba siendo adoctrinado para esperar a los americanos con el cuchillo en la mano) elevaba el número de fallecidos americanos a más de un millón, y Truman decidió usar su arma secreta.

¿Por qué Hiroshima?: por pura mala suerte para sus habitantes. La ciudad elegida tenía que ser una en la que no hubiese campos de prisioneros aliados y que hubiese sido poco dañada por bombardeos previos, para que los observadores que viajasen junto al bombardero pudiesen fotografiar la ciudad para saber hasta que punto la bomba era letal. Hiroshima no era el primer objetivo (parece ser que este era Kioto), pero la ciudad que iba a ser destruida ese día estaba cubierta de nubes, con lo que no se podrían tomar fotografías: las nubes salvaron a unos y sellaron el destino de otros.

De cualquier modo, puede entenderse o no la decisión de lanzar la primera bomba, pero lo que resulta difícilmente justificable es lanzar otra sobre Nagasaki tres días después. Puede que la bomba de Hiroshima se lanzase para acortar la Guerra y salvar a chavales de Oregón a costa de niños japoneses, pero desde luego la segunda bomba no se la lanzaron a los japoneses: se la lanzaron a los rusos por persona interpuesta. Fue una forma de decir a los soviéticos: estamos armados y dispuestos a disparar.

Con esta entrada en escena tan poco glamurosa no es de extrañar que la energía nuclear tenga ahora tan mala fama, una reputación de peligrosa a la que no ha ayudado precisamente los accidentes de Chernóbil en 1986 o de Fukushima en el 2011.

Pero lo cierto es que estos dos accidentes son eso: accidentes de los que hay que aprender para que no se vuelvan a repetir, pero no convierten este modo de energía en el más peligroso de los que usamos actualmente, ni mucho menos. Según la OMS más de 7 millones de personas mueren cada año en el mundo por culpa de la contaminación atmosférica asociada al consumo de combustibles fósiles. Nadie murió víctima de la radiación en Fukushima.

Hoy por hoy, vivimos en un mundo que aún no puede sostenerse solo con energías renovables, y nuestra dependencia del petróleo es brutal, una dependencia que no se puede permitir ni nuestra economía (escribo esto tan solo unos días después de que un ataque con drones a unas refinerías en Arabia Saudí haya hecho aumentar el precio del petróleo un 15%) ni nuestro planeta (yo soy de los que cree en el cambio climático, y soy de los que considera que nos estamos cargando el planeta, si perteneces al colectivo que lo niega quédate solo con el argumento económico).

En este momento, a la espera de que la ciencia consiga encontrar una forma de explotar de forma segura la fusión nuclear, la energía de las estrellas -que sería el mayor avance científico de la historia-, la única forma en la que podemos utilizar la energía del átomo, la fisión nuclear, es la forma de energía más segura, económica, sensata y, aunque pueda parecer paradójico para un no informado, ecológicamente responsable de la que disponemos, y sin embargo estamos cerrando centrales sin criterio y sin información solo atendiendo a argumentos irracionales y demagógicos.

Hasta que tengamos algo mejor no podemos renunciar a la energía del átomo, por mucho miedo que dé algo que mata y no vemos. Solo vapor de agua sale de las torres de refrigeración de una central nuclear y todos los residuos generados por todas las centrales del mundo (que, es cierto, serán radioactivos hasta que se acabe el mundo) caben en un pozo profundo.

7 comentarios

7 Respuestas a “No podemos renunciar a la energía nuclear”

  1. O'farrill dice:

    Creer en el cambio climático (permanente) es simplemente cuestión de inteligencia y racionalidad. Creer en el «cambio climático» sólo en el siglo XX y XXI es estar adoctrinado y ser ignorante. Relacionar los cambios climáticos con el sistema solar y sus planetas estaba en el Bachillerato del plan antiguo. Relacionarlo únicamente con determinadas emisiones, es simplificar el tema a los intereses económicos particulares de unos cuantos que lo usan a conveniencia. Como el descrédito de las centrales nucleares. Todo depende de quien pague el relato.
    Dicho esto, mientras la humanidad vaya asumiendo como «necesidades» novedades fútiles que precisan de más energía para su fabricación, distribución y comercialización, no se puede descartar el uso de cualquier tipo de fuente energética, si bien con el conocimiento, el control necesario y la seguridad en su uso.
    Ayer mismo en un artículo de «El Mentor» se planteaba la crisis del sector del automóvil por la falta de plantas de fabricación de baterías. En ningún momento se planteaban los «pros» y «contras» de las mismas, tanto en su composición como en sus efectos. Mucho menos qué hacer con los miles de millones de baterías desechadas. Eso no está en el discurso oficial (medios y ONGs incluidas) engrasado por el dinero.
    En todo ello el debate está pervertido por intereses espurios o simplemente ingenuos.
    Hace unos días me enteraba de que determinada entidad bancaria había ganado más de dos mil millones de euros en la venta de «bonos verdes» (?). Las empresas implicadas en una reputación «correcta» política y socialmente, siguen ganando dinero vendiendo teorías e ideas con barniz «eco», mientras siguen explotando recursos humanos, recursos naturales y recursos sociales en el amplio mapa de la «globalización». Incluso se les aplaude por su «progresismo verde» (los únicos «verdes» prohibidos son los viejos y «Vox»).
    Que todo este circo de varias pistas haga babear a espectadores ignorantes es triste. Que sirva para manipular a la Ciencia, es deplorable.
    Un saludo.

  2. JBL dice:

    El hallazgo de que el clima se ha calentado en las últimas décadas y que este calentamiento probablemente es atribuible a la influencia humana ha sido apoyado por todas las Academias Nacionales de Ciencias que ha emitido una declaración sobre el cambio climático, incluyendo las academias de ciencia de todos los mayores países industrializados. Ningún organismo científico nacional o internacional de prestigio mantiene una opinión que disienta del hecho de que la mayor parte del calentamiento global desde mediados del siglo XX, probablemente es debido a actividades humanas. Esta opinión científica está expresada en informes de síntesis, por cuerpos científicos de prestigio nacionales e internacionales y por encuestas de opinión entre científicos del clima. Científicos, universidades y los laboratorios individuales contribuyen a la opinión científica global a través de sus publicaciones revisadas por pares, y las áreas del acuerdo colectivo y certeza relativa son resumidas en los informes y encuestas.
    Lo irracional es negar la realidad para evadir una verdad incómoda. Otra cosa diferente es el negacionismo políticamente motivado, que también lo hay.
    Aunque no haya intereses económicos personales, uno puede adoctrinarse a sí mismo creyendo a los que difunden teorías negacionistas que sí son interesadas.
    Y entonces, aún sin quererlo, por ideología, uno se vuelve ignorante.

    1. O'farrill dice:

      ¡Mechachis qué listos somos! Ahora resulta que ha sido AHORA cuando nos hemos dado cuenta de la (escasa) influencia de humana en el clima. Todo lo conocido anteriormente en el mundo de la Ciencia sobre el sistema planetario (por no decir sobre el Universo en general) no es nada comparado con la brillantez de nuestros cerebros actuales.
      La propaganda (adoctrinamiento) se basa en la repetición de cualquier nadería hasta convertirla en dogma. La Ciencia (racionalidad) consiste en la desconfianza cautelar de cualquier «novedad» científica.
      Por eso hay que repetir (aunque no se tenga constancia absoluta) las supuestas opiniones de miles o millones de supuestos científicos (no todo el mundo que tenga un título lo es) que nadie ha leído, visto, estudiado, analizado y, en su caso, cuestionado. Lo que sí parece cierto es esa frase de: «algo tendrá la m….. cuando millones de moscas acuden a ella». Confundir número (cantidad) con conocimiento (calidad) es una muestra de cómo necesitamos ser rebaño, manada o enjambre de moscas…..
      Un saludo.

    2. R. Estévez dice:

      Lamento informar al contertulio JBL de que no hay tal consenso científico sobre el cambio climático. Cambio normalísimo en nuestra historia y que no debemos confundir con fomentar un planeta sucio que nadie defiende.
      Quien lo pretenda debería traer algún menos un informe de alguna academia seria. Los chiringuitos políticos tipo UE o la ONU y sus agencias clientelares no valen como estamos hartos de ver por que mienten y adoctrinan con patológica frecuencia.

      La realidad es todo lo contrario como vemos cada vez que miramos. El año pasado, en Madrid, en Agosto, ni un día pasamos de 40º. Este año llevamos el mismo camino.

      Aquí 7 trabajos nos indican el principio de un enfriamiento ya constatable desde principios de este siglo tras unos 90 cálidos.
      «Seven New Papers Forecast Global Cooling & Mini Ice Age as Antarctica expands. «Growing Antarctic Ice Sheets Sparked last Ice Age.»New Research predicts mini ice age from diminishing sunspots», etc.
      Los PDF’s libres aquí. https://www.academia.edu/16745783/Seven_New_Papers_Forecast_Global_Cooling_and_Mini_Ice_Age_as_Antarctica_expands_Growing_Antarctic_Ice_Sheets_Sparked_last_Ice_Age_New_Research_predicts_mini_ice_age_from_diminishing_sunspots?auto=download&email_work_card=download-paper.

      Por otra parte, un científico de primer orden habla hace unos días y, sorprendentemente, le publican. Lo normal hoy día es censurar la ciencia que discrepa de los políticos y sus redes clientelares.

      Enlace: https://www.fpcs.es/clima-y-co2-la-evidencia-frente-al-dogma/

      Cita íntegra.

      Clima y CO2: la evidencia frente al dogma
      28 JUNIO, 2021

      Nota: El Prof. Richet está ligado al Institut de Physique du Globe de Paris desde hace 35 años, habiendo sido también profesor visitante en Stanford University y en el Tokyo Institute of Technology. Autor de numerosos libros y artículos, ha recibido prestigiosos premios a su trayectoria científica, como el Ivan Peychès de la Académie des Sciences francesa, el premio Von Humboldt (Gay-Lussac) y la medalla Urey. Su último trabajo de investigación, cuyas conclusiones resume este artículo, puede encontrarse en hgss-12-97-2021.pdf (copernicus.org).

      Clima y CO2: la evidencia frente al dogma

      Desde su domesticación hace 400.000 años, el paulatino dominio del fuego ha determinado en gran medida la evolución de la humanidad. Así como la cocción de los alimentos condujo a una regresión de las mandíbulas y a un desarrollo del cerebro humano, las artes del fuego han dado lugar gradualmente a la civilización moderna. La cerámica, la metalurgia, los morteros de cal y cemento, las máquinas de vapor, la luz artificial, los motores de explosión y de reacción, la producción de electricidad, todos estos avances tan familiares han estado indisolublemente ligados al fuego y, por tanto, a la producción de dióxido de carbono (CO2) mediante la combustión de madera, gas, petróleo u otras sustancias.
      El aumento de la población mundial y el incremento del nivel de vida han provocado, por supuesto, un aumento de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Según el dogma imperante, se culpa al efecto invernadero atribuido a este gas de una alteración climática con consecuencias catastróficas de lo más variadas y, por tanto, la descarbonización en pocas décadas de las actividades humanas para luchar contra esta perturbación se convertiría en un imperativo. Sin embargo, retroceder milenios de ingenio humano es un desafío formidable, como ilustra el coste estimado por el Banco Mundial en ¡89.000 billones de dólares sólo para el periodo 2015-2030!
      Dado el carácter colosal de las inversiones anunciadas y los recursos minerales y energéticos que se van a comprometer, conviene asegurarse de que los efectos del CO2 son realmente los descritos. En primer plano se encuentran los modelos climáticos por ordenador en los que se confía mayoritariamente hoy en día, pero que adolecen de muchas limitaciones. La principal es que abarcan periodos de tiempo demasiado cortos para dar cuenta de los grandes ciclos de glaciación-deglaciación, los cambios climáticos más tangibles, que se producen a lo largo de decenas de miles de años. La situación es análoga a la que se daría si tomáramos una pequeña ola como base de una teoría de las mareas sin tener en cuenta ciclos enteros de subidas y bajadas de distinta magnitud.
      Los modelos climáticos también han relegado a un segundo plano registros mucho más reveladores. Los más valiosos los ofrecen las capas de hielo polares, donde las herramientas analíticas modernas pueden descifrar los mensajes climáticos de la historia del planeta que han conservado a medida que la nieve se compactaba en el hielo atrapando diminutas burbujas de aire. Por ejemplo, es posible medir con precisión el contenido de CO2 (y de metano, CH4) de estas burbujas en función de la profundidad del hielo en los núcleos extraídos y, por tanto, de su antigüedad. Y como la temperatura de depósito de la nieve también puede determinarse mediante métodos isotópicos, se dispone de un registro continuo de estos parámetros durante períodos de cientos de miles de años.
      En este sentido, las muestras de hielo extraídas de la base antártica de Vostok constituyen una ineludible referencia entre los científicos que estudiamos la historia del clima terrestre porque abarca los cuatro ciclos sucesivos de glaciación-deglaciación de los últimos 423.000 años. Su análisis ha confirmado que estos ciclos son gobernados principalmente por las variaciones del calor recibido del sol a medida que varía la órbita de la Tierra debido a complejas interacciones gravitatorias. En el contexto de estos ciclos astronómicos, conocidos como ciclos de Milankovitch, la cuestión es entonces saber qué papel amplificador puede haber desempeñado el CO2 atmosférico. Esta pregunta puede responderse mediante un examen muy sencillo de las pertinentes relaciones de causa y efecto a la luz de los principios de la lógica establecidos por Aristóteles hace 2500 años.
      Según el principio de no contradicción, una proposición y su contraria no puede ser verdaderas al mismo tiempo. Sin embargo, la evidencia paleo-climática muestra que los periodos de altos niveles de CO2 no preceden a los períodos de altas temperaturas sino que son posteriores a los mismos y sistemáticamente más largos. Por tanto, si es la temperatura la que aumenta antes que el CO2 y si los períodos de CO2 elevado duran sistemáticamente más que los períodos de altas temperaturas (es decir, que las temperaturas empiezan a bajar aunque los niveles de CO2 se mantengan elevados), la lógica refuta la creencia de una relación causa-efecto entre aumento de dióxido de carbono y aumento de temperatura. La evidencia, por cierto, tampoco muestra fluctuaciones en los niveles de CO2 de corta duración similares a las mostradas por las temperaturas.
      ¿Qué puede ocurrir entonces? Resulta que la atmósfera contiene una cantidad ínfima de CO2 en comparación con los océanos, y que la solubilidad del CO2 en el agua disminuye al aumentar la temperatura. Por lo tanto, el contenido de CO2 de la atmósfera se ha ajustado a lo largo del tiempo a las variaciones de temperatura con desfases temporales debidos a la homogeneización química relativamente lenta de los océanos. Un argumento de peso refuerza esta conclusión. El metano es un producto de la actividad biológica que aumenta con la temperatura y se correlaciona perfectamente con ella. Si el CO2 contribuyera al calentamiento atmosférico, sus niveles deberían estar correlacionados con los del metano. Sin embargo, esto no es así en absoluto.
      Esta conclusión no contradice en absoluto la existencia del ligero calentamiento observado en las últimas décadas. En efecto, los núcleos de hielo de Vostok revelan la existencia de breves episodios de calentamiento, muy numerosos, a los que curiosamente no se presta atención, y cuya causa puede atribuirse a otros factores tales como las fluctuaciones de la actividad solar. En definitiva, lo que ocurra en unas pocas décadas ofrece poca información sobre la evolución climática, cuya unidad de medida se acerca más a la decena de miles de años.
      Que los efectos del CO2 sobre el clima son mínimos no es, ni mucho menos, una conclusión nueva, aunque los que ya lo han establecido sobre otras bases científicas chocan con el pretendido “consenso” sobre la cuestión. En realidad, esta noción de consenso no es pertinente aquí, porque la historia de la ciencia no es más que un largo paseo por el cementerio donde descansan en paz las ideas aceptadas sin discusión durante mucho tiempo. Más bien, sirve de justificación para desterrar del debate cualquier idea heterodoxa que cuestione el dogma. Como ha experimentado el autor de estas líneas, el rasgo más inquietante del debate sobre el clima es el deseo de descalificar de entrada al adversario arrastrándolo a otros campos no relacionados con el problema, en lugar de ofrecerle comentarios críticos a los que podría responder científicamente. Sorprendentemente, el libre debate en que se ha basado el progreso científico en la Historia ha sido sustituido por acciones propias del totalitarismo como la difamación, el intento de silenciamiento y la persecución del disidente bajo amenaza de ostracismo. Quizá Aristóteles, con su lógica, pensaría que esta violencia y esta imposición son en sí mismas un indicio de en qué lado del debate se encuentra la verdad.

      © Pascal Richet
      Institut de Physique du Globe de Paris

      Nota: El Prof. Richet está ligado al Institut de Physique du Globe de Paris desde hace 35 años, habiendo sido también profesor visitante en Stanford University y en el Tokyo Institute of Technology. Autor de numerosos libros y artículos, ha recibido prestigiosos premios a su trayectoria científica, como el Ivan Peychès de la Académie des Sciences francesa, el premio Von Humboldt (Gay-Lussac) y la medalla Urey. Su último trabajo de investigación, cuyas conclusiones resume este artículo, puede encontrarse en hgss-12-97-2021.pdf (copernicus.org).

  3. YaMeVoy dice:

    Con la primera bomba los rusos ya sabían quién estaba dispuesto a «disparar». La segunda se lanzó principalmente porque los japoneses no se rindieron, y de hecho, tras la segunda y con ella la decisión del emperador de finalmente rendirse, se produjo un golpe de estado fallido en el ejército contra el mismísimo sagrado emperador con la intención de evitar la rendición. Hasta tal punto el militarismo japonés se había vuelto loco.

    El principal problema que tenemos con la energía nuclear es que precisamente los más batalladores contra el cambio climático, los ecologistas, están rotundamente en contra de esa energía. Y los que están a favor de ella son los principales negacionistas.

    Y como en esta historia ya sabemos quienes son los «buenos» y quiénes son los «malos», el poder político no va a tomar una decisión sensata, sino electoralista. Así nos va.

  4. Ligur dice:

    Diría que ningún organismo científico de renombre, mantiene la idea globalista oenegista del falso cambio climático.
    Hace más de mil años, los vikingos se asentaron en Groenlandia y cultivaron cereal y vid. Entonces no habían aviones, coches ni industria. Es más, no había suficiente caca de vaca para destruir la capa de ozono (te acuerdas de eso JBL), la capa de ozono ha caído en el olvido, parece que se ha arreglado sola.
    No seamos como la I. Belarra, que se escandaliza y culpa al cambio climático de que en zonas de Brasil «en esta época del año» nieve.
    Así nos va.
    JBL no comas carne, es perjudicial para el cambio climático. No comas carne como lo hace toda la plana mayor de este gobierno en sus celebraciones y eventos, aquellos que critican este hábito saludable y necesario para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo.

    Saludos

  5. Loli dice:

    La FAO reconoció, al parecer a principios ya del siglo XXI, que la forma de luchar contra el hambre en el mundo pasa, ante todo, por un mayor crecimiento económico que permita a la gente una vida desahogada en cuando a su a alimentación diaria.

    Y lo hizo al comprobarse que no es la falta de alimentos, ni tampoco la posible insostenibilidad de su producción, lo que produce las hambrunas mundiales, sino el acaparamiento de materias primas, lugares donde se encuentran más recursos y espacios del cultivo y el encarecimiento, por tanto, de los productos a consumir.

    De este modo, la gente más pobre tiene menos acceso a todo, pero, sobre todo, a los alimentos.

    En realidad predicciones catastrofistas de las últimas décadas del siglo XX sobre la falta de recursos y reservar energéticas para alimentar y mantener el avance social, en apenas una década se comprobó que estaban erradas.

    Parece que esos recursos, tanto de materias primas como los fundamentalmente energéticos (hidrocarburos, gas natural, carbón, biomasa…) han aumentado en vez de disminuir, ya que lo que parece, también, haber ocurrido es que ante una mayor demanda, se han explorado nuevas reservas…se han encontrado…y se siguen encontrando.

    El problema es que esa búsqueda y optimización de recursos requiere de mucho dinero, de mucho capital, de mucha financiación.

    Quien domine ese mercado y hay invertido en ello, en buena medida, seguramente, dominará, o lo querrá hacer, la dinámica de ese mercado y sus tendencias.

    El abaratamiento, encarecimiento, ajustes o desaparición de determinados factores será algo muy ansiado por ese tipo de financiaciones.

    Incluidos, por tanto, naciones y políticas nacionales.

    La tecnología y su avance, seguramente podría hacer que esa explotación de recursos y la exploración de nuevas fuentes energéticas menos contaminante, más accesibles y duraderas, fueran poco a poco más posibles y terminaran imponiéndose.

    Se podría conseguir ese objetivo de sostenibilidad medioambiente con el nivel de desarrollo humano, que no olvidemos, es naturaleza también, somos…”ambiente”, de alguna manera, pues parece que suele olvidarse con mucha facilidad.

    Seguramente se podría conseguir una mejor de la calidad de vida de mucha gente y el acceso a productos básicos y con ello a encarrilarse en vías rápidas de desarrollo, a muchísimas más personas.

    Esto no ocurre, sin embargo, y esas “energías renovables”, como la eólica o la solar resultan insuficientes y se encarecen por ello, debido, entre otras cosas, a la falta de competitividad que presentan, por ejemplo, frente a otras como las “fósiles” con un mercado, tecnología de explotación y circuitos muy asentados.

    Sin embargo, prácticamente se hace creer a la gente que ese nivel de vida más desahogado que se han conseguido en las sociedades más avanzados es el culpable de las crisis energéticas y está poniendo en peligro al planeta entero…como si no perteneciéramos a él.

    No solo eso, sino que, además, se condena a no desarrollarse a los países en vías de ello, empobreciendo a sus poblaciones y propiciando que sea cada vez más difícil el acceder a una alimentación básica.

    En los países más desarrollados parece obligarse a la gente, también, a empobrecerse y… velozmente, como si corriera prisa.

    Se grava el acceso a energías como la eléctrica para realizar incluso las tareas más cotidianas, también para luchar contra el calor y el fría, y se penaliza el transporte autónomo…la gente se queda donde está sin muchas posibilidades, o menos que antes, de buscar fuera otras alternativas.

    Todo ello sabiendo que el acceso a esas otras energías “menos contaminantes” hoy por hoy no se pueden implementar a gran escala por falta de “competitividad” en un mercado de grandes oligopolios.

    Todo ello parece devenir a un empobrecimiento general, tanto en países en vías de desarrollo, como en lo que parece que estaban encarrilándose en ellas.

    Desde luego que sin proteger el medio ambiente no es posible el crecimiento social, pero ¿qué protección a medioambiente y a qué nada se ofrece desde sociedades pobres sin vías de prosperidad?…

    Pues pareciese que esa fuera la intención

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