Tendemos a concebir la actividad política como aquella que gira en torno a los partidos: sea en su funcionamiento interno, en su relación con la sociedad, en la vida parlamentaria o en la gestión del Gobierno. Sin embargo, convendría que no nos restringiéramos a lo que ellos pueden o no hacer, y tratáramos de poner el foco en lo que la sociedad necesita. Porque es bastante posible que lo que le convenga a la sociedad en materia política vaya bastante más allá de lo que los partidos están dispuestos a asumir.

Hay por lo menos cuatro ámbitos que es necesario atender. El primero es la valoración de la actualidad. Todos los días se producen acontecimientos y, en general, los ciudadanos necesitamos un análisis lo más ecuánime posible de sus implicaciones. Sin embargo, aunque los dirigentes políticos aprovechan cualquier oportunidad para dar su opinión y, de paso, salir en los medios de comunicación, lo hacen en función de sus propios intereses electorales y, por tanto, con la carga de manipulación que ello conlleva. Es tan importante para ellos que cuentan con un equipo de asesores que les dicen lo que les conviene o no decir. No obstante, los ciudadanos también podemos leer o escuchar lo que opina otra mucha gente, por ejemplo, en los múltiples medios de comunicación y foros de debate que hay en Internet.

Un segundo ámbito es el de la elaboración de los programas de gobierno, cuya versión resumida se supone que son los programas electorales. Los partidos que aspiran a gobernar deberían tener un equipo de técnicos trabajando en estrecho contacto con un amplio abanico de expertos independientes, para definir con el mayor rigor las líneas de actuación, objetivos y prioridades, así como su traducción presupuestaria, para guiar su acción de Gobierno (en caso de ganar las elecciones). Las personas dedicadas a esta tarea no pueden ser las mismas que las de la tarea anterior, porque estas necesitan estar concentradas en el medio plazo (la siguiente legislatura) y las otras están absorbidas por el día a día, y la atención a los medios. No obstante, tengo serias dudas de que actualmente los partidos empleen tiempo y energías en este segundo tipo de actividad. Quizás reúnan a algunos expertos de renombre unos meses antes de las elecciones para que hagan un programa electoral vistoso, pero poco más.

El tercer ámbito es el de la redacción de planes estratégicos a largo plazo, a 15 o 20 años. Aquí sí que creo que no hay en la actualidad ningún partido, en España, que dedique gente y tiempo a esta labor. Sin embargo, es lo que se necesita para intentar solucionar los grandes problemas de fondo que tiene este país. Da igual que pensemos en educación, empleo, sectores productivos a potenciar, I+D, transportes, sector público, inmigración, sanidad o pensiones, en todas y cada una de estas materias es imposible hacer las cosas que hay que hacer, sin analizar detenidamente el ciclo temporal completo que ello requiere. De hecho, sin este trabajo, los programas de Gobierno a que me refería antes se quedan muy cojos.

Quien se ponga a trabajar en alguno de los grandes problemas de fondo citados con esa perspectiva se va a encontrar con que, antes o después, necesitará que le digan por dónde se prevé que irán algunos de los otros. Al final es como un racimo de cerezas: tiras de una y salen otras, y detrás van las demás. Aunque, si solo se plantea en estos términos, no dejaría de ser un enfoque muy parcializado. Si queremos abordar el conjunto de nuestros problemas, y no solo algunos de ellos, eso nos llevará a tener que definir qué tipo de sociedad queremos o a cuál podríamos aspirar, dentro de los límites existentes.

Los partidos no han jugado a esto hasta ahora porque supone un esfuerzo ingente que les exigiría disponer de un equipo muy potente dedicado de modo permanente a esta tarea. También porque, siendo su principal motivación ganar las elecciones y llegar al poder (y eso ya entraña un montón de trabajo e incertidumbres), lo otro les suena a batallitas celestiales. Y además porque creen que con copiar lo que hacen los países de nuestro entorno sería suficiente.

El cuarto ámbito es el de elevar la formación política de la sociedad. Condición necesaria para avanzar hacia una auténtica democracia. No cabe duda de que los partidos y políticos que han pasado por el Gobierno estarían en condiciones inmejorables para explicarle a la ciudadanía en qué consiste, en la realidad, eso de dirigir un país. Lo que sucede es que, si esos partidos aspiran a volver a gobernar, lo que contasen estaría más cerca de la manipulación partidista que de una honesta pedagogía. Con todo, si cada partido asumiese de verdad este cometido, entre lo que contasen unos y otros los ciudadanos podrían tener una interesante aproximación a lo que es la gestión del Gobierno.

Es evidente que la forma en que se ha ejercido la política en España, en los casi 40 años que llevamos en esta etapa democrática, ha hecho que los partidos se concentren cada vez más en el primero de los ámbitos señalados, el marcado por el día a día, abandonando prácticamente el segundo y sin siquiera plantearse los otros dos. Es decir, los partidos han concebido su papel político solo en función de sus propios intereses electorales, sin atender el resto de las actividades políticas que necesita el conjunto de la sociedad.

Ante esta situación, la primera pregunta es: ¿la entrada en escena de nuevos partidos y nuevos dirigentes (seguro que algunos con ganas de hacerlo bien) abre la posibilidad de que enfoquen la actividad política en función de lo que realmente necesita la sociedad o, por el contrario, los intereses electorales lo hacen inviable? La opción más fácil (y más probable) es que, tanto los partidos establecidos como los nuevos, se centren en las siguientes elecciones, puesto que la otra opción requeriría dedicarle mucho tiempo y recursos, a distraer de su objetivo electoral, y por consiguiente mucha altura de miras.

En tal caso, la segunda pregunta es: ¿cómo podría la sociedad civil cubrir el vacío que no cubren los partidos? En definitiva, ¿es viable que se creen organizaciones centradas en los ámbitos de la actividad política mencionados sin que, por ello, aspiren a llegar al poder?

Me parece evidente que, en una democracia, los partidos son imprescindibles. Pero haría falta que cubrieran las cuatro áreas de actividad citadas. A falta de ello tenemos una democracia coja. En cualquier caso, lo ideal sería que también la sociedad civil se organizase y atendiese esas cuatro áreas de actividad política. Sería la mejor manera de vigilar lo que hacen los partidos y de ofrecer puntos de vista independientes al conjunto de la ciudadanía. Pero si los partidos están lejos de hacer este papel, la sociedad civil aún lo está más. No obstante, aquí se plantea la tercera pregunta: ¿es más fácil que los partidos cambien y atiendan de verdad estas cuatro áreas de actividad citadas, o que la sociedad civil se organice para hacerlo por sí misma?

4 comentarios

4 Respuestas a “¿Qué deberían ofrecernos los nuevos partidos?”

  1. - dice:

    Muy buen artículo, la clase de reflexiones que espero de esta página. Coincido con las demandas de los cuatro ámbitos, especialmente el medio y largo plazo.

  2. Alicia dice:

    «¿es más fácil que los partidos cambien y atiendan de verdad estas cuatro áreas de actividad citadas, o que la sociedad civil se organice para hacerlo por sí misma?».
    Que puede parecer que es la única frase que he leído de todo el artículo y que a ella me agarro. Pero, no, que lo he leído entero y más de una vez.
    Pero, como mi desconocimiento e indocumentación son de tan amplio espectro y abarcan a tantísimas ramas del saber, solo me atrevo a hincar el diente en lo que considero que dispongo de argumento para opinar. Y que no tiene mucho mérito el hacerlo, he de reconocer porque ¿No tenemos ahí para muestra un botón el celebérrimo 15M?
    Aquello fue un movimiento ciudadano, y prometía mucho, e ilusionó a muchísima gente, y… ¿En que vino a parar?
    Y es que la sociedad civil, así, en conjunto, cada cual de su padre y de su madre y de su pelaje y condición, y de su cultura y de sus intereses e inquietudes es, por más que quiera evitarse, una especie de magma que cuando empieza a tomar una forma toma la que quiere darle el espabilao que primero llega y se hace con la situación.
    Otra cosa sería que esa sociedad civil se agrupase por afinidades, con las distintas motivaciones y voluntades bien delimitadas y que todo el que se quisiera «apuntar» tuviese claro dónde colocarse.
    ¿Pero no sería eso a fin de cuentas lo mismo que partidos aunque se les diera otro nombre?
    Los partidos en sí a mí no me parece que sean una mala cosa. Es más, creo que es la mejor cosa de que una democracia puede disponer.
    El mal tal vez está en que en su afán de poder – al que aspiran quizás y algunos (estoy pensando en Rajoy, otros pensarán en otros) con honestidad y por el bien de aquellos a quienes gobernar – se ven obligados a arañar unos votos que, para conseguirlos, los obligar a su vez a «magmatizarse». Y esa misma «magmatización» los debilita.
    Deberían ofrecernos el atenerse cada cual a su programa, sin desviarse de él ni un ápice.

    1. Manuel Bautista dice:

      Hola Alicia,

      Apuntas una de las principales objeciones que se le pueden hacer a mi planteamiento.

      En pocas palabras: si la sociedad civil pudiese poner en marcha organizaciones capaces de llevar a la práctica esas cuatro áreas de actividad política, ¿por qué no dan el siguiente paso y sustituyen a los propios partidos?

      Es obvio que para cualquier organización de la sociedad civil metida en estas harinas es muy tentador dar ese paso. No lo hacen porque es muy difícil (y muy caro) crear un partido de verdad. Pero lo que si sucede a veces es que colaboran o se acaban integrando en alguno de los partidos existentes.

      Para mucha gente que se mete a dedicarle tiempo al tipo de actividades mencionadas y que tiene ganas de que se hagan las cosas mejor, es natural que aspire a hacerlo si le dan la oportunidad. Para esa gente tiene mucho sentido meterse en un partido, porque si gana las elecciones necesitarán muchas personas para hacer muchas cosas.

      Desde este punto de vista, montar una organización sin afán de llegar al poder tiene el hándicap de que, quizás, le sea más difícil atraer a gente dispuesta a trabajar sin el aliciente de poderlo aplicar algún día. En cambio, tiene la enorme ventaja de la credibilidad que les da el decir cosas (sobre las que han estado tiempo trabajando) sin pretender que eso les reporte ningún beneficio personal.

      En fin, el tema da para mucho, pero es verdad que este es un punto clave.

      Saludos,

  3. YolandaHdez dice:

    Llevar a cabo lo recogido en este post sería… hacer POLÍTICA «en mayúsculas». Además, ayudaría a recuperar la confianza de los ciudadanos en los partidos políticos y a tener muy presente, que los políticos y los equipos que trabajen con ellos, están para prestar un servicio a la sociedad.
    Nosotros tenemos también una responsabilidad en decidir qué política queremos, muy interesantes al respecto, los dos post enlazados en el texto, especialmente el titulado «Cultura política y democracia».

    En definitiva, gracias por el análisis constructivo ofrecido, muy útil de cara a «prepararnos» para las elecciones del mes que viene.

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