Uno de los propósitos explícitos de la investigación científica es, sin duda, vencer las limitaciones que la Naturaleza nos impone. Y se refiere no solo a la exterior a nosotros, en forma de las características inherentes al planeta Tierra, sino también a la que tiene que ver con nuestra naturaleza como seres humanos vivos. En concreto, la lucha contra las enfermedades, las carencias y los déficits, y los traumas, devenidos tanto por factores biológicos como por el ejercicio de vivir.
Esta lucha ante los contratiempos y avatares de la Naturaleza está plagada de éxitos y fracasos, si bien los avances relativos a la base y codificación genéticas están suponiendo la llegada de impresionantes cambios que significarán un antes y un después en la manera en la que serán tratadas, con consecuencias a las que aún cuesta advertir su auténtica y completa dimensión.
Hay un evidente paralelismo entre estos avances científicos y técnicos y la consideración que los seres humanos hacemos sobre nosotros mismos. Así, aunque pueda sonar a anecdótico, contar con la posibilidad de poner una prótesis en una extremidad dañada abre la puerta a llenar el cuerpo de “prótesis” externas, y también internas, a voluntad del individuo con esas “molestas” limitaciones técnicas.
El efecto de estas y otras realidades similares sobre el curso del pensamiento colectivo es el de estar ganando la batalla sobre el corsé que suponen las características consideradas como naturales con las que todo ser humano cuenta para su desarrollo vital. Ya no se considera el entorno social como algo inamovible, tampoco la clase social ni el estrato económico, ni siquiera el lugar de residencia o la cultura circundante, esto en lo relativo a los factores externos. Igualmente va sucediendo con los internos, aunque muchos no dejen de ser aún superficiales, como rasgos corporales como las facciones, el tamaño y forma de ciertos miembros, incluso los propios órganos esenciales para la vida como el hígado, el corazón o los pulmones a partir de operaciones o trasplantes.
La identidad física, biológica y fisionómica ha dejado de ser una condición fija, inamovible e invariable, salvo con el paso de los años, para pasar a ser algo susceptible de ser cambiado, elegido o transformado por vía de la farmacología o la cirugía. Y así, la euforia de poder ser lo que uno desea se ha convertido en uno de los rasgos humanos actuales por antonomasia, en un proceso de empoderamiento que en muchos momentos linda con el abuso, la autocomplacencia, y a veces con el mayor de los esperpentos.
Aún es pronto para valorar el alcance de estos procesos en la totalidad de la mente y la psique humanas, aunque actualmente susciten lógicas dudas, recelos y rechazos en sectores más reacios a los cambios de nuestras sociedades, pero creo que se pueden contemplar como un importante paso adelante en el camino del hombre en pos de su libertad; por ello ha de ser considerado como una vía imparable de largo recorrido, que jalonará los próximos hitos a conquistar. Siendo muy consciente de los excesos y frivolidades que actualmente, en estos inicios, se observan por doquier, y de la superficialidad con la que se están llevando a cabo todos estos procesos.
Con todo ello, ahora se abre la puerta a unas posibilidades antes impensables, para romper con el yugo que suponían las “características naturales”, que difícilmente podían dejar de considerarse como una maldición cuasi atávica para el resto de los días (un ejemplo de ello, son los alias que nos han perseguido hasta la tumba).
Como no podía ser de otra manera, una de las facetas en las que todo este conjunto de realidades ha ido tomando más cuerpo, es en todo lo relacionado con las cuestiones sexuales, pues no hay otro cliché de mayor calado y envergadura respecto a la propia identidad que lo sexual. Su división histórica, considerándolo en su aspecto fisiológico –macho y hembra, con perdón–, y lo que se ha denominado la “identidad de género”, es la versión más actual de este nuevo paradigma humano. Esta identidad, y la manera en que es contemplada, forma parte de las tareas esenciales que los individuos nacientes han de acometer de una u otra forma, en un entorno social en la que ellas quieren identificarse con ellos a toda costa, y ellos se sienten abrumados por la culpabilidad de ser masculinos.
Esa huida y esa búsqueda dan lugar a una analogía similar a las frecuentes rotondas presentes en la circulación de los vehículos. Unos, que llevan siglos, dominando ese espacio, evitan a toda costa coger la salida que siempre se ha elegido, y se quedan permanentemente dubitativos dando vueltas atolondrados sin saber que camino elegir. Otras, ansiando formar parte de ese espacio para compartirlo, persiguen obsesionadas los caminos elegidos por ellos, para volver a la circunferencia una vez comprobado que ese no es su camino. Y así andamos dando vueltas y más vueltas, esperando que algún día haya posibilidad de encontrarse en algún punto.
Así, en la sociedad actual, los masculinos o huyen de ello, o hacen denodados esfuerzos permanentes en demostrar su inocencia y la naturaleza sana y no violenta de sus características de género, mientras que ellas no dejan de intentar denodadamente desdibujar, disimular y hasta negar las suyas. Es, en cierta manera, una suerte de huida de ciertos rasgos “naturales” y de búsqueda de otros aún desconocidos, en la que se sabe lo que se quiere dejar atrás pero no lo que se puede encontrar. De lo que huyen ellos es de una relación de dominancia masculina sobre lo femenino, donde esta negación no se lleva necesariamente por delante la totalidad de los atributos que los están caracterizando, aunque sí los debilita. De mayor impacto es de lo que huyen ellas, pues el objetivo lo tienen marcado en pos de la igualdad de género, o lo que es lo mismo, en asumir facetas, roles, comportamientos y actitudes tomando como referencia a lo masculino, llevándose por delante, en ocasiones, aspectos sustanciales de su sensibilidad.
La versatilidad de la identidad individual permite estos “juegos”, cuando lo que se tiene entre manos se refiere a aspectos más superficiales de la identidad, como es lo relativo al ámbito social (trabajos y tareas) y a las funcionalidades cognitivas, pero en el espacio emocional, especialmente el de las vivencias que tienen relación con las relaciones afectivas, las cuestiones no son tan susceptibles de ser moduladas siguiendo nuestros deseos.
Sugiero que, en lo relacionado con las emociones, tratadas hasta ahora como atavismos reptilianos, se esté dando con la caja de Pandora, donde la misteriosa naturaleza humana se encuentra ante los abismos de posibilidades insondables.
Pues no sé don Carlos,
Cuando el personal no tiene ni idea de lo es per sé, su desconocimiento absolutamente de todo es enciclopédico, que sentido tiene cambiar por cambiar.
El cambio sólo se busca, ahora, como símbolo de estatus, de estar en la onda,..
No hay nada mas patético, por ejemplo, que el alquiler de úteros, (maternidad subrogada para los cursis), que si va para adelante es:
– Una parte del lobbye gay (la que mas pasta tiene) lo ha santificado. A pesar del enfrentamiento con sectores mas feministas. Curioso enfrentamiento censurado en cualquier medio masivo.
– Una masa de parejas heteros mayores (sobre todo ella) quieren jugar a seguir pareciendo jóvenes, perpetuamente jóvenes. Y de paso presumir de estatus.
Cuando lo que esconde de cara al futuro es la manipulación de embriones, en busca del superhombre nazi, no nos engañemos con lo de que las enfermades de origen genético son su auténtica preocupación, mientras se tima a esos dos grupos de la población (entre otros) con filosofías flower power.
La gente, el personal, no tiene ni idea de donde está parado (como se dice en latinoamérica), y lo peor es que no quiere saberlo, pero aún así «decidir» para no quedar mal con el resto.
Pues si esto es lo que nos espera …
un cordial saludo
El tiempo apremia, las exposiciones breves..Pues no, no irá esto de la «iguadad» por aquello de repartir las tareas cotidianas que siempre hicieron ellas a costo cero y esperando las «gracias» en algún momento..
No va por ahí esto solamente.. Si no, seguramente por otros asuntos: la mujer debe y puede «decidir» sobre su vida etc.. Sin tener que pedir Permisos, que para eso es una persona libre cómo lo han sido ellos por milenios…
Sobre los matrimonios para toda la vida (cómo la crema nívea), entre ell@s sus pactos y consignas de convivencia, y las reparticiones de tareas etc..
En las relaciones Libres no caben los Chantaje y las amenazas subliminales,… Porque donde hay amor (por así decirlo) hay plena libertad de las personas: sólo la confianza mutua sostiene la relación…
En cuanto a las sociedades y su evolución.. Ocurre cómo los paquetes del abrefácil donde estás una hora intentando abrir:…. Abrefácil y unos collons!!!!
Pues eso…. Democracia!!…. En la próxima rotonda quizás!!! –
Erratas?…. El corrector?…