
Parece que ha pasado una eternidad, pero sólo hace cinco años que empezaron a diagnosticarse en España los primeros casos de COVID-19.
El bicho y sus consecuencias ha sido, probablemente, el acontecimiento histórico más relevante después de la II Guerra Mundial.
No queremos acordarnos, pero ahora nos parece ciencia ficción esa imagen de todos encerrados en nuestras casas y saliendo solo a pasear al perro o a la compra, siempre con doble mascarilla y guantes de látex. Y, por supuesto, a la vuelta, dándole a todo un baño de lejía, no fuera a ser que el bicho tuviera el superpoder de aguantar en el exterior más de unos minutos.
Queramos o no verlo las secuelas del monstruo siguen entre nosotros. Y no sólo me refiero a los efectos sobre nuestra biología del virus y de unas vacunas que debieron autorizarse precipitadamente y sin los habituales y prolongados ensayos. No. Se trata de algo más profundo, que se cuela por cualquier rendija, se instala y crece como la mala hierba.
El COVID provocó una gigantesca ola de terror que se coló por todos los poros de nuestra piel y nos llegó a lo más profundo. Esa ola primero implantó el miedo más primigenio: a la muerte o a la pérdida de la salud. Y desde entonces el mismo pánico, ya insertado, ha ido cambiando de caretas y brotando ahora como miedo a perder el trabajo, a la falta de recursos para mí y los míos, a la soledad, al cambio climático … y tantos otros disfraces. Más o menos justificados, pero siempre implacables y amplificados por un terror ya bien instalado.
El miedo actúa como una especie de bucle, de forma que, desde un punto, es capaz de expandirse por todo el espacio mental para colonizar sus funciones, bloqueándolas, hasta colocar al ser humano en un modo defensivo-agresivo.
Pregunto a ChatGPT por los efectos de un miedo prolongado sobre nuestra biología y raciocinio. Os resumo la respuesta: el miedo sube los niveles de cortisol y adrenalina, provocando un aumento de la presión arterial con mayor riesgo de enfermedades cardiacas y accidentes cerebrovasculares; un debilitamiento del sistema inmunológico, lo que nos hace más propensos a infecciones y enfermedades; un aumento de la inflamación en el cuerpo; una disminución de la función digestiva, lo que puede provocar gastritis, colon irritable o úlceras; y, por supuesto, insomnio o sueño interrumpido, lo que agrava el cansancio físico y mental.
En cuanto al raciocinio, el miedo prolongado reduce la capacidad de pensar con claridad, dado que el “cerebro se enfoca en la supervivencia, dejando de lado procesos más complejos como la creatividad o la planificación a largo plazo”: bloquea el pensamiento lógico y crítico y favorece pensamientos catastróficos y respuestas impulsivas; afecta al hipocampo, disminuyendo la memoria y la capacidad de aprender cosas nuevas; provoca decisiones impulsivas en lugar de reflexivas; nos hace más susceptibles a la manipulación (“cuando el miedo se prolonga, la mente se vuelve más obediente y sumisa, lo que facilita la manipulación social o el control por parte de otros”); y la ansiedad y la desconfianza llevan a evitar el contacto con otras personas, lo que puede conducir al aislamiento, actitudes defensivas o agresivas.
Concluye ChatGPT que “el miedo prolongado cambia nuestro cerebro y cuerpo de manera profunda, afectando a la salud física, la capacidad de pensar con claridad y las relaciones con los demás”.
Y podéis pensar que no hago más que aumentar la reacción en cadena, generando miedo al miedo. Crece la ola. Pero la única solución para frenar el maremoto es aplicarnos la famosa frase inscrita en el Templo de Apolo en Delfos: conócete a ti mismo.
Vuelvo a preguntar a ChatGPT y me dice que “nombrar y entender el miedo reduce su impacto en el cerebro”: “La consciencia del miedo activa la corteza prefrontal, lo que nos permite regular la amígdala (el centro del miedo en el cerebro) y tomar decisiones más racionales en lugar de dejarnos llevar por el pánico”.
Desde Sócrates, para casi todos los que han pensado sobre el ser humano, el autoconocimiento es una de las bases de la sabiduría.
Ser conscientes de que llevamos años en una coctelera de miedos diversos nos hace más fuertes y menos esclavos de sus reacciones descontroladas. Y, por cierto, también menos sumisos y manipulables.
“Conócete a ti mismo y conocerás el origen de tu miedo. Conoce tu miedo y dejará de controlarte” (ChatGPT dixit, ¡qué grande!).
Es mucho más simple: el amor te impulsa, el miedo te paraliza…..
El pánico más fuerte es el que procede del desconocimiento y la ignorancia. Por eso la «placa Petri» para el cultivo del mismo fue y ha sido creada siempre con el objetivo de someter a los demás.
«Si no los convences, confúndelos….» dijo Truman. Pues de eso se trata con lo que llamamos «batalla cultural». Propaganda frente a racionalidad. Y gana la primera por goleada. Nunca he visto tantas personas supuestamente preparadas tragándose tanta estupidez. Hoy mismo volvía a rebatir el discurso oficial sobre «emergencias climáticas» y otras lindezas parecidas.
«Son muchos, tienen mucho poder y están todo el tiempo dedicados a los mismo….» me decía un buen amigo. De momento hay que asumir que son más poderosos, más fuertes….
El diseño de una operación de este tipo siempre parte de que la población en general no sabe distinguir un «virus» de unas «rickettsias» (mucho más graves). Que no sabe que somos portadores de un ecosistema vírico que, precisamente, ha beneficiado nuestros sistemas inmunes y que éstos si no trabajan, se declaran en huelga…. Que los virus precisan de las bacterias para su multiplicación….y que nunca pueden producir una pandemia si no está diseñada con el fin de potenciar su acción.
Nadie se pregunta en esa situación si el miedo racional (lógico) está siendo sustituído por una paranoia inducida. Nadie se pregunta por quienes tienen interés en producir ese pánico y la consiguente sumisión. Nadie se planteaba siquiera si antes de la explosión vírica, no moría nadie en el mundo. Nadie (algunos lo hicimos) se preocupaba de buscar datos que contrastar contra relatos. Nos han anulado intelectualmente, socialmente, culturalmente…. A cambio nos han dado (vendido) un juguetito infaltil cuya utilidad real es cuestionable.
Y, tras las preguntas, empiezan las respuestas…. Sí, en efecto, los datos oficiales de defunciones en los años anteriores (INE) no dejaban dudas en cuanto a las cifras de resultados. Trasladado a nivel mundial no se podía comprender (o sí) la mayor incidencia aparente en el mundo desarrollado y menor en los países de menor desarrollo (En Camerún sólo un caso).
Pero, sobre todo, nadie quiso conocer o investigar el origen real del virus, sus peripecias por laboratorios financiados por quienes ya con anterioridad a su conocimiento (o no) ya tenían patentes de vacunas….
Si tiene razón de ser el Estado es la protección de sus ciudadanos, pero nadie quiso profundizar en ese miedo, en ese pánico que ya sería permanente porque, en su mayor parte, se construyeron sociedades cobardes. Cobardes por no querer saber, por no querer darse cuenta de su pérdida de sentido, de racionalidad o de sensatez…. Y hubo cómplices bien comprados al igual que hay «censuras» bien pagadas….
«Es repugnante» me decía hace unos días un funcionario decente al calificar el entorno administrativo impuesto a los ciudadanos desde la política….
Efectivamente «algo huele a podrido en Dinamarca» como decía Hamlet. Huele a miedo, a cobardía, a impotencia, a mentiras y a propaganda… Nada que ver con el planeta «feliz» y «verde» de las burocracias y directivas serviles a los poderes que las han instalado.
Un saludo.
La forma en la que el ser humano controla el miedo es a través del olvido terapéutico; solo detectable, como descubrió Freud, a través de los actos orales fallidos. Es decir, cuando el temeroso subconsciente –núcleo duro de nuestras verdades– se cuela descontrolado en nuestras manifestaciones conscientes. De no ser así el miedo apenas parece existir entre nosotros por muy reales que sean sus causas de todo tipo.
Recuerdo muy bien la ola de Covid y, la verdad, como vivo lejos del mundanal ruido –lo que se conoce como un puto pueblo– rodeado de monte y animales, no me causó más preocupación que la de salir lo más posible a pasear con el perro y de compras esquivando jabalíes desmadrados dueños de las calles del pueblo. En este sentido no hubo en mi casa cambio perceptible con o sin pandemia.
Como además vive uno rodeado de médicos y sanitarios, en su mayoría opuestos a la vacunación, mi entorno lo percibía más como un experimento global que como una emergencia real. Pronto se vio a través de las cifras de mortalidad que estábamos ante cifras no muy distintas de las de una gripe o incluso inferior en los países asiáticos. Llamaba la atención, eso sí, que la pandemia fuera dirigida por políticos y no por médicos.
El Covid pasó y hoy nos amedrenta un personaje que, desde Moncloa, no parece tener más obsesión que la de perdurar en su palacio. Esto sí que da miedo. Como lo da la posibilidad de una guerra en Europa contra Rusia porque, por lo visto, no podemos permitir que Rusia nos derrote en Ucrania.
También me dan miedo Boris Johnson (gran provocador de esta contienda y del millón de muertos en Ucrania) o Tusk –el «agente polaco»– cuyo T. Constitucional acaba de acusar de promover un mal disimulado golpe de estado para irse a la guerra contra Rusia y liderar así las sucesivas entradas en la guerra del resto de Europa.
A fin de cuentas necesitamos proteger las compras de terreno agrícola de Blackrock y el pago de la deuda que ya ha hecho desaparecer Zelensky. Por no hablar de las tierras raras y otros minerales que también nos interesan. Algún día nos daremos cuenta de que lo de Ucrania fue un acto corsario –un land-grab– aprovechando que Rusia había perdido como dijo Bush padre (we prevailed)
Dicen los bien informados que el gobierno de Ucrania no sabe donde fueron más de 100.000 Millones de «ayudas» USA. Trump acaba de encargar a Rubio que los encuentre.
Da miedo. Bastante más que el bichito del lab Wuhan donde estaba Fauci y alguna gran farmacéutica USA a la que Von der Leyen eximió de responsabilidad civil y penal.
Todo da bastante miedo.
Saludos