Carta desde el botellón

Y aquí estoy, celebrando cualquier cosa y porque sí. Con mis colegas, amigos y demás gente, que como yo, pensamos que no hay nada mejor que hacer. Es el mejor plan  pues te encuentras a gente como tú, que te hace caso, y compartes un buen rato de diversión y no te miran por encima del hombro. Todos sabemos que se trata de eso, ¿o acaso nos habéis enseñado algo más?

“Como en las empresas, las administraciones, los gobiernos, las escuelas y demás, aquí también va a ver quien se pase de rosca.”

El alcohol puede que sea el motivo, pero yo solo lo veo como el medio para quitarnos de encima tanto tedio, tanto camino trillado, tanta palabra hueca, y tantos y tantos discursos tramposos. No te preocupes demasiado, las demás cosas que circulan por ahí son solo sucedáneos que dependen de las ganas y deseos de probar de cada uno.

Como en las empresas, las administraciones, los gobiernos, las escuelas y demás, aquí también va a ver quien se pase de rosca, y se le vaya de las manos la cantidad de lo que se mete para el cuerpo, lo lejos que llega con una pareja recién inventada, o la trifulca por la música que igual pasa a mayores. Y, de vez en cuando, algunos aprovechan para birlar por las buenas o las malas lo que no es suyo, incluso si te opones.

“Es hipócrita porque hace mucho tiempo que nos vienes dando la espalda a unas cuantas generaciones.”

Y ahora empieza con tu letanía de buenos consejos y mejor hacer desde esos Observatorios de la Cosa, para analizar lo que ya sabes que haces por sistema con nosotros, en ese juego hipócrita en el que tanta gente se gana la vida y asegura su digno puesto de trabajo y su estatus.

Es hipócrita porque hace mucho tiempo que nos vienes dando la espalda a unas cuantas generaciones, a las que condenas a aprender lo que no les interesa, a someterse a cualquier precio, a seguir unos carriles rígidos y cerrados para llegar al sitio que tienes reservado en nuestro destino.

“Solo quieres que te dejemos en paz, todos lo sabemos.”

Te escandalizas de cuántos nos juntamos, del ruido que hacemos, de lo mucho que bebemos, y de lo sucio que lo dejamos todo, pero nunca te preguntas qué nos pasa. Nos haces macroespacios para que hagamos nuestros macrobotellones sin molestar, puesto que de esto se trata. Nos recluyes y nos vigilas policialmente para que no haya nada que te podamos reprochar, ni responsabilidad que te podamos exigir, para tu mejor sueño y descanso, y nada altere ni tu estado de bienestar ni tu espacio de confort. Solo quieres que te dejemos en paz, todos lo sabemos.

“Y legisla y legisla, instaurando normas, reglas y condiciones en las que atajar el problema que tú mismo has creado con tu egoísmo.”

Has montado un mundo en el que tu comodidad es lo más importante, y debes saber que es a costa de condenarnos a no tener espacio propio, a no disponer de medios para poder vivir más allá de unos mínimos de subsistencia que dibujan un panorama desalentador a los millones que no aceptamos unas reglas del juego que has impuesto con todos los recursos a tu alcance.

Y legisla y legisla, instaurando normas, reglas y condiciones en las que atajar el problema que tú mismo has creado con tu egoísmo narcisista de selfies cotidianos. Quieres que hagamos caso, cuando muy pocas veces nos has hecho caso a nosotros. Cada vez más sanciones, multas y castigos, pero a nosotros solo nos queda juntarnos con nuestros iguales -¿no es así como nos llamáis y habéis establecido que debemos sentirnos?- para beber y beber hasta perder el sentido.

¿Acaso nos habéis educado para darle otro sentido al sentido… de vivir? ¿Y qué más hay?

3 comentarios

3 Respuestas a “Carta desde el botellón”

  1. YaMeVoy dice:

    Tranquilo, nosotros ya hemos pasado por eso y sabemos que es una maravillosa enfermedad que por desgracia se cura con el tiempo. Se llama juventud. Disfrútala incluso protestando, pero déjanos dormir. Gracias.

  2. R. Estévez dice:

    Recuerdo, hace muchos años, que una noche salí por mi pueblo en la costa del norte a ver si veía a mis hijos porque nunca conseguía dormir hasta que llegaban a casa.
    Aquella noche coincidí con el padre de uno de sus amigos y tomé una copa con él mientras hablábamos. Luego me encontré a los tres, cada uno con los de su edad –hoy pasan de los 40–, les pedí en vano que no volvieran muy tarde y me fui a casa. Una norma que siempre seguimos es que podían llegar cuando les diese la gana pero a la hora del desayuno todos debían estar en la mesa. Esto se cumplió siempre y era mi hija, la mayor, la que peor lo llevaba. Luego solían subir a seguir durmiendo hasta la hora de comer.

    Aquel desayuno, el segundo de mis hijos contó que el padre con el que tomé la copa tenía su propio circuito y que aquella noche, por lo visto, trascendió que se había tomado «dieciocho cacharros». Nada menos.

    Es cierto que el hábito de beber ha cambiado mucho desde mi juventud y que en algunos momentos parecía que llevábamos el camino nórdico con sus ferries de fin de semana hasta la isla Vasilievski de San Petersburgo y regreso el domingo por la noche tras 48 horas de borrachera. Creo que no hemos llegado a tanto. Mis hijos hoy no salen por la noche y beben moderadamente. Más que sus padres, claro, pero no exageran.

    De todas formas los análisis de la Guardia Civil de Tráfico muestran que, entre copas y «sustancias», estamos en torno al 40% de positivos. Altísimo. Los profesionales de la medicina saben que más del 27% de la población –muy fuerte esto– está tomando droga con o sin receta.
    Bien no estamos, desde luego. Estamos socialmente muy malitos y habría que entender por qué.

    Y entre otras cosas habrán visto ustedes no se ve un chino ni un morito tomando copas. Mucho menos se ve una chinita o una morita. Esto sí que se está notando mucho y se va a notar más.

    Saludos.

  3. Loli dice:

    Hemos llegado a un punto donde parecen colocarse a modo de “contradicción» el bienestar de la población más mayor respecto al futuro de la juventud, y hasta de la niñez.

    Día a día, por las pantallas de los medios de comunicación, se produce una especie de regocijo “sadomaso” subliminal, y a veces ni siquiera, en presentar los desafueros y vandalismos producidos como resultado de, en última instancia, no acatar las medidas sociales alumbradas bajo la pandemia, no respetar las distancias de seguridad, no usar “bozomascarillas”….

    Las consecuencias de no seguir las reglas de esta nueva normalidad son expuestas desde todo el espectro político ideológico, cada cual “barriendo” para su terreno.

    Pero, como se apunta en el artículo, “no responde a esta nueva situación…profundizar más, no es políticamente correcto”.

    Inclusive, es como si todo esto estuviera dando pie a una suerte de “especialización de los mecanismos pensados para velar por nuestra seguridad” en contra de todo aquello que, desde lo lúdico, se determine que atenta contra ella….., una especie de “entrenamiento”.

    Las enseñanzas con las que se han ido regando a los componentes más jóvenes de nuestra sociedad, desde las instituciones educativas, les han dejado fuera del propio sistema.

    Se han enfocado, sistemáticamente a reducir sus aspiraciones como seres humanos, a acotar permanentemente sus posibilidades de autodescubrimiento y crecimiento, pero, sin embargo, se les anima-obliga a asumir un papel de “meros elementos útiles al servicio de un sistema que boquea por los cuatro costados”, un Estado del Bienestar que no cuenta ya con ellos.

    “Dejadnos de dar quebraderos de cabeza, los mayores queremos seguir durmiendo, no molestad nuestro confortable letargo”.

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