El desaliento Imagen de Gerardo Gómez en Pixabay

El curso emocional de nuestra sociedad no para de sufrir embates en los últimos tiempos. Si la pandemia nos sacó de la ilusión del confort y el bienestar -nuestro-, los políticos -así se hacen llamar- parecen empeñados en arrebatarnos algunos de los principios que operan como pilares de nuestra propia vida.

El sentido de lo justo, la sentencia de las verdades, la franqueza como moneda de intercambio, la vergüenza ante la culpa, el deber como responsabilidad, o el esfuerzo propio para reclamar algún derecho, además de sonar a algo antiguo y trasnochado ha pasado a ser hasta ridículo y objeto de risa.

Echando marcha atrás se puede remontar a cuando tras el abandono del monopolio televisivo de la televisión por parte del Estado, llegaron las televisiones privadas. En favor de la libertad de prensa y comunicación, de expresión y opinión, muchos pensaron que se abría una nueva etapa cultural en la que primaría la diversidad y la variedad de contenidos, así como nuevas perspectivas en la presentación y los análisis de la realidad política y social.

Pero más allá de que los medios generalistas fueron amedrentados por diferentes poderes de diferente tipo e ideología, de forma más o menos sutil, y que su supervivencia empezó a depender de las subvenciones y ayudas del Estado, lo cierto es que los programas se llenaron de personajes de poco verbo y alta arrogancia, que poblaban los platós con declaraciones escandalosas, entrometimientos en la vida de los personajes populares, y diálogos entrecruzados entre soeces y barriobajeros.

“Los referentes emocionales de la población empezaron a ser chabacanos, vulgares e histriónicos…”

A aquello se le llamó telebasura, queriendo diferenciar a la televisión seria del resto, pero la plaga lejos de disminuir fue creciendo hasta copar la mayoría de los programas de las franjas horarias mayoritarias. Los referentes emocionales de la población empezaron a ser chabacanos, vulgares e histriónicos, y el efecto emulador de cualquier medio público se encargó de extender la “mancha” por doquier, de forma que ahora es mucho más difícil identificar lo limpio de lo sucio, lo valioso de lo inservible, o lo noble de lo casposo.

“La basura ha pasado a formar parte de las relaciones sociales, de la gobernanza y de las instituciones, de los medios culturales, artísticos e intelectuales, pero especialmente de la política y de los partidos que la estructuran.”

La “basura”, entendida como aquello que sobra o que no es utilizable, convertida ahora en un bien que es necesario tratar convenientemente, ha pasado a ser un valor y en los juegos dialécticos de la mente, nos impide diferenciar las guías a las que cualquier persona tiene que dirigirse para ser mejor individuo cada día. La basura ha pasado a formar parte de las relaciones sociales, de la gobernanza y de las instituciones, de los medios culturales, artísticos e intelectuales, pero especialmente de la política y de los partidos que la estructuran.

¿Si no fuimos capaces de acabar con aquella lacra televisiva que con un simple gesto ante el interruptor bastaba, como vamos a serlo para hacerlo con toda esta caterva de infuncionarios estrepitosos que lo van pisoteando todo a su paso?

3 comentarios

3 Respuestas a “El desaliento”

  1. O'farrill dice:

    Un nuevo acierto en la diana social del autor. Felicidades por ello.
    Quizás deberíamos empezar a preguntarnos si el término «basura» es aplicable a todo lo que nos rodea y por ello susceptible de contaminar e infectar cualquier órgano o pensamiento que aún se mantenga con un sistema natural inmune a la porquería.
    Estar cuerdos en sitios de locos resulta ya una proeza heroica que valorar.
    Por algún sitio tengo guardado un texto de una supuesta esquizofrénica, que revela la verdad: «Los llamé locos, me llamaron loca y ganaron por mayoría».
    Estamos en un mundo gregario dominado por el temor y el miedo a cualquier cosa: desde un simple catarro hasta el apocalipsis mundial. Es un trabajo que ha llevado tiempo pero que se ha acelerado en el siglo XXI con el uso y abuso de las tecnologías al servicio de la propaganda. Por otra parte ese elemento gregario («La foule» le llamaba Edith Piaf en una de sus inolvidables canciones) está formado por personas que deben participar en forma activa en fines y proyectos ajenos a su propio criterio, pero quien paga manda.
    Conozco muchos de esos chavales jóvenes al servicio de las múltiples ONGs, que asaltan al viandante sabiendo de antemano que no están de acuerdo con quien les paga la recogida de datos personales y el sistema de economías «sociales» que se esconde detrás de las apariencias.
    La precarización y consiguiente chabacanización social junto a la implantación de «lo que se lleva» (no sólo en indumentaria, también en pensamiento), parece ser el proyecto de lo transhumano que se aplaude con las orejas confundiendo lo distópico con la realidad.
    Objetivo: control total sobre las sociedades en todos los ámbitos. Totalitarismo en lenguaje político.
    Un saludo.

  2. Cristobal dice:

    Acertada reflexión una vez más y con una foto que la ilustra perfectamente, mis felicitaciones.

    Creo que tenemos un problema con la educación en todos los aspectos. Uno de ellos sería la organización y la formación.
    En las bibliotecas públicas los libros están ordenados en estanterías a diferentes alturas, en la parte baja se encuentran libros para niños y van subiendo de altura según va creciendo el niño (no es lógico poner libros como La divina comedia, al alcance de niños de 8 o 10 años) porque no tiene la mente formada para ciertos conceptos
    Es un problema que la cultura este toda en un mismo nivel y de cualquier manera sin ninguna organización y esto sucede en parte con los medios audiovisuales e informativos que son poco escrupulosos a la hora de informar, no puedes ver las noticias de las T. Vs. cuando estás con los niños , tampoco tienen reparos algunos anuncios en anunciar productos de tipo sexual a horas puntas de máxima audiencia. El tema de las redes sociales es un capítulo aparte , que se debería abordar en profundidad y tomar medidas, la I.A., tiene tanto de inteligencia como de artificial, no está al alcance de todos su control.
    La clase política es cada vez más inculta y desorganizada, no son ejemplo de nada. Da vergüenza ajena observar el vertedero en que se ha convertido la política.
    El concepto de vergüenza es otro tema discutido y discutible, lo único que les diría a ciertos políticos como clave, es que la vergüenza no es una marca de refrescos.

    Saludos.

  3. pasmao dice:

    Buenas tardes Don Carlos

    No se desaliente tanto, que hoy vengo con un mensaje optimista.

    Lo primero: Del enemigo el consejo. Y si en Davos (que es el enemigo, al menos para mi) han calificado como necesario y urgente extender la censura es por algo.

    Por ir a su ejemplo, esas televisiones públicas y monopolísticas de los años 70 y gran parte de los 80, donde la telebasura era apenas perceptible, eran omnipresentes porque en el fondo y aunque moleste reconocerlo lo que contaban tenía cierto parecido con la realidad y tenían un respeto de por sus espectadores, que ahora no existe. Lo mismo pasa con la radio, la prensa escrita con sus ediciones digitales, etc…

    Efectivamente muchos, muchísimos, hemos hemos sido capaces de de ese gesto ante el interruptor.

    El peso de las televisiones sumadas las públicas nacionales y de las Taifas, mas las privadas, mas el de el resto de los medios no pesa ni de lejos lo que pesaban los medios antes. El personal se informa e incluso entretiene, cada vez mas, por medios alternativos que con mucho menos presupuesto y realizaciones mas cutres tienen un contenido cualitativo cada vez mayor.

    Los medios tradicionales sólo sirven para difundir mensajes políticos y para (y eso es lo mas peligrosos) certificar cuando hay elecciones quien ha ganado, etc…

    Sino fuera por su papel «notarial» cuando hay elecciones en la práctica muchos no repararíamos en ellos jamás.

    Es cierto que a veces es desmoralizante no encontrar sitios con cierto peso cuantitativo donde uno pueda descansar su visión crítica, pero son los tiempos que nos ha tocado vivir. Es una guerra de guerrillas, y cada guerrilla va por libre, y eso es duro. Este mismo medio y sus columnas son una guerilla mas.

    Pero tenga la seguridad de que muchos ya han, hemos, apagado el interruptor y aunque sea a tientas y con brújulas rudimentarias, tiramos para adelante.

    Mientras tengamos en cuenta el «consejo» de los que mandan. Y hagamos todo lo posible para que esa censura que ellos consideran necesaria no se pueda imponer.

    Un cordial saludo

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