Las residencias de ancianos y los muertos por el Covid

Una de las cosas más impactantes que nos ha tocado ver durante estos meses de coronavirus ha sido la ratonera en que se han convertido muchas residencias de ancianos. No solo es que hayan muerto miles de ellos, es que, además, en muchos casos parece que las condiciones en las que han fallecido han sido verdaderamente dantescas.

El asunto tiene ingredientes tan terribles desde el punto de vista humano que hace imperativo que se clarifiquen las responsabilidades políticas y administrativas. Aun así, cabe la posibilidad de que este asunto, como tantos otros relacionados con el coronavirus, quede olvidado en el marasmo de esta crisis. Salvo que algún juez empiece a tirar del hilo y acabe situándolo de nuevo en el primer plano del interés político y social.

Llama la atención que a nadie se le haya ocurrido ir más allá de lo que concierne a este virus para analizar más en profundidad la dura realidad que subyace en torno a estos centros.

Sin embargo, una vez que este tipo de residencias se han puesto tan dramáticamente de actualidad, llama la atención que a nadie se le haya ocurrido ir más allá de lo que concierne a este virus para analizar más en profundidad la dura realidad que subyace en torno a estos centros.

Lo cierto es que estas residencias han proliferado como setas en las últimas décadas, aunque en su mayoría son privadas y, por consiguiente, bastante caras. Naturalmente, este hecho se debe a que cada vez hay más familias que deciden enviar a la madre o al padre anciano a una de estas instituciones, a pesar del duro impacto que semejante decisión tendrá, presumiblemente, sobre ellos. 

Porque, cualquiera puede entender que cuando se encierra a un viejo de ochenta y tantos años en una de estas residencias, por muy profesional que sea el personal que les atienda, la diferencia entre pasarte tus últimos años de vida rodeado por el interés y el calor afectivo de tus hijos y nietos, o pasártelos entre personas desconocidas y, en su mayoría, poco motivadas a vivir con ilusión sus últimos años, es enorme. Y esa diferencia tiene que afectar decisivamente en la calidad con la que se viven esos años e, incluso, me atrevo a sugerir, en la propia duración de esos años.

¿Por qué, entonces, toman esta decisión las familias, teniendo en cuenta que les cuesta un dineral? En muchos casos, es evidente que no pueden hacerse cargo del padre o de la madre, por mucho que quisieran, al concurrir enfermedades u otras circunstancias imposibles de tratar si no es en centros especializados. Estoy seguro de que habrá otras circunstancias en las que también esté plenamente justificado. Pero seguramente hay otros muchos casos en los que son enviados a una residencia porque la familia considera que prestarles la atención que necesitan es incompatible con su modo de vida y no puedan, o quieran, cambiarlo. O, sencillamente, porque cuidar de unos padres ancianos, cuando estos ya tienen bastante mermadas sus capacidades físicas y/o mentales, puede parecerles a sus hijos una carga excesivamente pesada.

Hace 60 años este problema ni se habría planteado. Principalmente, porque entonces la cultura era muy “de familia” y a nadie se le habría ocurrido quitarse de encima al padre anciano.

En realidad, el asunto va mucho más allá de lo acertados o equivocados que hayan podido estar unos cuantos miles de familias con sus ancianos. Estamos ante un caso muy ilustrativo del modo en que ha ido evolucionando nuestra sociedad y de ciertos aspectos de la clase de mundo que estamos construyendo.

Hace 60 años este problema ni se habría planteado. Principalmente, porque entonces la cultura era muy “de familia” y a nadie se le habría ocurrido quitarse de encima al padre anciano. Naturalmente, eso no significaba que en aquella época a todos los viejos se les tratase bien en sus familias, ni que la convivencia con ellos fuera siempre fácil. Pero nadie se planteaba deshacerse de ellos, enviándoles a lo que entonces se llamaba asilo, a que terminaran sus días como pudieran.

Uno de los “valores” que más han calado en nuestra sociedad es la independencia. Independencia entendida como máxima reducción de ataduras en la vida de cada persona (…).

Las cosas han cambiado mucho desde entonces y no solo en lo que se refiere a las relaciones familiares.

Uno de los “valores” que más han calado en nuestra sociedad es la independencia. Independencia entendida como máxima reducción de ataduras en la vida de cada persona, como forma de llevar a la práctica el concepto de libertad. Por tanto, independencia como ausencia de cargas familiares, de vínculos que nos impidan hacer lo que queramos con nuestras vidas.

Si esa falta de generosidad y cariño se produce en relación con el entorno familiar más inmediato, podemos imaginarnos cómo se entenderá eso que ahora se llama solidaridad con las personas poco o nada conocidas. Da que pensar la dureza de sentimientos con que hemos ido forjando esta sociedad. Quizás no sea fácil determinar cómo hemos ido llegando a este punto, pero desde luego sería importante analizarlo, por la cuenta que a todos nos tiene.

En parte se puede atribuir al carácter individualista y competitivo que nos ha sido inculcado desde pequeños en este modelo de economía capitalista, donde lo único que cuenta es el éxito económico y material de la persona.

Políticamente es muy rentable decirle a la gente que tiene derecho a liberarse de todas sus responsabilidades (salvo, por supuesto, las fiscales y las de obedecer las leyes) porque el Estado se va a hacer cargo de ellas.

En parte, también se puede ver una influencia en el tipo de sociedad que se ha ido moldeando por eso que llamamos el Estado de Bienestar. Más allá de su interpretación tradicional en relación con las pensiones, el desempleo, la sanidad o la educación, que constituyen un gran logro histórico, ha ido emergiendo otra interpretación más sutil, y egoísta, del bienestar en la que se anima a los individuos a que aspiren a construir sus propias vidas de la mejor manera que puedan, liberándose de las cargas o vínculos que se lo impidan, cuando lo crean necesario.

Políticamente es muy rentable decirle a la gente que tiene derecho a liberarse de todas sus responsabilidades (salvo, por supuesto, las fiscales y las de obedecer las leyes) porque el Estado se va a hacer cargo de ellas. Si luego es así, o no, ya es otro cantar. Pero, mientras tanto, vamos avanzando hacia un tipo de sociedad en que las personas creen que son más libres y viven mejor porque tienen más derechos y menos responsabilidades para con los que les rodean, a la par que el Estado, los poderes públicos, van ampliando su tutela y su poder sobre nosotros.

No sorprende, por tanto, en esta forma de concebir las cosas, que la responsabilidad por los muertos en las residencias solo se adjudique a quienes representan al Estado y nadie se plantee si entre todos, por acción u omisión, no hemos contribuido a crear esa mentalidad con la que se han multiplicado estos centros y se han llenado de los viejos con los que, luego, se ha cebado el virus.

12 comentarios

12 Respuestas a “Las residencias de ancianos y los muertos por el Covid”

  1. O'farrill dice:

    Felicidades Manuel por tu artículo con una visión acertada de la raíz del problema: el modelo de sociedad. Tú mismo lo expresas estupendamente: «más derechos y menos responsabilidades». En definitiva una visión egoista que viene desde aquellos años en que la frase definitoria era: «No me cuente sus problemas. Yo también he sufrido mucho» (década de los 80) traducido en una falta de compromiso o un temor al compromiso personal que hicieron una sociedad insolidaria, incluso en el ámbito más íntimo donde las propias relaciones familiares se resentían de ello.
    Hace unos días, un amigo me comentaba: «Lo que quieren es quitarnos de en medio a los del 78…..» No sólo a quienes ya no se considera útiles (tu has escrito mucho sobre esa cuestión) por razón de edad, sino por otras razones como la discapacidad e incluso el pensamiento…. Todo ello a pesar de lo que dice la Constitución sobre «discriminación» por razones diferentes.
    En cuanto a las residencias de ancianos, como otros ámbitos como la discapacidad, ha sido -como muy bien dices- la justificación de ese abstracto «Estado de Bienestar» del que todos han oído hablar magnificado por la propaganda mediática, pero que -al parecer- no llega a la mayoría de la soberanía nacional. Curiosamente, hace ya unos cuantos años, empecé a pensar que la exagerada infraestructura hotelera que se estaba construyendo, un día vendría bien para servir de residencias de ancianos con mayor comodidad y sobre todo dignidad de vida para los usuarios. La pandemia y el definitivo hundimiento del turismo así parecen demostrarlo ya que habrá que «reinventarse» el modelo económico de hostelería. Ya lo están haciendo convirtiendo habitaciones en oficinas (el problema es saber qué gestión económica realmente productiva puede salir de ellas).
    El reto es salir de este modelo «utilitarista» de sociedad basado en fantasías de unos cuantos distópicos y en intereses de otros que no lo son tanto. Por ello es bueno que foros como éste y otros muchos que comparten las mismas preocupaciones, empiecen a plantearse otro modelo diferente desde el compromiso social verdadero, la generosidad, la preparación y el sentido común de sus miembros. Todavía hay una ligera rendija por donde respirar. Un saludo.

  2. Ligur dice:

    Nunca me cansaré de denunciar a este gobierno social-comunista, por la mala gestión, mejor dicho, por la no gestión e inacción en esta crisis sanitaria. La cifra de muertos a fecha de hoy, asciende en España a más de 50.000, de los cuales, casi 20.000 son ancianos abandonados a su suerte en las residencias.

    No hay vuelta de hoja; El vicepresidente del gobierno, el comunista P. Iglesias, ministro de asuntos sociales y agenda (globalista) 2030, asumió el control de las mismas, (BOE) publicado el 19 de marzo – donde se otorgan poderes a la vicepresidencia de Asuntos Sociales en esta materia. Es más, anunciando un paquetes de medidas de 300 Mll de €. a las autonomías para reforzar las residencias de mayores como la atención en domicilios. (nunca se vio un céntimo).
    La agenda 2030, que es su responsabilidad, le obligaba a la “alerta temprana de la pandemia”.

    El resto ya es historia, este personaje se ira de rositas si un valiente juez no lo remedia, cuando debería asumir las muertes, por su criminal inacción.

    -Esto ya lo escribí hace unos meses y sigue vigente:
    “Un anciano jamás debería estar confinado en un asilo, a no ser que fuese totalmente indispensable, necesario y el último movimiento de los hijos que allí los ingresan. Poco o nada importa a una gran parte de esta sociedad desnaturalizada el destino de los ancianos y el de los que vienen y son abortados.

    Curioso el paralelismo, cargarse de un plumazo al que quiere nacer y acelerar la marcha de los que están al final del camino. Y es que la ley de eutanasia que se puso en marcha en Enero de este año, le ha venido al pelo a este gobierno, ya ha empezó a dar sus frutos en los asilos cuando comenzó la pandemia. Por eso no han hecho nada para evitar tanta muerte. Y esto aún no a acabado. (estamos en la segunda oleada y las mentiras e inacción de este gobierno es demasiado visible y una mentira la tapan con otra mentira mayor).

    A nuestros viejos se los están cargando y a los que sobrevivan en sus casas, les llevaran como hasta ahora a centros de día a hacer manualidades y a que los animadores les entretengan jugando al parchís y bailando los pajaritos”. Triste, vergonzoso y nada honorable final.

    Y como muy bien decía O’farril hace unos meses – “Los «mayores», tienen un gran problema para la «nueva normalidad» o el Nuevo Orden Mundial: no se les puede comprar, adoctrinar y manipular con los relatos. Tienen algo mucho más importante: experiencia y conocimientos” – . 

    Saludos

  3. Mª+del+Mar+ dice:

    Tengo una amiga que lleva tres centros de día (dependen de los ayuntamientos), y ya a finales de diciembre empezaron a observar enfermedades y diagnósticos repetidos que no encontraban respuesta; los enviaban a sus casas y en cuanto parecían sanados, los devolvían al centro. En un momento determinado, por su cuenta y riesgo, empezó a tratar de persuadir a las familias a que no les trajeran porque algo estaba pasando, pero hete aquí la sorpresa: ¡Nadie quiso quedarse con su viejo en casa!

    Sin duda es necesario y urgente que las Administraciones pongan la lupa en lo que ha pasado y tomen buena nota de ello, pero ¿y el resto de la sociedad? ¿Por qué no se habla del modelo que nos hemos dado? ¿Es que los ciudadanos de a pie no tenemos nada que decir al respecto?

    Echarle la culpa al Gobierno es como echarle la culpa al empedrado. Esto lleva muchas décadas fraguándose poco a poco y con el consentimiento de todos. Ahora queremos que otros lo arreglen, como si no tuviéramos nada que ver con ello. ¿Y si le diéramos una vuelta a esto y rescatáramos ese valor añadido que da la vejez, por su experiencia y por lo que tienen de sabiduría adquirida, tratando de facilitar otro tipo de relaciones? ¿No provocaría un interés de cambio a esta realidad que nos hemos creado, que es como para avergonzarse?

    Es de suyo, como dice O’farrill, que al igual que él piensa que las infraestructuras hoteleras tendrán que reinventarse si quieren sobrevivir, no estaría de más plantearse los emporios que se han montado a costa de aparcar a los viejos, en centros con otro tipo de utilidades y diversificación, y sobre todo más dignos ; que no tengamos que mirar a otro lado.

  4. Ligur dice:

    Hola M.ª del Mar;
    A un musulmán o a un judío, jamás se les ocurriría aparcar a sus padres en un asilo. Algo grave falla en las sociedad que vivimos. Noticias que oí hace unos años: “de familias, que bajan del coche al abuelo, lo dejan en una sala de urgencias de un hospital y seguían a su destino de vacaciones”. Supongo al menos que lo recogerían a la vuelta.

    Creo que las administraciones no pondrán ninguna lupa en nada porque pertenecen a los que gobiernan este país y les rinden pleitesía.
    Esta sociedad, con el entretenimiento, canales de cocina, programas del corazón y cuatro tonterías más, aderezado todo con el inculcamiento del falso estado del bienestar, tiene suficiente para ir tirando …. hasta que dejen de tirar.

    Los ciudadanos de a pié no pueden decir mucho, están, estamos perdiendo el norte. Desde la guardería, parvulario, comienzan con la labor de “capamiento y zapa”. (Aquí comienzan a forjarse los “saboteadores de los que hablaba Raúl el otro día) y que casi con seguridad se convertirán en auto-saboteadores, incapaces de querer curarse de un simple dolor de cabeza.
    No se de quien es esta frase, que más o menos viene a decir; “dejarme la educación de un niño hasta los 14 años y siempre le tendré controlado”. Creo que era de un jesuita.

    Esto es lo que cualquier gobierno, de uno y otro signo quiere con su “educación”, conseguir manejar y controlar desde la cuna, para crear fieles adeptos a sus causas.
    Creo que si hay que culpar a este gobierno y a todos los que le han precedido. Y si creo que es el momento de hacerlo, por han sido los que más han contribuido a crear la sociedad que tenemos.

    Saludos

  5. Manu Oquendo dice:

    Querido Ligur, no me parece que la frase que citas pueda ser atribuida a la Compañía de Jesús. Más bien todo lo contrario porque los jesuitas siempre fueron notorios fabricantes de Rebeldes. Uno de estos rebeldes fue Jean Mª Arouet, Voltaire; otro, el propio P. Arrupe o en mi generación el P. Fernando Maquieira. Miles y miles en cada generación de alumnos.

    Quizás por ello y por mucha leyenda negra que se les trate de atribuir siempre fueron perseguidos por el gran poder. Por el Leviatán. Sus persecuciones siempre fueron, en el fondo, contra nosotros, los ciudadanos que pretendemos discernir. El Discernimiento es el Primer Mandamiento de S. Ignacio de Loyola. Nada menos.

    Por contra, podrás encontrar en Internet los discursos de Hitler y los escritos de Gramsci en los que, el primero dice a los empleados de la Siemens MotorWerke en Septiembre de 1933 la siguiente Joya: «No nos importa estar en vuestros corazones ni en vuestras mentes. Nos basta con Educar a vuestros hijos».
    O en el programa de Gramsci para la guerra de trincheras en la sociedad privada. En su escrito sobre «La formación de los Intelectuales», es decir de los intelectuales «orgánicos». Es de los escritos en la cárcel, en 1934. Publicado no hace mucho en España por Comares.

    Lo de Gramsci es otra joya cuando habla de los Intelectuales No Orgánicos –los independientes– a quienes hay que tolerar lo justo y si se desmadran habrá que aplicar todos los recursos coactivos del Estado.

    Saludos cordiales.

    PS. Aquí lo explica un antiguo comunista. https://www.youtube.com/watch?v=D4XNIvH7EYA&t=589s

    1. Ligur dice:

      Amigo Manu;
      Muchas gracias por el interesante enlace.
      He estado tratando de localizar la frase de turno a la que me referí.
      No recuerdo si la leí o escuché, fue no hace mucho y está claro que me precipité, al casi otorgar paternidad a la misma.
      Gracias por la corrección, su buen criterio y conocimiento lo he visto demostrado en numerosas ocasiones.

      Saludos

  6. Mª del Mar dice:

    Contestando a Ligur, efectivamente, he oído en ocasiones que los musulmanes sobre todo, e imagino que los judíos también, son muy protectores de sus mayores y seguramente no se den situaciones tan dantescas como las que estamos padeciendo. No lo sé, habría que indagar y conocer más a fondo la trastienda. Pero hablemos entonces de nuestra Iglesia Católica.

    Supongo que como institución es una ocasión de oro para predicar desde los púlpitos y en las homilías todo lo que está ocurriendo y en todas sus maneras. Si se está haciendo o no y de qué manera lo desconozco porque no practico, pero estoy de acuerdo en que las iglesias juegan un papel importante en la toma de conciencia y en ser revulsivos del orden establecido. Pero sospecho que como ocurre en todos los ámbitos, suelen ser sectores minoritarios y personas aisladas las que se atreven a ser divergentes y son pocos los que se atreven a alzar la voz y denunciar cómo se están haciendo las cosas.

    Pero vuelvo a mi comentario anterior: No me parece de recibo echarle la culpa a nadie cuando diariamente se ve el estado de hibernación y aletargamiento en que vivimos como ciudadanos. Mientras no se sea capaz de salir del adocenamiento…, que nos habrán metido o lo habremos heredado, no lo sé, pero somos seres con discernimiento y sentido común como para no quedarnos con todo lo que nos dicen y asumirlo sin más. Si no somos capaces de romper esa mínima inercia y tratar de apostar por otro mundo mejor, ¿qué autoridad tenemos para criticar a nadie?

    Por cierto, este foro me parece un buen ejemplo para indagar en otras iniciativas. Ánimo y enhorabuena.

  7. Ligur dice:

    M.ª. Mar:
    Estoy de acuerdo que la sociedad en general, debiéramos salir del estado de hibernación como lo llama, pero la situación acomodaticia en la que se estamos, supondría un gran esfuerzo para lograr romper esas inercias enquistada durante muchos años. (digo debiéramos, por que cada uno tendría que saber en que punto está) No hay, ni escucho un clamor general en salir de este atolladero tan confortable. Y repito, esta situación viene propiciada por la labor de ingeniería social que los gobiernos han ejercido sobre la ciudadanía durante muchas y muchas décadas. Por lo que digo, el aborregamiento en esta sociedad es muy notorio y palpable.
    El trabajo es individual, ya sabe.

    Habla de la iglesia católica como punta de lanza para crear conciencia entre su “rebaño”, si, podría ser, pero resulta que la iglesia siempre ha jugado a dos bandas o más, según convenga, y ahora, parece estar a otras cosas, como apoyar la agenda globalista 2030, y poco o muy justito le interesaría reflotar temas que estarían muy mal visto por sus socios.

    Lo que dice de, – “Si no somos capaces de romper esa mínima inercia y tratar de apostar por otro mundo mejor” – , ¿qué autoridad tenemos para criticar a nadie?
    Obre Ud. como le dicte su conciencia.

    Por mi parte le digo, que esa autoridad me la otorga la vida como ser. Y como ser, mis sentidos me dicen, y mi capacidad como humano me estimula a muchas cosas, y una de ellas es, criticar y protestar por lo que creo y veo no está bien, entre otras.

    Saludos

  8. Manu Oquendo dice:

    Al socaire del comentario de Mª del Mar sobre la Iglesia Católica y su postura actual creo que es bastante evidente que, en Europa, la Iglesia se ha retirado a sus cuarteles de invierno para una larga temporada. Muy larga.
    En este momento la bandera de la Cristiandad está en la Rusia de Vladimir Putin. Moscú es la Tercera Roma y quienes conozcan un poco la Iglesia Ortodoxa entenderán la imperdonable distancia que hay entre ambas.
    Pero, excepciones aparte, yo he visto más fe en las Iglesias Ortodoxas que en las Europeas Occidentales. También ofrecen más consuelo personal quizás sin pretenderlo. Simplemente su vieja liturgia y su respeto por sus raíces es muy superior al de una Iglesia Romana que ni siquiera ha sabido luchar por defender el Latín como lengua común de la cristiandad y haya de facto cooperado con quienes quieren destruir cualquier vestigio de unidad y de intemporalidad.

    Creo haber relatado esto hace unos tres años tras una conversación con el embajador ruso en España en la que el mandatario lo explicó diciendo que les era necesario apoyar a la Iglesia Ortodoxa desde el Estado para seguir Reconstruyendo la gran nación rusa.

    A nosotros, practicantes o no, esto nos debe interesar porque si la Iglesia opta por la «vía Benedictina» –como creo con algún fundamento que ya ha optado– es porque no se siente con fuerzas para hacer otra cosa que servir de Paliativo y tratar de remediar los casos más tristes porque son y serán muchos durante el largo declive de nuestras sociedades. Pero creo que no puede –ni se atreve– a liderar «revival» civilizatorio alguno.

    Hace unos años tuve esta misma conversación con un alto miembro de la Jerarquía. Pregunté si no tenía la sensación de que la Iglesia había desertado de la UE cediendo los trastos al actual Poder Real. Se me quedó mirando unos segundos y, en vez de negar lo que yo acababa de afirmar, me dijo.
    — Es posible que en el futuro haya muchos menos cristianos en la UE. –otro silencio de segundos y continuó diciendo–
    –Serán pocos. Pero serán mejores.
    Es decir, nos toca a nosotros y nadie lo hará si no lo hacemos nosotros.

    Ellos, la jerarquía, saben que pueden esperar un par de siglos y volver cuando haya que reconstruir en tierra más fértil. No es la primera vez que sucede.
    Pero la pelota está en nuestro lado de la pista. Y se puede.

    Saludos cordiales.

  9. pasmao dice:

    Terrible columna Don Manuel

    No por ello menos cierta. Y mas cuando se presupone que gran parte de nosotros llegaremos a viejos.

    Respecto la actitud de las diferentes «iglesias» les dejo esté link que abunda en lo que han comentado sobre la Iglesia Ortodoxa

    https://elmanifiesto.com/tribuna/810245524/Camarada-Bergoglio-Monsenor-Iglesias.html

    Un muy cordial saludo

  10. Juan Lafuente dice:

    Felicidades Manuel, por tan certero, aunque terrible artículo. Como en muchos otros temas, sobre los que la irrupción del COVID19 nos obliga al ejercicio de revisar, y reflexionar (ojalá), vemos como, en general, lo que con más frecuencia desata, son debates histéricos y estériles, cuando no directamente interesados, partidistas y espurios. Gracias por ir a la raíz del problema; la situación sufrida, nos devuelve (o debería) el reflejo del «espejo de la madrastra de Blancanieves»; debería caérsenos la cara de vergüenza como sociedad, más allá de señalar (pertinentemente) las muchas corruptelas y negligencias que implica el auge de las residencias de mayores, como negocio apetecible para inversores avispados, sin ninguna relación con lo sanitario, y hay más ejemplos, véase las clínicas odontológicas, de estética…etc. lo verdaderamente grave, a mi entender, es la deriva que va tomando paso a apaso, nuestra sociedad, atomizada en burbujas unifamiliares aisladas, para contento de un capitalismo infantilizador y deshumanizante, liberado ya de antiguos códigos morales, religiosos o éticos, como ustedes prefieran, donde solo se da por buena, la lógica del mercado, cimentada ésta, en un concepto cada vez más distorsionado, superficial y disparatado de felicidad, bienestar y libertad, en donde los «de-más» se convierte en algo de lo que resguardarse.
    Por supuesto que, en el tipo de vida que cada vez más gente se ve obligada a llevar, especialmente en las ciudades, con sueldos (los afortunados) que apenas llegan a asegurar el precio de una vivienda, sea la hipoteca, o el alquiler, y en donde ambos miembros de una familia, tienen que trabajar imprescindiblemente para la supervivencia, a veces solo precaria, ocuparse y atender a los hijos ya resulta muchas veces heróico; dichas circunstancias solo hacen más comprensibles ciertas situaciones, pero a mi juicio, no más justificables. Nosotros tendremos que ver, qué mundo estamos construyendo, y queremos legar a nuestros hijos, y seremos directamente responsables del resultado.
    Enhorabuena y saludos.

  11. Manu Oquendo dice:

    Cada dos o tres años procuro pasar un par de semanas recluido.
    Este año he venido a un convento de clausura de la provincia de Burgos. Una hora al día desde la biblioteca podemos usar Internet desde un ordenador de la Comunidad. Los teléfonos móviles no tienen cobertura tras las paredes de más de un metro de piedra. Ni me he molestado en traerlos.

    Los oficios comienzan poco después de las cuatro de la madrugada en una capilla privada de los monjes. El resto, hasta Completas, es en la Iglesia donde está la capilla con las tumbas de la familia de Rodrigo Díaz de Vivar.

    La comida es sobria, la fruta mejorable y el café inexistente. En su lugar hay unos sobres de café soluble. Un «ersatz» que me supera. Este año me ocupo de recoger y lavar los platos y cubiertos después de cada comida. Con los monjes somos diecisiete personas. Poca cosa, porque en mi juventud fregué durante cuatro meses los cubiertos de quinientos comensales. Tengo sobrada experiencia que el Padre hospedero valora. Este año me he traído una pequeña cafetera y gracias a ella paso las noches leyendo en un silencio difícilmente imaginable. Este fin de semana volveré a casa. Mi celda se parece mucho a la habitación de mi internado. Un poco mejor incluso. Al abrir la ventana por la noche ya se nota el viento frío del otoño y el ruido de las hojas en cada ráfaga. Casi siempre hay viento. Los fresnos están plagados de oruga desde hace años.

    La liturgia de la escasa docena de monjes del Císter es impresionante. El último oficio del día acaba sobre las diez de la noche con un himno gregoriano que termina con las palabras: «Que el Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa». El miedo al pecado y al mundo me parece un poco excesivo en esta antigua liturgia. Pero al mismo tiempo nos pone en nuestro sitio.

    Soy el segundo más joven de los residentes. El primero tiene 65 años. Un chaval. El mayor es el P. Bibliotecario, que ya la vez anterior tenía 89 años. Sigue asistiendo a todos los oficios y anda sin ayuda.

    San Ignacio de Loyola, en las Constituciones de la Orden que fundó, dejó dicho que para el cuidado de sus ancianos, si fuera menester, se venderían hasta las Sagradas Custodias.

    Hay lecciones de vida en cada rincón.

    Hasta pronto

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