Disociedad

El término “sociedad” claramente lo indica: asociación de individuos, colectivos o grupos. En su génesis, su etiología y su etimología, se expresan inequívocamente su significado y su sentido. Por lo que uno de los criterios con los que juzgar a las asociaciones podría ser la mayor o menor adecuación al principio para el que están creadas.

De las diferentes asociaciones que una sociedad contiene en sí, aquellas que se establecen entre las generaciones han sido las que han formado parte del sustento básico, activo y menos visible de las comunidades a lo largo de los tiempos.

Los elementos sobre los que se asienta la identidad de los individuos de la sociedad contemporánea suelen ser escasos y ceñidos a unos pocos factores, algunos básicos y otros desarrollados o adquiridos. Así, los básicos no suelen superar las categorías de edad, género, nivel socio-económico, patrimonio y renta; mientras que los segundos se ciñen al empleo, la profesión, los estudios y pocos más. De tal forma que los nuevos conjuntos sociales tienden a agruparse a partir de estas categorías, que ofrecen una mayor uniformidad entre sus miembros al tiempo que propician una separación de aquellos que no pertenecen a ellas.

Este encapsulamiento manifiesto, ya en sí mismo no indica pronósticos favorables, pero cuando se trata de la edad, el resultado puede ser abiertamente negativo. A medida que se suceden las generaciones, los grupos se estructuran en torno a asociaciones en las que la edad de sus miembros destaca singularmente sobre otras características, generándose distancias cada vez mayores con el resto de participantes en el conjunto social.

Esta “aglutinación de identidades” en torno a la edad, consecuencia lógica de los avances sociales, parece ofrecer a primera vista unas buenas posibilidades de relación y ayuda mutua, tanto en lo material como en lo intangible, y evita ese primer vacío creado desde el fenómeno que se ha denominado el “anonimato social sobrevenido” de las grandes urbes. Pero, al profundizar con mayor precisión sobre ello, los investigadores sociales han puesto las señales de alarma en relación a la conformación por capas diferenciadas del estrato social en su conjunto, ya que, además de ofrecer apoyo a sus integrantes, y debido a ello, cada una de estas capas tiende a una actitud de defensa de su conjunto respecto a un exterior, que desde dentro se aprecia como agresor a sus lícitos intereses.

La distancia vital, y en consecuencia afectiva, que se observa entre generaciones no es una causa directa de problemas tanto sociales como personales, pero sienta una base sólida, firme y difícilmente resoluble por el curso de los hechos, para que cada conjunto tienda a la defensa de sus propias realidades, encapsulándose y haciendo que sus intereses prevalezcan más allá de su propio grupo referencial e identitario.

En todo ello no ha hecho ningún favor esta categorización al uso de las primeras, segundas y terceras edades, que ha producido una etiquetación fácil y superficial de las personas, con un conjunto de características, estilos y necesidades estereotipadas, abandonando otras posibles acepciones no basadas en la edad y más relacionadas con las partes de la identidad de mayor arraigo, más raíz y mejor definición de las personas, como la belleza o la fealdad extáticas y no estéticas, la afabilidad y amabilidad intemporal o la facilidad para la genialidad, y la expresión del talento propio.

Tampoco ha contribuido la idea de la defensa de los derechos, porque en términos psicológicos ha puesto el acento más en lo mío que en los otros, en aquello que más me importa que suelen ser nuestras necesidades primarias que en hacer esfuerzos en satisfacer las de los otros.

Las tendencias hacia esta endogamia social generalizada hacen que se produzca una cierta exacerbación de diferentes principios identitarios, como pueden ser los territoriales, según la pertenencia a unas u otras regiones y autonomías, los ideológicos como aquellos que defienden los diferentes partidos políticos y sus alternativas, los profesionales encarnados por loobies y otros grupos, los laborales por sindicatos y agrupaciones de empleados, los étnicos por los guetos, los de barrio por las asociaciones vecinales, etcétera. Todos ellos legítimos y legales, pero caracterizados por la homogeniedad y la constante reseña de sus rasgos diferenciales respecto del resto.

Hay un factor intrínseco de indudable fuerza en esta distribución, como es el de estar siempre gestada por y desde la población adulta, por la generación que ostenta las responsabilidades de la sociedad en su conjunto y establece las direcciones y prioridades del resto. Unas agrupaciones demasiado endogámicas que, sin quererlo, favorecen la exclusión y la disociación, tanto social como personal.

Por eso a veces se tiene la impresión de que esta sociedad no se gusta, como si un sentimiento de incomodidad dominara el ambiente, incluso parecería que las personas que vivimos en este mundo acabamos hartos de él, pero nos sentimos atrapados en un bucle al que debemos alimentar sucesivamente con el turismo, las vacaciones, los fines de semana o los programas más excitantes. Es una sociedad que padece de claustrofobia, como si se hubiera quedado encerrada en un amplio ascensor lleno de espejos convexos. Y de vez en cuando estalla, cada vez más, pero como todo estallido tiene demasiado de buscar a los culpables más fuera que en uno mismo, mucho de miradas desorbitadas buscando chivos expiatorios y poco de asumir responsabilidades personales, muy tendente a caer en el exceso de ira y poco dado a fomentar la propia reflexión.

El efecto que este fenómeno del encapsulamiento tiene en la sociedad en su conjunto es el de arrinconar a la población que por edad no entra a formar parte de dichos grupos, relegándola a un papel secundario en el juego social colectivo que se establece. Son los no agrupados, los que no son soportados por una estructura, los que no tienen necesidad de establecer una defensa determinada, los menos defendidos y los olvidados por un sistema demasiado encerrado en sus propias tesis e intereses. Los niños y los viejos. Los aprendices y los jubilados. Los nuevos y los eméritos. Los infantes y los ancianos. Ellos son las víctimas de esta realidad.

Y cuando se habla de exclusión social se suele poner el acento en que estos colectivos entren a formar parte del juego social colectivo, de manera que los viejos bailen, los niños hagan de parlamentarios, los ancianos cumplan con una tabla de gimnasia y los pequeños aprendan inglés cuanto antes. El problema no es ese sino que son tan parecidas las avenidas con las que fraguar los proyectos personales que los mayores no encuentran su rincón, un lugar en que poder rumiar la vida vivida, y a los niños se les fuerza a jugar a la pelota de la misma manera, sin poder inventarse el ruedo del balón.

Hemos hecho una sociedad en la que solo cabemos nosotros, los adultos, hemos tomado el centro, nos hemos apropiado de todos los espacios, hemos amachambrado el tiempo, y el ritmo es el que viene marcado por la productividad y por el conjunto, y nos empeñamos en que son los demás que no están en eso, los que tienen que incluirse. ¿Y si no les da la gana porque no les atrae un pijo lo que les podemos ofrecer? ¿Y si no quieren porque entienden que hay trampa en la propia manera de plantearlo y prefieren quedarse al margen? ¿Y si lo que les pasa es que sienten que una enorme maquinaria les puede engullir y se resisten a que se pierdan las huellas del destino y de la memoria?

Cualquier proyecto social válido en la actualidad debe pretender desarrollar las asociaciones, o cuando menos los pactos inclusivos, entendiendo que con ello indica el camino a muchas otras instancias con responsabilidades para que dejen de mirarse a sí mismas y centren su mirada en esos otros que, no pudiendo por ellos mismos, esperan con auténtica ansía poder ser de una vez los depositarios del legado, los medios y la riqueza que toda nuestra cultura atesora en su seno. Restaurar un estado social más leal con sus cometidos fundamentales, más fielmente solidario con sus obligaciones principales y más entregado a las labores esenciales que lo hagan posible.

Un auténtico y efectivo cambio social que ya está llegando, no por búsqueda, sino por inanición.

3 comentarios

3 Respuestas a “Disociedad”

  1. Sara dice:

    Llevo un par de días sin visitar el blog y al entrar hoy he mirado impaciente, como siempre, qué comentarios nuevos habría sobre todo acerca de este artículo, y me he quedado perpleja al no ver ninguno. Quizá al resto le suceda como a mí que me ha parecido de una lucidez tan magnífica que no tengo ninguna palabra más que añadir que no sea un OLE! y las gracias al autor. Artículos como éste deberían publicarse con todos mis respetos hacia este blog, además, en periódicos de gran tirada….. por dar la oportunidad a más personas a reflexionar al respecto. Por lo que a mí respecta intentaré difundirlo…

  2. Gema dice:

    Estoy de acuerdo contigo sara…la gente anda ya muy sobrecargada igual es eso..a saber..

    quería comentar que, sin tener mucho que ver con lo que el artículo dice pero sí anda en onda, que, parece ser que han quedado fuera del sistema sanitario español, ese que es tan envidiado en el mundo, cerca de 1.000.000 de personas en españa,
    habrá mucha gente que lo celebre, y quizás resulte muy económico el asunto..yo de números entiendo poco..asíque no hago cuentas, pero está claro una cosa que los médicos saben de maravilla, los virus-bacterias etc..esos bichos que circulan aereamente así como de incognito..circulan tranquilamente a sus anchas si no se les trata en caso de infección en los sin-tarjeta sanitaria, por dónde les parece, no entienden ni de fronteras, ni de tarjetas, ni de condición social o económica ni de nada..se instalan en el cuerpo humano que les convenga y punto..
    así que, nos puede afectar a cualquiera que por esta tierra pisamos, sin discriminación alguna, con lo que igual es peor el «remedio que la enfermadad de querer ahorrar por donde no se debiera»,
    de la misma manera, que las aguas radioactivas made in fukushima cuyas mareas marinas extenderán por doquier…terminarán afectando..a diestro y siniestro..

    así que por mucha exclusión que se favorezca en pro de una élite a cuerpo de rey…aunque no nos demos cuenta, al final todos estamos en un mismo barco…
    hacia donde va ese barco–en qué dirección–es lo que deberíamos «ver»…con mejores lentes..para paliar tantísimo desastre;

  3. Inés dice:

    Hola Carlos,

    Hace tiempo que leí tu magnífico artículo.
    Antes, ya lo sabes, también me sorprendía de que tus excelentes y lúcidas reflexiones unidas a la forma impecable en la que las palabras van asentándose en tu escritura, no tuviera una respuesta de reflexión o participación mas «exitosa». Sin embargo, es perfectamente entendible que ante la Verdad Manifiesta, cunda el silencio, que no la lectura. Suele pasar.

    No sólo nuestra sociedad está cada vez mas «compartimentalizada» en lobbies, clubes.. asociaciones de lo más variopintas en torno a cualquier actividad, porque si fuera así, al menos algunas de ellas serían enriquecedoras, sino que esas actividades están justamente marcadas por un límite de edad biológica por arriba y por debajo. Es decir, fuertemente acotadas.
    Incluso en las clases de los pequeños, se da la situación cada vez más sesgada de que las niñas y los niños de la misma edad están tan separados psicológicamente en maduración evolutiva que ni se miran y antes, que al menos hasta la adolescencia, niñas y niños jugábamos juntos en los deportes y juegos de grupo, sin ser dirigidos por el maestro, sino en los recreos o en la calle al salir del cole, hoy eso no ocurre. Ellos, las miran asustados y ellas se intercambian esmalte de uñas desde los doce. ( hemos vuelto a que las mujeres empiecen a menstruar desde los 9 o los diez, casi como nuestras abuelas…)
    En cuanto a la naturaleza de estas asociaciones, tu has puesto ejemplos de sobra, y cada cual tiene a su alrededor otros muchos.
    Por ejemplo, en grupos de personas interesadas en el ecologismo, huertos, etc.. pues lo lógico sería que contaran con la experiencia de los agricultores expertos de toda la vida, porque ganarían en eficiencia, aprenderían fuera de los libros las formas de injerto, el aireo de la tierra los tipos en los que ( ya puede ser super-mega- ecológica e importada la semilla que si la tierra no da melones.. pues no es de melones! )
    y descubres la mirada a medias de compasión a medias de desprecio, pero también de impotencia de los mayores, quizás porque delante de sus narices comprueban que muchas veces el esfuerzo de los jóvenes es inútil.
    Es una disociación feroz, porque nos hacemos caso de cualquier charlatán de pacotilla que eso sí, con sus másteres y su corto currículum por delante pero bien acreditado, es capaz de hablar de todo, desde los virus de la gripe aviar hasta de las propiedades del café de aquella república bananera o las ventajas del empoderamiento o couching o vete tu a saber, » the dreamers of the future»
    ( risas).. de todo, de tanto que da risa pero también rabia o desprecio..
    Y en medio de toda esta avalancha de ideologías baratas que a veces recuerdan a esos que venían al pueblo desde la capi y nos miraban con cara de que ellos ya sabían del mundo y nosotros a ellos aguantando la risa, pero también dolidos por lo rápido que se olvida y se desprecia al paisaje y a la tierra que les hizo personas, en medio, a la vez y /o como consecuencia de este desarraigo, los grupos de exclusión son cada vez mayores y es cierto, todo avanza hacia la des…des..des.. que crea Desconcieto, Descrédito, Desorden y Desasosiego.
    No sólo a los niños y a los viejos sino a toda una generación ( o dos ) de jóvenes
    ( o tres, en la que me incluyo) que voluntariamente pero de forma forzada por estos sistemas de los que se alimenta el Sistema, no encuentran los espacios para un desarrollo equilibrado y feliz de sus dones y sus vocaciones.
    Mira, ésto lo léi este verano, y aunque no coincido tan tajantemente en el rol que el autor del artículo carga sobre los hombres ni tampoco en la opinión sobre estimada que tiene de las mujeres, lo recordé al leerte aquí y en otros textos tuyos.

    http://elpais.com/elpais/2013/07/16/opinion/1373982849_720664.html

    De todas formas, en serio, creo que no es así a todos los niveles, que empiezan a existir relaciones, quizás tímidas aún, pero certeras, sin tener en cuenta la linealidad del tiempo, siempre al principio en torno a algo que nos gusta, como la poesía o el teatro o la música, pero poco a poco también en torno a bienes comunes en los que necesitamos ojos que miran desde distintas galaxias, y manos de todos los colores con las que manchar tantos muros y cercas creadas en el aburrido tono gris uniforme de la monótona igualdad.
    Igualdad sí, por supuesto, pero en la diversidad y la riqueza de espíritu de cuerpos ALIMENTADOS y por tanto con futuro, y por eso y sólo por eso, capaces de bien pensar.

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