Las artes del pincel

En China, durante milenios, la caligrafía, la pintura y la poesía fueron manifestaciones artísticas altamente apreciadas y formaron parte de la educación más refinada, hasta el punto de ser consideradas como las Tres Perfecciones que debía dominar todo erudito.

Las tres compartían los mismos materiales para su ejecución (el pincel, la tinta, el tintero y el papel: los Cuatro Tesoros del Estudio) y análogos planteamientos intelectuales y estéticos. Todas ellas se basaban en el trazo, en su dominio y en lo que comunicaba, y también en lo que decía sobre aquel que lo ejecutaba. Cada trazo tenía una intención y una fuerza, se hacía con un solo gesto y no se podía corregir. Para que tuviera la forma correcta y ocupara el lugar que le correspondía en el espacio, en armonía con el resto de los trazos que formaban la obra y con el propio papel donde se plasmaba, se precisaba de una gran concentración y un alto dominio de la técnica. Y esto solo se conseguía después de un largo periodo de estudio y trabajo interior. De forma que todo maestro en estas artes, además de artista era sabio.

Y las palabras tenían belleza tanto por su sonido como por la plasticidad de los ideogramas que las representaban, mientras que las pinturas estaban cargadas de sensaciones, aquellas que tuvo el pintor en el momento y el lugar en los que pintaba.

Hoy en día, en Occidente, aunque parezca mentira, copiar cien o doscientas veces una frase sigue siendo uno de los castigos más habituales. Con ello se está transmitiendo que escribir a mano es un suplicio, algo que no es agradable y que espontáneamente uno no haría. Y debe ser un sentir general porque, desde la llegada de lo digital, la escritura manuscrita ya no recibe la atención y el cuidado que antes recibía en las escuelas y apenas se practica cuando se sale de ellas.

Es uno más de los errores que cometemos al educar, otra de nuestras renuncias en pos de la eficacia, la comodidad o sencillamente la pereza. La mano, en coordinación con la vista, el tacto y el resto de nuestros sentidos, modela el cerebro; pero estamos dejando de tocar, trazar, doblar, cortar, enrollar, sujetar, rotar y todo aquello que pueda hacerse o emularse pulsando una tecla o apretando un botón.

Un original manuscrito suele estar lleno de tachaduras y correcciones, de marcas que nos sugieren el carácter, el proceso mental y el estado anímico de su autor. Cada trazo deja un surco, un recorrido en el que estuvieron implicadas la fuerza y la pasión que se pusieron al hacerlo. Y este recorrido es un reflejo del paso de lo inmaterial por la materia, de aquello que se pensó y se sintió por la textura de un papel. Es un testimonio irrepetible del momento en que se elaboró.

Al escribir a mano estamos mostrando y construyendo eso que llamamos nuestra individualidad. Para hacerlo correctamente hay que adoptar una cierta postura y se debe sujetar el lápiz o la pluma de una determinada manera; y esto no es banal, porque cada una de nuestras posturas y nuestros gestos provoca unas actitudes y dificulta otras. Cuando estamos asustados nuestras posturas o nuestros gestos son agresivos o defensivos, mientras que cuando estamos relajados o comunicativos los gestos y las posturas son otros. Si atendemos a estos gestos y los evitamos o los provocamos, estamos al mismo tiempo cambiando nuestro estado. Gran parte de las enseñanzas de Confucio se basaban en algo tan sencillo y a la vez tan complejo como este hecho.

Todo esto se pierde con la escritura mecánica. Cuando se escribe a mano la implicación es mayor, existe una continuidad y un contacto con el papel y con lo que se escribe, mientras que los teclados y las pantallas marcan una distancia, nos separan de nuestros pensamientos cuando antes se diría que podíamos tocarlos. Y no solo eso, sino que también cambia nuestra manera de escribir. Desde que un texto, no importa cuál sea su extensión, se puede copiar, mover o transformar cuantas veces se quiera, rápidamente y sin que quede rastro, la escritura tiene más de manipulación que de reflexión. Y con ello la literatura está más cerca de convertirse en algo industrial, en algo que se fabrica con máquinas que ayudan a aumentar la producción y convierten en operario al artesano.

Los cuadernos, aquellos cuyas hojas estaban cosidas y no se podían separar, están desapareciendo de las escuelas; y esto se interpreta como una señal de modernidad. Tampoco es frecuente tomar apuntes o copiar un texto o un dibujo de la pizarra, ni escribir en una hoja en blanco. Todo ello está siendo reemplazado por fichas, fotocopiadas o impresas, en las que están pautados los lugares que es preciso completar. Incluso las fichas tienden a sustituirse por formularios electrónicos y actividades interactivas (donde la interactividad consiste en arrastrar objetos con un ratón o hacer clic sobre una flecha para pasar una página) que se completan o se ejecutan en una pantalla, sin que el resultado del trabajo sea tan plástico y tan cercano como lo pueden ser una cuartilla escrita o un mural.

Posiblemente escribir o dibujar sobre un folio en blanco, sin pautas ni planillas, sobre un tema abierto, sin demasiadas restricciones, pero atendiendo a la estética además de al contenido, tenga más impacto educativo que marcar casillas, resolver operaciones o completar mapas y frases diseñados por otros. De lo que no cabe duda es de que es mucho más personal y requiere más de eso tan ambiguo que llamamos creatividad. Sin embargo, en nuestro afán de renovar las prácticas docentes, para conseguir que la escuela sea más funcional y productiva, esto no se está teniendo en cuenta. Estamos olvidando que el proceso, la forma de llegar, es la esencia y la verdadera aportación del hecho educativo.

Y al abandonar el papel en blanco y descuidar el largo proceso que supone elaborar la propia letra, al sustituir un desarrollo tan personal por tareas homogéneas, normalizadas, secuenciadas en el tiempo y de respuesta única, también estamos normalizando, ajustando a la norma, a aquellos que las ejecutan.

12 comentarios

12 Respuestas a “Las artes del pincel”

  1. Victoria dice:

    Maravillosa reflexión, Enrique.
    Al proceso mecánico le hemos añadido la velocidad supersónica… para llegar o estar predeterminadamente si saber para qué.
    Y la velocidad la confundimos con el tiempo.
    Escuché una vez a una poetisa, cuyo nombre no recuerdo, que pedía «Tiempo para pensar, tiempo para crear».
    Un abrazo.

  2. Alicia Bermúdez dice:

    Un preciosísimo artículo, Enrique; nada en absoluto que objetar, pero…
    Un “pero” tiene siempre un algo de apariencia de objeción. Pero no es objeción. Es tan sólo que aun siendo rigurosamente cierto lo que dices no lo es menos que cada tiempo trae su qué se nos trae y su qué se nos lleva. Estos, los tiempos en que estamos, han arrinconado el manuscrito, y el trazo y el rasgo y todo lo que en el entrelíneas se cuenta sin estar escribiéndolo — escribo “en el entrelíneas” sabiendo que no es correcto, pero es que es algo, el entrelineas, que lo percibo como si fuera algo con identidad propia, el sujeto protagonista de una acción — pero, ¿podrá por eso desaparecer el entrelineas?
    Ahora, con las nuevas maneras de escribir, parecen querer abrirse paso formas nuevas de no acallar lo que se resiste a ser silenciado; y, sin pararse sesudamente a averiguar un cómo, la mente serpentea por vericuetos que le abran caminos de expresión que por los métodos tradicionales eran del todo inabordables.
    Me estoy refiriendo a la literatura desde el punto de vista del escritor – sólo escritor, y nada más porque es el sólo escribir lo que profesa y con independencia de si obtiene de ello beneficio material o no; y nada más también porque en cuanto a escritor no es obligado que sepa (para serlo) de otras disciplinas — que puede, ahora y gracias a las nuevas tecnologías, crear ficciones jugando con recursos infinitamente más flexibles que los que ofrecía el manuscrito, que obligaba a… no sé cómo expresarlo, una especie de ilación plana, sin fracturas ni quiebros, en páginas correlativas y numeradas, donde lo relatado había de supeditarse a un orden, una ubicación concreta en un tiempo y en un espacio.
    Y no es que me preocupe el contenido inmediato del qué se cuenta, que a fin de cuentas la ficción es siempre una sarta de mentiras prescindible; pero sí valoro la… creo que quiero decir algo parecido a eso que los que sabéis llamáis “plasticidad del cerebro” a que da lugar y los “trucos” que pueden utilizarse para establecer sinapsis (¿lo digo bien?) que por los métodos tradicionales de escritura eran impensables.
    De todas maneras me queda un cierto no sabría decir qué de que me he marchado por los cerros de Úbeda, y que tú te refieres en el artículo a algo más sutil que yo no he sabido atrapar. Pero, mira tú, eso a pesar de que no lo has escrito a mano, ni lleva tachones.

    1. Alicia Bermúdez dice:

      Perdón por el tuteo. Es que este blog es para mí un poco como estar en casa. Y me ha salido así.

    2. Enrique Sánchez Ludeña dice:

      Querida Alicia,
      ¿A ti te parece que Poeta en Nueva York, Rayuela o La lámpara maravillosa son ilaciones planas? ¿Crees que por escribir utilizando hiperenlaces estás estableciendo sinapsis? En todo caso estás haciendo explícitas las conexiones que tú has establecido, evitando de paso que el lector las establezca por sí mismo.
      Los recursos a los que te refieres (enlaces que remiten a páginas, que a su vez enlazan con otras páginas, o con una imagen, un vídeo o un sonido) yo no los llamaría literarios, sino expresivos. Y desarrollan otras capacidades diferentes de las que implica la construcción de la propia letra, que es de lo que trata el artículo: de lo que se pierde por abandonar este proceso en aras de la efectividad (que no es tu caso, porque tu encuentro con los ordenadores lo tuviste ya fuera de la escuela).
      Y este artículo, como muchos otros, antes estuvo escrito a mano, con flechas y tachones. Después tomó forma en el ordenador.

      1. Alicia Bermúdez dice:

        ¿Ves como yo ya dije que me estaba yendo por los cerros de Úbeda?
        Y por supuesto que no pretendía decir que esas obras que citas sean planas. Quizás estaba nada más pensando en adónde yo llego y qué se hacer. Y ni llego hasta ahí, ni sé hacer así.
        Besos

  3. Paz dice:

    Eso me recuerda a lo que nos decía una profesora de matemáticas del colegio: ‘sólo tendréis derecho a usar la calculadora cuando sepáis hacer los cálculos de cabeza’.

    Efectivamente, parece intuitivo pensar que la hoja en blanco es más didáctica, y fomenta mucho más la creatividad, que cualquier papel impreso en el que todo está sugerido, desde la longitud de la respuesta hasta el camino a seguir: pienso sobre todo en las fichas de infantil, donde prácticamente todo está hecho.

    Sobre todo en algo que es la conformación de la propia personalidad, la letra es una expresión del carácter y del ánimo de la persona. Tengo entendido que es posible cambiar el estado de ánimo modificando la letra. Aquí los grafólogos tendrían algo que decir.

    Por otro lado, en el estudio de los idiomas, por ejemplo, el hecho de escribir a mano, ayuda a reforzar la comprensión e interiorización de la estructura del texto, porque escribir (a mano) es leer dos veces.

    Supongo que debería ser objeto de estudio, no fuera que nos encontráramos como los contemporáneos de los primeros automóviles que sospechaban de graves efectos al organismo debidos a la extraordinaria velocidad de 30 o 40 km/ hora que conseguían.

    Es un tema muy interesante en el que merece la pena pensar.

    Por cierto, afortunadamente escribo con un ordenador, porque mi letra normalmente no la entiende nadie…;-)

  4. José María Bravo dice:

    LLevado por el escrito de Sanchez Ludeña, he escrito el comentario a mano, que transcribo:

    Cuando uno escribe a mano dibuja las ideas, les da forma, entrelinea el silencio. Uno se imagina la figura, la apariencia de su rostro. Rodea el espacio de paisajes.

    Cuando se escribe a mano se mira a la infinitud, a la transformación de las formas. En cierto sentido, se recorre el camino del sueño

  5. Goyo dice:

    El disparatado desarrollo tecnológico ha metido al hombre en el mundo de la digitalización de un modo inesperado, y le ha lanzado como si fuera cazador de “aires” , buscando, en distracción mantenida, frutos que no ha cultivado.
    La comunicación mediante la palabra escrita surge con la intención de nombrar, detallar,.. alumbrar un discurso ideativo, o un acto poético, que en ausencia del autor otros puedan recrear. Para ello hay que rasguear signos en el papel en ritmo acompasado con el pensamiento, a la par que se verbaliza interiormente las palabras y se buscan los rastros más significativos de las experiencias, apoyándose reflexivamente en aquellos conceptos más relevantes y de parecer adecuado a aquello que se quiere manifestar. Mas, una misma cosa se puede escribir de tantas maneras posibles que para precisar el término, matizar la comunicación, es necesario volver sobre lo escrito, y en ese reencuentro se tachan y cambian palabras buscando la adecuación más representativa, y con más sonoridad y plasticidad . Con ello estamos buscando el rastro en las intersecciones de nuestro pensamiento para que nos oriente mejor en aquello que queremos comunicar.
    … Y en estas estábamos cuando el ambicioso plan de lo tecnológico, por aquello de denotar prosperidad y modernidad, nos lanza al mundo de lo digital, a un mundo en el que se requiere mayor complejidad de pensamiento para no caer en el mero corto-pego e imposto, y paso de experiencia o reflexión, y vendo producción…
    No, hoy no hay “élites” del cultivo de las artes del pincel. Hoy sólo parece encontrarse profesores ( de los que se dice que necesitan profesar ..) empeñados en enseñar a leer y a escribir a niños desde los tres añitos con ordenes de adiestramiento repetitivo hasta conseguir hacer una “O” con canuto, y decodificar que la T con la A suena TA, y la P con la A es PA. Y todo ello tan estúpidamente institucionalizado, y con una metodología tan “educativamente” reglada, que en ese espacio resulta que no hay lugar para la palabra tapa, pata o patata . ..
    El placer de lo repetitivo produce cierto encantamiento en un estado de seguridad estática, y a tierna edad crea cuerpos dóciles y posibles pensamientos conformistas que no llegan a plantearse el estado reduccionista de lo modélico. No, hoy no interesan las artes del pincel…, ¿ cómo si no se podía conseguir tanto alfabeto funcional de cuerpo dócil que pacientemente responde ?.
    No, hoy no hay élites del cultivo de las artes del pincel, pero ya hay niños que perciben y saben que antes de que el “profe” vaya a <<<, ellos ya están de vuelta de ese lugar. Y ellos sí, ellos sí esperan las artes del pincel. …y es que de igual manera ya se cuenta que en la noche de san Juan suenan campanas más allá de dónde la torre está.

    Un saludo .

  6. Nevil dice:

    Ni tun tun ni tan tan!
    Soy Profesor de Informática, además de Desarrollador de Proyectos Web, y aunque tengo computadora y tablet, muchos se ríen de mi porque ando siempre con una libretita y una lapicera en mi bolsillo.
    No la uso para escribir grandes textos -para eso tengo la computadora- sino, para anotar ideas, datos, garabatos, esquemas, croquis; porque me es más rápido anotarlo en la libreta que tomarme el tiempo para encender los equipos, y en muchos casos algunos programas no son tan prácticos de manejar como una hoja en blanco!
    Esto es bueno o malo? No lo se. Lo que si se es que alabar una u otra forma es más malo que utilizar ambas.
    Para mi lo más importante es no como lo escribes, sino que es lo que escribes, si escribes algo que repites como loro y no reflexionas nada, de nada te sirve que lo hagas en papel o en computadora.

  7. Loli dice:

    No pertenezco al mundo de la Educación, pero entiendo que el aprendizaje es ante todo autodescubrimiento a través del descubrimiento del medio externo, y que el ser humano requiere de la experiencia, es decir de acceder sensorialmente a su entorno, actividad que al unísono le lleva a referenciar las sensaciones obtenidas con el mundo interno que acude y se desarrolla con la experiencia sensorial y sensitiva externa…Es una interralción endógena-exógena.

    Repito que no soy educadora…es una percepción intuitiva.

    Sea como fuere, el proceso cognitivo de descubrimieno (me gusta más esta palabra que la de aprehend-izaje) requiere atención, y hasta de una atención sostenida o concentración, esto es todo lo contrario a lo que supone una situación de ansiedad y estrés.

    Porque ansiedad es lo que actualmente se potencia desde los estamentos educativos y planes de estudio, basados en la competitividad y contemplando a los niños como futuros bienes de servicio para uso y abuso de un determinado sistema social.

    El paso irreflexivo del rastro en la enseñanza de la escritura y del dibujo directo y sobre papel, a la huella impersonal y mediada demuestra un desprecio absoluto por las etapas del desarrollo cognitivo y biológico del niños, etapas que son mucho más conocidas que divulgadas.

    Creo que ya hay nuevas teorías y propuestas sobre la forma de abordar la educación, y que se decantan por atender mucho más a los que dicen las investigaciones más actuales sobre el funcionamiento del cerebro, y que apuestan por facilitar estados armónicos en el niños, (como por ejemplo que descubran cómo determinadas formas de respirar les proporcionan estados de serenidad que les ayudan en la atención, y por tanto sus experiencias sensoriales hacia el mundo que les rodea son muchos más enriquecedoras y reales, sin ruidos distorionadores), sin necesidad de estar presionados, aunque sí velados o cuidados por los encargados de atender sus procesos de desarrollo y descubrimientos (profesores, tutores…).

    Es solo un ejemplo, pero imagino que hay muchas más propuestas que se están llevando a cabo en ámbitos más reducidos educacionales, y que se podrían incorporar de forma más amplia.

    Eso sí, entiendo que no se hace porque esto lleva a tener que personalizar y respetar las diferencias..las individualidades.

    Y, hoy por hoy, parece que los planes educativos no contemplan, ni tienen intención de hacerlo, lo que los estudios sobre el funcionamiento del cerebro y la biología (del niño y del adulto..pues éste támbién está en proceso y en condiciones de aprendizaje) están demostrando acerca del desarrollo cognitivo del ser humano.

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