Sobre sexo y humanidad

Es posible que se me acuse de conspiranoico, pero no me cabe ninguna duda de que hay personas que conspiran, que conocen y utilizan las herramientas útiles para conseguir sus fines, en definitiva para adquirir y conservar poder.

En realidad lo hacemos todos, en una u otra medida, utilizamos el miedo, el secreto, el soborno, el premio y el castigo, la fuerza, la mentira, lo que sea necesario, para seducir o someter a los demás, para que los demás nos reconozcan y nos quieran o, al menos, nos obedezcan y nos teman.

En esto consiste el poder, en que el mundo se comporte de acuerdo con nuestros deseos, nuestros intereses o nuestra voluntad.

Y uno de los resortes más eficaces es el manejo de las emociones, porque bien sabido es que las emociones desbordan a la razón.

No suelen contarlo los historiadores, pero el sexo, el encuentro sexual con otro ser humano, el deseo de tenerlo o de evitarlo, ha condicionado el comportamiento y las decisiones de reyes, emperadores, eclesiásticos, campesinos y soldados.

Ya lo decía Freud, en el fondo de cada persona subyace un poso de traumas, frustraciones y complejos no resueltos, acumulados desde la infancia, vinculados a lo sexual. Cierto es que las teorías y métodos del psicoanálisis son muy discutibles, pero ponen de manifiesto un hecho: el ser humano es un ser social y el sexo, de una u otra manera, está presente en todas sus relaciones.

En el resto de las especies, vegetales o animales, el sexo está relacionado exclusivamente con la reproducción y está determinado por los ciclos naturales y las hormonas. En el ser humano no.

Por supuesto que el instinto, la luz y las hormonas intervienen, pero también interviene eso que llamamos afectos, sentimientos, consciencia, libre albedrío, amor y propósito de trascender.

La especie humana y cada uno de sus seres no está completa, terminada, todavía está en evolución. Y el sexo, el encuentro entre seres que se buscan y quieren amarse, es una de las capacidades por desarrollar.

En eso estamos, desde hace miles de años, fomentándolo o prohibiéndolo, ejerciéndolo bien o de mala manera, para impulsar o controlar a los demás.

Se nos dice que la prostitución, cambiar sexo por dinero o por favores, es el oficio más antiguo. Y se nos intenta convencer de que es algo tan respetable como barrer las calles, vender alfombras, conducir trenes o poner ladrillos; que es un trabajo más, un intercambio de servicios por dinero, como quien paga a una asistenta o a un camarero.

Este pensamiento está en la línea del que puede tenerse sobre la pornografía: encontrar alivio o una válvula de escape al deseo sexual. Reducir el sexo a un acto mecánico y de dominio de una persona sobre otra, que culmina en una descarga, como quien mea, caga o estornuda, que proporciona placer.

Estas ideas, unidas a la idea de pecado y de culpa que muchas religiones tejen en torno al sexo, consiguen que nos sintamos confundidos y desgraciados, que nuestra vida, una aventura de humanidad que ama y crece, sea una carga, una condena, un castigo divino, en el empeño de subsistir.

4 comentarios

4 Respuestas a “Sobre sexo y humanidad”

  1. Hola.
    Llevo siglos sin participar, pero hoy se me ocurre algo y allá va.
    Pongamos:
    Una señorita perfectamente libre y dueña de sus decisiones.
    Es caprichosilla, por ejemplo — estudiante, a lo mejor, con papás pudientes y la economía resuelta — y quiere, porque tiene ella el gusto y sin tener que molestar a papá ni a mamá (ah, y es mayor de edad, en mi supuesto), darse de alta como autónoma.
    Una vez dada de alta como autónoma y teniendo que hacer todas sus declaraciones (esas que creo que se hacen trimestrales) se va, por otro ejemplo, a tomar unas copas.
    En el bar de copas conoce a un guaperas (o no tan guaperas, pero eso da igual) que le tira los tejos.
    Ella recoge los tejos y le dice “vale, chato, pero te va a costar 500€”, porque es una señorita que se vende muy cara.
    El guaperas (o no tan guaperas, pero ya he dicho que eso da igual) le paga, lo convenido, y ella, a su vez declara sus ingresos; que con muchos guaperas (o no tan…etc.) le va a salir una declaración de la renta a pagar un montón. Pero allá ella, que los negocios son los negocios.
    Y ahora, pero ya en serio, pregunto ¿Se puede equiparar esa actividad con la de una pobre chica que la ejerce forzada por presiones o amenazas o intereses de otros?
    Vaya por delante que detesto el sexo, que pienso que ha sido y sigue siendo uno de los principales grandes males que aquejan a la humanidad y que a lo largo de los tiempos a inducido a odios, rencores, venganzas, extorsiones y asesinatos.
    Pero, ¿de verdad se pueden equiparar ambos casos?
    ¿Se pueden encuadrar bajo el mismo epígrafe de “prostitución”?
    A mí, sinceramente, me parece que no.
    Venga. Besos para todos (En especial para Manu, que hace un tiempo leí que me echaba de menos)

  2. O'farrill dice:

    «Las cabezas ocupadas en libertinajes, no maquinan revoluciones» decía el marqués de Sade y lo recoge el profesor Dalmacio Negro en un magnífico artículo sobre el tema en «Gaceta.es». «El pudor es la epidermis del alma» (Victor Hugo).
    «La sexualidad es una de las causas del resentimiento del individuo «manqué» (frustrado). Cuando una persona pierde su intimidad lo pierde todo (Kundera). Desaparece el «yo» narcisista del racionalismo y el romanticismo, las personas se homogeneizan como en Orwell y los jefes mandan sin oposición.» dice el profesor Negro.
    «El sexo como objeto de diversión para matar el aburrimiento y la promiscuidad sexual, desempeñan un importante papel en la igualación por abajo y confunde la libertad política con la sexual. El fomento de la sexualidad líquida no es una novedad. Los tiranos y los déspotas fomentan la libertad sexual para distraer y atraer a sus súbditos» (Tocqueville).
    En tiempos como los que vivimos, donde van saliendo a la luz los instiintos escondidos como una liberación personal, sólo cabe esperar mentiras, traiciones y deslealtades en eso que llamamos relaciones sentimentales. Los únicos «sentimientos» parecen tener más que ver con el placer del sexo, instinto básico natural que nos devuelve a lo primitivo de las relaciones sexuales: la procreación. Una cuestión que, por otra parte, intenta evitarse desde la ingeniería social y la propaganda: sexo sin responsabilidad o, por el contrario, responsabilidad sin sexo.
    Siempre han «tirado más dos tetas que dos carretas» (y viceversa) dice el refranero popular. Y es verdad a lo largo de la Historia.y así seguirá siendo en el futuro próximo hasta que tratamientos, tecnología y transhumanidad cojan el relevo.
    Un saludo.

  3. Rafa dice:

    Todavía no sé muy bien que es el sexo; a mi entender es un misterio que hemos convertido en un hábito para poder hacer uso de él cuando y como convenga.

    La sexualidad se aloja en la mirada, en el tacto, en el oído y la palabra, en el olfato, gusto y en menor medida en los órganos sexuales que se excitan como consecuencia de todo lo anterior.

    A veces sentimos verdadera atracción hacia personas que no nos hubiéramos imaginado , sin que por esto haya que pasar a mayores, teniendo en cuenta el control de las emociones que se le supone a un adulto.

    La utilización del sexo sin embargo se ha convertido a lo largo de la historia en una necesidad que hay que cubrir, por lo que es tan fácil transaccionar con él, además actualmente se considera como apunta O’ farrill en una libertad personal, sacar a la luz todas las pulsiones internas.

    Entiendo que las personas solo tenemos dos sexos, hombre y mujer, independientemente de las inclinaciones sexuales de cada uno, o de los innumerables géneros que se les atribuyan.

    Si es cierto que la manera de interpretar el sexo es completamente distinta para el uno que para el otro.
    Citaré un ejemplo ilustrativo.

    Una mujer que te dice que eres guapo, probablemente se esté riendo de ti, pero si confidencialmente te susurra, «te podías haber puesto otra camisa en vez de esa llena de manchas», es que tiene vivo interés en mantener una relación, mientras tu piensas que te está echando una bronca.

    El hombre sin embargo suele ser unidireccional y relaciona el sexo con el deseo permanente y con el poder de poseer lo que se desea, convirtiendo a la mujer en una posesión mas, lo que ha condicionado como dice Enrique, el comportamiento y las decisiones de reyes y reinas, eclesiásticos, etc, etc.

    En definitiva, la maté por que era mía.

    Un abrazo

  4. Manu Oquendo dice:

    Menuda sorpresa más agradable ver a Dña. Alicia de nuevo por estos lares. Y escribiendo con su gracia de siempre.

    Sobre la pregunta que nos hace acerca de las diferencias éticas y estéticas entre la prostitución de lujo y la de solemnidad –obligada o no– supongo que alguna debe haber. Concretamente la derivada de la coacción y la merma del libre albedrío que vemos en la segunda.

    Una vez escuché a un sacerdote católico decir que el mayor pecado es privar de su libertad a otro ser humano y Kant nos enseña que nos distinguimos como humanos precisamente por la capacidad de elegir libremente desde criterios morales.

    En cualquier caso lo que sí suele suscitar gran acuerdo es que la peor parte se la lleva el cliente.

    Sobre el fondo del artículo de D. Enrique me gustaría traer a colación la variante Adleriana. No es tan rara. De hecho en Madrid parte no desdeñable de los psicoanalistas son de esta escuela.

    Adler establece la busqueda del Poder como el principal criterio de las acciones humanas instintivas o meditadas. Así tendríamos que desde los primeros balbuceos aprendemos a reforzar comportamientos que consiguen que otros hagan lo que deseamos o necesitamos. Esto incluiría también los comportamientos sexuales que de este modo pasarían a ser no tanto remedio temporal de la concupiscencia –lAh, el Astete!– como refuerzo del ego y de la autoestima. Una forma no tan discreta de egoísmo.

    Sospecho que ni Adler ni Freud vivieron nunca –profesionalmente, quiero decir– experiencias del tipo «agape». Es decir, de la forma de amor altruista que juega un papel tan importante en todas las vidas. Afortunados los que saben darlo y lo reciben con recogimiento.

    Las palabras mal definidas se degradan con rapidez. Hoy día llamamos amor a cualquier cosa y tenemos que recurrir al griego para recordar que amor, de verdad, es «dar de lo que no sobra, para el bien de otro y sin buscar nada a cambio».

    Saludos cordiales y, a Alicia, gracias por volver.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza Cookies propias para recopilar información con la finalidad de mejorar nuestros servicios. Si continua navegando, supone la aceptación de la instalación de las mismas. El usuario tiene la posibilidad de configurar su navegador pudiendo, si así lo desea, impedir que sean instaladas en su disco duro, aunque deberá tener en cuenta que dicha acción podrá ocasionar dificultades de navegación de la página web. política de cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies