Desconozco los trámites que habrán tenido que hacer y las trabas administrativas que habrán tenido que superar, también ignoro las resistencias que habrán tenido que vencer dentro de su profesorado y su colectivo de familias, pero si finalmente lo han hecho, si lo han anunciado y lo están poniendo en práctica, es porque era posible hacerlo. No lo prohibía expresamente la ley.

Estoy hablando de la nueva metodología que se está implantando en tres colegios de jesuitas de Cataluña. Una metodología que se ha dado a conocer con un gran impacto mediático, que ha sido noticia de portada durante varios días del pasado mes de marzo. Los titulares, siempre sensacionalistas, venían a decir más o menos lo siguiente: “Los jesuitas eliminan las asignaturas, exámenes y horarios de sus colegios”; “Una nueva educación sin asignaturas, exámenes ni horarios”; “Los jesuitas revolucionan el aula”…

Lo que proponen los jesuitas no es en realidad novedoso. El aprendizaje en torno a proyectos no es una idea nueva. Se lleva practicando en algunos colegios desde hace más de 30 años. Flexibilizar los horarios y eliminar las compartimentaciones rígidas de los espacios en aulas y de los saberes en asignaturas son propuestas conocidas y argumentadas desde antiguo. Que los exámenes dejen de ser la principal o única forma de evaluar es una demanda persistente desde que se empezó a hablar de evaluación. Y lo mismo podríamos afirmar del resto de las líneas maestras de esta metodología que los jesuitas están dispuestos a desarrollar. Es más, hay otras medidas necesarias, como dejar de agrupar a los alumnos exclusivamente por edades o potenciar la educación artística mucho más de lo que se viene haciendo, que no aparecen mencionadas  en lo que se ha dado a conocer de este proyecto.  Son ideas que comparten, defienden e intentan poner en práctica, cada cual según sus posibilidades, una minoría no pequeña de docentes.

Rastreando en la Red, se pueden encontrar noticias, páginas y blog en las que se describen experiencias de este tipo. Aunque en su mayoría son experiencias puntuales, que se ciñen a un profesor o un grupo de alumnos en concreto, pero no constituyen la manera habitual de funcionar de los centros educativos en las que transcurren.

Lo novedoso es la gran difusión que ha tenido el proyecto y el entusiasmo que ha despertado en una ciudadanía que está harta de muchas cosas, incluida la educación que recibe. Impacto que ha venido reforzado por tratarse de los jesuitas, una orden a la que se respeta y que lleva creando escuelas desde su fundación, allá por el siglo XVI. Si una organización tan influyente, que cuenta con colegios y universidades repartidos por todo el mundo, ha decidido cambiar su forma de enseñanza debe estar muy segura de ello y tener motivos poderosos para hacerlo.

No deja de ser paradójico que la orden que elaboró la Ratio Studiorum, la que fue responsable en gran medida de la implantación del modelo actual, el que todos conocemos (expositivo, estructurado en torno a los horarios, fragmentado en cursos y asignaturas…) sea la que ahora propone eliminarlo.

Se podría argumentar, y sería cierto, que este no es un proyecto para todo el mundo, sino para una minoría que tiene el convencimiento y los medios para desarrollarlo. No es un proyecto de vocación popular, extensible a cualquier colegio público.

Para bien o para mal, en lo público hay menos posibilidades de elección y de selección. En la escuela pública confluyen colectivos muy heterogéneos, con ideologías e intereses encontrados y distintos grados de implicación y de formación. Una realidad muy diferente de la que ha hecho posible el proyecto educativo del que estamos hablando: ideario compartido, dirección con capacidad ejecutiva, profesores comprometidos y muy preparados, y padres convencidos de lo que se está haciendo, o que al menos confían en ello.

Es más, cuando estas circunstancias propicias confluyen en un centro público, cuando un núcleo significativo de profesores coincide en sus intenciones de cambio y consigue exponerlas de manera que los alumnos y sus familias las compartan, lo habitual es que no reciba el apoyo de la Administración, sino todo lo contrario. Lo previsible es que tenga que enfrentarse a un sinfín de trabas administrativas, que tenga que justificar con montañas de papeles la necesidad de modificar los horarios, alterar los currículos oficiales o desviarse de cualquier otra manera de la norma. En la jerarquía burocrática la tendencia es a cubrirse las espaldas, de cara al superior, respetando escrupulosamente la normativa.

La escasez de personal, la falta de medios o la extracción social de los alumnos pueden dificultar la puesta en práctica de un proyecto educativo, pero no tienen por qué ser determinantes. El principal obstáculo reside en la inercia, en la resistencia que tenemos las personas y los colectivos a cambiar. Y un colectivo como el que integra el sistema educativo en su conjunto es un colectivo gigantesco, una apisonadora muy difícil de detener o de desviar.

Iniciativas como la de los jesuitas son iniciativas bienvenidas; por lo que aportan, por el beneficio que suponen para los que las disfrutan, por su repercusión,  por lo que tienen de ejemplo o de revulsivo, porque mueven las cosas… Deberíamos alegrarnos de que se produzcan, a pesar de las sensaciones encontradas que nos puedan provocar, que van desde el rechazo del proyecto, por elitista, hasta la frustración por no disponer de una opción parecida para nuestros hijos.

Y se da el caso de que, incluso estando convencidos ideológicamente de la necesidad y la bondad de lo público, los hechos nos empujan hacia lo privado cuando tenemos que resolver nuestra problemática particular, sea esta nuestra salud o la educación de nuestros hijos. Es decir, existe una desconfianza o un desengaño de aquello que el Estado nos puede ofrecer.

Porque el mal de lo público es el Estado mismo; aquello en lo que se ha convertido. La institución que debería garantizar y gestionar los servicios es la que, al mismo tiempo, está impidiendo que funcionen. Algo que se creó para servir a los ciudadanos ahora los tiene como servidores. Teniendo las llaves de la vejez, la educación y la salud de los que lo sustentan, los ha vuelto miedosos y dependientes.

Si se trata de que los más vulnerables no queden abandonados a su suerte, si se busca la equidad, si se pretende alcanzar una sociedad más libre y más justa, tal vez haya que cambiar el discurso maniqueo de buenos y malos, de pobres y ricos, de defensores de lo público y protectores de lo privado. Tal vez haya que empezar a hablar de la responsabilidad que tenemos los unos con los otros y de la parte de esta responsabilidad que le corresponde asumir a cada cual.

6 comentarios

6 Respuestas a “Renunciando a la ratio”

  1. Agustín dice:

    Es muy fácil hacer eso en la etapa Primaria, pero ya me dirán cómo se implementa tan original idea en secundaria cuando se han generalizado evaluaciones externas que determinan la organización escolar. Y para rematar una nueva selectividad con exámenes tipo test. Totalmente absurdo: http://mastercity-city.blogspot.com.es/2015/04/a-partir-de-ahora-los-examenes-en-el.html

  2. Enrique Sánchez Ludeña dice:

    Un examen de Estado no puede condicionar la forma de educar de un país, aunque lo pretenda. En cualquier caso, lo que se demanda en ese examen se puede entrenar cuando corresponda, igual que uno se prepara el teórico del carnet de conducir (una chorrada que aprueba todo el que pone el suficiente interés o insiste en ello) y se podría alcanzar en mucho menos tiempo del que ahora se emplea para hacerlo, con otra organización, con otra forma de enseñar y de aprender diferente de la que se lleva empleando desde hace siglos.
    Ahora bien, esta metodología resulta mucho más difícil de aplicar que la que ahora tenemos, porque supone más preparación y más implicación de los que participan en ella. No es este el caso, ni la actitud, de gran parte del colectivo docente, ni tampoco de la sociedad en su conjunto.
    Quien se embarca en un proyecto de este tipo no lo hace engañado, sino que se compromete.
    http://www.otraspoliticas.com/educacion/la-escuela-del-siglo-xxi

  3. Manu Oquendo dice:

    Aunque pasé con ellos un largo internado durante el Bachiller y posteriormente también la universidad, es difícil decir que conoces a la Compañía porque no son monolíticos y son bastante reservados.

    Pero como a lo largo de la vida he tenido contacto frecuente con algunos jesuitas, jóvenes y mayores, voy a intentar dar mi punto de vista sobre lo que puede estar pasando por las mentes de muchos de ellos y de algunos en posiciones muy relevantes.

    1. Los Superiores de la Compañía son conscientes y están preocupados por la disminución del nivel intelectual de muchos jesuitas a partir de los años 80. Un fenómeno global.

    Profesores de bachiller con dos o más carreras –no infrecuentes en mi tiempo– son hoy difíciles de encontrar incluso en la universidad. Mis profes jesuitas en la Universidad, tenían todos al menos tres carreras y en una de ellas eran eminentes.

    Pero si por debajo de las titulaciones rascamos la sustancia, el empobrecimiento actual es aún más notable. Esta es una preocupación explícita de su padres Generales desde que cesó Arrupe.

    Esto en una organización que lleva desde 1534 –casi 500 años– años clasificando internamente a sus miembros por criterios intelectuales es una preocupación de primer orden.

    2. Esta organización es propietaria hoy día de 202 universidades en todo el mundo.

    Es la institución global con más Universidades a su cargo. El número de grandes colegios supera los millares. Llevan estudiando y enseñando desde su inicio (un objetivo Ignaciano) y es difícil encontrar otra organización con su Curva de Experiencia a pesar de que El Sistema trata de ignorarlos o de hacer como si no existieran.

    3. No hay temas científico de la Ilustración en los que un siglo antes no haya destacado algún Jesuita en cualquier rama del saber. La escuela de Salamanca de la que bebió la Ilustración inglesa está sembrada de Jesuitas.
    Hasta el más reciente del Big-Bang proviene de uno de ellos, Le Maître.

    Hay un esfuerzo deliberado por parte del laicismo por borrar esta historia.

    4. El año pasado se cumplieron 200 años de su última gran expulsión europea. Es una orden propensa a la rebeldía porque en su mandato está ser «hombres de frontera»

    Durante aquella expulsión, Catalina de Rusia los acogió durante 40 años y España tuvo que importar profesores de matemáticas porque se quedó sin ellos.
    A su regreso solo se les permitió enseñar en La Guardia y en 1886 se les da permiso para abrir dos universidades. Ese mismo mes de Agosto abren Comillas y quince días después Deusto.

    Hay historiadores que defienden que la aportación más importante de España al mundo ha sido producir una organización humana con estas capacidades.

    Si hoy han comenzado a intervenir en el sistema de enseñanza es, en mi opinión, porque vuelven por sus fueros. Entre otras cosas porque la degradación actual es brutal y, moralmente, no se puede ser cómplice.

    ¿Y cuáles son sus fueros?

    Muy sencillo, el viejo «A Dios rogando y con el mazo dando».

    Desde luego es imposible estar al frente de nada que signifique conocimiento si haces lo del montón renunciando a la excelencia, porque este concepto es antitético con una palabra que era muy Importante desde San Ignacio: El Discernimiento. El discernimiento solo es fruto de la Acción y la Reflexión constante y libre.

    La palabra Discernimiento, hoy olvidada, ocupa Diez de las Veintidós páginas de la Primera entrevista que el actual Papa concede a las revistas de los Jesuitas publicada en su versión italiana en «Civiltá cattolica» por su editor también jesuita. Diez de Veintidós.

    Y cómo se alcanza el Discernimiento: Por aproximaciones constantes a un tema, desde muy diferentes ángulos y desde la Concreción del Caso Real.

    Es crucial para cualquier consideración científica o moral.

    La Compañía tuvo un contencioso de Siglos con los Dominicos precisamente porque su enfoque moral exigía analizar Cada Caso en vez de aplicar la Regla ciegamente.

    Con todo lo anterior lo que a mi me parece es que un grupo de Jesuitas ha decidido recuperar parte de sus tradiciones.

    Lo que sí se puede adelantar es que esos niños deben irse preparando a trabajar el doble que antes porque el método exige mucho más trabajo. Bastante más.

    Y sobre todo exige una consideración de tipo moral: El adentrarse en el conocimiento es una Obligación Moral del ser humano durante toda su vida.

    Saludos y buenos días

  4. Alberto Donaire dice:

    Muchas gracias, Manu Oquendo, por tan excelentes reflexiones.

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