Apollardamiento

Es de esas palabras que todo el mundo entiende por su uso común, pero no se recoge en el Diccionario. Se trata de un estado en el que la persona en cuestión se encuentra desorientada, desubicada, atontada o confusa. Como otros términos similares define un posible momento en el que, por la razón que sea, las facultades cognitivas como la razón pierden el control del curso de los sucesos y su capacidad inherente de razonamiento.

“Pero también existe un apollardamiento leve y más permanente que puede pasar desapercibido a simple vista… e incluso puede convertirse hasta en un estilo de vida.”

En más de una ocasión seguro que todos hemos vivido algo así o similar, aunque bien nos ocupamos de tratar de evitarlo. Por eso lo podemos reconocer con facilidad cuando a alguien le acaece, y dependerá de nuestra capacidad compasiva para que lo entendamos y no tratemos de aprovecharnos o de burlarnos del sujeto apollardado.

Son estados generalmente puntuales y transitorios, que desaparecen pasados unos breves instantes, tras los que recuperamos nuestra habitual forma de razonar y comportarnos. Pero también existe un apollardamiento leve y más permanente que puede pasar desapercibido a simple vista, y que revela algo de mayor transcendencia, e incluso puede convertirse hasta en un estilo de vida. El apollardamiento vital -sindrome del apollardamiento vital (SAV).

“El impacto que supusieron la aparición y generalización de las televisiones, se queda en nada comparado con el efecto de Internet.”

Difícil de identificar a pesar de los detectores propioceptivos, al considerarse algo que forma parte de ti, e incluso que es un estado deseable, y hasta buscado premeditadamente -SAVS, lo mismo pero además satisfactorio-. Pese a ser más frecuente entre los que tienen plaza fija en su trabajo, pareja fija, casa fija y vacaciones inalterables, es algo que puede afectar a cualquiera que se deje llevar con facilidad por las innumerables focos de apollardamiento colectivo que nos influyen día tras día.

El impacto que supusieron la aparición y generalización de las televisiones, se queda en nada comparado con el efecto de Internet y las plataformas y apps que son utilizadas a cientos de millones todos los días, a partir de la revolución digital, que nos van convirtiendo en más dependientes, más incultos y más acríticos. Algunos pensábamos que el soma que A. Huxley anticipaba en su mundo feliz sería un alimento, y resulta que es una conexión eléctrica.

“Sería deseable que nuestra entrañable Comunidad Europea…  estudiara a fondo esta cuestión para publicar el Índice de Apollardamiento Nacional (IAN).”

Efectivamente, desde que Marx escribiera aquello de que la religión era el opio del pueblo, las fuentes de apollardamiento colectivo no han hecho más que crecer. Y en un mundo invadido por las tecnologías ya no cabe más apollardamiento allá donde vayas. El boom de las redes sociales y de las comunicaciones instantáneas ha inundado las mentes de apollardamientos sucesivos, compartidos y contagiosos. Por cierto, hay que ver que tino tenía el Marx, pues las sociedades comunistas que se implantaron en las revoluciones fueron de las más apollardadas que se han visto.

Sería deseable que nuestra entrañable Comunidad Europea, tan vigilante en otras cosas del bienestar ciudadano, estudiara a fondo esta cuestión para publicar el Índice de Apollardamiento Nacional (IAN) de cada país miembro, y contemplara los posibles remedios (farmacológicos o no) a las sociedades más afectadas. Todo esto para a nadie le dé por pensar que también están involucrados en esta especie de confabulación descomunal, y nos protejan de los síndromes conspiranoicos desatados por la pandemia. A saber cómo tratar clínicamente ambos fenómenos al unísono. Un auténtico reto psicoterapéutico.

Si antiguamente se decía aquello de que “Dios nos pille confesados”, quizá haya llegado el momento de cambiarlo por el que “Dios me pille desapollardado”.

Un comentario

Una respuesta para “Apollardamiento”

  1. O'farrill dice:

    Hemos caído en la trampa como «pardillos» . La manipulación de las masas y su psicología son de sobra conocidas y practicadas desde hace ya muchos años por quienes se erigen en nuevos «iluminados» al amparo de centros e instituciones dedicadas a ello.
    Entre esas masas suirgen a veces voces que alertan y advierten de que los líderes de las manadas, son como esos ñus conducidos indefectiblemente a las facuces de los cocodrilos del rió Mara. Al final el rebaño y su instinto cobarde ante los posibles predadopres, puede con ellos.
    Ortega ya decía que las masas tienden a engullir, disolver y ahogar cualquier intento de sus miembros por hacer algo diferente a esa «foule» que cantó Edith Piaf.
    Creo que por algún lugar del blog hay un artículo titulado «Las masas» que recoge ese «apollardamiento» que dice Carlos y que Dalmacio Negro llama «anomia social» y que por mi parte llamaría falta de pulso social.
    Hay que insistir en los objetivos de las máquinas, sobre todo en el mundo de la informática y los algoritmos: obligar a obedecer al poder sea este cual sea. Si no, nos quedamos sin «apps»…. ¡qué pena!
    Un saludo.

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